NO ES CRISIS, ES DAÑO INSTITUCIONAL
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Recibí encendidos comentarios, a favor y en contra, por la breve nota
que publiqué ayer, 22 de Julio de 2014, pidiendo perdón a Don Vicente
López y Planes. Intentaré explicar el fundamento de esas breves palabras
con las que, a modo de oración patriótica, descargué broncas y
frustraciones acumuladas.
Ya pasada una década de kirchnerismo en el gobierno, no tiene sentido
hablar hoy de crisis institucional. La etapa de la crisis institucional
quedó largamente atrás. El mal dejó de ser temporal, no porque se haya
extirpado sino porque se optó por ayudarlo a crecer y abarcarlo todo.
Asumamos que el país toma por normal lo que es daño institucional, y acá
se vive así. El riesgo cercano del default, eso que los propagandistas
del régimen se empeñan en repetir que no está pasando, no surge de un
cimbronazo económico, es pura y exclusivamente consecuencia del daño
institucional causado por el kirchnerismo y sus muchos cómplices.
Cómplices por cinismo o por idiotez, pero cómplices al fin. Con o sin
default, el daño está hecho.
En 2003 Néstor Kirchner con su escaso 22% inicial tenía que fortalecerse
dando señales claras de gobernabilidad, pero no eligió fortalecer la
institucionalidad republicana sino construir su poder, entiéndase bien:
poder por el poder mismo, el poder más corrupto. De allí la lógica de
amigo - enemigo instalada sin pruritos, porque la crisis permanente se
lleva mejor con el tono épico del relato; y fortaleciendo el argumento
de que la acción es imperiosa, presentando cada batalla inventada como
definitoria, el aturdimiento de la irreflexión logró masificar a la
ciudadanía en su desencanto. Y no bastando ello montaron un eficiente
proceso de desmemoria colectiva, con el que millones de argentinos
dudaron de su propio ser hasta que fueron los nadies, los que no se
acuerdan, los que no razonan, los que callan y otorgan.
Nunca se propuso Kirchner reconstruir las instituciones republicanas. Su
ambición, adoptada y continuada luego por Cristina Fernández, fue
encarnar el poder. Nada nuevo bajo el sol, el kirchnerismo sigue el
mismo proyecto totalitario novelado por George Orwell en "Rebelión en la
granja" y "1984", como fue la URSS, como siguen siendo Corea del Norte y
Cuba, como está ocurriendo en Venezuela.
Hoy no es sólo que algo esté mal, todo está mal. La prédica totalitaria
del gobierno cuenta con la parsimonia estúpida de buena parte de la
oposición y la masiva indiferencia de los habitadores del territorio,
porque otra cosa que debemos asumir es que en la Argentina no prevalece
el compromiso activo que surge de la conciencia ciudadana y sin el cual
es imposible hablar de ciudadanos. El vaciamiento institucional
impulsado en todos los órdenes ha sido posible por un generalizado
desprecio hacia los principios republicanos y de la Libertad, bajo esa
corriente caudalosa, cargada de prebendas y privilegios, donde unos
pocos roban billetes al peso y otros muchos picotean las migajas, la
proverbial incomodidad de los libres se doblegó frente a la comodidad de
los esclavos, comodidad que ha de extenderse mientras encuentren cajas
que asaltar.
Así es como hemos llegado a este punto, en el que padece nuestro país un
daño institucional tal que hace que la Constitución Nacional no
impresione como ley suprema de la Nación, sino como apenas una serie de
recomendaciones que puede o no seguir según sea su antojo el gobierno de
turno. De esa creencia surge la pretensión de evitar las consecuencias
de una sentencia judicial en jurisdicción extranjera, como si el relato
pudiera borrar la realidad jurídica del mundo igual que se hizo en la
Argentina.
Este daño profundo, grave, que quizá sea irreversible, hace que algunos
tremendistas murmuren que avizoran en el horizonte la probabilidad de
una guerra civil con su consiguiente baño de sangre; ¡patrañas!. Tengo
dos noticias al respecto, una buena y otra mala. La buena es que no hay
posibilidad que vaya a desatarse una guerra civil, la mala es que eso no
ocurrirá, básicamente, por exceso de agua en las venas. Señores y
señoras, si tuviéramos todas las cosas en su sitio no estaríamos como
estamos. Además, ¿otra guerra civil para qué?, si no hay republicanos en
las urnas tampoco los habrá en las trincheras.
No hay soluciones mágicas, no las hubo ni las habrá. Cumplir y hacer cumplir la Constitución Nacional, sólo eso.
Entonces es que vuelvo a decir:
Miro a mi alrededor el lamentable estado de la Nación Argentina, y me siento en falta con la memoria de Don Vicente López y Planes: perdóname Bardo de la Libertad por no encontrar la manera de acercar esta realidad al ideal del Himno Nacional, perdónanos a todos los que hoy nos decimos argentinos porque no somos dignos de tu inspiración.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
Estado Libre Asociado de Vicente López