domingo, 17 de julio de 2016

HEMINGWAY ¡SHALOM!

HEMINGWAY ¡SHALOM!

Yo, básicamente, no soy una persona espiritual", confesó (Hemingway). Sin embargo, dijo que después pensó profundamente sobre las diferentes religiones que estudió, llegó a una conclusión importante. Fundamentalmente se dio cuenta que todas las religiones se dividen en dos categorías principales. Hay religiones de la muerte y hay religiones de la vida. Las religiones de la muerte son aquellos cuyo énfasis principal es la preparación para una vida futura... lo que él respeta, continuó, son religiones como el judaísmo, que hacen hincapié en nuestras obligaciones con lo que estamos aquí por ahora en la tierra en lugar de la otra vida. Con su mente perceptiva, resumió la esencia del judaísmo tal vez mejor que la mayoría de los judíos, el judaísmo es una religión de la vida.”  "Mi encuentro con Hemingway, el judaísmo es una religión de la vida." Rabino Benjamín Blech 


Hemingway tenía muchos amigos y conocidos judíos, el biógrafo Jeffrey Meyers ha llegado a enumerar veinte tres. Conocido por ser un fanático del alcohol y asesino de animales indefensos - actividad denominada eufemísticamente "deporte"- fue marinero, pescador, y un entusiasta de las sangrientas corridas de toros (resabio degenerado y exoterico de la ceremonia solar a Mitra).


El escritor y premio nobel de literatura (1954) trabajó como corresponsal en la Guerra Civil Española en la década de 1930 y apoyó económicamente la Revolución del judío comunista Fidel Castro Ruz desde la Finca Vigía, La Habana, donde se albergó por 20 años.


En 2013 apareció un libro a la venta en un sitio de subastas en linea firmado en hebreo por Hemingway y con la estrella de David. El volumen titulado "Algunos de mis mejores amigos son judíos" escrito , por Robert Gessner en la década de 1936, estaba acompañado de la firma de Hemingway junto a una estrella de David con la palabra Jude escrita en su interior y con la leyenda "Mi mejor amigo, mi hermano", escrito en hebreo. 


El siguiente relato del autor de "Adiós a las armas" pertenece a unas cartas inéditas aparecidas en 2006  en donde confiesa haber matado "con alegría", disfrutado el derramamiento de sangre del enemigo y asesinado con gusto a 122 prisioneros alemanes durante el año en que acompañó a las tropas aliadas como corresponsal de guerra.
El portal italiano Corriere Della Sera relata: El periodista alemán Rainer Schmitz quiso llamar la atención sobre fragmentos de ciertas cartas del escritor -dos de ellas hasta ahora inéditas en Alemania- que fueron recopiladas en el libro "¿Qué le ocurrió a la calavera de Schiller? Todo aquello que usted no sabía sobre literatura", que reúne una cantidad bien documentada de episodios, anécdotas y curiosidades poco conocidas o completamente desconocidas sobre escritores célebres.
Inmediatamente después del desembarco en Normandía, en junio de 1944, Hemingway se unió al regimiento 22 de la IV División de infantería estadounidense con el grado de oficial, según se reveló.
La nota agrega que, por su perfecto dominio del francés, el escritor fue gobernador de facto de Rambouillet, a las puertas de París, donde, entre otras tareas, interrogó a centenares de prisioneros alemanes.
"Todo muy agradable y divertido", le relata en 1944 a Mary Welsh, que se había convertido ya en su cuarta y última esposa: "Muchos muertos, botín alemán, tantos tiroteos y toda clase de combates", escribe en una misiva.


Un relato detallado

El 27 de agosto de 1949, cuatro años después de la finalización de la guerra, Hemingway le escribió a su editor, Charles Scribner: "Una vez maté a un kraut de los SS particularmente descarado."
"Cuando le advertí que lo mataría si no abandonaba sus propósitos de fuga, el tipo me respondió: "Tú no me matarás. Porque tienes miedo de hacerlo y porque perteneces a una raza de bastardos degenerados. Y, además, sería una violación de la Convención de Ginebra". "Te equivocas, hermano", le dije. Y disparé tres veces, apuntando a su estómago. Cuando cayó, le disparé a la cabeza. El cerebro le salió por la boca o por la nariz, creo", narra Hemingway.
El 2 de junio de 1950, el autor de "Por quién doblan las campanas" volvió a evocar su experiencia bélica en una carta a Arthur Mizener, profesor de Literatura de la Universidad de Cornell, donde confiesa sin rodeos: "He hecho el cálculo con mucho cuidado y puedo decir con precisión que he matado a 122".
Uno de esos alemanes, prosigue diciendo Hemingway, era "un joven soldado que intentaba huir en bicicleta y que tenía más o menos la edad de mi hijo Patrick".