6 cosas que ganamos aunque aún no salga la Interrupción Voluntaria del Embarazo
Finalmente y, tal como se preveía, el Senado no votó la media sanción de Interrumpción Voluntaria del Embarazo que ya venía de Diputados.
Algunos
dicen que no importa el resultado, que ganó la democracia. No.
Puntuales senadores representaron con su voto una posición en contra y
otros lo hicieron con la posición a favor. No ganó la democracia, solo
demostró que funciona.
Y
no ganó ningún "color", no era un Boca-River ni una competencia. Hay un
colectivo que venía hace años reclamando lo mismo sin lograr ser tomado
en serio nunca y cuando logró ser visibilizado cobró fuerza, mientras
que hay otra parte festejando con banderas que decían «Queremos que nada cambie».
Y como todos los años anteriores y los cinco minutos antes de la
votación, nada cambió. No hubo victoria, no hubo derrota. Directamente
no hubo nada.
Sin embargo, -y sin el voto afirmativo- el colectivo femiminista sí ganó y mucho.
Desestigmatización
La pelea por la igualdad de género y por llevar a la mesa de discusión esa súper revolucionaria idea de que las mujeres también son personas
dejó de ser algo de «un grupo de fundamentalistas zurdas con problemas
hormonales» para despegar y servir de reflejo a niñas, adolescentes y
hasta a cantantes y actrices famosas. Y los mismos partidos neonazis y ultranacionalistas nos sacaron el ridículo mote de «feminazi» al marchar con los provida. Gracias por eso.
La
representación aportó luz a algo oscuro. Antes decir «soy feminista»
estaba mal visto hasta por las propias mujeres, ahora es motivo de
orgullo.
Transversalidad
La izquierda fue la que siempre supo llevar la lucha por el proyecto IVE en sus hombros. Eso no es más así. El proyecto se transformó de vertical a horizontal y diverso, atravesando a mujeres y hombres de todos los partidos y todas las edades.
Luego
de la votación de ayer, ahora la sociedad demandará la postura sobre el
IVE en las campañas de los próximos candidatos, algo que no se
estilaba. El feminismo atravesó la grieta cuando nada ni nadie más pudo hacerlo.
Organización
Desde la primera marcha de «Ni una menos» de 2015, donde un solo tuit de una periodista movilera cansada de cubrir femicidios («Nos están matando, ¿no vamos a hacer nada?»)
sirvió para demostrar una capacidad de organización en poquísimo tiempo
que provoca la admiración internacional y que hoy es ejemplo a seguir
en América Latina, llegando a producir efecto contagio. Se tejieron
redes fuertes y transversales en pocos años, y en algunos casos, en
pocos meses.
Lo
que comenzó como un llanto de «por favor no nos maten más» derivó en un
reclamo claro y fuerte. «Esto se va a caer, y lo vamos a tirar
nosotras».
Educación
Fueron
las propias mujeres que reclaman el IVE las que tuvieron que explicar
que la educación sexual en los colegios no es el kama sutra, que el
feminismo no es machismo pero al revés, qué el IVE no es cirujía
compleja, que el placer sexual no es cosa de hombres, que el cuerpo de
la mujer no es una vasija, qué es el misoprostol.
También
qué es un cuerpo gestante y que así como ninguna mujer puede ir a
explicarle a un hombre qué se siente una patada en los testículos,
ningún hombre nunca podrá explicarle qué se siente un embarazo deseado o
no deseado a una mujer y que un párroco no puede hablar jamás de sexo. El aborto dejó de ser tema tabú porque se puso en la escena.
Ciencia y laicidad
El
debate en el Senado nos hizo escuchar numerosos y enriquecedores
discursos sobre biología, genética, ciencia, constitucionalidad y
derecho. Y también pobrísimos y medivales argumentos sobre creencias
religiosas y teorías pseudocientíficas y contrafácticas.
Ninguna
otra grieta puso a la ciencia como separador. Eso es un logro enorme y
es de las mujeres. Quedó demostrado que la religión no puede legislar
nunca y cómo, en vez de imponer algo a sus fieles, con presión y temor
logran imponerlo vergonzosamente a todos.
Sororidad
La palabra «fraternidad» dejaba a las mujeres afuera, entonces la sororidad comenzó a actuar. «Las
sonrisas cómplices entre desconocidas que portan el pañuelo verde
generan momentos luminosos en las calles. No estamos solas», describe acá la periodista Cecilia González.
Las
mujeres fuimos educadas para competir entre nosotras. Somos las que
puteamos a Sol Pérez por mostrar tan escultural cuerpo y «tentar» a
nuestros hombres. Somos las que puteamos a Morena Rial porque tiene el
tupé de postear selfies siendo «fea y gorda».
Quedó
demostrado que eso no corre más. Que por más que somos la mitad del
mundo, seguimos siendo una minoría, porque así nos ubicaron y una
minoría debe cuidarse y respetarse entre sí. Porque afuera la mayoría es
peor. La falta de empatía pasó a estar mal vista.