Grandes obispos de la lucha antiarriana:
San Hilario - Por el P. Alfredo Saenz
San Hilario, nacido a comienzos
del siglo IV en una familia pagana, se convirtió al cristianismo siendo ya
adulto. Hacia el 350 ocupó la sede de Poitiers. Desde que fue consagrado
obispo. Toda su actividad eclesiástica y
literaria giró en torno a la defensa de la ortodoxia frente a los arrianos
y el emperador Constancio. El año 365 asistió a un concilio en Galia, donde se
decretó su deposición y destierro a Frigia, en razón de la postura francamente
antiarriana que había asumido...
Vuelto a su sede, el
año 359, luchó como pocos contra la herejía dominante. De Hilario ha dicho el
cardenal Pie, su sucesor en la diócesis de Poitiers durante la segunda mitad
del siglo XIX, que sin él las Galias habían zozobrado en el abismo de la
herejía, quedando reducido el cristianismo a un Cristo meramente terreno. A
combatir dicha herejía dedicó toda su vida. Sus escritos, sus viajes, sus
exilios, sus oraciones no tuvieron sino ese objeto: afirmar la divinidad del Verbo,
la divinidad de Cristo y, por consiguiente, del cristianismo....
La
lucha que debió entablar Hilario fue realmente terrible. A veces decía que
hubiera preferido ser obispo en tiempos de Nerón o de Decio, ya que en ese caso
el combate habría sido contra enemigos declarados, y hubiese podido levantar su
voz en medio de los tormentos, de modo que el pueblo testigo de una persecución
manifiesta lo habría acompañado en la confesión de la fe. En cambio el asunto
era ahora más complejo. La lucha se entablaba contra un perseguidor que
engaña, contra Constancio, que finge ser cristiano, que no hace mártires, que
torna imposible la palma de la victoria. Hilario no teme desenmascararlo: “Yo
te lo digo, Constancio, tú combates contra Dios”. Para colmo, dentro de la
Iglesia eran muchísimos los obispos que consentían con el arrianismo, lo que
hacía inmensamente ardua la resistencia. Hilario entendió que no podía quedar
convertido en un simple espectador: “Es tiempo de hablar, porque el tiempo de
callar ha pasado (tempus est loquendi, quia jam praeterit tempus tacendi)”. Le
preguntaban, a veces, si no tenía miedo. A lo que respondía: “Sí,
verdaderamente tengo miedo, tengo miedo de los peligros que corre el mundo;
tengo miedo de la terrible responsabilidad que pesaría sobre mí por la
connivencia, por la complicidad de mi silencio; por mis hermanos que se
apartaron del camino de la verdad; tengo miedo por mí, porque es deber mío
conducirlos allí”.
Hilario fue considerado la columna de la fe en Occidente, por lo que lo
llamaron “el Atanasio de Occidente”... Murió en el 366.
Tanto
admiraba el cardenal Pie a su glorioso antecesor que le pidió al papa Pío XI lo
declarase Doctor de la Iglesia. Cuando el Papa accedió a su pedido, el obispo
de Poitiers pronunció una espléndida homilía donde señalaba la actualidad del
pensamiento de San Hilario:
“Que salga de su tumba, que
vuelva en medio de nosotros el gran defensor de la consustancialidad del Verbo,
el campeón de la inmutabilidad de la verdad revelada. Estamos en pleno
arrianismo, porque estamos en pleno racionalismo. Arrio no arrebató al Verbo de
Dios su divinidad sino para poner la creatura a su nivel; y la filosofía
contemporánea no proyecta rebajar al Verbo divino sino para igualarse a él,
digo mal, para elevarse por encima de él. ¡Huesos de Hilario, temblad de nuevo
en vuestro sepulcro y clamad una vez más: “Señor, ¿quién es semejante a ti?”.
ALFREDO
SAENZ – “La nave y las tempestades: La Sinagoga
y la Iglesia Primitiva - Las persecuciones del Imperio Romano – El arrianismo” Ed.
Gladius 2005. Págs.236-238
"Es tiempo de hablar, porque el tiempo de callar ha pasado"
San Hilario ora por nuestros cardenales y obispos descarriados
Fotos de catapulta.com.ar
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