UN PAÍS NORMAL
Por Ricardo D. Díaz
Realmente siento la necesidad de vivir en un país normal. En donde, por
ejemplo, la delincuencia tenga castigo, pero por vía judicial, y no por
mano propia de los afectados. Que aquel que roba vaya preso; que aquél
que mata tenga castigo; que los violadores vayan presos; que ninguno de
todos estos salgan libres a los pocos años, puesto que, obviamente, van
a reincidir.
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Siento la incontrolable necesidad de vivir en un país normal donde los funcionarios públicos corruptos que se enriquecieron desmesurada e ilegalmente vayan presos, asignando estos casos a jueces que no se dejen sobornar por un anillo.
Un país normal donde el tráfico y consumo de droga sea penado y no
liberado, ya que como todos sabemos, con la misma y con el alcohol están
destruyendo a nuestra juventud.
Un país normal en donde se casen hombre con mujer y se reproduzcan, no
sólo para su propia felicidad, sino también para poblar esta querida
patria semidesértica, con ciudades, como Buenos Aires, superpobladas y
un interior prácticamente vacío.
Un país normal en donde no haya sacerdotes que casen por Iglesia a
parejas gay, dando lugar así a una confusión y desorden tal que ya uno
no sabe a que tipo de Iglesia pertenece. Y dando pie, de esta manera, a
que los no creyentes critiquen, se burlen y señalen, más que de
costumbre, a la Iglesia Católica y sus sacerdotes porque abandonan sus
propias creencia, su propia doctrina, sus principios, en definitiva, su
fe.
Un país normal en donde su economía funcione correctamente, dejando de
lado ideologías y en donde el ministro sea alguien con mucho
conocimiento, capacitado para frenar una inflación imparable, y no ceda a
presiones de la usura internacional pagando una deuda externa en su
mayor parte ilegal.
Un país normal en donde se combata la pobreza, pero no con planes
sociales fomentando así la vagancia, sino dando trabajo, toda vez que
hay muchísimo por hacer, como la construcción de viviendas, reparación
de rutas y construcción de nuevas; reparación de vías ferroviarias y
recuperación de antiguos ramales abandonados, como el provincial.
Un país normal en donde el sentido o finalidad de la política, del
actuar político o acciones de gobierno sea el BIEN COMÚN y no el bien
propio o particular llegando así, cada uno de los funcionarios públicos a
enriquecerse desorbitadamente, como decíamos anteriormente.
Yo sé que lo que pretendo es demasiado, pero tengo la sensación que me
acompañan en mi deseo alrededor de cuarenta millones de argentinos.
Cuarenta millones de personas que realmente quieren ó desean vivir en UN
PAÍS NORMAL.