-¿Puede explicarnos qué relación hay entre ideologia de género y la nueva izquierda?
Si por algo se caracteriza esta “nueva
izquierda”, es por haber dejado de lado las viejas concepciones
economicistas de “lucha de clases” y haberlas reemplazado por una
estrategia de “batalla cultural”. Una de las consecuencias más
importantes de este cambio es que la clase social ya no es definitoria
del sujeto revolucionario de izquierda y, por lo tanto, el proletariado
terminó perdiendo la centralidad que tenía en otros tiempos. ¿Qué define
entonces al sujeto revolucionario de esta nueva izquierda? Sus propias
prácticas discursivas. Esto es, la inyección de discursos ideológicos en
grupos culturales minoritarios o conflictuados que, poniéndolos contra
el sistema capitalista y los valores tradicionales de Occidente, los
termine subsumiendo dentro de la prédica izquiedista.
Bajo esta lógica, la nueva izquierda ha
creado nuevas ideologías: indigenismo, garanto-abolicionismo,
derechohumanismo, ecologismo, feminismo, homosexualismo, etcétera. La
“ideología de género” abarca estas dos últimas corrientes, y podría
resumirse como una ideología que anula las determinaciones naturales que
tiene el sexo, para hacer de éste nada más que mera cultura. Luego,
todas las realidades vinculadas a la sexualidad son de lleno remitidas
al campo de la cultura y se enseña que, para modificarlas, hay que
destruir la propia estructura cultural vigente a través de lo que ya
definimos como “batalla cultural”.
Así pues, a los homosexuales se les
enseña que su posición minoritaria es consecuencia de una “cultura
heternormativa” que hay que destruir, mientras que a las mujeres se les
dice que los hombres son sus declarados enemigos en esta “cultura
patriarcal”. ¿Qué traería alivio a estas sufridas vidas? Pues el triunfo
de la izquierda, naturalmente.
– Y pensar que en los países comunistas los homosexuales y las mujeres no recibieron buen tratamiento…
Hay una gran paradoja en todo esto. Y es
que la nueva izquierda busca hegemonizar sujetos que antes despreciaba o
incluso perseguía. Las mujeres, por ejemplo, siempre han estado
relegadas de la dirección política de los Partidos Comunistas que
llegaron al poder en el siglo pasado (de hecho, la pasaron muy mal en la
URSS, como doy cuenta en el libro). Los homosexuales, en la China
maoísta tenían penas que iban desde la castración hasta la pena de
muerte. En la URSS eran enviados a campos de concentración en Siberia.
En Cuba, el Che Guevara los recluía en los campos de trabajo forzado de
la Península de Guanahacabibes.
La tapa del libro, en efecto, es una
caricaturización de esta paradoja: el Che Guevara convertido en
homosexual y feminista. Hoy vemos muchas veces banderas del Che en las
marchas del orgullo gay, lo cual es tan ridículo como si viéramos
banderas esvásticas en marchas en favor del Estado de Israel.
-En vuestro libro también hablan
de feminismo y “violencia de género”. ¿Cuál es la posición de la
izquierda con respecto a este tema?
El feminismo comenzó siendo una
consecuencia natural de las revoluciones liberales del Siglo XVII. Era
un feminismo sano y justo: pedía derechos cívicos y políticos para la
mujer. Pero esto pronto se iría deformando. Ludwig von Mises ya lo
advertía en 1922, en su obra “El socialismo”, cuando decía que si el
feminismo, yendo más allá de sus reivindicaciones de igualdad ante la
ley, buscaba contrariar la naturaleza misma, iba a terminar siendo una
pieza más del socialismo.
En efecto, ya desde el socio de Marx,
Friedrich Engels, el socialismo intentó llevar la causa de la mujer para
su lado. Le dijo que todos sus problemas tenían una raíz definible: la
existencia de la propiedad privada. La misma raíz del problema de la
explotación de clase. Por ende, la revolución del obrero no sólo
liberaría al obrero, sino también a la mujer. Algo que jamás pasó, por
supuesto (ni para unos, ni para otros).
Pero luego de Engels, el feminismo
creció con fuerza en el mismo Occidente. Se fue despojando de este
“clasismo”, y pasó a la estrategia “culturalista” a la que ya me referí.
Dentro de ella, se ubica el problema de la “violencia de género”, como
una forma de crear una sensación generalizada en la sociedad de que hay
una guerra subterránea de hombres contra mujeres. La generación de
conflicto es lo que mantiene viva a esta resucitada izquierda.
