Aprendiendo a pensar: lógica de los sofismas (20-21)
Juicios de valor implícitos en el uso de palabras emotivas
A veces al mencionar una situación, suele emplearse un término que lleva ya una calificación, de manera que, bajo la apariencia de una simple mención del hecho, se expresa en realidad un juicio de valor acerca de él.Un mismo suceso u objeto puede designarse mediante palabras diversas, que tienen impactos emotivos sumamente distintos[1].
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Así por ejemplo cuando la Unión Soviética ocupaba con sus tropas el
territorio de Afganistán, los periódicos de aquel Estado y de sus
Estados satélites relataban el hecho como «la liberación del pueblo afgano», pero la prensa de otros países lo designaba como «la invasión
soviética a Afganistán». En el primer caso se eligió un término
aprobatorio para nombrar el hecho (aprovechando la resonancia positiva
de la palabra “liberación”), mientras que en el segundo caso se
empleaba un vocablo adecuado. El uso de la palabra “liberación” para
designar lo que es una invasión es un ejemplo actual de lo que Jeremías
Bentham llamaba los “términos impostores”[2].
Otros ejemplos:
Las creencias de ese Las supersticiones de ese
pueblo… pueblo…
Sus principios morales… Sus prejuicios…
Los criminales que detuvo Los presos políticos que detuvo
la policía… el régimen…
Fue investigado por el Fue perseguido por el
gobierno… gobierno…
Su firmeza… Su conducta autoritaria…
N.N., cooperador de… N.N., cómplice de…
El orden público que La tiranía que ejerce ZZ…
mantiene ZZ…
Ya mencionaba William Hamilton entre los consejos de astucia de su Lógica parlamentaria,
el siguiente: «Para atacar lo que se ha dicho, o defender lo que habéis
dicho vosotros mismos, añadid o sustituid algún término»[3].
De manera que muchas veces, bajo la
apariencia de un mero concepto, o sea de la pura referencia a un objeto,
en realidad se imbuye en el lector u oyente un juicio, que además es un juicio de valor.
Así por ej. la expresión «Los representantes del Movimiento de
Liberación del Congo» en apariencia es un mero concepto, pues en él no
se afirma ni se niega nada; pero en realidad, al usar la palabra
«liberación» se genera en el receptor una afirmación, la afirmación de
que es un movimiento que tiene un buen fin (aunque en realidad se trata
de la filial que una potencia extranjera opresora tiene en ese país).
Mediante el uso de esta clase de términos se
consigue en el lector, en el oyente o en el espectador una actitud
favorable o una actitud desfavorable hacia cierta cosa, sin haber
emitido ningún argumento a favor ni en contra de tal cosa.
Otro ejemplo es la manipulación de los términos en la sociedad futura que describe George Orwell en su famosa novela 1984 (escrita en 1949): allí, bajo el nombre de “Ministerio de la Verdad”
opera el organismo del gobierno encargado de toda clase de
falsificaciones, inclusive la adulteración permanente de la historia;
“Ministerio de la Paz” se llama al que tiene la misión de sembrar la guerra en diversas partes del mundo; “Ministerio del Amor” es el lugar donde se tortura y desde donde se dirigen terribles persecuciones, etc. y se denomina “Ministerio de la Abundancia” el centro donde se planifica la miseria del pueblo[4].
[2] Jeremías Bentham, op. cit., cap. IX.
[3] William Hamilton, op. cit., párr. CDXXIX.
[4] George Orwell, 1984. Nilo-Méx., México, 1983, p. 13 y passim.