La Mentira Oficial sobre la Noche de los Lápices – Por Nicolás Márquez
El
público se renueva y las polémicas se reciclan. Con motivo de una
renovada conmemoración anual a las que nos tienen acostumbrados los
mercaderes de los derechos humanos, esta semana recibí un sinfín de
mails y consultas en torno a mi opinión acerca del episodio popularmente
conocido como “La Noche de los Lápices”, el cual me ocupé de refutar en
mi libro La Mentira Oficial en el año 2006, del cual transcribo el
siguiente fragmento atendiendo a la cantidad de inquietudes recibidas en
torno al mito en custión.
Durante los años 80´, al igual que en la actualidad, la abominable
gestión alfonsinista estuvo intoxicada de una deletérea promoción o
subvención estatal de “arte” setentista, así como también de una
publicidad vengativa del mismo corte ideológico. La propaganda del
régimen y su filosofía armonizaban a la perfección (hasta el más
inocente spot televisivo portaba ideologismos recalcitrantes), y el
plano cinematográfico aprovechó el “boom cultural” de la época, en donde
los filmes se sucedían con las acentuadas tendencias indicadas. Pero si
de películas emblemáticas se trata, va de suyo que la película por
excelencia ha sido “La Noche de los Lápices”.
El promocionado filme contaba la historia (se supone que verídica) de
un grupo de simpáticos jovenzuelos que bregaban por una inocente y
enternecedora rebaja en el boleto estudiantil y sus picardías más
atrevidas eran cantar canciones de Sui Géneris y soñar con un mundo más
justo, igualitario, solidario, etc. Luego, unos militares feos y malos
se enojaron porque sí, los maltrataron por “pensar distinto”, los
ultrajaron por “tener un corazón altruista”, encarcelaron por “tener
sensibilidad social” y los mataron por placer; punto.
La película tiene como basamento el libro “La Noche de los Lápices”
escrito por M. Seoane y H. R. Núñez que a su vez se basa en el relato de
Pablo Díaz, quien presumía ser el único sobreviviente de un grupo de 6
estudiantes.
El libro citado fue terminado el 07 de junio de 1986, 9 años y 10
meses después de los presuntos hechos. Lo allí narrado fue la base que
se tomó para producir la difundidísima película homónima.
El staff del film estaba conformado por varios actores que luego
integraron el elenco del culebrón vespertino “Clave de Sol”. Como no
somos críticos de cine (no por eso dejamos de tener buen gusto a la hora
de elegir una película), no analizaremos la calidad del mismo ni nos
interesa, simplemente cometeremos la riesgosísima osadía de dudar o
relativizar la veracidad de la versión dada, atendiendo (entre otras
cosas) al lastimoso perfil del personaje central del filme en la vida
real, Pablo Díaz.
En efecto, al parecer ni Pablo Díaz era un ingenuo muchacho de
barrio, ni fue el único sobreviviente, ni tampoco luchaban por el boleto
estudiantil (esto era una pantalla), sino para llevar adelante la
revolución bolchevique.
Finalizando los años ochenta, siendo ya no tan joven e irreflexivo,
Pablo Alejandro Díaz hi-zo conocer su filiación al grupo terrorista MTP
(Movimiento Todos por la Patria), prolongación del ERP comandado por
Enrique Gorriarán Merlo, que en 1989 asesinara a diez soldados e hiriera
y mutilara a otros sesenta durante el ataque terrorista al Regimiento 3
de Infantería Mecanizado, “General Belgrano”, en La Tablada.
Pero esta militancia en grupos extremistas no es una actitud novedosa
en Díaz, ya que en sus años mozos (cuando protagonizó los hechos que le
dieron cárcel primero y celebridad después), “él ya militaba en el
“Frente Estudiantil” de la subversión de la JG (Juventud Guevarista),
rama que englobaba activistas del PRT-ERP inscriptos en institutos
educacionales, de donde se extrajeron primordialmente renovadas camadas
terroristas. Fue en esa militancia castro-guevarista (es decir
marxista-leninista) nunca desmentida y ahora reafirmada por el propio
interesado, que el casi veinteañero Díaz (un poco grande para estudiante
secundario) resultó detenido entre 1976 y 1980”.
A pesar de que la película de marras presenta a Díaz y sus camaradas
como idealistas inofensivos, el prontuario real del protagonista parece
desmentir la estereotipada versión que se quiso vender (y con mucho
éxito) de los episodios pasados. La película no podría haber sido más
ideologizada, ya que un militante confeso de grupos extremistas es
presentado como un inofensivo “pícaro y bonachón” peticionante de
rebajas de boletos estudiantiles. Esta versión fílmica no deja de ser
coherente y concordante con las calificaciones que hace la propaganda
oficial en el libro “Nunca Más” acerca de la muchachada de la época; el
best seller califica a esta camada como “jóvenes idealistas” o
“adolescentes sensibles”.
