EL PODER EN EL PODER GLOBALIZADO
Las bases locales y estatales del poder sionista en EE.UU.
Por James Petras
Introducción
Todo esfuerzo
serio por comprender la extraordinaria influencia de la configuración
del poder sionista sobre la política exterior de EE.UU. debe examinar la
presencia de operadores claves en posiciones estratégicas en el
gobierno y las actividades de organizaciones sionistas locales afiliadas
a organizaciones judías dominantes y órdenes religiosas.
Hay por lo
menos 52 importantes organizaciones judías estadounidenses involucradas
activamente en la promoción del orden del día de la política exterior,
la economía y la tecnología de Israel en EE.UU. (vea el Apéndice). Los
miembros de base varían entre varios cientos de miles de militantes en
las Federaciones Judías de Norteamérica (JFNA, por sus siglas en inglés)
y cien mil acaudalados donantes, activistas y traficantes de
influencias en el Comité EE.UU.-Israel de Asuntos Públicos (AIPAC).
Además numerosas fábricas de propaganda, denominadas think tanks, han sido establecidas con subsidios
de millones de dólares de sionistas multimillonarios, incluidos el
Brookings Institute (Haim Saban) y el Hudson Institute entre otros.
Numerosos comités de acción política (PAC) financiados por los sionistas
han intervenido en todas las elecciones nacionales y regionales,
controlando candidaturas e influenciando los resultados de las
elecciones. Fanáticos sionistas se han apoderado literalmente de
editoriales, incluidas prensas universitarias; el ejemplo más indignante
es Yale University, que publica los folletos más tendenciosos que
repiten como loros parodias sionistas de la historia judía (sección de
crítica literaria del Financial Times 28/29 de agosto de 2010). Nuevos
proyectos sionistas con considerable financiamiento, hechos para
capturar a jóvenes judíos y convertirlos en instrumentos de la política
exterior israelí incluyen “Taglit-Birthright” que ha gastado más de 250
millones de dólares durante la última década enviando a más de un cuarto
de millón de judíos (entre 18 y 26 años) a Israel durante 10 días de
intenso lavado de cerebro (Boston Globe 26 de agosto de 2010).
Multimillonarios judíos y el Estado israelí pagan la cuenta. Se somete a
los estudiantes a una fuerte dosis de militarismo al estilo israelí ya
que son acompañados por soldados israelíes como parte de su
adoctrinamiento; en ningún momento visitan Cisjordania, Gaza o Jerusalén
Este (Boston Globe, 26 de agosto de 2010). Se les insta a convertirse
en ciudadanos de doble nacionalidad e incluso se les alienta a servir en
las fuerzas armadas israelíes. En resumen, las 52 organizaciones
miembros de las Principales Organizaciones Judías Estadounidenses en
cuestión constituyen sólo la punta del iceberg de la Configuración
Sionista del Poder: tomadas en conjunto con los PAC, las fábricas de
propaganda, las editoriales comerciales y universitarias y los medios de
masas, nos vemos ante una estructura de poder para comprender la
tremenda influencia que tienen en la política exterior e interior de
EE.UU. en la medida en que afectan a Israel y al sionismo
estadounidense.
Mientras toda
su actividad se dedica antes que nada a asegurar que la política de
EE.UU. en Oriente Próximo sirva a la expansión colonial de Israel en
Palestina y sus objetivos belicistas en Oriente Próximo, lo que B’nai
B’rth llama eufemísticamente “foco en Israel y su lugar en el mundo”,
muchos grupos se ‘especializan’ en diferentes esferas de actividad. Por
ejemplo, los “Amigos de la Fuerza de Defensa de Israel” [ejército
israelí, N. del T.] se preocupan primordialmente, según sus propias
palabras, “de velar por las FDI”, en otras palabras proveer recursos
financieros y promover voluntarios estadounidenses para un ejército
extranjero (una actividad ilegal, excepto cuando se trata de Israel).
