Un laico consagrado no recibe bolsas de dinero
Por Jorge Vitale
La mayoría de los laicos consagrados hacen su servicio fuera del templo,
en los hospitales, en los sanatarios, con las familias y personas que
sufren, en las cárceles y en todos los lugares donde está el necesitado.
En su mayor número no visten distinto al ciudadano común. Pero lo más
importante: no reciben paga alguna ni dinero de nadie y menos bolsas de
dinero; todo es a su costo. Como no se conoce ni se explica esta vida
como bautizado consagrado e integrante de la iglesia, quiero explicarlo
como hasta ahora no se explicó lo suficiente aclararlo y pedir a Dios
que nos dé la gracia para que haya más consagrados, no vestidos de
consagrados sino verdaderos consagrados.
VIDA CONSAGRADA DEL LAICO
Su función es transmitir y mostrar a Jesús y hacer lo que hacía y haría Él.
Los laicos, en medio del mundo, con sus propias actividades y trabajos,
tendrían un encuadre especial vinculado al párrafo que dice: "Puede
pensarse, y de hecho existen, formas de Vida Consagrada que no estén
institucionalizadas, es decir, que no tengan un reconocimiento público
por parte de la Iglesia. Son las que realizan las personas que, en forma
privada, asumen la forma de vida propia de los consejos evangélicos,
sin aprobación especial de la autoridad eclesiástica."
Si bien esta consagración privada puede darse con alguna manifestación
pública (ante el párroco o en una misa), al no ser "institucionalizada",
tendría que definirse en cuanto a sus propósitos y compromisos, en la
vida laboral, en el servicio parroquial, etc.; sabiendo que lo principal
es que toda consagración compromete a vivir aún más en el amor del
Señor al servicio de los hermanos.
Todos los católicos estamos llamados al seguimiento de Cristo. Por el
bautismo nos hacemos Hijos de Dios, Hermanos de Jesucristo y Templos
vivos del Espíritu Santo. Por lo tanto, la vida de los católicos, si
quieren ser fieles y coherentes con su bautismo, no puede ser la misma
que la de una persona no bautizada. La imitación de Cristo será la tarea
fundamental en su vida.
Sin embargo, hay personas que, por una invitación especial de Dios, bajo
una moción del Espíritu Santo, se proponen seguir más de cerca a
Cristo, entregarse a Dios amado por encima de todo y procurar que toda
su vida esté al servicio del Reino. Esto es lo que se llama en la
Iglesia católica, la vida consagrada.
Las personas que asumen libremente el llamamiento a la vida consagrada
viven los así llamados consejos evangélicos por amor al Reino de los
cielos. Los consejos evangélicos son la pobreza, la castidad y la
obediencia. Se les llama consejos evangélicos porque fueron predicados
por Cristo en el Evangelio y aparecen como una invitación para seguir
más de cerca el camino que Él recorrió en su vida. Si bien todos los
católicos estamos llamados a vivir estos tres consejos, la persona
consagrada lo hace como una manera de vivir una consagración “más
íntima” a Dios, motivado siempre por dar mayor gloria a Dios. La pobreza
es el desprendimiento de todo lo creado para utilizarlo de forma que
pueda dar mayor gloria a Dios. La castidad es lograr que toda nuestra
persona: inteligencia, voluntad, afectos y cuerpo estén dominados por
nosotros mismos. Y por último, la obediencia, es el sometimiento de la
voluntad propia a la voluntad de Dios, a través de los superiores
legítimos, representantes de Cristo para el alma consagrada.
Las personas consagradas a Dios pueden vivir su consagración de muy
diversas formas y así vemos cómo, a lo largo de la historia de la
Iglesia, desde las primeras comunidades cristianas en el Asia Menor
hasta los florecientes centros urbanos de nuestros días, la vida
consagrada asume diversidad de formas. Las hay de aquellos que se
dedican a la oración y a la contemplación en un lugar apartado de toda
civilización. Hay quienes inmersos en el mundo, viven su consagración
entre las más diversas actividades de la vida diaria.
