Fuera máscaras: en defensa de la libertad – por Israel Shamir
Homo homini lupus est[1], dijo Plauto. Nuestros nuevos amos vencieron al viejo dramaturgo cómico romano en su juego estableciendo el Homo homini toxic est
como la nueva norma. Nos han entrenado para que nos temamos unos a
otros, para que usemos cubrebocas, para que mantengamos distancia
social, o mejor aún, para que nos quedemos en casa. Nos prefieren así,
encerrados, fuera de su camino, ordenando cosas por Internet y perdiendo
nuestras viviendas en provecho de los cobradores de deudas digitales.
Es más probable que un drogadicto se deshaga de su jeringa a que
levanten el confinamiento mundial. Por un tiempo, tuvimos la esperanza
de que pudieran terminar su mórbida preocupación por nuestra salud
después de un mes o dos. Ahora sabemos que no es así.
Incluso si deciden que el Covid-19 ha sido erradicado, tienen ya al
siguiente virus bajo la manga. Hay un candidato digno, una nueva cepa de
gripe porcina llamada G4[2]
y tienen grandes esperanzas de que tenga el potencial de desencadenar
una pandemia. Si no pasa la prueba (como todos los predecesores)
encontrarán otro, no te preocupes. La ley de la oferta y la demanda está
de su lado. Hay tantos virus, y tanta gente crédula que es
patológicamente incapaz de dudar de lo que dice el New York Times, que esta cantaleta nunca terminará.
La primera oleada ya es historia; la segunda está sobre nosotros, y
poco a poco nos van a mantener aislados, con pequeñas interrupciones
para evitar la saturación. Los chinos, los padres del confinamiento
(fueron los pioneros a finales de enero) ya han vuelto a bloquear la
ciudad de Beijing. California está de nuevo bajo asedio autoimpuesto;
Moscú le seguirá en otoño. Israel está preparando un nuevo cierre para
justificar ante los colonos que posterguen la tan anunciada apropiación
de tierras palestinas. Los franceses tienen que llevar cubrebocas, y
también los neoyorquinos. Inglaterra tiene menos muertes que nunca este
mes de junio, pero los niños ingleses ahora piensan que el
distanciamiento social es normal; han aprendido que los hombres son
tóxicos para los demás. Turquía mejoró la idea dejando que la gente
trabaje entre semana y encerrándolos en sus casas los fines de semana.
En EE.UU., los disturbios durante las pausas del confinamiento se supone
que nos deben convencer de que quedarse en casa es lo mejor para todos.
Hay buenas razones prácticas para esta estrategia, y no tienen nada
que ver con las epidemias. Lo que se plantea implantar aquí es la
Revolución Digital, como escribí en mayo[3],
y tal proceso de transformación toma mucho más tiempo que unos pocos
meses. De hecho, el índice Bloomberg Silicon Valley High Tech[4]
crece constantemente, prometiendo un rendimiento anual del 42%
(compárese con una tasa negativa en los depósitos en efectivo). El
confinamiento (no las enfermedades) proporciona el desastre que el
capitalismo del desastre[5] necesita para seguir su curso. El confinamiento es la versión americanizada de la Doctrina del Shock, dice Mike Whitney[6].
Las estructuras estatales, las agencias de inteligencia y el negocio
de la seguridad también se benefician, ya que el pánico pandémico les
permite introducir un sistema de vigilancia total. Lo hacen de forma
sigilosa, afirmando que no nos espiarán cuando el peligro haya pasado;
pero como todos los smartphones ya están equipados con las aplicaciones
pertinentes la red de vigilancia se vuelve cada vez más estrecha. Apoyan
el confinamiento para controlar nuestra sociedad.
A medida que miramos más profundamente en el desastre que se está
desarrollando, notamos características más diseñadas para infundir
paranoia, más de lo que el lucro y el espionaje podrían exigir. Si se
escribe “Covid” en letras hebreas y se lee de derecha a izquierda, como
se lee en hebreo, se obtiene דיבוק, “Dibuk”, el demonio de los
cabalistas, el espíritu maligno capaz de penetrar y poseer a una persona
que sufre de “intensificación emocional”, según Bogdan Herzog[7], el místico rumano de Timisoara. El Dibuk es una figura popular del folclore judío, que ha sido objeto de obras de teatro[8] y películas[9].