Hillel es el brazo estudiantil de la configuración del poder sionista
que afirma que está presente en 500 colegios y universidades, con
afiliados que defienden todos y cada uno de los abusos contra los
derechos humanos del Estado israelí y organizan giras con todos los
gastos pagados para estudiantes reclutas judíos para que viajen a
Israel, donde se les somete a una fuerte propaganda y se les alienta a
‘migrar’ o a convertirse en ‘ciudadanos de doble nacionalidad’.
Método: estudiando el poder sionista
Hay diversos
métodos para medir el poder del conjunto de organizaciones sionistas e
influyentes que ocupan posiciones estratégicas en el gobierno y la
economía. Incluyen
(a) el método basado en la reputación
(b) sus propias afirmaciones
(c) el análisis de la toma de decisiones
(d) inferencias estructurales.
La mayoría de
estos métodos suministran algunas pistas sobre el potencial poder
sionista. Por ejemplo, expertos en la prensa y periodistas se basan
frecuentemente en personas informadas de Washington, personal del
Congreso y notables para concluir que AIPAC tiene la reputación de ser
uno de los grupos de presión más poderosos en Washington. Este método
apunta a la necesidad de examinar empíricamente las operaciones de AIPAC
en la influencia de votos en el Congreso, la presentación de
candidaturas, la derrota de los que ocupan cargos y no apoyan
incondicionalmente la línea israelí. En otras palabras, el análisis del
proceso de toma de decisiones del Congreso y del ejecutivo es una clave
para medir el poder sionista. Pero no es la única. El poder sionista es el producto de un contexto histórico, en el cual la propiedad de los medios y la concentración de la riqueza y otras palancas institucionales del poder tienen un papel y conforman el actual marco de la toma de decisiones.
El poder acumulativo con el transcurso del tiempo y a través de las
instituciones crea un fuerte prejuicio en los resultados políticos
favorables a los agentes organizados de Israel en EE.UU. Una vez más, la
mera presencia de judíos o sionistas en posiciones de poder económico,
cultural y político no nos dice cómo utilizarán sus recursos y si
tendrán el efecto deseado. El análisis estructural, la ubicación de
sionistas en la estructura de clase, es necesario pero insuficiente para
comprender el poder sionista. Hay que proceder y analizar el contenido
de decisiones hechas y no hechas respecto al orden del día de los
patrocinadores de Israel que operan en EE.UU. Las 52 principales
organizaciones sionistas son muy francas respecto a sus reivindicaciones
de poder, su lucha por la agenda de Israel y su servilismo respecto a
todos los regímenes israelíes sin excepción.
Noam Chomsky |
Los que
niegan el poder sionista sobre la política exterior en Oriente Próximo
de EE.UU. son sionistas de izquierda, como Noam Chomsky y sus acólitos.
Nunca analizan el proceso legislativo, la toma de decisiones del poder
ejecutivo, las estructuras y actividad de la base sionista de un millón
de miembros, y los nombramientos y antecedentes de responsables
políticos clave que deciden políticas estratégicas en Oriente Próximo.
En su lugar recurren a generalizaciones superficiales y a demagogia
política, imputando la política al “Gran Petróleo” y al “complejo
militar-industrial” o al “imperialismo de EE.UU.”. Categorías carentes
de contexto empírico y de contexto histórico sobre la política realmente
existente respecto a Oriente Próximo.
La construcción del poder sionista en el gobierno de EE.UU.
Para comprender
la sumisión estadounidense a las políticas belicistas israelíes en
Oriente Próximo hay que mirar más allá del papel de lobbies que
presionan al Congreso y del papel de comités de acción política y de
donantes sionistas acaudalados en las campañas electorales. Un
fundamento muy descuidado pero absolutamente esencial del poder sionista
sobre la política exterior, económica, diplomática y militar de EE.UU.
es la presencia sionista en posiciones políticas cruciales, incluyendo
los Departamentos del Tesoro y de Estado, el Pentágono, el Consejo
Nacional de Seguridad y la Casa Blanca.
