Son los grandes héroes de la sociedad actual.
Admirados e imitados, se han convertido en un ejemplo a seguir por la juventud.
Los podemos ver corriendo, saltando, con sus skateboards, con sus
paracaídas, volando con sus trajes alados por entre montañas o dando
tumbos con sus motos y bicis.
¿Su gran aportación a la humanidad? Básicamente brincar y romperse
huesos, algo que por lo visto, solo está al alcance de los grandes
hombres de la historia.
¿Y cuál es el inigualable legado que dejarán estas figuras homéricas? Videos. Muchos videos en youtube.
Un auténtico tesoro cultural.
Porque por más vueltas que le demos, esta es la gran aportación al
mundo que nos brindan los héroes actuales: poses, gestos, caritas,
peinaditos, gorritas, piruetas y huesos fracturados.
¿Podría hacerlo un chimpancé? Evidentemente.
Quizás en eso consiste su heroicidad, quien sabe…
Y es que esta nueva modalidad de héroes son un reflejo claro de como es la sociedad actual.
Una sociedad donde se admira al que no aporta ningún avance ni ningún progreso real.
Una sociedad donde se adora, no al que arriesga su vida por cambiar
las cosas, dejar huella o ayudar a los demás, sino al que la arriesga
por nada, por algo tan absurdo como batir un record o recibir una
descarga de adrenalina.
El vacío de sentido elevado a la categoría de “heroicidad admirable”.
Un vacío que para más colmo no está exento de un cierto tono de superioridad moral.
Muchas veces veremos a estos atletas dándonos lecciones de vida antes de saltar al vacío o ponerse a correr.
Nos dicen, con sus posturitas, que debemos ser atrevidos,
incansables, valientes, temerarios y que debemos anhelar la “libertad”,
como ellos.
Una libertad patrocinada por Red Bull, Nike o Adidas, evidentemente.
El único tipo de libertad que se debe anhelar hoy en dia.
Es la triste paradoja del mundo en el que vivimos.
Tras siglos de luchas y sacrificios, de sangre, muerte y esfuerzos
por mejorar el mundo por parte de generaciones enteras, al final, el
héroe, el que se lleva la gloria es el saltimbanqui, el que hace
malabares y el que juega con balones.
¿Valía la pena sufrir tanto para llegar hasta aquí?
No estamos en contra de los deportistas, ni de los atletas, ni de aquellos que aman los deportes de riesgo.
Pueden hacer lo que quieran y recibiran nuestro efímero aplauso y nuestra pasajera admiración.
Pero no merecen más atención. Simplemente, deben ocupar el lugar que
les corresponde en el mundo, porque en realidad no aportan nada útil.
Aunque salten desde la estratosfera.
Las terribles consecuencias
Pero lo más triste son las terribles consecuencias que conlleva esta
constante adoración por los héroes vacíos y su nula aportación al
progreso humano.
Ya empezamos a ver los primeros síntomas de una grave epidemia social que afecta a las generaciones más jóvenes.
Generaciones que han crecido a la luz de la pantalla de su smartphone
y bajo la omnipresente mirada de una cámara y cuya única función
biológica parece ser la de sostener un móvil o una tablet.
Ya no saben distinguir dónde termina su persona y dónde empieza la red social, cual es su voz y cual es la de los demás.
Tan difusas son las fronteras de su personalidad como difuso es su propio Yo.
De hecho, a veces hasta cuesta distinguirlos unos de otros, como esos
personajes de comic Manga a los que solo les diferencia la ropa que
visten y el peinado, pues en realidad todos tienen la misma cara.
Esta generación es un modelo representativo del modelo de humanidad
hacia el que nos encaminamos si no hacemos algo urgentemente por cambiar
las cosas.
Porque la principal característica de estas nuevas generaciones no es
su extraordinaria capacidad para usar chismes tecnológicos, como
algunos nos quieren hacer ver.
La mayor característica de estas nuevas generaciones es su profunda indignidad como seres humanos.
Tan acusada que no tiene precedentes a lo largo de la historia.
Porque por primera vez en la historia de la humanidad, hay individuos
que deciden humillarse voluntariamente a ojos de los demás a cambio de
nada.
Las redes van llenas de videos con sus hazañas: adolescentes que se
auto-humillan ante la cámara y arrastran su dignidad por los suelos con
el objetivo de conseguir que el máximo número de personas se burle de
ellos.
