EL SINODO DE LOS MASONES
«Nadie
en el mundo puede cambiar la Verdad. Lo que podemos y debemos hacer es
buscar la verdad y servirla cuando la encontremos. El conflicto real es
el conflicto interno. Más allá de los ejércitos de ocupación y las
hecatombes de la los campos de exterminio, hay dos irreconciliables
enemigos en la profundidad de cada alma: bien y mal, amor y pecado. ¿Y
qué uso pueden tener las victorias en el campo de batalla si nosotros
mismos somos derrotados en nuestro yo personal más interno?» (San Maximiliano María Kolbe “El Caballero de la Inmaculada” – Diciembre de 1940).
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El
Sínodo que viene no puede cambiar la Verdad, porque la Verdad es
Cristo. Y los hombres de la Iglesia no pueden cambiar la Mente de Cristo
con sus ideas.
Es lo que quiere hacer Kasper, que es el típico modernista, masón: «Depende de qué cosa es la verdad católica que no es un sistema cerrado sino abierto a posibles desarrollos» (ver).
La frase de Kasper es la respuesta de Pilatos a Jesús: «Todo el que es de la verdad oye Mi Voz. Y le dice Pilatos: ¿Qué es la Verdad?» (Jn 18, 37d-38).
Kasper
sabe lo que es la verdad, porque conoce toda la teología, pero declara:
la Verdad no es Absoluta, sino relativa. No hay una única verdad,
cerrada en sí. Hay que descubrir muchas verdades. Hay que tener la mente
abierta a todas las posibilidades que ofrece el desarrollo de la
verdad, del dogma. Para Kasper, Cristo no es la verdad.
Para los Santos, Cristo es la verdad y, por eso, nadie en el mundo, nadie en el Sínodo, puede cambiar la Verdad.
Con esta idea del desarrollo de la verdad, este personaje quiere tumbar, también la Humanae Vitae: «Promever
un sentido de que tener hijos es una buena cosa, eso es lo primario.
Entonces, cómo hacerlo y cómo no hacerlo, eso es una cuestión
secundaria. Por supuesto, los padres tienen que decidir cuántos hijos
son posibles. Esto no puede ser decidido por la Iglesia o por un Obispo,
esto es responsabilidad de los padres…los métodos naturales de
planificación familiar pueden tener también un elemento artificial» (ver)
¿Ven el lenguaje del anticristo? «Cómo hacerlo y cómo no hacerlo, eso es una cuestión secundaria».
Lo primario, en un matrimonio, no es tener hijos, sino el tenerlos en
la Voluntad de Dios, que es lo que anula este hombre. Hay que tenerlos
en la ley natural, en la ley divina y en la ley de la Gracia. Y, por
tanto, hay que aconsejarse con un sacerdote por si hay dudas de cuántos
hijos se deben buscar. Es Dios quien decide los hijos, no son los padres
los que tienen que analizar, según sus circunstancias de la vida,
cuántos hijos son posibles. Es Dios quien dice cuántos hijos quiere.
Pero hay que tener vida espiritual para esto, que es lo que muchos
católicos no tienen. Y, por eso, les gusta el lenguaje de Kasper:
metamos también los métodos artificiales. ¿Por qué no? La Iglesia no
decide los hijos. La Iglesia no es maestra, no enseña la verdad del
matrimonio, no enseña la verdad de los hijos. La Iglesia está ahí para
contentar a la gente y darle lo que ella pide.
¡Esto
es Kasper! ¡Esto es Bergoglio! ¡Así hay muchos sacerdotes que enseñan
lo mismo! ¿Y por qué? Porque no buscan la verdad ni la sirven. La
destrozan con sus desarrollos de la verdad. Buscan las verdades que su
razón va desarrollando, sintetizando, y a ésas sirven. Pero no pueden
pararse en la verdad. No pueden apoyarse en una verdad que no cambia,
que no puede cambiar, única. Y no lo pueden hacer sólo por su soberbia,
que les impide ver la verdad, escuchar la voz de Cristo en sus
corazones.
El
conflicto real en el Sínodo es el conflicto interno en cada miembro de
la Jerarquía. Si los Obispos, Cardenales, no quitan sus soberbias en ese
Sínodo, entonces no van a ver al enemigo de sus almas, a ese enemigo
que vive en cada alma, por el pecado original, y que batalla contra el
bien, contra la verdad.