Operando desde
las máximas posiciones de decisión política, los funcionarios sionistas
han mantenido consistentemente políticas alineadas con las políticas
militaristas de Israel, orientadas a debilitar y eliminar a cualquier
país que cuestione la ocupación colonial de Palestina por el Estado
Judío, su monopolio nuclear regional, su expansión de asentamientos sólo
para judíos y sobre todo sus estridentes esfuerzos por seguir siendo la
potencia dominante en el Oriente árabe. Los responsables políticos
sionistas en el gobierno están en constantes consultas con el Estado
israelí, asegurando la coordinación con el comando militar israelí
(FDI), ministerio de exteriores y su policía secreta (MOSSAD) y el
cumplimiento de la línea política del Estado Judío. Durante los últimos
24 meses ni un solo responsable político sionista ha expresado alguna
crítica de los más horrendos crímenes de Israel, que van desde el feroz
ataque contra Gaza a la masacre de la flotilla humanitaria y la
expansión de nuevos asentamientos en Jerusalén y en Cisjordania. Un
récord de lealtad a una potencia extranjera que sobrepasa incluso el
servilismo de los compañeros de ruta estalinistas y nazis en Washington
durante los años treinta y cuarenta.
Hillary Clinton con AIPAC |
Los
responsables políticos sionistas en posiciones estratégicas dependen del
respaldo político y del trabajo en estrecha colaboración con sus
contrapartes en los “lobbies” (AIPAC) en el Congreso y en las
organizaciones judías sionistas nacionales y locales. Muchos de los
principales responsables políticos sionistas llegaron al poder mediante
una estrategia deliberada de infiltración en el gobierno para conformar
una política que promueve el interés de Israel más allá de los intereses
de la población de EE.UU. Aunque un grado de cohesión resultante de una
lealtad común hacia Tel Aviv puede explicar un presunto nepotismo y
selección, también resulta que los poderosos lobbies judíos pueden jugar
un papel en la creación de posiciones claves en el gobierno y asegurar
que uno de los suyos ocupe esas posiciones e impulse la agenda israelí.
Stuart Levey: el principal operador de Israel en el gobierno de EE.UU.
En 2004, AIPAC
presionó exitosamente al gobierno de Bush para que creara la oficina del
Subsecretario para Terrorismo e inteligencia financiera (UTFI) y que
nombrara a su protegido, el graduado de Princeton Stuart Levey para ese
puesto. Antes, pero especialmente después de su nombramiento, Levey
colaboró estrechamente con el Estado israelí y fue conocido como un
insuperable fanático sionista con ilimitada energía y una adoración
ciega por el Estado israelí.
Dentro de los
confines de sus anteojeras ideológicas sionistas, Levey aplicó su
inteligencia a la singular tarea de convertir su oficina en un
importante emplazamiento para el establecimiento de la política
estadounidense hacia Irán. Levey, más que cualquier otro funcionario
nombrado en el gobierno o legislador elegido, formula e implementa
políticas que influencian profundamente las relaciones económicas de
EE.UU., de la UE y de la ONU con Irán. Levey elaboró las políticas de
sanciones que Washington impuso a la UE y al Consejo de Seguridad. Levey
organiza a todo el personal bajo su control en el Tesoro para
investigar políticas comerciales y de inversión de todas las principales
corporaciones manufactureras, bancarias, navieras, petroleras y
comerciales del mundo. Luego viaja por todo EE.UU. y presiona
exitosamente a fondos de pensión, firmas de inversión, compañías
petroleras e instituciones económicas para que desinviertan de cualquier
compañía que tenga que ver con la economía civil de Irán. Ha
globalizado sus actividades, amenazando con sanciones y exclusiones a
compañías disidentes en Europa, Asia, Oriente Próximo y Norteamérica que
se niegan a renunciar a oportunidades económicas. Todas han comprendido
que Levey opera por cuenta de Israel, servicios que Levey ha rendido
con orgullo.
Levey coordina
su campaña con los dirigentes sionistas en el Congreso. Obtiene
legislación de sanciones en línea con sus campañas. Sus políticas violan
evidentemente el derecho internacional y la soberanía nacional,
presionando los límites de la imposición extraterritorial de sus órdenes
administrativas contra una economía civil. Su violación de la soberanía
económica está en un plano paralelo con el anuncio de Obama de que las
Fuerzas Especiales de EE.UU. operarán en violación de la soberanía
política en cuatro continentes. Desde todo punto de vista, Levey formula
la política de EE.UU. hacia Irán. En cada caso establece la escalada de
sanciones y luego la pasa a la Casa Blanca, que la impone al Consejo de
Seguridad. Una vez que se fijan nuevas sanciones aprobadas por Levey su
personal está ubicado para imponerlas: identificando a los
quebrantadores e implementando penalidades. El Tesoro se ha convertido
en un puesto avanzado de Tel Aviv. Ni una sola publicación izquierdista,
liberal o socialdemócrata destaca el papel de Levey o incluso el
terrible dolor económico que este fanático del Antiguo Testamento
inflige a 75 millones de trabajadores civiles y consumidores iraníes.
Por cierto, como los rabinos judeofascistas de Israel que predican una
“solución final” para los enemigos de Israel, Levey anuncia nuevos y más
duros “castigos” contra el pueblo iraní (Stuart Levey, “Iran’s New
Deceptions at Sea Must be Punished” [Los nuevos engaños de Irán en el
mar deben ser castigados] FT 16/08/2010, p. 9). Puede que el Estado
Judío bautice en el momento apropiado una importante avenida en
Cisjordania con su nombre por sus extraordinarios servicios para ese
Estado racista extremadamente perverso.
El papel estratégico del poder local
El Archivo del
Lobby de Israel publicó recientemente documentos desclasificados del
Consejo Sionista Estadounidense (AZC) obtenidos por emplazamiento legal
durante una investigación del Senado de EE.UU. entre 1962 y 1963. Los
documentos revelan cómo el Estado israelí a través de sus conductos
judíos estadounidenses –las organizaciones sionistas dominantes– penetró
los medios de masas de EE.UU. y propagó su línea política, sin
conocimiento del público estadounidense. Historias escritas por un
sinnúmero de periodistas y académicos judíos sionistas fueron
solicitadas y colocadas en medios nacionales como The Readers Digest,
The Atlantic Monthly, Washington Post, entre otros, incluyendo
periódicos y estaciones de radio regionales y locales (Israel Lobby
Archive, 18 de agosto de 2010). Mientras las organizaciones sionistas
nacionales procuraban los periodistas y los escritores y editores
académicos, los afiliados locales transmitían el mensaje e implementaban
la línea. El nivel de infiltración revelado por los documentos
sionistas obtenidos por el Senado en los años sesenta se ha multiplicado
por cien durante los últimos 50 años en términos de financiamiento,
funcionarios pagados y militantes comprometidos y sobre todo en poder
estructural y capacidad coercitiva.
Mientras los
dirigentes nacionales, en estrecha consulta con funcionarios israelíes,
reciben instrucciones sobre cuáles temas son de alta prioridad, la
implementación sigue una ruta vertical hacia dirigentes regionales y
locales, políticos, y notables que por su parte se dirigen a los medios
locales y religiosos, académicos y a otros dirigentes de la opinión.