En aquella época, la ciudad de La Plata (lugar en que se
desarrollaron los hechos) era un verdadero caos. Hordas estudiantiles
enroladas en la criminalidad subversiva cometían desórdenes
incontrolables. Los terroristas, en los días previos y posteriores a lo
que después se bautizó con el nombre conocido, asesinaron a 33 personas y
otras 150 resultaron heridas. Al respecto, en el diario Página 12, el
15 de septiembre de 1998, se efectuó una nota reporteando a Emilce
Moler, de 39 años, secuestrada en La Plata el 17 de septiembre por
militar en la organización Montoneros a través de la UES. Allí se
informa que ella y Gustavo Calloti (que también vive y que está radicado
en Francia), conjuntamente con otra joven radicada en La Plata (y van
cuatro los aparecidos) son hasta ese momento los sobrevivientes de la
llamada “noche de los lápices”. En el reportaje decía Emilce Moler:
EM: “Teníamos un proyecto político, en relación con los desaparecidos
de los secundarios de La Plata. No fue exclusivamente la lucha por el
boleto, eso era un objetivo superfluo que fue utilizado buscando
reivindicar la militancia”.
P12: ¿Por qué su nombre no se asocia con la noche de los lápices?
EM: “Pasé algo más de un año y medio en Devoto hasta que me dieron la
libertad vigilada y me dijeron que me fuera de La Plata, debía ser muy
peligrosa. Con mi familia decidimos irnos a Mar del Plata.”
P12: “La Noche de los Lápices” se asocia con el boleto estudiantil, pero Ud. habla de una lucha política más amplia.
EM: “No creo que a mí me detuvieran por el boleto. La lucha fue en el
año 75, además no secuestraron a miles de estudiantes que participaban
en ella. Detuvieron a un grupo que participaba en una agrupación
política. Todos los chicos que están desaparecidos pertenecían a la UES,
es decir que había a un proyecto político al fin”.
Otro dato de extraordinaria relevancia y que termina contradiciendo
contundentemente a la versión fílmica en cuestión, es el caso de María
Claudia Falcone (mostrada como mártir en la película), ya que en nota
efectuada a su hermano, transcripta en el libro “Montoneros, Soldados de
Menem?, Soldados de Duhalde?” de Viviana Gorbatto, éste expresa:
“–Mi hermana no era una chica ingenua que peleaba por el boleto
estudiantil. Ella era toda una militante convencida. Ni mi hermana ni yo
militábamos por moda. Nuestra casa fue una escuela de lucha”.
–¿Tu hermana y vos eran montoneros convencidos?
–Sí. Nadie nos usó ni nadie nos pagó. No fuimos perejiles como dice
la película de Héc-tor Olivera”. En el departamento donde cayó mi
hermana se guardaba el arsenal de la UES de La Plata. Mi hermana no cayó
por el boleto secundario, sino por una patria justa, libre y soberana.
La gente que tenía la conducción de un colegio secundario no se chupaba
el dedo. Tenía práctica política y militar.”
Visto y considerando que los propios protagonistas desacreditan
categóricamente la veracidad del filme, vale recordar las posteriores
declaraciones del ex Montonero Martín Caparrós, en declaraciones
recientes en torno al asunto aquí tratado sostuvo que: “Creo que hubo
una construcción inicial que fue esta idea de las víctimas impolutas. El
desaparecido como víctima angelical que es la idea que sintetiza La
noche de los lápices. La noche de los lápices es la mayor falacia que se
ha producido en la historia argentina contemporánea. Falacia que se va a
reproducir cuándo, ¿mañana, pasado?, ¿cuándo es el día de la noche de
los lápices?…Pero La noche de los lápices es un mamarracho, quiero decir
es como la quintaesencia de esta idea de ¡ay!, esos pobres chicos
estudiantes secundarios que querían el boleto estudiantil, los agarraron
los militares que eran tan malos y los mataron a todos. Esos chicos que
querían el boleto estudiantil, además de querer el boleto estudiantil,
eran militantes de unas organizaciones, unas agrupaciones que apoyaban a
unas organizaciones que estaban a favor de la lucha armada y de todo
eso”.
¿Hace falta seguir agregando datos para demostrar y confirmar como en
este como en tantos episodios de la historia reciente la mentira
oficial se impone por la fuerza de la repetición aforística y no de los
hechos historiográficos y objetivamente comprobados?
La Prensa Popular | Edición 317 | Jueves 18 de Septiembre de 2014