Misericordia o condenación
- Por Augusto TorchSon
Leía estos días un articulista de nombre
Marco Antonio Velásquez Uribe que defiende la propuesta del cardenal Kasper de
dar la Comunión a los divorciados y vueltos a casar ya que según él, la
Eucaristía no puede negársele a nadie (aquí).
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Su argumento está basado en el Evangelio de San Juan 13, 26-27 que al relatar la Última Cena nos cuenta: “…Y habiendo mojado el pan, se lo dio a Judas,…Después que tomó éste bocado, se apoderó de él Satanás. Y Jesús le dijo: “lo que piensas hacer, hazlo cuanto antes”, sosteniendo que Jesús sabía que Judas había perdido la gracia y sin embargo no le negó la Comunión Sacramental.
Para reforzar su idea termina diciendo: “pareciera que Jesucristo, antes de padecer,
estaba dejando a sus apóstoles un nuevo mandamiento pastoral: No negarás mi
Cuerpo y mi Sangre; porque es impensado imaginar a Jesucristo que niegue la
Comunión Sacramental a una mujer o un hombre, dejándolos hambrientos y
sedientos del amor sacramental de Dios, especialmente cuando más necesitan del
alimento fecundo de su Cuerpo y de su Sangre para animarlos a reemprender los
duros desafíos de la vida y las obligaciones familiares”.
Primero, cabe sostener que sus conclusiones,
no solo implicarían tirarle perlas a los cerdos, ya que sería darle este
inmenso beneficio a quienes por propia y consciente voluntad se autoexcluyeron
del mismo; y después tenemos que observar que desde su misma argumentación,
maliciosamente omite la cita “Después que tomó éste bocado, se apoderó de
él Satanás” que está en perfecta consonancia con la Primera carta de
San Pablo a los Corintios (11, 27) que nos advierte: “De manera que cualquiera que
comiere este pan, o bebiere el cáliz del Señor indignamente, reo será del
cuerpo y de la Sangre del Señor. Por lo tanto, examínese a sí mismo el hombre,
y de esta suerte coma de aquel pan y beba de aquel cáliz. Porque quien lo come
u bebe indignamente, se traga y bebe su propio juicio, no haciendo
discernimiento del cuerpo del Señor”.
De las palabras del apóstol surge claramente el
grave pecado de no estar en las debidas condiciones para recibir el Sacramento
de la Eucaristía. El pecado en este caso se da, nada menos que contra el mismo
Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor. Evidentemente que la postura del articulista
es el “libre examen” y advirtiendo su
afinidad con el luteranismo podemos entender la inmensa falta de respeto que
tiene hacia el Divino Sacramento.
Con toda lucidez enseñaba San Justino Martir
en el año 160 en su Apología 1ra.: “Este alimento se llama entre nosotros
Eucaristía del cual a ninguno le es lícito participar, sino al que cree que
nuestra doctrina es verdadera y ha sido purificado por el Bautismo para perdón
de pecados y regeneración…”. Evidentemente quienes promueven estas
conductas no cree que nuestra doctrina sea la verdadera.
Recordemos que claramente Nuestro Señor
establece en Mateo 5,31-32 y con mayor explicitación en Marcos 10, 1-12 la
cuestión de la indisolubilidad del matrimonio y el consiguiente adulterio al no
respetar la misma. Y debemos recordar la sentencia “Mas no es que haya otro
Evangelio, sino que hay algunos que os perturban, y quieren trastornar el
Evangelio de Cristo. Pero aun cuando nosotros mismos, o un ángel del cielo, os
prediquen un Evangelio diferente del que nosotros os hemos anunciado, sea
maldito”. Y al respecto dice Mons. Straubinger en la exégesis de los
antedichos versículos: “El Evangelio no ha de ser acomodado al
siglo bajo pretexto de adaptación. La verdad no es condescendiente sino
intransigente. El mismo Señor nos advierte contra los falsos cristos
(Mt.24, 24), los lobos con piel de oveja (Mt.15), etc, y también San Pablo
contra los falsos apóstoles de Cristo (II Cor.11,13) y los falsos doctores con
apariencia de piedad (II Tim.3,1-5)”
¿Cómo podríamos considerar que la pastoral de
la misericordia, o teología de rodillas (como dijo el obispo de Roma respecto a
esta propuesta de Kasper) puede anular las mismas palabras de Cristo? ¿Miente
San Pablo, miente Cristo, o el cardenal Kasper y quienes lo apoyan incluidos el
propio Bergoglio?
La sola consideración de la propuesta de
Kasper ya resulta escandalosa. En este punto, no están en juego cuestiones
discutibles ni tecnicismos doctrinales, sino la misma salvación de las almas al
rechazar expresamente los mandatos divinos. Por lo que, si se entra en alevosa
contradicción con las mismas Sagradas Escrituras, es hora de aplicar el anatema
mencionado por San Pablo en Gálatas.
Si es dogma de fe que fuera de la Iglesia Católica no hay Salvación, y
sabiendo que por promesa Divina las puertas del Infierno no
prevalecerán sobre ella; tal vez haya llegado el momento de discernir
sobre la
verdadera naturaleza de la institución que, lejos de salvar, propone la
paz sin
Dios, la evangelización y educación sin Evangelio, el relativismo moral,
el
indiferentismo religioso y en este caso puntual, propone hasta el pecado
mortal
(y en contra del mismo Cuerpo y Sangre de Nuestro Redentor) como forma
pastoral
de misericordia.
Trabajando para que Cristo reine y vuelva pronto
Augusto TorchSon
Nacionalismo Católico San Juan Bautista