Y no es que la violencia de hombres
contra mujeres no exista. Existe, y es lamentable y repudiable. El
problema es que “violencia de género” es, en verdad, aquella violencia
que está motivada por un odio hacia el otro género como tal. ¿En cuántas
causas de aquellas que los medios califican como de “violencia de
género” se cumple esta definición? ¿Cómo probar que el móvil de la
violencia fue el odio de género? Por supuesto que jamás se prueba nada,
pero la sociedad da por sentado que la violencia de género es
simplemente la violencia que, de forma unidireccional, ejercer un hombre
contra una mujer. Así se pervierte el lenguaje, para generar un
conflicto que en nada ayuda a combatir las verdaderas determinantes de
la violencia en sí.
El neocomunismo cambió la estrategia de lucha de clases por microconflictos de índole sexual e interpersonal.
-¿Puede hablarnos de lo que dicen algunas catedráticas feministas hoy sobre sexo y cultura?
Desde los años ´70 a esta parte la
izquierda empezó a focalizarse en el tema sexual como una poderosa arma
de cambio cultural. Hay grandes referentes e intelectuales del feminismo
que, de forma explícita, han establecido estrategias para reventar
nuestros valores culturales y crear de esa forma condiciones favorables
para una revolución de izquierda.
Uno de esos casos, que me ha llamado la
atención, es el de Shulamith Firestone, quien en su libro “La dialéctica
del sexo” reivindicaba el incesto y la pedofilia. Su “utopía”, su mundo
“post-feminista” consistía en aquel en el cual los adultos pudieran
tener sexo con menores, siempre y cuando éstos dieran su
“concentimiento” (tamaña ridiculez) y, además, siempre que sus órganos
sexuales tuvieran dimensiones penetrables para el adulto. ¡Recomendaba,
incluso, que la primera felación del niño fuera practicada por su propia
madre!
Otro personaje más cercano en el tiempo
es Beatriz Preciado, actual profesora de la Universidad de París VIII.
Ella ha inventado que el “heterocapitalismo” ha hecho del pene y la
vagina “órganos sexuales hegemónicos” (¡como si su condición de órganos
sexuales fueran determinaciones culturales y no naturales!). Para
enfrentarse a esa “tiranía” y “resexualizar” el resto del cuerpo,
escribió “El manifiesto contra-sexual”, donde recomienda una serie de
prácticas de lo más estrafalarias para “desafiar la hegemonía”, como por
ejemplo, aprender a masturbarse un brazo. Lo curioso es que en todas
estas técnicas, presentadas como si fueran una receta de cocina, el
cierre consiste en “fingir” (sic) un orgasmo. En este “fingir”, ella
misma sin darse cuenta admite lo que al inicio negaba: que nuestra
biología determina la realidad de nuestro cuerpo.
– El enemigo más grande de la
izquierda parece ser el capitalismo. Sin embargo, vemos cómo las
“grandes potencias”, y las grandes empresas que apoyan y promueven sus
batallas culturales. ¿Cómo se explica?
Es cierto que la nueva izquierda se
financia en gran medida gracias a un sector del poder financiero
mundial. Pero ese sector es específico: se trata del sector
“progresista” del poder financiero. Creo que es un error, un
reduccionismo, pensar que la nueva izquierda es un apéndice de este
sector financiero mundial, como si se tratara de algo bien homogéneo.
Soros, Rockefeller, la Fundación de Gates, etc. siempre han apoyado a
izquierdistas. Probablemente sean ricos con culpa, cuya psicología fue
bien analizada por von Mises en “La mentalidad anticapitalista”.
El magnate George Soros: uno de los principales mecenas de todas las causas que atentan contra la Civilización Occidental
-¿Cuál es la situación en Argentina en el tema de ideologia de género?
Aquí se está educando a las generaciones
jóvenes, desde hace rato, con arreglo a los dictados de la ideología de
género. Los aparatos del Estado han sido permeados por esta ideología
y, creo yo, estaríamos en condiciones de decir que se ha vuelto
“hegemónica”. Quienes intentamos desafiar sus dictámenes, somos
presentados en sociedad como escoria e incluso perseguidos. El contexto
es especialmente complicado, porque paradójicamente esta ideología se
presenta como un canto al “pluralismo” y a la “diversidad”, pero en el
fondo lo último que tiene es tolerancia. Y sin tolerancia no hay ni
pluralismo ni diversidad.
– ¿El gobierno de Macri está dominado culturalmente por esta nueva izquierda?
Está completamente sometido, en términos
culturales, a los dictados de la nueva izquierda. Y no porque el
gobierno de Macri sea de izquierda, sino porque es tecnoctrático, lo
cual significa, en una palabra, que de cultura no entiende nada.