Cuando dirigentes nacionales aseguran la publicación de propaganda pro
israelí, los locales la reproducen y circulan a los medios locales y a
personas influyentes no sionistas en su “periferia”. Campañas de cartas,
orquestadas desde arriba, son implementadas por miles de doctores,
abogados y empresarios sionistas militantes. Elogian a escribidores pro
israelíes y atacan a los críticos; presionan a periódicos, editoriales y
revistas para que no publiquen a los disidentes. Los dirigentes
nacionales y locales promueven reseñas hostiles de libros que no van en
la línea israelí, influencian decisiones de las bibliotecas para que
llenen sus estanterías con libros pro israelíes y censuren y excluyan
historias más equilibradas o críticas. Militantes locales en
coordinación con cónsules israelíes saturan al público con miles de
reuniones públicas y oradores apuntando a iglesias cristianas,
audiencias académicas y grupos cívicos; al mismo tiempo militantes
sionistas locales y especialmente millonarios influyentes, presionan a
sitios locales (administradores de universidades, autoridades
eclesiásticas y asociaciones cívicas) para que no inviten a ningún
crítico de Israel y sus partidarios para que hable. En última instancia,
sionistas locales exigen que se otorgue el mismo tiempo a un
propagandista pro israelí, algo inaudito cuando se programa que hable un
apologista de Israel.
Organizaciones
sionistas locales hacen valiosos esfuerzos para reclutar a alcaldes,
gobernadores, celebridades locales, editores, eclesiásticos y
promisorios jóvenes dirigentes étnicos y de minorías ofreciéndoles giras
de propaganda a Israel con todos los gastos pagados para que luego
escriban o den entrevistas repitiendo lo que aprendieron de los
funcionarios israelíes. Dirigente locales movilizan a miles de
activistas sionistas militantes para que ataquen a judíos antisionistas
en público y en privado. Exigen que se les excluya de cualquier mesa
redonda mediática sobre Oriente Próximo.
Funcionarios
sionistas locales forman comités de reacción rápida para visitar y
amenazar a cualquier editor local y personal editorial que publique
editoriales o artículos que cuestionen la línea oficial israelí.
Dirigentes locales controlan (“monitorean”) todas las reuniones locales,
invitaciones a oradores, así como los discursos de comentaristas
públicos, dirigentes religiosos y académicos para detectar cualquier
“alusión antisionista” (que etiquetan de “antisemitismo encubierto”). La
mayoría de las principales órdenes religiosas judías están alineadas
como la espina dorsal de la recolección de fondos israelí local,
incluyendo el financiamiento de nuevos asentamientos “sólo para judíos”
en la Cisjordania palestina.
Funcionarios
locales están en la vanguardia de campañas para negar a académicos
independientes especializados en Oriente Próximo y en política pública,
titularidad o promoción, independientemente de su erudición. Por otra
parte, escritorzuelos académicos que acatan la línea pro israelí y
publican libros con ataques generalizados contra críticos de Israel
entre cristianos y musulmanes y países como Turquía, Irán o quienquiera
sea un objetivo de la política israelí, son promocionados, elogiados y
colocados en la lista de éxitos editoriales. Cualquier libro o
escritor crítico del poder sionista o de Israel es colocado en un
“índice” local y nacional y sometido a una inquisición mediante
calumnias por una manada de Torquemadas judíos.
Conclusión
El poder de
Israel en EE.UU. no reside sólo en la influencia y liderazgo de
poderosos “lobbies pro israelíes” basados en Washington, como AIPAC. Sin
los cientos de miles de dentistas, podólogos, corredores de bolsa,
agentes inmobiliarios, profesores y otros, el “lobby” sería incapaz de
sostener e implementar su política entre cientos de millones de
estadounidenses fuera de las principales metrópolis. Como hemos visto en
los documentos desclasificados del Senado, las organizaciones sionistas
locales comenzaron hace medio siglo una campaña sistemática de
penetración, control e intimidación que llegó a su apogeo en la primera
década del Siglo XXI. No es por accidente o mera coincidencia que
funcionarios universitarios en el norte de Minnesota o en el norte del
Estado de Nueva York sean objeto de campañas para excluir a oradores o
despedir a miembros de la facultad críticos de Israel. Los sionistas
locales tienen bases de datos informatizadas que operan con un índice de
oradores prohibidos, como admiten y alardean los propios sionistas en
contraste con sionistas “liberales” que tienden a etiquetar como
“antisemitas” o “teóricos de la conspiración” a escritores que citan
documentos oficiales sionistas que demuestran su sistemática perversión
de nuestras libertades democráticas.