Y
se van a encerrar en ese Sínodo mucha Jerarquía soberbia y orgullosa,
que han echado a Cristo de sus vidas, y que realiza sus ministerios
anulando toda la verdad. Jerarquía incapaz de luchar por la verdad
porque el enemigo de sus almas ya los ha vencido con el pecado, con la
mentira, con el error.
El
Sínodo que viene no es como el Concilio Vaticano II. Es el Sínodo de
la Jerarquía masónica, infiltrada en la Iglesia: Sacerdotes, Obispos,
Cardenales masones, que trabajan para la idea masónica.
Ese
Concilio trajo discordia, desunión y muchas almas que se dispersaron y
se perdieron, a causa de los mismos Obispos infiltrados por la
masonería. Este Sínodo va a traer condenación, justicia sin
misericordia.
Ellos
se unieron con toda clase de herejes y maestros falsos y así –muchos
otros- quedaron engañados en el lenguaje de la paz y de la hermandad.
Pero hubo una oposición a esos Obispos, hubo una lucha contra el mal en
ese Concilio. Y se sacó un Concilio que no es herético, pero que hay que
saber leerlo en la Verdad. El lenguaje resultante es espiritual, y sólo
el sacerdote que está versado en teología y que es recto, no se pierde
en ese lenguaje. Pero los demás, hacen del Concilio un dogma. Los fieles
de la Iglesia no saben leerlo como conviene.
De
ese Concilio entraron a la Iglesia muchos errores, haciendo de la
Iglesia una iglesia del hombre, una iglesia sin la verdadera base, sin
la verdad. Todo es el juego del lenguaje humano, que es ambiguo por los
cuatro costados.
Y
quienes abrieron la puerta a todos los errores no fueron los Papas,
sino todos esos Obispos rebeldes, orgullosos, desobedientes, a los
Papas. No fue el Papa Pablo VI el hereje. Fueron los Obispos
infiltrados, que hicieron del Concilio, el juego del demonio.
«Satanás
se sentó con este Concilio, y él observó su ventaja. Él ahora juega
ajedrez con los Sombreros Rojos y los Sombreros Púrpuras, moviéndolos
con gran felicidad a medida que observa cómo acelera el mal, y toda
clase de personas que fluyen rápidamente a través de las puertas de la
Santa Ciudad y de todos los cuerpos ecuménicos» (Verónica Lueken en Bayside – San Miguel, 18 de Marzo, 1976)
En
el Concilio Vaticano II hubo lucha entre Cardenales y Obispos: entre la
Jerarquía infiltrada y la verdadera. Ganó la infiltrada, pero no puedo
romper toda la Iglesia. Sí pudo infiltrarla, imponer en Ella otros
valores morales, otros mandamientos, que es la creación de Satanás.
Y
muchos no comprendieron el juego del demonio y comenzaron a atacar a
los Papas. Y nadie se preocupó de atacar a los verdaderos culpables: los
Obispos y Cardenales que, unidos a los herejes, contaminaron a la
verdadera Jerarquía en el Concilio.
¿Qué
fue la comunión en la mano? La obra de unos rebeldes Obispos, que
hicieron lo imposible para que el Papa firmara un documento que permitía
eso. Y el Papa no pudo negarse. Esto es lo que muchos no comprenden. Y
es muy fácil comprenderlo.
Los
padres, en sus familias, muchas veces tienen que dejar a sus hijos
viviendo en el pecado, porque no hay manera de que salgan de él. Se han
vuelto tan desobedientes, tan rebeldes, que ningún castigo los
transforma, ningún consejo les hace recapacitar. Y los papás, en sus
casas, tienen que permitir el pecado. Y permitir el pecado no significa
perder la fe, no es cambiar a Dios por la criatura, es dejar que cada
uno decida libremente su vida: si mi hijo quiere seguir pecando, que lo
siga haciendo.
Esto
es lo que han hecho todos los Papas después del Concilio Vaticano II:
ellos han visto la herejía, el cisma, la apostasía de muchos Obispos y
sacerdotes, y ya no han podido hacer nada. Hay que dejarles en el
pecado. Eso produce mucho mal social en la Iglesia. Pero eso es otra
cuestión.
La
Iglesia, como la conocíamos antes del Concilio, ya no existe. Y Roma no
ha podido hacer nada al respecto. Los Papas no han podido hacer nada.
