FRANCISCO YA NO ES EL KATEJÓN DEL ANTICRISTO
ALEA JACTA EST
Por S GR
¡La suerte está echada! La pregunta de Massimo Cacciari tiene hoy una respuesta clara. “¿Por qué el Papa no cesa de ser el katejón?” Es lo que se preguntaba en 1994. Pues bien, si el katejón,
el obstáculo que se opone a la venida del Anticristo, es el cometido
del Papa, hoy Francisco I ha dejado de ser “aquello que se opone”.
De hecho, el Papa, con letra mayúscula, es el orden, la tradición, la ética, los derechos y deberes, pero hoy ya no lo es. El buen Francisco, despacio pero decisivamente, está
removiendo, en realidad aniquilando los principios evangélicos, la
herencia de dos mil años e incluso los principios enraizados en la
moral natural.
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Profetas, santos, doctores de la Iglesia y hasta los escritos del Antiguo Testamento predicen al Anticristo como un ser que llega a la cúspide de la gloria,
para aportar, disimuladamente con un populismo y un ecumenismo sin
límites, cambios ilimitados, pequeños pero sustanciales, a la
institución de la Iglesia, hasta llegar al abandono de sus propios
principios e incluso de la moral natural.
Ahora bien, el mismo Francisco I que dudaba ab initio de su propio poder de decisión, que le fue encomendado por Cristo, en asuntos teológicos y de moral, refuerza, en perfecta antítesis, su poder político e institucional, colocando a quienes quiere allí donde quiere, escogiendo y relegando a todos en todo, hasta ayer mismo, chantajeando
y amenazando, sin siquiera hacerlo veladamente, a los pastores de la
Iglesia, para imponer la ruptura de la familia tradicional, tal como todo el mundo la conoce y entiende en armonía con su sentir y con la misma naturaleza.
¿Y qué obispo osará intentar salvar lo salvable, cuando su Jefe máximo,
le impone, so pena de caer en su desgracia, seguir férreas directivas
encaminadas a una única finalidad?
Esta finalidad es claramente inequívoca. La moral y la misma
teología deben adaptarse, adaptarse sin resistencias, a la moral actual,
a una ética desestructurada y sin costumbres, y deben cambiar
según la necesidad social contingente. Necesidad que se traduce en ver
al hombre persiguiendo solamente sus gustos personales y políticos. Los
primeros reducidos a la búsqueda del placer y a la total satisfacción de
sus propias pulsiones. Los segundos encaminados a la conquista del
poder económico sin reparar en lo que es el bien común y el bien propio.
Este “Francisco” está abierto a los “gay” a despecho de las Sagradas
Escrituras, de los dictados de Santo Tomás, San Pedro Damián, San Pío V,
e incluso de sus predecesores inmediatos.
En los conocidos encuentros con el astuto Eugenio Scalfari dijo que quien sigue sus ideas personales sobre el bien y lo justo, está en su derecho y obra bien,
vaciando así de cualquier significado objetivo, la ética, el recorrido
del hombre en la historia, la misma revelación, toda la trayectoria del
cristianismo, nacido con Jesús de Nazaret y que nos fue transmitido en
los Evangelios, los Padres y el Magisterio.
El Antiguo y el Nuevo Testamento se convierten en letra muerta. Si el
hombre singular es la medida no sólo de él mismo, sino también creador
de una ética a su medida, entonces las leyes y cualquier pacto social pierden fuerza y significado. “Francisco” y Eugenio erigen la moral personal del individuo en juez y brújula del comportamiento personal, equiparando así, ad absurdum, a un Stalin con un San Francisco, para regocijo de todos los psicólogos relativistas.
Este “Francisco” abre las puertas de una casa que no es suya, Italia,
contra cuyo pueblo también tronó Lampedusa, a una indiscriminada
invasión no sólo de gentes oprimidas y perseguidas, sino también de la
peor delincuencia común y quizás del terrorismo y de las epidemias. Nadie
ha pensado que los oprimidos y los hambrientos deben ser ayudados en su
propia tierra y en consonancia con su cultura e historia.
Plantea el mismo cambio que hicieron los comunistas y los centros
sociales, en nuestras escuelas, transformándolas, desde el nunca
suficientemente denostado “mayo del 68″, en un revoltijo de laureados
ignorantes e ignorantes laureados.
Si millones, decenas de millones, de emigrantes se tuvieran que afincar en las regiones europeas, la hambruna se extendería como la peste, y, con ello, por una necesidad lógica de supervivencia, la abolición de toda norma civil y legal.
En la Tierra, hay casi mil millones y medio de desheredados, creciendo a
un ritmo de ciento cincuenta millones al año, y “Francisco” estimula,
como lo hace nuestro estúpido gobierno respecto del “Mare Nostrum”, el
éxodo que no se impide y que pronto será imposible de impedir, de
decenas de millones de personas desesperadas, solamente del África
subsahariana.
Por eso es muy natural que el Anticristo se sirva del culto a la
personalidad (individualismo) y al bienestar (hedonismo), hasta llegar
al nihilismo, propio de la modernidad, el cual es la verdadera cuna de
la violencia individual y colectiva. Ahora no sabemos de dónde venimos,
pero pronto, debido a los buenos oficios de “Francisco”, también
perderemos toda ilusoria esperanza de saber hacia donde nos dirigimos.
¿Cuáles serán los próximos movimientos? Fácil predicción: a los
pastores del Abruzzo entregará su báculo pastoral, al calvo friolero su
solideo de invierno, a los peces el Anillo del Pescador, su misma oscuridad al futuro de la Iglesia.
Artículo traducido de la edición italiana de CHIESA VIVA nº 480 marzo 2015