jueves, 2 de julio de 2020

LOS K, PANDEMIA Y CUARENTENA.


Los K, pandemia y cuarentena. 
Por María Lilia Genta


La cuarentena más larga del mundo y de la historia viene dando grandes réditos a los K. Los noticieros están casi exclusivamente dedicados a brindarnos cifras, consejos y noticias sobre la pandemia si bien debo reconocer que los noticieros anti K realizan excelentes notas entrevistando a desdichados comerciantes que, por ejemplo, cerrarán sus negocios para siempre después de haberles dedicado décadas de sus vidas. 


Los K han decretado la muerte de la clase media, se trate de chacareros, comerciantes, monotributistas o profesionales: crónica de una muerte anunciada desde el principio por los Grabois. Igualar para abajo, esa es la consigna, así todos se vuelven “pobres” y dependen de las subvenciones del Estado para vivir. Es curioso: en los setenta querían convertirnos en Cuba; hoy tienen como meta Venezuela.
 Argentina se destacó entre los países de Iberoamérica por sustentar su equilibrio social en una extensa clase media, alta y baja. El más fuerte de los denominadores comunes de esta clase media fue ser dueño de la casa en que se vivía; por supuesto en distintos niveles desde una casa suntuosa a una modesta o a una chacra o una finca. Pero, repito, la propiedad privada fue el denominador común.
 Es de agradecer que algunos medios nos muestren esta muerte de la clase media; pero al insistir tanto sobre la pandemia y la cuarentena quedan oscurecidas noticias muy importantes que conforman el aprovechamiento que los K sacan de esta situación. Algo escuché, pero no entendí bien en el momento, lo que se dijo sobre el “dólar setenta” (así lo llamaron). Horas después me llegó, por las redes, un video en que Gómez Centurión alertaba sobre la decisión del Banco Central que decreta la excepcionalidad del “cepo” cambiario en favor de los familiares de los guerrilleros “desaparecidos” en la guerra de los setenta. Podrán sacar de sus cuentas en dólares la suma que quieran y depositarlas en cuentas en el extranjero sin el gravamen del treinta por ciento.
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Es claro que este tipo de ventajas y auxilios económicos y fiscales no alcanzan a la fundida clase media. Menos aún a los familiares del otro “bando”, el bando de los defensores de la Patria en los setenta. Quizás no sea un olvido malintencionado. Tal vez hayan recordado que nosotros, los familiares de civiles, militares, policías, asesinados por la guerrilla marxista, no fuimos agraciados por suculentas indemnizaciones. Por lo menos aquellos que conozco y yo misma no parecemos tener jugosas cuentas en dólares ni aquí ni en el exterior. Quienes nos ayudaron en su momento y en los años subsiguientes fueron, en el caso de los civiles, amigos entrañables y compañeros de promoción en el caso de militares y policías.
 Estamos tranquilos: al Estado no le debemos nada. Le hemos dado, sí, la sangre de nuestros muertos.