Axel Kicillof, “un burgués soberbio soberbio”
Alguien dijo una vez que “la diferencia entre el marxismo y el
capitalismo es que el marxismo tiene buenas intenciones y malos
resultados y capitalismo completamente lo contrario”, si bien no
conocemos las verdaderas intenciones de nuestro ministro de Economía,
Axel Kicillof, sí conocemos sus resultados.
No vale la pena describir sus fracasos en materia de política
económica, pero evidentemente el cargo de ministro le queda grande, como
también la situación coyuntural que tiene que enfrentar, quizás por no
haber sabido en forma práctica lo que es la necesidad de la gente ni
tampoco conocer la realidad de la calle, porque toda su vida y se jacta
de eso, se manejó en la teoría y en los libros, es más, ese es el
argumento que usan hasta los que lo defienden, así que lo único que
terminó haciendo Kicillof es demostrar que es un burgués que jamás
sufrió una privación en su vida, que se crió en uno de los más
exclusivos barrios porteños, estudió en el Nacional Buenos Aires, que
veranea y tiene emprendimientos comerciales en Uruguay pero nos habla de
defender la industria nacional, vive del Estado desde que se recibió de
“economista” y es uno de los lideres de La Cámpora, agrupación política
que se creó de una manera muy particular, no para acceder al poder,
sino inventada desde el poder y pretende enseñarnos a los argentinos a
que vivamos como él quiere, que de repente y por esas cosas que tiene
Cristina Kirchner, terminó manejando la economía, como si ya no hubiera
sido bastante con habernos regalado como vicepresidente a Amado Boudou,
pero tiene coherencia eso, ambos son jóvenes y fashion.
El escritor Alvin Toffler decía en su libro “El cambio del poder” que
cuando quería preparar un verdadero informe de situación y saber lo que
pasaba en un país él hablaba con el pequeño comerciante, con el
almacenero, el verdulero, con el conductor de colectivos o un taxista y
que solo por cuestiones muy técnicas usaba el asesoramiento de
economistas, no teóricos de la economía. Quizás Kicillof para ser tomado
en serio tendría que hacer eso, porque cuando se lo escucha hablar nos
damos cuenta que nunca en su vida estuvo cerca del hombre común y muchos
menos de sus necesidades, pero es cierto, Kicillof es una de esas
contradicciones que tenemos en el peronismo, se avala gente que va en
contra del sistema que decimos defender, como ya nos pasó con Domingo
Cavallo.
Lo más grave de esta situación es su soberbia y que use
constantemente el principio del “pueblo policía del pueblo”, porque en
su teoría y fundamentalmente en su discurso, Kicillof pretende, sin
dudas, crear un clima de discordia entre la gente, los comerciantes y
los empresarios, así, de una manera muy subliminal imponer su idea de
que cada habitante se convierta en un comisario político de la causa y
como todo revolucionario de café, él como es “top” será de café
Starbucks, sueña con frenar la realidad con una revolución que solo leyó
en los libros desde algún coqueto barrio de Buenos Aires o desde una
playa de Uruguay, porque él no conoce la realidad tal como es y no creo
que le importe el hombre de Villa Lugano, La Matanza, Misiones o Chaco,
porque sino y como es su deber, se tomaría las cosas en serio y si está
convencido que es un ser superior, que los argentinos somos todos tontos
y yendo aún más lejos, que el país tiene que ser manejado por una
nomenclatura al estilo soviético, donde el Estado controle todo y él sea
un referente sobresaliente de ese Estado, lo mejor que nos podría pasar
es que una mañana Kicillof se levante, se suba a su soberbia y se tire
de ahí, seguro que no se salva.