Lo han sabido todo, pero han estado maniatados. El Papa Benedicto XVI
tuvo que renunciar porque era imposible seguir gobernando una Iglesia
con Obispos y Cardenales que lo dejaron literalmente solo en la Verdad:
todos combatían el dogma, todos querían otra iglesia; y entonces ¿qué
tiene que hacer un Papa? ¿Excomulgarlos a todos? Tuvo que irse, porque
ya no se podía gobernar la Iglesia. Hay que dejarlos a todos en sus
pecados: que hagan otra iglesia. Con el Papa Juan Pablo II, todavía se
podía gobernar. Él fue valiente hasta el final. Pero Benedicto xVI
sucumbió por la fuerza de los rebeldes. Y esos rebeldes ahora son los
que están con Bergoglio.
Por
eso, el Sínodo es totalmente diferente a lo que pasó en el Concilio.
Después del Concilio, todavía había que seguir obedeciendo a los Papas.
Hubo mucho mal, pero no era la culpa de los Papas. Ningún Papa legítimo
es herético: son todos infalibles, es decir, no pueden caer en el pecado
de herejía, de cisma, ni de la apostasía de la fe. Pueden caer en los
demás pecados, porque no son inmaculados. Pero nunca en los pecados que
ponen al alma fuera de la Verdad, de Cristo y de la Iglesia.
Satanás
ha ido poniendo a sus agentes, a sus Obispos, a sus Cardenales, a sus
sacerdotes, dentro de la Iglesia. Y la culpa de por qué la Iglesia tiene
un Bergoglio, o un Kasper, o un Muller, no son de los Papas que los
pusieron ahí. No echen la culpa a los Papas, porque no han podido hacer
nada contra estos sujetos.
La
culpa de por qué tenemos a un Bergoglio es de Bergoglio: no supo
combatir el mal en su propia alma y se dedicó a escalar puestos en la
Iglesia, hasta llegar a dónde quería: el Trono de Pedro.
¡Que
nadie ataque a un Papa legítimo! ¡Que nadie juzgue a un Papa legítimo!
Cada uno en la Iglesia tiene su culpa. Si quieren juzgar a alguien,
busquen los sacerdotes, Obispos, Cardenales que rodearon a Pablo VI, a
Juan Pablo II y a Benedicto XVI, y que no se sometieron a los que ellos
decían. Y los Papas tuvieron que dejarles en sus pecados, en sus
herejías, en sus rebeldías, sabiendo el mal que eso producía en toda la
Iglesia. Permitieron el pecado, pero no se contaminaron con él.
Quien
juzga a un Papa legítimo destruye la Iglesia. Es lo que contemplamos en
todas partes desde el Concilio Vaticano II. Se ha perdido el respeto
por el Papa. Y empezando por los propios Obispos, que han querido tener
más independencia en el gobierno de sus diócesis y se han ido apartando,
poco a poco, de Roma.
Ustedes
no saben cómo está la Jerarquía en su estructura interna: sólo se
dedica a cumplir leyes canónicas. Y todos imponen esas leyes si quieren
trabajar en sus diócesis. Pero a nadie le interesa cumplir la ley de la
gracia. Ningún Obispo está interesado por la vida espiritual de sus
sacerdotes. Ninguno. Todos están abocados a la vida humana, a dar
contento al pueblo. Y, por tanto, exigen una obediencia de sus
sacerdotes a la mente del Obispo. Los sacerdotes tienen que pensar como
piensa el Obispo. Y si no se le siguen el juego, si en algo no les
gusta, el sacerdote tiene que buscarse otra diócesis para seguir
trabajando. No hay vida espiritual en ninguna diócesis de la Iglesia.
Todos los Obispos están contaminados de humanismo: el lenguaje preferido
de Bergoglio. Y ¡ay si se predica algo que no va con el hombre! ¡No
prediques infierno, pecado, purgatorio, cruz, sufrimiento, penitencia…!
Si predicas eso, te echan de la diócesis. Hay que ir a lo que le gusta
al pueblo: hay que tocar temas que son la comidilla del pueblo: derechos
humanos, injusticiias sociales… Pero no prediques que Bergoglio o el
Obispo de la diócesis son herejes, porque te echan sin más. No te metas
con la Iglesia. Son todos muy santos. No te metas con las misas
sacrílegas que muchos Obispos hacen en sus diócesis. ¡No hay vida
espiritual en la Iglesia desde hace mucho!
Por
lo tanto, ¿qué es el Sínodo que viene? La reunión de muchos Obispos
contrarios totalmente al dogma, a Cristo y a la Iglesia. Son ellos los
encargados de levantar la nueva iglesia que Bergoglio ha fundado en el
Vaticano. Ya no habrá la oposición que existía en el Concilio Vaticano
II.