La vida consagrada
914 - "El estado de vida que consiste en la profesión de los consejos
evangélicos, aunque no pertenezca a la estructura de la Iglesia,
pertenece, sin embargo, sin discusión a su vida y a su santidad" (LG
44).
Consejos evangélicos, vida consagrada
915 - Los consejos evangélicos están propuestos en su multiplicidad a
todos los discípulos de Cristo. La perfección de la caridad a la cual
son llamados todos los fieles implica, para quienes asumen libremente el
llamamiento a la vida consagrada, la obligación de practicar la
castidad en el celibato por el Reino, la pobreza y la obediencia. La
profesión de estos consejos en un estado de vida estable reconocido por
la Iglesia es lo que caracteriza la "vida consagrada" a Dios (cf. LG
42-43; PC 1).
916 - El estado de vida consagrada aparece por consiguiente como una de
las maneras de vivir una consagración "más íntima" que tiene su raíz en
el Bautismo y se dedica totalmente a Dios (cf. PC 5). En la vida
consagrada, los fieles de Cristo se proponen, bajo la moción del
Espíritu Santo, seguir más de cerca a Cristo, entregarse a Dios amado
por encima de todo y, persiguiendo la perfección de la caridad en el
servicio del Reino, significar y anunciar en la Iglesia la gloria del
mundo futuro (cf. CIC, can. 573).
Contenido esencial de la Vida Consagrada
I.- Prescripciones del Código de Derecho Canónico y el Magisterio del
Concilio Vaticano II (Lumen Gentium y Perfectae Caritatis, además de
algunos números de otros documentos importantes para nuestro tema) y en
Documentos posteriores de la autoridad suprema de la Iglesia.
- Ubicación de los cánones sobre la Vida Consagrada dentro del Código de Derecho Canónico
Los cánones dedicados a la Vida Consagrada, están ubicados en el Libro
II, dedicado al Pueblo de Dios, en la Parte III, después de las que
tratan sobre todos los fieles (Parte I) y sobre la Constitución
Jerárquica (Parte II). Se sigue de este modo, con bastante aproximación,
el esquema de la carta magna de la eclesiología del Concilio, que es la
Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium.
En la Lumen Gentium, después del Capítulo dedicado al Pueblo de Dios
(II), y del que trata sobre la Jerarquía (III), se pasaba a la vocación
universal a la santidad (IV), para distinguir en los siguientes
Capítulos los caminos de santificación de los laicos (V) y de los
religiosos (VI).
Superada, los primeros intentos de ordenación sistemática de los cánones
del Código, en los que la Vida Consagrada quedaba incluida dentro del
Título de las «Asociaciones en la Iglesia», se destaca que es parte
insoslayable de su estructura carismática, en orden a la santidad de los
fieles.
Respecto a la distribución de los temas dentro de esta Parte III del
Libro II del Código. En primer lugar, hay que destacar que consta de dos
Secciones, con un tema bien definido cada una de ellas: los Institutos
de Vida Consagrada para la Sección I y las Sociedades de Vida Apostólica
para la Sección II.
Dentro de la Sección dedicada a los Institutos de Vida Consagrada, los
cánones del Título I (cáns. 573-606) tienen una función introductoria,
con principios teológicos (cáns. 573-578) y jurídicos (cáns. 579-606)
comunes a los dos tipos de Institutos de Vida Consagrada que se
reconocen hoy en la Iglesia (los Religiosos y los Seculares).
El Título II (cáns. 607-709) presenta las normas correspondientes a los
Institutos religiosos y el Título III (cáns. 710-730) las
correspondientes a los Institutos seculares. No debe asustar que sean
una mayoría tan marcada los cánones dedicados a los Institutos
religiosos ya que, cuando se habla de los Institutos seculares o de las
Sociedades de Vida Apostólica, el Código remite muchas veces a los que
se refieren a los Institutos religiosos. Parece que se ha considerado
conveniente tratar a los Institutos religiosos como el «analogado
principal» de los Institutos de Vida Consagrada, y por eso se detallan,
al hablar de ellos, muchos temas para los que, cuando las soluciones en
los otros Institutos resultan coincidentes, se remite a ellos.
