Una furtiva bala
Inevitablemente instalada en el
centro de todas las cuestiones políticas circunstanciales, la muerte de
Nisman nos pide el esfuerzo de algunos enunciados sintéticos, sin mengua
de posteriores análisis.
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-Sobran las pruebas para
demostrar que este gobierno, al igual que el de sus antecesores
inmediatos, ha sido servilmente funcional a los intereses judíos, tanto
los ideológicos cuanto los financieros. Como es de presumir que tal
afirmación será descalificada apriori por ser nosotros quienes la
enunciamos, podrá el lector inquieto demorarse con atención en las
páginas de La mafia judía en la Argentina, de Fabián Spollansky, autor
hebreo que lo editó en San Juan, por ediciones Rubin, en el año 2008. Y
se podrá incluso repasar la crónica de la visita a Dachau, hecha por los
Kirchner en abril del 2005, durante la cual no dejaron tópico sionista
ni cuento aliadófilo por repetir. Conjeturar siquiera que el
kirchnerismo es antisemita, no tiene razón de ser. Está en todos los
medios del 13 de febrero, la habitual deposición verbal matutina de
Aníbal Fernández, descalificando la marcha del 18-F con el latiguillo de
que la misma está organizada “por narcos y antisemitas”. La muerte de
Nisman no ha hecho sino potenciar y reforzar el estado permanente de
victimización en que se coloca Israel, demandando su inmaculada
existencia y agrediendo a mansalva a todo aquel que se la niegue.
-Que
fuera cierta o casi toda cierta la denuncia de Nisman sobre el
encubrimiento iraní, no anula lo predicho en absoluto. Sólo le suma al
kirchnerismo, una vez más, lo que su naturaleza peronista le otorga por
derecho propio: ambivalencia, oportunismo, amoral ubicuidad,
maquiavelismo atroz y pragmatismo indecente. Eso sí; también sería
propicia la ocasión, si de encubrimientos hablamos, para discernir la
llamada “pista israelí” tras los atentados a las sedes judías porteñas. Y
una vez más –previendo rechazos apriorísticos y ad hominem a semejante
hipótesis- remitimos, verbigracia, a quien ha estado en las antípodas de
nuestro ideario pero muy próximo al de los idealizados setentistas. Nos
referimos a las dos obras de Norberto Ceresole sobre La falsificación
de la realidad (1998) y La cuestión judía en América del Sur (2001). La
muerte de Nisman también ha servido para potenciar y radicalizar la gran
inculpación judía a sus sempiternos adversarios, exculpando a Israel de
toda mácula y elevándolo al podio de la inocencia intacta.
-Para
señalar, como ahora se señala sin correr riesgos, que el Gobierno está
salpicado de sangre, no se necesitaba esperar la muerte de Nisman. Desde
el comienzo de esta degenerada gestión kirchnerista que nos hemos
atrevido a decir que la misma está en manos de criminales de guerra.
Específicamente de la guerra revolucionaria y subversiva que las bandas
marxistas-peronistas desataron contra la patria argentina hace cuatro
décadas. Cada glorificación de un acto guerrillero que han hecho y
hacen; cada reivindicación del terrorismo erpiano y montonero que
ejecutan de modo sistemático e impune, cada falsificación histórica
colocando a los sicarios como héroes y a los soldados como genocidas, es
una nueva y horrorosa salpicadura de sangre, que no coagula, a fuer de
dolorosa y profunda.
-Asimismo, para advertir que la
justicia en estos lares, camina renga, escribe manca y ve la realidad
judiciable con un parche pirata, tampoco se necesitaba esperar la muerte
de Nisman, con sus oscuros recovecos, ahora destapados, de enlaces con
espías, mafiosos, agentes dobles y usinas extranjeras de inteligencia.
Hay miles de militares argentinos brutalmente encarcelados; muchos de
los cuales no deberían estarlo si la justicia hubiera tenido su genuina
dignidad y majestad auténtica. Y centenares son ya los muertos de esos
prisioneros castrenses, en
cumplimiento, no de una justicia
legítima, sino de un plan sistemático de venganza, rencor, resentimiento
y odio. Bueno sería que alguna vez se marchara para proclamar que todos
somos la patria, no Nisman. Porque la patria es la primera y crujiente
baja cuando los estrados judiciales –junto con los cargos ejecutivos y
legislativos- están ocupados por personajes contra natura, garantistas
de hampones y verdugos de la equidad. No; no somos Nisman como no fuimos
Charlie Hebdo. Somos ciudadanos de una tierra fundada en la Cruz, a
quienes sus actuales mandatarios –muy especialmente la que se hace
llamar “presidenta de los 40 millones de argentinos”- avergüenza,
ridiculiza, denigra y degrada cada día.
Que la bala
alojada en la cabeza de Nisman permita alguna vez llegar a la verdad de
lo sucedido. Pero hay una bala furtiva clavada en el corazón de La
Argentina. Y para extraerla y reanimar su cuerpo agónico y casi
amortajado, habrá que cercenar primero las manos patricidas.
Antonio Caponnetto