¿Es
que no tiene inteligencia? ¿Qué es Muller? Un hereje, un cismático y un
apostata de la fe. ¿Y cómo Muller puede estar de acuerdo en que no se
dé la comunión a los malcasados? ¿Es que se ha convertido? ¿Es que
pertenece a la Iglesia Católica de nuevo? No. Ustedes tienen que
comprender que entre los herejes, los cismáticos y los apóstatas, hay
sus grados, sus perfecciones en el mal, en el error.
Bergoglio
y Kasper son los que lo niegan todo: todos los dogmas y todas las
partes de los dogmas: es decir, llegan hasta lo que es doctrina católica
en teología, hasta lo cierto en teología. Para ellos, en teología no
hay nada cierto. Todo es relativismo. No sólo niegan lo que es de fe
divina y católica, sino todo lo demás que surge del dogma.
Pero
Muller no llega a esa perfección y, por tanto, en su pensamiento
herético, no ve la necesidad de dar la comunión a los malcasados. Pero
eso no significa que ya dejó de negar la Resurrección, el pecado, la
Inmaculada, etc. Él sigue en eso. Él es un hereje pertinaz, pero no
perfecto en la herejía. No niega todas las verdades. Niega aquello que
le conviene y se pone de parte de los buenos.
Esta
es otra trampa. Eso es fariseísmo: soy santo con los santos y soy
pecador con los pecadores. Doble vida es lo que muestra Muller. Y esta
doble vida está en mucha Jerarquía del Sínodo. Defiendo que los
malcasados no pueden comulgar, pero anulo la divinidad de Jesucristo.
Esto es la maldad de la Jerarquía masónica. Esta es la maldad que hay en
el Sínodo.
Por
eso, son poquitos los Cardenales y Obispos que sean buenos en ese
Sínodo y que puedan hacer lo se hizo en el Concilio Vaticano II. Ya no
lo van a poder hacer. Ya no.
Se
ha iniciado el tiempo de la Justicia. Ha sido consolidado la Cabeza de
Apostasía en el Vaticano. Esa Cabeza ya no la mueve nadie. Se ha
cumplido la primera parte del secreto de Fátima, que no ha sido revelado
a la Iglesia. En esa parte, ocultada a todos, se hablaba de dos Papas
en Roma y uno de ellos bajo Satanás.
En
este tiempo del nuevo gobierno de la cabeza de Satanás, todos han
tenido tiempo para ver la maldad en Roma. Y no hay excusa para nadie.
Por muchos caminos se ve que Bergoglio no es Papa. Por muchos caminos.
Dios ha dado luz a todo el mundo. Y ahora comienza el tiempo de la
Justicia. Ahora, los que tienen que salir de Roma, saldrán. Pero los que
han decidido quedarse con Bergoglio, ya no hay Misericordia para ellos,
porque la cabeza de Apostasía ya ha sido consolidada por el demonio: ha
sido aceptada por la Iglesia.
Y,
por tanto, la nueva iglesia en el Vaticano ya no puede salvar; y es
necesario salir de ella. Es la iglesia del demonio, que condena sin más,
por el solo hecho de unirse a ella, de obedecer a su cabeza apóstata,
de hacer lo que ellos dicen.
Y,
por eso, el Sínodo condena a todos. Ya no sólo va a crear discordias,
disensión, desunión. Quien lo acepte se condena, porque va a aceptar una
mentira como verdad. Por tanto, va a quedar ciego para la verdad y
perderá totalmente la fe. No puede salvarse. El sínodo condena. Y los
que condenan son los propios Obispos, que son masones, son lobos
vestidos de cordero, para matar la vida espiritual de las almas y
dárselas al demonio.
En
1998, el fallecido P. Malachi Martin afirmó en el programa “The Art
Bell Show” que, a principios de febrero de 1960, cuando era Secretario
del Cardenal Bea, tuvo la oportunidad de leer el Tercer Secreto de
Fátima, que, según él, estaba escrito en una sola hoja de papel.
Un oyente del programa intervino: «un
sacerdote jesuita me dijo más sobre el tercer secreto de Fátima, hace
años en Perth (Australia). Él me contó, entre otras cosas, que el último
Papa estaría bajo el control de Satanás, pero fuimos interrumpidos
antes de que pudiéramos oír el resto. ¿Algún comentario sobre esto,
padre?»
El padre respondió: «Sí;
me suena que esto que ellos estaban leyendo o se dijo, como el texto
del tercer secreto de Fátima. Parece auténtico. Me hace titubear, pero
suena como el secreto»
Lo tienen en el video: minuto 10:04 al 11.