-
El título «Vida Consagrada»
Para comenzar, digamos que la Comisión que redactó esta parte del Código
cambió varias veces de nombre, a medida que avanzaba la elaboración de
los cánones.
Primero era designado como el grupo que trabajaba en los cánones «sobre
los religiosos». El término «religiosos» se entendía en este caso como
lo había hecho la Lumen Gentium en el Concilio: abarcando a los
miembros de los Institutos religiosos y a los de los Institutos
seculares. Eso mismo ya mostraba que era una terminología confusa.
Por esta razón pasó a llamarse grupo «sobre los institutos de
perfección». Trataban sobre los mismos temas, es decir, sobre todos
aquellos institutos que, de alguna forma, profesaban los consejos
evangélicos. Pero este título creaba polémica, porque algunos se oponían
al mismo, diciendo que el llamado a la perfección era para todos los
bautizados, y no privilegio de algunos, consagrados a la santidad de un
modo peculiar, pero no exclusivo.
Por último, entonces, se cambió nuevamente el nombre del grupo, y se
utilizó la expresión «Vida Consagrada». Se seguía incluyendo como
materia del grupo de trabajo a todos los institutos que profesaban los
consejos evangélicos, ya fuera por medio de votos, o de otros vínculos
reconocidos por la Iglesia. No se había cambiado el contenido, sólo el
título.
-
Contenido teológico de la Vida Consagrada (can. 573 § 1)
El can. 573 § 1, tomado de LG 44, define la identidad teológica de la
Vida Consagrada, y permite identificar sus elementos esenciales.
3.1. Dimensión teologal
La Vida Consagrada relaciona con Dios a los que la asumen como forma de
vida, creando vínculos especiales entre el consagrado y la santísima
Trinidad.
En primer lugar, Dios Padre aparece en el corazón de la Vida Consagrada
como forma especial de vida. Los consagrados «son dedicados totalmente a
Dios como a su amor supremo» dice el can. 573 § 1. Esta dedicación, por
la que el consagrado pertenece totalmente a Dios, le da una dimensión
peculiar a la filiación, propia de todo bautizado, caracterizándola por
la profesión de los consejos evangélicos.
Por otra parte, los consagrados «siguen a Cristo más de cerca...». Y
este seguimiento de Cristo, que define la dimensión cristológica de la
Vida Consagrada, se realiza a través de la profesión de los consejos
evangélicos, que hacen revivir el género de vida propio de Jesús. Se
dice «más de cerca», porque el seguimiento de Jesús por parte de los que
profesan los consejos evangélicos es un seguimiento específico
(especificado por esta profesión), pero no exclusivo. A él están
llamados todos los bautizados.
Por último, también se indica en este canon que la vocación a la Vida
Consagrada viene de Dios, tiene origen divino, y es fruto de la acción
del Espíritu Santo. Es «bajo la acción del Espíritu Santo...», que los
fieles siguen a Cristo más de cerca a Cristo.
3.2. Dimensión eclesial
La Vida Consagrada pertenece a la Iglesia, y participa, a su modo, de la
sacramentalidad de toda la Iglesia y de todo el Pueblo de Dios. Podemos
decir que se manifiesta esta dimensión sacramental de la Vida
Consagrada al menos en dos maneras. Por un lado, representa y revive el
género de vida asumido por Jesús. Por otro, manifiesta los bienes del
Cielo, ya presentes en forma incoada, en nuestro tiempo. Es como un
anuncio de la resurrección futura y la gloria del Reino.
