ADIÓS AL MEJOR ESPAÑOL DE NUESTRO TIEMPO
A.
Robles.- Lo que ustedes van a leer en este artículo es el resultado de
lo que nunca querría haber tenido que escribir. Se nos ha ido para
siempre Blas Piñar, el mejor y más ilustre colaborador que AD podría
haber tenido nunca. Sería tarea imposible definir con las palabras lo
que este hombre ha supuesto en mi vida y en la de muchos de los míos.
Hoy sin embargo toca hablar de algunas de las virtudes que sublimaron a
uno de los políticos más serios, excepcionales, honorables y
sobresalientes de la historia reciente de España. Y si además te hizo
sentir su amigo y te obsequió con el regalo de su trabajo, entonces el
agradecimiento es todavía mayor.
Hasta sus enemigos políticos admitieron siempre que sus concepciones
de la lealtad y de la honestidad inspiraban un gran respeto. El fundador
y ex jefe nacional de Fuerza Nueva fue uno de los pocos políticos de la
transición que no se acomodó a las circunstancias en su propio
beneficio. Él siguió, erre que erre, con sus convicciones de siempre,
comprobando al cabo de los años, aunque con dolor, cómo sus pesimistas
predicciones de hace 50 años se han cumplido a rajatabla. El notario
toledano defendió hasta su muerte lo mismo que decía hace 46 años desde
los placenteros sillones del Instituto de Cultura Hispánica.
Escribo lo que siento y tal y como lo pienso. Muy difícil enumerar
las cosas del fundador de don Blas con las que no pudiera estar de
acuerdo. Pero, por encima de todo, hubo una forma suya de vivir con la
que me sería difícil no estar completamente identificado: el
sometimiento a la lealtad. Esa lealtad de Blas Piñar a España, a la
Iglesia tradicional, a sus ideas políticas y morales de siempre, a
principios y normas tanto más bellas y auténticas cuanto más vemos que
quieren destruirlas. Esa lealtad, moneda hoy tan despreciada, me
emociona y me vence en un día como hoy.
Los que sufren, los que son atacados y vituperados, los que batallan
por cosas grandes y verdaderas, los que no se entregan a la borrachera
de las modas políticas, tan turbias a veces como rentables, son
castigados con esos silencios, esa indiferencia y esa hostilidad que
Blas Piñar sufrió en sus propias carnes incluso en vida de Franco. AD
se propuso romper el cerco numantino de silencio en torno a su figura y
hacer justicia periodística al español vivo más grande. De ninguna otra
cosa me sentiré más orgulloso cuando mi vida consagrada al periodismo
toque a su fin.
Demonizado durante años, algunos nos seguimos preguntando por qué se
atacó siempre a Blas Piñar y el Sistema carecía de respuesta para
justificar uno de los linchamientos más crueles que haya padecido nunca
un hombre público en España. Hasta los criminales de ETA y de
Paracuellos gozaron y gozan de la conmiseración que la democracia
española negó siempre a nuestro ilustre colaborador, un atlante que ya
hace 50 años quiso dar una patada de fractura al macizo pirenaico, antes
de que la Europa degenerada y pervertida nos engullera vestida con sus
mejores galas democráticas. Y eso antes, mucho antes, de que la
CIA ordenara asesinar a Carrero Blanco para acelerar el proceso de
deglutición de un país entonces vírgen y mártir.
Sin una organización electoral detrás, Blas Piñar consiguió llegar al
Congreso de los diputados en 1979. Sirvió de poco al objetivo de
revertir el caos nacional, pero al menos hubo en el Parlmento una voz
culta, elocuente y sin vacilaciones. Los ataques contra el toledano
alcanzaron durante esa época niveles legendarios. ¿Por qué se atacó
tanto a Blas Piñar? ¿Por defender lo que siempre defendió y por
mantenerse fiel a lo que un día juró? Los que más hablan de libertad,
los que más atacan los dogmatismos, los que defienden la oposición de
pareceres, fueron por añadidura quienes le pusieron un veto a su persona
y a sus rectas ideas. Y es que, frente a la talla intelectual y la
coherencia moral de algunos gigantes, los enanos sólo pueden irritarse y
poner zancadillas. Y la democracia española no anduvo nunca carente de
enanos.
Por todo ello era inevitable que los caminos de Blas Piñar y de Alerta Digital se cruzaran al cabo de los años. Blas Piñar no es un político cualquiera y AD
no es un simple periódico digital, sino, como él mismo nos definió, “un
revulsivo de la conciencia nacional”, el aglutinamiento de un
sentimiento y de una campaña en la que un detalle es perfectamente
visible: el de que en la misma no caben las medias tintas. Blas Piñar,
notario durante años de la Villa de Madrid, acostumbrado a actuar como
fedatario, logró aquí la visibilidad que el Sistema le arrebató e
incluso, al calor de estas páginas digitales, fue descubierto por muchos
españoles que no habían tenido la oportunidad de conocer su ejemplar
ejecutoria política. Blas Piñar ha seguido hasta última hora en su papel
de dar testimonio, bien elocuente por cierto, de lo que opinan cada día
más españoles que suelen ser calificados de “fachas” por la opinión
pesebrera y avinagrada.
Nadie pudo negar el derecho a Blas Piñar de defender lo que siempre
fue noble y nadie pudo negarle el derecho de recoger banderas que otros
han arrumbado al cajón de los recuerdos. Con esas banderas nos educaron,
crecimos y fuimos felices.
Blas Piñar ha fallecido tras 95 años de fertilísima existencia. Hasta
última hora estuvo trabajando y defendiendo contra viento y marea las
verdades de a kilo que algún día serán mayoritariamente reconocidas como
tales. Declaramos nuestra solidaridad absoluta con el espíritu que le
animó hasta el último instante y nuestro homenaje a la entereza y el
valor moral que representó siempre. Descanse en paz Blas Piñar López.