El análisis de Herzog continúa: tal vez la analogía con la posesión
demoníaca no sea superficial sino profunda. ¿Y si el Covid fuera más
psicológico que biológico? ¿Quizás a través de la inducción de un miedo
extremo (“intensificación emocional”), la gente se esté comportando
“como si” estuviera poseída por el Dibuk? Ciertamente parecen actuar
como si estuvieran hipnotizados, obedeciendo irreflexivamente a las
conflictivas exigencias de las autoridades y aceptando limitaciones sin
precedentes a la libertad individual.
Suena bastante mal, pero Herzog va todavía más lejos: ¿tal vez el
problema no sea de naturaleza psicológica sino espiritual, como insisten
los cabalistas judíos, y la única cura posible sea una especie de
exorcismo? ¿Tal vez por esta misma razón las iglesias fueron blanco
privilegiado durante el confinamiento? De hecho, se cerraron las
iglesias tanto en Oriente como en Occidente por primera vez, incluso
mientras las tiendas seguían abiertas. La Iglesia Luterana de Suecia
tenía sus iglesias abiertas para los servicios, pero no para la función
más importante, la comunión. Éste es un ataque espiritual muy mortal, ya
que el continuo sacrificio divino de la Eucaristía es algo que sostiene
la existencia misma de la sociedad. “¿Es ésta la verdadera razón por la
que la Eucaristía estuvo prohibida durante el confinamiento?” –
pregunta Herzog. Si las iglesias hubieran estado abiertas y se hubiera
dado la comunión, el malvado Dibuk habría desaparecido.
(Sucedió que el único país cristiano ortodoxo que comulgó en esta
última Pascua de Resurrección fue Bielorrusia, un pequeño Estado de
Europa oriental gobernado por el indómito Sr. Alexander Lukashenko,
alias el “Último Dictador de Europa”. Hace algunos años, me acusaron de
proporcionarle información secreta sobre la intromisión americana en las
elecciones de Bielorrusia. Aunque se trataba de una falsa acusación, es
bien sabido que tanto los estadounidenses como los rusos se
inmiscuyeron en Bielorrusia, considerando a Lukashenko demasiado terco y
ferozmente independiente para sus gustos. Tanto rusos como
estadounidenses querían saquear el país, comprar sus industrias y
apoderarse de su agricultura; Lukashenko les dijo que no. Bielorrusia es
el único Estado ex soviético que no fue desindustrializado, privatizado
y desmantelado; el único que no envió oleadas de refugiados económicos a
trabajar en el extranjero. Se dice que Putin envidiaba que Lukashenko
se atreviera a comulgar el domingo de Pascuas y que hiciera su desfile
militar el día de la Victoria, mientras que Moscú siguió los consejos de
la OMS cerrando iglesias, posponiendo el desfile y cerrando la ciudad;
sin embargo, la semana pasada, Putin y Lukashenko aparentemente se
reconciliaron y develaron juntos el monumento conmemorativo a los
soldados soviéticos en Rzhev[10], el “Verdún[11] de la Segunda Guerra Mundial”).
Esta idea de un enemigo espiritual se me ocurrió hace 20 años cuando escribí[12]:
“Durante doscientos años o más, la Cristiandad trató de vivir sin
Dios. Algunos negaron su existencia, otros no, pero creyentes y no
creyentes explicaban nuestros problemas existenciales sin apelar a la
presencia de Dios en el universo (…) Se aplicaba el principio llamado la
‘navaja de Ockam’: ‘No multipliquen los parámetros más allá de lo
necesario’ (…) Por esto es que habitualmente no apelamos a las
categorías espirituales mientras explicamos acontecimientos humanos.
Mientras nos relajábamos en nuestro mundo totalmente material, otro
principio de la lógica material, la ley de la manifestación, nos
preparaba una trampa. Esta ley plantea que ‘una entidad existente alguna
vez se ha de manifestar’. Una entidad que no se manifieste podría ser
calificada como inexistente, sin ningún daño.
En teoría, un hombre de fe debería estar preparado para observar y
reconocer una manifestación del mundo espiritual, de Dios y de las
fuerzas infernales. En la práctica, nos negábamos a creer en tal
posibilidad (…) Mientras le volvíamos la espalda a la presencia de Dios,
y lo echábamos fuera de nuestra vida, fuimos ayudando a su adversario
en el tablero de ajedrez. Ahora, su influencia y sus planes se han
vuelto palpables (…) Los últimos acontecimientos en la historia humana,
la destrucción gratuita de la naturaleza y la guerra contra el espíritu,
ya no se pueden explicar de manera aceptable con causas materiales y
racionales. Más allá de los espectros demasiado humanos de las grandes
multinacionales, más allá de la codicia capitalizada, más allá del
paradigma de la dominación, el destructor mayor sin rostro se ha
manifestado, como Lord Darth Vader, sobre el planeta cautivo”.