Los consejos evangélicos, por cuya profesión se constituye la Vida
Consagrada, «son un don de Jesucristo a su Iglesia». Estos consejos, a
través de los cuales algunas personas consagran su vida, son, entonces,
una gracia de la Iglesia y para la Iglesia. Se comprende, entonces, la
voz pasiva utilizada en la expresión que comentábamos en el apartado
anterior. Es la Iglesia, desde esta perspectiva, la que recibe el don de
la Vida Consagrada, y quien «dedica» a los que son llamados por Dios a
esta forma de vida. Por eso, como veremos más adelante, será la
autoridad eclesiástica la que podrá aprobar las diversas formas de Vida
Consagrada, los mismo que las Constituciones de los Institutos en los
que ésta se realiza, y la que tendrá, además la responsabilidad de
vigilarla y protegerla.
3.3. Dimensión espiritual
La ley suprema y vital del Reino de Dios es el amor. Los bautizados
tienen, entonces, como exigencia espiritual máxima, la ley del amor.
Esta ley del amor tomará un lugar y un modo de concreción muy
especiales, señalados por los consejos evangélicos, para los que asumen
la Vida Consagrada.
Por una parte, el amor será la fuente que da origen a los consejos
evangélicos. Es el amor de Dios el que llama a practicarlos, y es el
amor a Dios y a los hombres lo que impulsa a algunos fieles a asumirlos
como forma de vida. El amor está, así, en el origen de la Vida
Consagrada.
Por otra parte, los consejos evangélicos son también un camino para la
práctica del amor. Son, de esta manera, un medio que sirve para alcanzar
un fin, que es el amor. Vista desde este lado, la Vida Consagrada, por
la profesión de los consejos evangélicos, es un medio para la
realización plena del amor. Es un medio cuya finalidad es alcanzar el
amor.
Pero además, los consejos evangélicos son un modo concreto de
realización de la vocación al amor. Se convierten en el modo concreto y
peculiar con el que los que asumen la Vida Consagrada realizan en sus
vidas el amor. Para los consagrados a través de los consejos evangélicos
el amor toma la forma concreta de la pobreza, la castidad y la
obediencia.
Con todo lo dicho, se ve que la Vida Consagrada, que comienza a ser
desarrollada en el Código con este canon que estamos estudiando, no se
refiere solamente a la consagración que recibe todo fiel cristiano por
el bautismo. Se trata de una consagración distinta, por un «nuevo y
peculiar título».
Esta consagración se realiza, a tenor del can. 573 § 1, por la profesión
de los consejos evangélicos. La «consagración» propia de la Vida
Consagrada y la profesión de los consejos evangélicos de pobreza,
castidad y obediencia, se identifican. No existe una sin la otra, y
viceversa.
-
Contenido canónico de la Vida Consagrada (can. 573 § 2)
Esta Vida Consagrada, identificada teológicamente en el § 1 del can.
573, es reconocida e institucionalizada por la Iglesia, en forma
canónica. Así toman forman dentro de ella los Institutos de Vida
Consagrada, como lo señala el can. 573 § 2, y las otras formas de Vida
Consagrada reconocidas en los cáns. 603-604.
No es que la Iglesia apruebe la Vida Consagrada, considerada en sí
misma, porque, como veíamos en el número anterior, ésta es de origen
divino. Lo que la Iglesia hace es reconocer este don dado por Dios a la
Iglesia, dándole un estatuto canónico. Con palabras del Concilio,
podemos decir que lo que hace la Iglesia es elevar «con su sanción la
profesión religiosa a la dignidad de estado canónico», y reconocer y
aprobar jurídicamente los Institutos de Vida Consagrada.
Podemos comprobar esta afirmación dicha en el párrafo anterior de forma
indirecta. Nunca se dice en el Código que la Vida Consagrada que sea de
derecho pontificio o de derecho diocesano, simplemente se habla de la
Vida Consagrada. En cambio, de los Institutos sí se dice que sean de
derecho pontificio o de derecho diocesano, según sea la autoridad que
los ha aprobado. Quiere decir que la aprobación es para los Institutos,
no para la Vida Consagrada en sí misma, que es de origen divino.