Su único premio es el escarnio de la masa sucia y su único fracaso, pasar desapercibidos.
Es el nacimiento de un nuevo tipo de vanidad, no basada en el
enaltecimiento arrogante del propio yo, sino en la destrucción absoluta
de éste a ojos de los demás.
Un nuevo “pecado 2.0″ que por lo visto, no constaba en las “sagradas escrituras”.
Y es que jamás en la historia habíamos vivido un fenómeno como éste:
gente que se arroja de edificios, de balcones, se tiran desnudos sobre
el hielo, se estrellan con motos y bicicletas, se queman voluntariamente
el cuerpo, se arrancan los pelos, se pellizcan los pezones o los
genitales con pinzas, engullen todo tipo de productos desagradables o
reciben descargas eléctricas.
¡Y la mayoría ni tan solo ganan dinero con ello!
¡Lo hacen a cambio de nada!
Es la humillación voluntaria del individuo ante la masa y la
celebración absoluta de la destrucción de la propia dignidad como logro
vital.
¿Cual será el siguiente paso? ¿Grabar tu propio suicidio?¿Competir
por ver quién muere de forma más absurda y ridídula y arranca más risas y
visitas en la red con su patética inmolación?
Ya no falta tanto. Solo falta que alguien dé el paso y las redes sociales lo conviertan en un héroe.
Puede parecerlo, pero esto no es motivo de broma.
Las consecuencias de tal nivel de degeneración humana pueden llegar a ser gravísimas.
Porque cuando alguien es capaz de rebajarse gratuitamente y llegar
hasta donde sea necesario con tal de conseguir la aceptación de las
masas, es que no tiene ningún sentido del propio valor.
Y si una persona no se valora a sí misma y no tiene ni la más mínima
dignidad, tampoco tendrá ni un atisbo de respeto por las personas que le
rodean.
¿Y qué futuro puede tener una humanidad en la que nadie se respeta a sí mismo ni respeta a los demás en absoluto?
¿Qué futuro puede tener una sociedad donde solo se concede valor al aplauso conseguido a través de la humillación del individuo?
Todos lo estamos viendo ya.
Ahí estan, como primer síntoma, los casos de bullying en las escuelas
o de mobbing en las empresas, perpetrados por masas de seres
pseudo-humanos cuya única función es destruir la identidad de aquel que
sea diferente y aún albergue en su interior una mínima chispa de
individualidad.
Y es que lo que está sucediendo nos habla de un nuevo estadio a nivel
psico-social y nos indica que se ha culminado un largo proceso.
Estamos asistiendo al final de la gran lucha milenaria que ha pasado
desapercibida a ojos de la mayoría de nosotros, a pesar de ser el
auténtico epicentro de todos nuestros problemas.
La única guerra que todos y cada uno de los humanos, sin excepcion,
hemos librado, libramos y libraremos cada segundo de nuestra existencia:
la lucha entre el individuo y la sociedad, la necesidad de dirimir las
fronteras entre nuestra libertad individual, nuestra identidad y las
reglas impuestas por la masa.
Y por lo que estamos viendo, la masa está ganando la guerra: ya
existen individuos educados para postrarse voluntariamente ante ella y
celebrar su humillación como una victoria.
Jamás el ser humano habia llegado a tal estado de degradación.
Si pudiéramos verlo con una cierta perspectiva temporal, nos daríamos
cuenta de que lo que estamos viviendo es infinitamente más terrorífico
que una pelicula de zombies.
No somos conscientes de ello, pero asistimos a los primeros casos de
infección psicológica y si no reaccionamos ahora y de forma contundente,
en pocas generaciones no habrá quien reconozca lo que antaño fue el
género humano.
Dicen que la naturaleza conspira para crear vida y belleza.
Los humanos, por lo visto, conspiramos por ser cada vez más estúpidos.
Muchos dirán que éste es un artículo exagerado, que lo que lo que
estamos viviendo forma parte de la evolución y que lo que en realidad
hacemos es dar un paso adelante.
Y quizás tengan razon: hemos dado un paso adelante, concretamente hacia el precipio.
Celebremos pues la caída, grabémosla con el i-Phone y compartámosla en Facebook.
Por lo visto, es lo único que importa ya.
GAZZETTA DEL APOCALIPSIS