No hay que ser un erudito místico para llegar a conclusiones
similares. Hay un grupo de estudiosos en Moscú que se ocupan de aspectos
avanzados de la guerra moderna (este grupo fue establecido por
discípulos de Vladimir Lefebvre[13],
un hombre notable que trabajó tanto para el Ministerio de Defensa ruso
como para el Pentágono. Lo conocí hace unos años en una exótica reunión
en una isla griega). El líder del grupo me dijo: “Puedes considerar al
Covid una falsa pandemia, pero es una plaga psicógena cabal a escala
bíblica. Nosotros no fuimos los responsables, pero alguien lo hizo”.
Una ‘plaga psicógena’ es sólo una histeria colectiva a una escala sin precedentes. La Danza de San Vito, o coreomanía[14],
es un ejemplo de ello, y se la curaba con un exorcismo. Ocurrió en la
Edad Media, pero desde entonces ha habido muchos brotes de MPI[15]
(Enfermedad Psicogénica de Masas), aunque ninguno tan universalmente
reconocido como tal. Sin embargo, todavía no entendemos el
funcionamiento de esta enfermedad. Algunos síntomas de la infección de
Covid son idénticos a los síntomas de la MPI; también coinciden con los
síntomas de un leve envenenamiento por cloro con que uno puede
contagiarse en un espacio recientemente desinfectado. En Moscú, donde el
Ayuntamiento ordenó la desinfección de casas de apartamentos y espacios
públicos con cloro dos veces al día, muchas personas se quejaron de
dolor de garganta, ojos irritados y dificultad para respirar. Lo normal
fue llevarlos a los hospitales de Covid con lo cual se reforzaban las
estadísticas del virus. Los mismos síntomas son usuales para la MPI.
Esto podría explicar por qué las pruebas fueron tan indecisas en sus
resultados. La OMS recomienda que las personas con tales síntomas sean
clasificadas como “presumiblemente positivas”. La presencia de cualquier
coronavirus (y hay muchos tipos de estos virus, generalmente
inofensivos, a nuestro alrededor) se considera ahora una prueba
excelente de Covid-19.
Podríamos pensar en la pandemia del Covid como una Enfermedad
Psicogénica de Masas a escala global, montada sobre una infección viral
moderada. Su ‘éxito’ puede explicarse por múltiples fuerzas que
aprovechan la oportunidad para manifestarse, entre ellas, las fuerzas
infernales. Dios une a la gente en su Iglesia; el diablo quiere separar a
las personas entre sí y de Dios. La pandemia de Covid es un gran
separador: durante meses la gente ha vivido separada de sus parientes;
los ancianos viven y mueren solos sin el alivio de los sacramentos y se
les entierra sin los últimos ritos. Quizás la recién adquirida capacidad
de los militares para inducir miedo y causar una MPI a gran escala sea
parte de un plan demoníaco.
Hay gente que cree que vivimos demasiado bien. Creen que no hicimos
nada para merecer nuestra alta civilización. Creen que no deberíamos
tener ni recursos para alimentarnos, ni techo sobre nuestras cabezas y
otras cosas. Ésta es la opinión de algunagente muy rica. Les molesta ver
a Tom, Dick y Harry yendo a Acapulco y comiendo en un restaurante, en
lugar de estar a su disposición. Quieren reducir nuestros ingresos y
aumentar el coste de la vida. Están dispuestos a financiar a cualquiera
que exija más austeridad.
Ahora apoyan el confinamiento a toda costa, afirmando que es la mejor
manera de luchar contra la enfermedad. Ayer nos pedían que
desmanteláramos la industria para “salvar el clima”. Hoy estas mismas
personas siguen tratando de reducirnos a la pobreza, esta vez en nombre
del coronavirus. Greta Thunberg y sus seguidores se regocijan con el
confinamiento porque obligará a la gente a vivir en la bancarrota y la
escasez.
Si bien los maltusianos ricos apoyan este avance hacia la austeridad,
no todos los participantes en el movimiento comparten o entienden sus
objetivos. La naturaleza humana es capaz de nobles sacrificios, y muchos
de los seguidores de Greta se entregan a ello. La mortificación de la
carne, los ayunos y la negación de la gratificación fisiológica son tan
humanos como el hedonismo. Andrew Joyce nos recordó[16] recientemente a los Flagelantes, el movimiento masoquista que surgía y retrocedía al ritmo de las epidemias medievales[17].
Los musulmanes chiitas todavía practican la flagelación anualmente. En
la sociedad europea normal, la Gran Cuaresma antes de la Pascua bastaba
para satisfacer esta necesidad de sufrimiento, pero ahora, a medida que
la Cuaresma se desvanece, esta necesidad psicológica insatisfecha se
entrega a los partidarios autodestructivos del confinamiento.
China es un caso aparte. Los chinos fueron los primeros en poner en
práctica el confinamiento para luchar contra sus infecciones en 2009 y
en enero de 2020. Su ejemplo fue muy importante para marcar la
tendencia. Sin embargo, las costumbres chinas son diferentes a las
nuestras. Durante el confinamiento, sellaron las puertas de los
departamentos e incluso soldaron los canceles. La idea de la dignidad
humana es bastante extraña para ellos. Son grandes a su manera, pero
bastante extremistas, como lo demuestra su campaña de las Cuatro Plagas[18],
un intento de eliminar los gorriones, etc. Yo no culparía al comunismo,
ya que la China anticomunista (Taiwán) fue aún más cruel que la
continental. Las personas que se quejan del maltrato ‘Chicom’ de los
Uigur (que son extremadamente duros) deberían acordarse del genocidio de
los nativos de Taiwán por parte del Kuomintang chino.
El reconocimiento facial, las bases de datos genéticos y un sistema de crédito social[19]
pueden ser buenos para China. Siendo lo opuesto a un neoconservador, no
acepto la R2P (la responsabilidad de proteger), la carga del hombre
blanco y el deber de imponerles la libertad. Que los chinos vivan de la
manera que mejor convenga a sus almas confucianas, pero espero por Dios
no verme obligado a encajar en su sistema. Para ellos, encerrar a
millones de ciudadanos es más fácil que para nuestros gobernantes subir
el IVA en un punto. El problema es que las agencias de seguridad
occidentales aman el estilo de vida chino y desean importarlo como
cualquier otra mercadería china de moda.
El confinamiento no es necesario. La mejor prueba de esto no es
Bielorrusia o Suecia, aunque ambos países se las arreglaron bien con muy
poca interferencia del gobierno. La mejor prueba es Gaza, la estrecha
franja de tierra en el Mediterráneo Oriental, hogar de dos millones de
palestinos. Esta pobre porción asediada de Palestina tuvo recientemente
su primera víctima de coronavirus, una anciana de 80 años que llegó la
semana pasada muy enferma de Egipto. ¡Eso es todo, amigos! Dos millones
de personas que viven en una pobreza y densidad insalubres sin ningún
tipo de cuarentena o distanciamiento social vivieron la gran fiesta
musulmana de Eid al-Fitr[20], y no sufrieron ni un solo brote de Covid. ¡Miren este corto video[21]
de la alegre Gaza festejando y envídienlos! Esta pobre gente que lleva
14 años encerrada por los israelíes es más libre que los prósperos
israelíes y saudíes que se encarcelaron voluntariamente.
El Covid es una epidemia de miedo. Donde no hay miedo, no hay Covid.
Sin embargo, que la respuesta sea una cuestión de elección personal.
Quien quiera encerrarse, aislarse y retirarse de la sociedad, que lo
haga. Pero debemos negar el derecho del Estado a encerrarnos. Los
americanos están orgullosos de su Segunda Enmienda, de su derecho a
poseer armas; pero, ¿impidieron sus armas que sus alcaldes les ordenaran
la detención indefinida sin ningún delito? Para los rusos, europeos y
otras naciones también es el momento de prohibir el confinamiento. Si
hay un brote viral, que se le trate como siempre se le ha tratado. Quien
se considere ‘vulnerable’ que decida qué hacer al respecto. Pero no se
puede obligar a la gente libre a encerrarse en cuarentena, a ponerse
cubrebocas, a distanciarse socialmente o a tomar otras medidas.
Mientras aún tengamos elecciones en nuestros países, hagamos de ello
la prueba de fuego en las próximas campañas electorales. Apoyemos sólo a
aquellos que prometan no infringir nunca nuestros derechos personales, y
rechacemos a todos los que piden que nos encierren a todos “por nuestro
propio bien”. Hagamos de cada elección, en todas partes, a partir de
2020, una elección sobre la libertad personal. Tal vez deberíamos fundar
el movimiento mundial dedicado a este mismo objetivo.
Israel Shamir, 3 julio 2020
*
Artículo escrito en colaboración con Paul Bennett.
Traducción: Daniel Osuna
Contacto del autor Israel Shamir: adam@israelshamir.net
Publicación original en inglés: https://www.unz.com/ishamir/unmasking-freedom/
Publicacion original en espanol: Red Internacional