Puede pensarse, y de hecho existen, formas de Vida Consagrada que no
estén institucionalizada, es decir, que no tengan un reconocimiento
público por parte de la Iglesia. Son las que realizan las personas que,
en forma privada, asumen la forma de vida propia de los consejos
evangélicos, sin aprobación especial de la autoridad eclesiástica.
Pero, además de estas formas, de carácter privado, existen las de
carácter público, realizadas a través de los Institutos de Vida
Consagrada, que tienen personalidad jurídica pública dentro de la
Iglesia, es decir, son un sujeto de derecho y obligaciones dentro de la
Iglesia, y que cuentan con la garantía de ser un don dado por el
Espíritu Santo a la Iglesia, y reconocido por su autoridad.
-
Dimensión carismática de la Vida Consagrada (can. 574)
El canon 574 permite ubicar la Vida Consagrada, como forma o estado de
vida, en la realidad de la Iglesia, y cuál es su aporte peculiar a la
vida y la misión de la misma.
La comunión es, en la Iglesia, a la vez jerárquica y espiritual. Por
eso, ella recibe del Espíritu Santo diversos dones, unos jerárquicos y
otros carismáticos. Los dones jerárquicos, que vienen a la Iglesia a
través de los sacramentos que imprimen carácter (bautismo, confirmación y
orden sagrado), determinan la estructura jerárquica de la misma. Los
dones carismáticos, que el Espíritu Santo distribuye entre los que El
quiere, la enriquecen en su dimensión espiritual.
No se da una oposición entre los dones carismáticos y los dones
jerárquicos en la Iglesia, porque a través de ambos se construye la
comunión de la misma. Por otro lado, los que reciben el don jerárquico,
reciben también dones carismáticos, y entre ellos el de reconocer los
demás carismas.
Entre estos dones carismáticos, están los que permiten revivir el modo
de vida, casto, pobre y obediente, de Jesús, y que reciben los que son
llamados a la Vida Consagrada. Estos carismas son reconocidos e
institucionalizados, en su forma de practicarlos, por la autoridad
eclesial.
De allí que, como explica este canon, el estado (forma estable y
reconocida) de la Vida Consagrada pertenece a la Iglesia y, más
específicamente, pertenece a su estructura carismática o espiritual.
La vida y la santidad de la Iglesia no estaría completa sin este don de
la Vida Consagrada, que ella recibe del Espíritu Santo. Por eso todos en
la Iglesia, no sólo los que han asumido esta forma de vida, tienen que
apoyar y promover la Vida Consagrada.
Por este lado podemos entender también la necesidad y la importancia de
la inserción de los Institutos de Vida Consagrada en las Iglesias
particulares, «en las cuales y desde las cuales existe la Iglesia
universal». La Iglesia particular no estaría completa si no se
desarrollaran en ella algunas concreciones de este don del Espíritu
Santo para la vida y la santidad de la misma, que es la Vida Consagrada.
Asimismo, no podría desarrollarse este don del Espíritu Santo a la
Iglesia, que es la Vida Consagrada, si no fuera dentro de una Iglesia
particular, que la Iglesia universal existe «en ellas y desde ellas».
«Algunos fieles» son llamados a este estado o forma de vida. Ya sean
laicos o clérigos. Podríamos agregar que todos los fieles, por el
bautismo, podrían ser llamados a este estado de Vida Consagrada. Pero de
hecho, no todos son llamados. Aunque no hay un criterio selectivo a
priori (el Espíritu sopla donde quiere), este estado de vida no es para
todo el Pueblo de Dios.
-
Origen cristológico de los consejos evangélicos (can. 575)
Siguiendo a este canon, decimos que los consejos evangélicos son un don
de Dios, cuyo contenido no ha inventado la Iglesia, sino que se
encuentra en los Evangelios, donde encontramos la doctrina y el ejemplo
de Cristo, que les sirven de fundamento.
Este origen divino limita, por un lado, la autoridad de la Iglesia, que
no puede suprimirlos, sino regularlos, para apoyarlos y promoverlos.
Leopoldo Ortega - Guillermo Fusaro - Adriana Meneses - Jorge Luis Vitale