Plan y circo
“A veces una especie de gloria ilumina el espíritu del hombre, es
algo que le ocurre a casi todo el mundo… Y es esto lo que yo creo: Que
el espíritu libre e investigador del individuo es la cosa más valiosa
del mundo.
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Y por esto luchare: Por la libertad de este espíritu para seguir la dirección que desee, sin dejar que se le imponga un rumbo determinado. Y contra eso debo luchar: Cualquier idea, religión o gobierno que limite o destruya al individuo. Esto es lo que soy y tal es mi empeño. Comprendo que un sistema construido sobre un molde determinado trate de destruir el espíritu libre, porque éste representa algo que puede destruir tal sistema por medio de la crítica. Comprendo muy bien esto, pero lo detesto y lucharé contra ello para preservar lo único que nos diferencia de las bestias incapaces de crear. Si la gloria puede ser aniquilada, estamos perdidos.” John Steinbeck, Al Este del Edén (1952).
PLAN Y CIRCO
Seguramente que nunca imaginó el poeta romano Juvenal (100 D.C.) que
su cita al estado de cosas en Roma, volcada en la Sátira X, panis et
circenses («pan y juegos del circo»), llegaría al Siglo XXI tan lozana
como cuando, en tiempos de la decadencia de la República, hizo crítica
de sus contemporáneos romanos y su abandono del ejercicio de los
derechos políticos. Una grave crisis se abatía sobre Roma, en parte por
la corrupción de las clases dominantes y también por el hecho de que
gran cantidad de campesinos arruinados habían aumentado la plebe urbana,
formando una masa cada vez más susceptible de manipulación demagógica
-no se confunda lector, estoy hablando de Roma 100 D.C.
Ante este panorama, los gobernantes habían ideado, décadas atrás, un
siniestro plan para asegurarse los votos de los desposeídos. Las
regalías contempladas en la política de «pan y circo» sería la forma más
efectiva de subir al poder.
Este indiscriminado reparto a cambio de un voto, entre otras cosas,
ocasionó lógicamente la crisis económica que llevó al final de la
República.
Y es así que veinte siglos después en un remoto país del Sur del
Nuevo Mundo, idéntica política de estado rinde homenaje al legendario
vate. El plan y el circo son hoy moneda corriente en la República
Argentina.
Pero las graciosas dádivas por sí mismas no generarían fanatismos ni
ciegas adhesiones en seres pensantes, capaces de razonar y elaborar
críticas. Es por eso que el plan y el circo se necesitan el uno al otro y
es ahí cuando, salvando lógicas distancias temporales y culturales, los
gobernantes deben crear el caldo de cultivo que genere el resultado
querido. ¿Y cómo lo logran? Por un lado intentando la estupidización de
la ciudadanía a través de programas televisivos de paupérrimos niveles,
carentes de cualquier atisbo educativo, alentadores de insanas
costumbres sociales y de burla al respeto de la autoridad legal y
familiar. Por otro lado degradando la enseñanza en todos sus niveles,
fundamentalmente en las criaturas.
Por ello no debe extrañarnos que, entre gallos y medianoche, se
intente promulgar una ley que elimine las calificaciones reprobatorias, o
que los maestros tengan claras instrucciones de promover al grado
inmediato superior a todos los alumnos, cualquiera fuere su nivel de
rendimiento durante el año escolar.
Y si no bastare con ello, el nombramiento de militantes políticos no
diplomados, aunque asimilados como maestros de criaturas, pone el moño a
este esperpento que pretende formar parte de las normas educativas. La
legisladora Alicia Sánchez, autora del proyecto es la esposa del
militante Luis D’Elía quien, ante las lógicas críticas, saltó
enfervorizado a defender el proyecto con el argumento de que “Ni
Sarmiento ni Almafuerte tenían título de maestros”.
Habría que informarle al señor D’Elía que don Domingo Faustino
Sarmiento nunca ejerció magisterio alguno, pero su política de estado, a
través de su Ministro Nicolás Avellaneda, dio a la educación un impulso
que se traduciría en que Argentina fuera, hasta mediados del siglo
pasado, uno de los países con menor analfabetismo de América. La Ley de
subvenciones de 1871 garantizó fondos para crear nuevas escuelas al
destinar a la educación pública las herencias vacantes. Durante su
mandato se fundaron 800 escuelas de primeras letras, llegando a un total
de 1800, la población escolar subió de 30.000 a 110.000 alumnos. Ante
la carencia de maestros diplomados trajo desde Estados Unidos 61
maestras primarias y creó las primeras escuelas normales.
No hace falta mucho más para decir con absoluta convicción: SEÑOR D’ELÍA, por favor cierre su boca.
Roma, Año 100 D.C.: PAN Y CIRCO
Argentina, Año 2014 D.C.: PLAN Y CIRCO.