“El gobierno de Macri está culturalmente dominado por la izquierda” (Agustín Laje)
-¿Por qué la derecha está tan acomplejada sobre estos temas? ¿Y cómo se puede salir de esta situación?
Porque la derecha pensó que en 1992, con
la caída de la URSS, que la izquierda estaba condenada al museo de
antigüedades. Ese mismo año se publicó, por ejemplo, el best-seller de
Francis Fukuyama: “El fin de la historia y el último hombre”, que tenía
esta tesis precisamente, referida a que el capitalismo y la democracia
liberal habían llegado a un triunfo definitivo. Por su parte, unos años
antes, Daniel Bell había publicado “El fin de las ideologías”, donde
vislumbraba un mundo sin ideologías que, como vemos, no fue más que una
fantasía.
En
suma, la derecha se durmió en los laureles de un triunfo parcial que
luego la izquierda revirtió gracias a la contraofensiva cultural que
viene dando desde entonces. La derecha se hizo “economicista”, y dejó de
entender la importancia que el factor cultural tiene no sólo para la
propia economía, sino para la política en términos amplios. De ahí que
existan tantos liberales que han sido culturalmente cooptados por el
discurso de esta nueva izquierda, y le hagan el juego sin siquiera
advertirlo.
Dado que este juego de poder se dio en
el plano de las ideas, salir de esta situación necesariamente nos lleva a
este plano: si la derecha quiere enfrentar a la izquierda, deberá dar
su propia batalla cultural. Pero para eso necesita de nuevos
intelectuales, dispuestos a enfrentar la hegemonía, a embarrarse en el
lodo de lo políticamente incorrecto, a ser descalificados e incluso
perseguidos.
– ¿Después de la salida de su libro ha tenido problemas por parte del lobby gay y del mundo izquierdista?
Muchísimos. Mi Facebook fue bloqueado en
numerosas ocasiones. El Facebook de Nicolás Márquez, el co-autor del
libro, fue bloqueado por un mes a causa de haber discutido por esa red
social con una feminista. Fueron hackeados medios donde nos hicieron
entrevistas. Recibimos amenazas y numerosos agravios de todo tipo.
– Una última pregunta. En
Argentina hay quienes intentan despenalizar el aborto. Usted se define
liberal. ¿Cuál es su posición en esta materia?
Como liberal, el primer derecho que
defiendo es el de la vida, pues sin vida no hay libertad, ni ningún otro
derecho que valga. La vida es antes que la libertad, por razones de
mera lógica: para ser libre, primero hay que vivir. Por ende, estoy
completamente en contra del aborto, en todos los casos. La ciencia ha
dejado en claro que la persona por nacer no es una “parte” del cuerpo de
la mujer, sino que tiene incluso un ADN propio y genera sus propios
órganos (como la placenta o el cordón umbilical). Algunos argumentan que
su falta de autonomía y autosuficiencia lo transforma en algo así como
“pseudohumano” (parecido a lo que Hitler pensaba respecto de los
discapacitados, ¿no?). Pero que la persona por nacer necesite de la
madre para vivir es una realidad que se mantiene incluso fuera de su
vientre. ¿O el recién nacido no sigue necesitando de su madre para
vivir?
Otros dicen que “hay que legalizar el
aborto porque, de hecho, ya ocurre y es una realidad social; legalizarlo
ayudará a salvar a mujeres que abortan clandestinamente”. Con el mismo
criterio, entonces deberíamos, por ejemplo, legalizar los asaltos a los
bancos, porque también son parte de la realidad social, y porque éstos
suponen un peligro de muerte para el ladrón que eventualmente podría
sufrir un tiroteo contra las fuerzas de seguridad y morir. Que la mujer
muera en el aborto clandestino es lamentable; pero es parte de los
riesgos a la que ella misma se somete al tratar de matar una vida ajena,
de la misma forma que un ladrón se somete a riesgos al tratar de
cometer sus ilícitos violando derechos de terceros. En una palabra: el
riesgo que conlleva el hecho de violar derechos inalienables no debería
justificar la legalización de esa violación, sino una mayor vigilancia
estatal para resguardar efectivamente esos derechos que se pretenden
violar.
Aborto: “no se puede defender la libertad sin antes defender la vida” (Agustín Laje)
No hay argumento que nos permita violar
el derecho a nacer y vivir. Lo curioso es que quienes están
permanentemente inventando falacias para legalizar el aborto, sí
tuvieron el derecho a nacer. Sería bueno que dejen de buscar entorpecer
para otros el derecho del cual ellos mismos pudieron gozar.
PD: La nota original en italiano se titula “Gender e femminismo: l’ideologia della nuova sinistra mondiale” y podés leerla clickeando ACÁ: