ALEJANDRO SOSA LAPRIDA: SOBRE LA CRÍTICA A BERGOGLIO
Muchos me reprochan el hecho de que
critique a Francisco de manera incesante. Y me sugieren que deje de
ver solamente lo negativo. Paso a responder brevemente en dos puntos,
recurriendo a ejemplos, ya que ellos permiten comprender mejor la
situación en la que nos hallamos y el porqué de mi actitud:
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1. ¿Qué pensarían de alguien que sugeriría a la
víctima de un secuestro que debería « cesar las críticas » hacia su
secuestrador y ponerse a considerar los aspectos amables del delincuente
que lo mantiene en cautiverio (por ejemplo, que le habla con
amabilidad, le sonríe y lo alimenta)? Ese tipo de reacción es un
mecanismo psicológico conocido con el nombre de Síndrome de Estocolmo.
Se basa en la necesidad que experimenta la víctima de persuadirse a sí
misma de que su victimario en el fondo es un ser bueno y humano, incapaz
de hacerle daño. Ese pensamiento lo tranquiliza y lo ayuda a
sobrellevar el mal momento por el que está pasando. Es un mecanismo de
defensa perfectamente comprensible, pero totalmente ilusorio.
2. Yo no critico a Francisco. Yo lo
denuncio, lo combato y lo desenmascaro. Para explicarme, utilizaré
nuevamente un ejemplo: ¿A quién en su sano juicio se le podría ocurrir
« criticar » a un enemigo despiadado que busca apoderarse de sus bienes,
destruyendo su propia vida y la de sus seres queridos? Pues bien, aquí
nos encontramos ante un caso análogo. Haciendo la salvedad de que lo que
está en juego es algo muchísimo más preciado que la vida corporal y los
bienes materiales. Se trata ni más ni menos que de la salvaguarda de la
fe y de la salvación eterna. Repito, al mal no se lo critica: se lo
denuncia, se lo combate y se lo desenmascara… Quien es conciente de ello
y no lo hace, ya sea por cobardía, por comodidad o por indiferencia,
necesariamente se vuelve cómplice…
Me han echado en cara también que haya sostenido que Francisco es el falso profeta descripto por San Juan en el Apocalipsis
(13, 11). Es cierto que en alguna ocasión he podido decirlo. El
reproche es entonces justificado : reconozco que es imposible tener
certezas al respecto. Digamos que, a mi entender, Francisco podría
serlo. Más aún, debo confesar que me sorprendería mucho que no lo fuese.
Dicho esto, la verdad es que no pueden descartarse virajes
imprevisibles, incluso sorprendentes. Ignoro pues si Francisco es o no
es « el » falso profeta…
Si él no lo fuese, lo será un sucesor
suyo. O tal vez un predecesor : nunca se sabe… (por ejemplo, en caso de
« cisma » entre « conservadores » y « progresistas » en la iglesia
conciliar -hipótesis cada vez más verosímil-, o bien de atentado contra
Francisco -¿perpetrado por Isis?-). Entonces, si es o no es « el » falso pofeta, no puedo saberlo a ciencia cierta. Pero afirmo categóricamente, y creo haberlo demostrado (http://callmejorgebergoglio.blogspot.fr/2014/09/the-strange-papacy-of-pope-francis-by.html – https://radiocristiandad.files.wordpress.com/2014/09/dieciocho-meses-con-francisco-citas-escogidas.pdf), que se trata manifiestamente de « un »
falso profeta. Y es ése sobrado motivo para denunciarlo y para atacarlo
públicamente. Para advertir a los católicos somnolientos. Para defender
la verdad ultrajada. Y para no volverme cómplice de sus notorias y
escandalosas fechorías…
Vivimos en una época crítica, dramática, de una gravedad inusitada. Dentro y fuera de la Iglesia. Y, a mi parecer, de carácter inequívocamente escatológico…
No pueden saber como preferiría que los tiempos que corren fuesen más
benignos. Y que pudiese regocijarme por tener a un compatriota instalado
en Roma: ¿O acaso se imaginan que, presa de un impulso irrepresible de
masoquismo delirante, me he propuesto arruinar la extraordinaria
oportunidad que se me presenta de disfrutar del primer « papa »
argentino de la historia y seguramente el último?
Quiera Dios darnos la lucidez necesaria para poder ver la realidad
tal cual es, la entereza de ánimo para soportarla y la paz interior que
nos permita librar el buen combate sin amargura ni rencor, movidos
exclusivamente por la caridad sobrenatural, virtud teologal por la
cual el amor de la verdad y el amor del prójimo son una sola y misma
cosa. Los saludo muy cordialmente en Cristo Jesús y en María Santísima.
Alejandro.