Los hombres de Canberra pusieron, por detrás de sí, todo derecho y
ambición, colocaron el amor a sí mismos y el amor a sus familias a sus
espaldas, y lo reemplazaron por un inmenso amor a Dios y a la Patria,
entrega que jamás publicitaron, ni tampoco exigieron reconocimiento.
Por Daniel Roca Centurión
La Prensa
25 de noviembre de 2019
Cuando se relaciona el Conflicto del Atlántico Sur con la Fuerza Aérea, lo primero que llega a la mente de todos son las imágenes de los A4 y los Dagger lanzando bombas en el estrecho de San Carlos o en Bahía Agradable.
Cuando se relaciona el Conflicto del Atlántico Sur con la Fuerza Aérea, lo primero que llega a la mente de todos son las imágenes de los A4 y los Dagger lanzando bombas en el estrecho de San Carlos o en Bahía Agradable.
También aparecen, en forma más esporádica, las de los Pucará saliendo desde la BAM Malvinas a combatir al Istmo de Darwin y, un poco menos aún, a los helicópteros empleados para el rescate en combate en aquellos momentos: los Chinook y los Bell 212. Sin embargo, las operaciones llevadas adelante por los bombarderos BAC (British Aircraft Corporation) MK62 -Canberra-, fueron también significativas, pero con menos prensa.
Esta noble aeronave, el último bombardero puro con que contó la Fuerza
Aérea, era de origen inglés y al momento de su adquisición en 1970,
estaba en servicio no solo en la RAF, sino en otras fuerzas aéreas del
mundo en diferentes versiones y configuraciones.
Este avión fue protagonista del frustrado ataque a las fuerzas
británicas que habían acorralado a las fuerzas argentinas en Georgias,
el 25 de abril de 1982.
Habiendo sido alertados por un Hércules KC-130 y un Boeing 707 de la FAS
(Fuerza Aérea Sur), se dispuso que tres aeronaves MK62 efectuaran un
vuelo de 2.050 Km. desde Río Grande hasta Georgias, para tratar de
dispersar a la pequeña flota que apoyaba a las fuerzas británicas
terrestres en el lugar.
Uno de los Canberra falló, al querer eyectar los tanques de combustible
auxiliares que llevaban en la puntera de las alas, debiendo regresar al
continente en una configuración asimétrica, extremadamente peligrosa.
La mala meteorología, junto con la nula visibilidad y la disposición
irregular de la flotilla británica que no se encontraba en la Bahía
Cumberland, frustraron el intento de ataque de nuestros bombarderos, que
debieron regresar con su letal carga en bodega. Ese hubiera sido el
bautismo de fuego de la Fuerza Aérea.
PRIMERAS MISIONES
Al principio del conflicto, 1º de mayo, la falta de experiencia en
combate, hizo que el empleo de este bombardero no pasara desapercibido
para los sistemas de detección de la flota británica, y al tratar de
efectuar ataques diurnos a baja altura fue derribado, por aviones Sea
Harrier que empleaban los temibles misiles Sidewinder, el primer
Canberra del conflicto tripulado por el Teniente De Ibañez y su
navegador el Primer Teniente González, quienes a pesar de haberse
eyectado sobre el mar, jamás pudieron ser recuperados.
Otro de los Canberra que salieron en misión ese día, regresó con una de
las punteras de plano desflecado por la onda expansiva de un misil que
explotó en su proximidad.
A partir de ese momento el empleo del Canberra debería hacerse de manera
nocturna, para dificultar la interceptación por aeronaves británicas,
efectuando dos tipos de ataque: o bombardeo de zona a gran altura (por
encima de los 12 km., es decir a mas de 40.000 pies) a efectos de evadir
los misiles antiaéreos de mediano y corto alcance lanzados desde buques
y/o tropa, o a bajo nivel (entre los cero y 250 pies, poco más de
setenta metros de altura, lo que permitía el armado de las espoletas
haciendo que estallaran al impacto con el terreno, saliendo de la nube
de esquirlas que se proyectan luego de la explosión, tratando de evitar
los montes y adaptándose al relieve de las islas) con el fin de tener un
factor sorpresa considerablemente alto.
De allí que, a pesar de tener que efectuar lanzamientos solo con lo
estimado por los cálculos del navegador y lo determinado en el radar
doppler, sus operaciones fueron increíblemente efectivas, tanto que en
varias oportunidades el Estado Mayor de las Fuerzas inglesas pudo ser
impactado por las bombas de los temibles Canberra.
LA TACTICA EMPLEADA
Una táctica empleada por los bombarderos fue guiarse por un grupo de
fogatas, que con rumbo exacto Norte-Sur, prendían en determinados
horarios los defensores de Darwin, lo que les permitía a las aeronaves
efectuar una última corrección de rumbo antes de iniciar la aceleración
final para el ataque, al norte de esas posiciones.
Sabían que luego de bloquear dicha vertical, llevando una determinada
velocidad de navegación hasta el blanco, impactaban de manera precisa en
el punto exacto que se les había dado por información de inteligencia.
A su vez la conceptualización de la operación llevo al escuadrón a
efectuar la combinación de las tripulaciones por experiencia y no por
jerarquía, es decir, se combinaban pilotos con vasta experiencia, con
navegadores con poca experiencia y viceversa. En ese contexto muchas
veces el piloto era más moderno que el navegador y le daba órdenes,
dentro del marco de la operación de combate, sin embargo, se operó
perfectamente.
Cabe destacar que si ponemos lado a lado, un caza Gloster Meteor y un
BAC Canberra, se pueden observar las similitudes de diseño, evidenciando
una misma "estética operativa", sin embargo, la amplitud de la
superficie alar que le permite una gran sustentación a elevadas alturas
con gran carga, tanto en bodega como en puntos externos, le otorga una
importante firma radar y una baja maniobrabilidad a bajas alturas.
Indudablemente, el poder de fuego de un bombardero Canberra se
equiparaba, al de al menos, tres cazabombarderos de aquel momento, pero
ciertamente, la capacidad de supervivencia también era muy baja.
Recordemos que, en esas increíbles misiones, un bombardero despegaba con
cinco bombas de mil libras cada una (aproximadamente 500 kg) en su
interior, dos tanques suplementarios de puntera de ala y eventualmente,
un tanque ventral central. No podía superar los 365 nudos (676 Km/h), y
recién eyectando los tanques de puntera de ala, estaba habilitado para
alcanzar los 500 nudos (926 Km/h) como máxima velocidad de ataque.
En esa época se ponían en marcha con explosión de cargas pirotécnicas
(posteriormente el ingenio argentino ideo un sistema de puesta en marcha
por presión neumática), lo que muestra a las claras lo difícil, o casi
imposible, que era de poner en marcha un motor en vuelo en caso de
detención.
A su vez esa asimetría, acarreaba una dificultad de vuelo delicada, al
entrar fácilmente en tirabuzón y caer descontroladamente. De hecho la
tripulación del B-101 en su misión del 5 de junio por la noche, al haber
tenido una detención del motor por la combinación de la explosión de un
misil antiaéreo que estalló en su proximidad, sumado al viraje
extremadamente cerrado para evitar el impacto, tuvo que regresar al
continente con un solo motor.
Particularmente, esa aeronave tenía instalado el radar Bendix RDR-1400,
lo que había modificado su configuración de vuelo debido a la
protuberancia de este sistema en su parte delantera. Por su apariencia
se lo llamo el Pelicano-1.
Esa protuberancia, sumada a la falta de uno de sus motores, hizo que al
momento del aterrizaje la aeronave se saliera de pista y terminara
barriendo el tren de aterrizaje de uno de sus lados. Lo importante fue
que ambos tripulantes resultaron ilesos y que la pronta reparación del
tren y del motor puso a la aeronave disponible en poco tiempo.
Actualmente esta aeronave se encuentra restaurada en la Escuela de
Suboficiales Córdoba.
LA ULTIMA EN COMBATE
El bombardero Canberra tuvo el honor de ser la última aeronave de
combate de la Fuerza Aérea, que lanzó su armamento sobre las fuerzas
británicas la noche del 13 de junio de 1982.
En esa lid fue derribado el "Baco 1", indicativo de la aeronave
tripulada por los capitanes Roberto Pastran (piloto) y Fernando Juan
Casado (navegador).
Fueron impactados por un misil tierra-aire que les produjo el ingreso en
un tirabuzón incontrolable, cayendo desde los 12.000 metros.
En esa oportunidad consigue eyectarse el piloto aproximadamente a unos 4.000 metros, sin embargo, el navegador no lo logra, debido a la deformación de la estructura de la aeronave, producto de la explosión del misil. NO SON LAS ARMAS, SON LOS HOMBRES QUE LAS EMPUÑAN
En esa oportunidad consigue eyectarse el piloto aproximadamente a unos 4.000 metros, sin embargo, el navegador no lo logra, debido a la deformación de la estructura de la aeronave, producto de la explosión del misil. NO SON LAS ARMAS, SON LOS HOMBRES QUE LAS EMPUÑAN
Quiero compartir un par de infidencias. Tuve la suerte de conocer a
finales de los 80" al que era en aquel momento el Mayor Pastran,
sobreviviente del último ataque de la Fuerza Aérea Argentina en
Malvinas.
Le pedí, le rogué, le supliqué, que me contara de primera mano esa
última misión, que había leído en los pocos libros que, sobre la guerra
aérea de Malvinas, se habían escrito hasta ese momento. Han pasado más
de treinta años de ese encuentro y ya Roberto Pastran no está con
nosotros.
Lo que rescato de ese relato, y jamás olvidaré -recordó Pastran- que
cuando se dio la reunión previa al vuelo sobre la situación en las islas
y se pidieron voluntarios para la tarea de "atacar a las fuerzas
británicas en las proximidades de Puerto Argentino, a los efectos de
permitirle a las fuerzas propias organizarse, para poder replegarse a
posiciones seguras" ya se sabía que la guerra se había perdido, que esa
acción no cambiaría el curso del conflicto y que era una operación
extremadamente riesgosa.
Pastran, que era más moderno que su navegador, capitán Casado, recibió esta orden: "Pastran tome el casco. Nosotros vamos".
El piloto tomando su casco no dijo nada, solo le devolvió una mirada como diciendo: "¿está usted seguro de lo que vamos a hacer?
El relato de la misión es más que conocido, sin embargo, quiero rescatar
un instante crucial del hecho: Luego del impacto del misil que los
derriba, al momento de ir cayendo de manera vertiginosa desde los 12
kilómetros de altura, Pastran gritaba: "eyéctese, eyéctese, eyéctese", a
lo que Casado le contesta: "no funciona, no puedo, eyéctese usted, es
una orden".
Mareado por la caída, golpeando su cuerpo con la cabina por la fuerza
centrífuga, aferrado a la manija del asiento eyector, Pastran la activa y
es despedido del Canberra que se pierde en la noche oscura, de un mar
más oscuro aún.
Finalizado el relato completo, ese hombre bueno, que abrió su corazón a
un joven que lo tenía, y lo tiene por héroe, sin llorar, pero con los
ojos llenos de lágrimas, lo mira y le dice: "debería haber caído en el
avión con él, en cambio ahora, tengo que seguir viviendo, sin poder
olvidarlo".
Poca gente sabe que el Primer Teniente Siri, navegador de Canberra
padecía de cáncer linfático y que ocultó todo lo que pudo sus dolencias,
con el fin de cumplir con su deber volando en diferentes misiones de
combate.
Gente del escuadrón contaba como lo tuvieron que sacar entre varios del
avión, ya que por los dolores que padecía, no le permitían ni siquiera,
desatarse de sus amarres. En épocas en las cuales exacerbamos los
derechos y la libertad, nos olvidamos de aquellos que, libremente, ponen
su propia voluntad al servicio de la voluntad de otros.
En realidad, en la escala de las jerarquías humanas, pocas son las
personas en el mundo que obedecen, solamente, a sus propios designios y
propósitos.
Ya el solo hecho de vivir en comunidad implica, que todos debemos
respetar los derechos del otro, y a su vez efectuarlo de manera
recíproca. Los hombres de Canberra pusieron, por detrás de sí, todo
derecho y ambición, colocaron el amor a sí mismos y el amor a sus
familias a sus espaldas, y lo reemplazaron por un inmenso amor a Dios y a
la Patria, entrega que jamás publicitaron, ni tampoco exigieron
reconocimiento.
Por eso verán a algunos de ellos jugando como abuelos buenos con sus
nietos, sin embargo, debajo de esa curtida piel que los envuelve,
todavía vive ese corazón de hierro que en las sombras del combate sobre
Malvinas, hacían resonar sus motores y su acero sobre las tropas
británicas, que no podían entender ni de dónde, ni cómo, eran atacados
en la oscuridad de la noche.
Por eso, no importa el armamento que usen nuestros hombres, el valor se
encuentra en ellos mismos, ¡¡en lo que llevan inscripto en sus
corazones!!.
Publicado 10 hours ago por Centro de Estudios Salta