domingo, 22 de febrero de 2015

FRANCISCO YA NO ES EL KATEJÓN DEL ANTICRISTO


FRANCISCO YA NO ES EL KATEJÓN DEL ANTICRISTO

Francisco vercobo

ALEA JACTA EST

Por S GR
¡La suerte está echada! La pregunta de Massimo Cacciari tiene hoy una respuesta clara. “¿Por qué el Papa no cesa de ser el katejón?” Es lo que se preguntaba en 1994. Pues bien, si el katejón, el obstáculo que se opone a la venida del Anticristo, es el cometido del Papa, hoy Francisco I ha dejado de ser “aquello que se opone”.
De hecho, el Papa, con letra mayúscula, es el orden, la tradición, la ética, los derechos y deberes, pero  hoy ya no lo es. El buen Francisco, despacio pero decisivamente, está removiendo, en realidad aniquilando los principios evangélicos, la herencia de dos mil años  e incluso los principios enraizados en la moral natural.
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Profetas, santos, doctores de la Iglesia y hasta los escritos del Antiguo Testamento predicen al Anticristo como un ser que llega a la cúspide de la gloria, para aportar, disimuladamente con un populismo y un ecumenismo sin límites, cambios ilimitados, pequeños pero sustanciales, a la institución de la Iglesia, hasta llegar al abandono de sus propios principios e incluso de la moral natural.
Ahora bien, el mismo Francisco I que dudaba ab initio   de su propio poder de decisión, que le fue encomendado por Cristo, en asuntos teológicos y de moral, refuerza, en perfecta antítesis, su poder político e institucional, colocando a quienes quiere allí donde quiere, escogiendo y relegando a todos en todo, hasta ayer mismo, chantajeando y amenazando, sin  siquiera hacerlo veladamente, a los pastores de la Iglesia, para imponer la ruptura de la familia tradicional, tal como todo el mundo la conoce y entiende en armonía con su sentir y con la misma naturaleza. ¿Y qué obispo osará intentar salvar lo salvable, cuando su Jefe máximo, le impone, so pena de caer en su desgracia, seguir férreas directivas encaminadas a una única finalidad?
Esta finalidad es claramente inequívoca. La moral y la misma teología deben adaptarse, adaptarse sin resistencias, a la moral actual, a una ética desestructurada y sin costumbres, y deben cambiar según la necesidad social contingente. Necesidad que se traduce en ver al hombre persiguiendo solamente sus gustos personales y políticos. Los primeros reducidos a la búsqueda del placer y a la total satisfacción de sus propias pulsiones. Los segundos encaminados a la conquista del poder económico sin reparar en lo que es el bien común y el bien propio.
Este “Francisco” está abierto a los “gay” a despecho de las Sagradas Escrituras, de los dictados de Santo Tomás, San Pedro Damián, San Pío V, e incluso de sus predecesores inmediatos.
En los conocidos encuentros con el astuto Eugenio Scalfari dijo que quien sigue sus ideas personales sobre el bien y lo justo, está en su derecho y obra bien, vaciando así de cualquier significado objetivo, la ética, el recorrido del hombre en la historia, la misma revelación, toda la trayectoria del cristianismo, nacido con Jesús de Nazaret y que nos fue transmitido en los Evangelios, los Padres y el Magisterio.
El Antiguo y el Nuevo Testamento se convierten en letra muerta. Si el hombre singular es la medida no sólo de él mismo, sino también creador de una ética a su medida, entonces las leyes y cualquier pacto social pierden fuerza y ​​significado. “Francisco” y Eugenio erigen la moral personal del individuo en juez y brújula del comportamiento personal, equiparando así, ad absurdum, a un Stalin con un San Francisco, para regocijo de todos los psicólogos relativistas.
Este “Francisco” abre las puertas de una casa que no es suya, Italia, contra cuyo pueblo también tronó Lampedusa, a una indiscriminada invasión no sólo de gentes oprimidas y perseguidas, sino también de la peor delincuencia común y quizás del terrorismo y de las epidemias. Nadie ha pensado que los oprimidos y los hambrientos deben ser ayudados en su propia tierra y en consonancia con su cultura e historia. Plantea el mismo cambio que hicieron los comunistas y los centros sociales, en nuestras escuelas, transformándolas, desde el nunca  suficientemente denostado “mayo del 68″, en un revoltijo de laureados ignorantes e ignorantes laureados.
Si millones, decenas de millones, de emigrantes se tuvieran que afincar en las  regiones europeas, la hambruna se extendería como la peste, y, con ello, por una necesidad lógica de supervivencia, la abolición de toda norma civil y legal. En la Tierra, hay casi mil millones y medio de desheredados, creciendo a un ritmo de ciento cincuenta millones al año, y “Francisco” estimula, como lo hace nuestro estúpido gobierno respecto del “Mare Nostrum”, el éxodo que no se impide y que pronto será imposible de impedir,  de decenas de millones de personas desesperadas, solamente del África subsahariana.
Por eso es muy natural que el Anticristo se sirva del culto a la personalidad (individualismo) y al bienestar (hedonismo), hasta  llegar al nihilismo, propio de la modernidad, el cual es la verdadera cuna de la violencia individual y colectiva. Ahora no sabemos de dónde venimos, pero pronto, debido a los buenos oficios de “Francisco”, también perderemos toda ilusoria esperanza de saber hacia donde nos dirigimos.
¿Cuáles serán los próximos movimientos? Fácil predicción: a los pastores del Abruzzo entregará  su báculo pastoral, al calvo friolero su solideo de invierno, a los peces el Anillo del Pescador, su misma oscuridad al futuro de la Iglesia.
Artículo traducido de la edición italiana  de CHIESA VIVA nº 480 marzo 2015