Durante
decenios, ha desaparecido virtualmente la distinción entre el poder
sionista ejercido por un “lobby” fuera del gobierno y operadores
“dentro” del gobierno. Como hemos visto en nuestro análisis, AIPAC
obtuvo el puesto del subsecretario en el Tesoro, dictó el nombramiento
de un operador sionista clave (Stuart Levey) y acompaña su cruzada
global para sancionar a Irán hasta la hambruna y la pobreza. La
colocación de operadores dentro de posiciones claves para Oriente
Próximo en el gobierno no es el simple resultado de decisiones de
carrera individuales. El ascenso de tantos sionistas pro Israel a
puestos en el gobierno forma parte de su misión de servir el interés de
Israel durante por lo menos unos pocos años de sus carreras. Su
presencia en el gobierno obvia toda investigación por el Senado o el
Congreso de organizaciones sionistas que actúan como agentes de una
potencia extranjera como las que tuvieron lugar en los años sesenta.
La oposición
pública aumenta ante la acumulación de poder y el abuso del ejercicio
del poder por las principales organizaciones y personajes influyentes
sionistas, por cuenta de un Estado racista cada vez más ensangrentado
que alardea de su dominación sobre las instituciones públicas de EE.UU.
La campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones gana en fuerza incluso en
EE.UU. (vea desinversión de Harvard en compañías israelíes). El apoyo
público a Israel en EE.UU., desde todo punto de vista, ha disminuido a
menos de un 50%, mientras los sondeos en Europa Occidental muestran un
pronunciado aumento de la hostilidad hacia el régimen ultra derechista
de Israel. Los judíos antisionistas aumentan su influencia especialmente
entre jóvenes judíos que están horrorizados ante la matanza israelí en
Gaza y el ataque contra la flotilla humanitaria. De igual importancia es
la presencia de judíos antisionistas en paneles y foros que ha dado
aliento a numerosos no judíos otrora intimidados quienes hasta ahora
temían que los calificaran de “antisemitas”.
La
configuración del poder sionista se fundamenta en una base cada vez más
débil en la población: la mayoría de los jóvenes judíos se casan fuera
de los confines del nexo etno-religioso judío-israelí y es muy probable
que muchos de ellos no formen la base para campañas fanáticas por cuenta
de un Estado racista. La alta intensidad y el esfuerzo fuertemente
dotado de la dirigencia sionista por cercar a jóvenes de ascendencia
judía a través de escuelas privadas, “programas de verano”
subvencionados en Israel, etc., tienen tanto que ver con miedo y
reconocimiento del alejamiento del chovinismo clerical como con un
intento de reclutar una nueva generación militantes de “Israel Primero”.
El peligro es
que el apoyo sionista en EE.UU. para el régimen ultra derechista y
racista en Israel los lleve a unir sus fuerzas con la extrema derecha en
EE.UU. Actualmente los patanes judíos y cristianos de Manhattan hacen
fermentar el odio masivo contra los musulmanes (la llamada “controversia
por la mezquita”) como distracción de las crisis económicas y del
aumento del desempleo. La promoción sionista de la islamofobia masiva
tan cerca de Wall Street, donde muchos de sus ricachones se benefician
con el saqueo de los activos de EE.UU., es un juego peligroso. Si las
mismas masas enfurecidas alzan la vista hacia los ricos y poderosos en
lugar de mirar hacia abajo a los negros y musulmanes, podrían tener
lugar algunas sorpresas desagradables e imprevistas, no sólo contra los
operadores de Israel, sino contra todos a quienes se identifique
erróneamente como relacionados con una patria judía malinterpretada.