FRANCISCO DEVASTA LOS CONVENTOS
“Cuando
una religiosa en la clausura, consagra toda su vida al Señor, se
produce una transformación que no se termina de comprender. La
normalidad de nuestro pensamiento diría que esta religiosa se vuelve
aislada, sola con lo Absoluto, sola con Dios… es una vida ascética,
penitente… Pero éste no es el camino de una religiosa de clausura
católica, y ni siquiera cristiana. El camino pasa por Jesucristo:
siempre”(mensaje a las monjas de clausura en la basílica de Santa Clara,4 de octubre).
Francisco
está enseñando lo contrario a 20 siglos de iglesia. Él no sabe nada de
la clausura, de la vida contemplativa, de la dedicación a Dios que cada
alma debe tener en el monasterio.
Quita la ascética, la vida de penitencia para dar a las monjas su vida de amor al mundo, de devoción al espíritu del mundo y así enseñarles a perder la gracia en sus corazones.
Cuando
un Obispo habla así de la vida de clausura, hay que excomulgarlo sin
ninguna duda, porque va contra el centro de la vida monástica, que es el
alejamiento del mundo y de todo lo que invite al mundo.
Un Obispo que no sabe nada de la vida ascética que desde Jesús los hombres de la Iglesia han hecho para servir a Dios.
Francisco va contra la misma enseñanza de Santa Clara: “El amor que no puede sufrir no es digno de ese nombre”. Francisco enseña a no sufrir y ese es el dogma de su nueva iglesia. Se carga a todos los santos porque los odia en su corazón.
Él
quiere una iglesia donde no se sufra, donde no se expíe el pecado,
donde no se redima al pecador. Y, por tanto, Francisco quiere una
iglesia que sirva para llevar al infierno, en la que todos vivan felices
aquí en la tierra y no se preocupen de la salvación del alma. Eso ya no
cuenta con Francisco. Por eso, es tan grave esto que ha predicado que
no merece nombre, que no tiene nombre, que por sí mismo declara la
vergüenza de quien se sienta en la Silla de Pedro.
Estas
son las joyas que Francisco propone a su nueva iglesia. Esta impureza
de pensamiento, que nace de su amor al demonio. Esta sabiduría de su
estupidez como Obispo, que declara que no sabe nada de la vida
contemplativa. Sólo predica lo que vive: su comer con los judíos, su
lavarse la cara con los ateos, su suciedad al compartir su lecho con los
homosexuales, su negocio que hace con la ramera en Roma.
Su
vida está transparentada en esta predicación, que no tiene nombre. Sólo
tiene el apodo de la necedad de un masón que se ha convertido en dios
para sí mismo y que habla a los demás creyéndose en la posesión de la
verdad. Y nadie se ha levantado para decir nada. No pasa nada. Son
palabras de un gran santo, de una persona muy humilde, de un corazón tan
amante de la vida ascética en la Iglesia.
“Jesucristo
está en el centro de su vida, de su penitencia, de su vida comunitaria,
de su oración y también de la universalidad de la oración. Y por este
camino sucede lo contrario de lo que se piensa que sea esta religiosa
ascética de clausura: cuando va por el camino de la contemplación de
Jesucristo, de la oración y de la penitencia con Jesucristo, se vuelve
grandemente humana”.
Aquí
proclama su error dogmático: su humanismo, el centro de su vida. Ya
Dios ha desparecido de su corazón. El demonio lo lleva al infierno
cantando y bailando en la vida, que es lo que a él le gusta.
Jesucristo
enseña a retirarse del mundo para hacer oración. Francisco enseña a
estar en el mundo para no hacer oración. Jesús enseña a batallar contra
el pecado, contra los apegos a todo lo humano, a crucificar la voluntad
humana, a darse por entero a la devoción de las Tres Personas Divinas
que sólo quiere una adoración en Espíritu y en Verdad.
Y
cuando un alma religiosa, de clausura va por el camino de la
contemplación, entonces odia al hombre, porque el hombre no es Dios, no
lleva a Dios. Y hace de su vida una negación de todo lo humano para
encontrar solamente la Presencia de Dios.
Francisco
enseña lo contrario: a amar al hombre y a ser muy humanos, como él lo
es. Y a este necio lo siguen los hombres que se dicen sacerdotes y
Obispos y que son como él: almas que no saben lo que es el pecado, la
expiación del pecado, el sufrimiento por el pecado y la manifestación
del pecado en la Justicia de Dios.
Francisco
pone la piedra en su mano para destruir la Iglesia, como la está
haciendo. Y se sigue diciendo en Roma que aquí no pasa nada.
“Las
monjas de clausura están llamadas a tener gran humanidad, una humanidad
como la de la Madre Iglesia: humanas, comprender todas las cosas de la
vida, ser personas que saben comprender los problemas humanos, que saben
perdonar, que saben pedir al Señor por las personas… Su humanidad: y su
humanidad viene por este camino, la encarnación del Verbo, el camino de
Jesucristo”.
Esta
frase es del demonio en su corazón. Sólo la puede decir aquel que
fornica con el demonio, como Francisco. Sólo a él se le ocurre decir que
las monjas de clausura están llamadas a comprender los problemas
humanos, cuando es todo lo contrario.
A
una monja de clausura le importa un pimiento los problemas humanos
porque no vive para el mundo, no trabaja para el mundo, no le interesa
el mundo. Sólo vive para Dios. Y el mundo que se queme en el infierno.
A Francisco le viene como anillo al dedo lo que decía Santa Clara: “Hay
unos que no rezan ni se sacrifican; hay muchos que sólo viven para la
idolatría de los sentidos. Ha de haber compensación. Alguien debe rezar y
sacrificarse por los que no lo hacen. Si no se estableciera ese
equilibrio espiritual la tierra sería destrozada por el maligno”.
Esta
enseñanza de la Santa deja a Francisco por los suelos. Él vive la
idolatría de los sentidos, que es lo que predicó a las monjas.
“Cuidar
la amistad entre ustedes, la vida de la familia, el amor entre ustedes.
Y que el monasterio no sea un Purgatorio, que sea una familia…”.
Pobre
Francisco que predica no al Purgatorio para hacer felices a las monjas
en su comunidad. ¡Qué infierno le espera a este masón!
Francisco niega el sufrimiento y está negando la Pasión de Jesús.
Francisco niega el pecado y está negando la Verdad, que es Jesús.
Francisco niega la Cruz y está negando la Redención que hizo Jesús.
Francisco
lo niega todo. Y Roma dice: aquí no pasa nada. Entonces, ¿qué es lo que
pasa? ¿Por qué todos callan lo obvio? ¿Qué se quiere decir al Pueblo de
Dios después de esto de Francisco con las monjas?
Roma,
ramera del mundo, ahijada de Satanás, que te has puesto a los pies de
tu dios: Francisco. Y a él sirves y te das a la fornicación con los
sacerdotes y Obispos que quieren un puesto y un fajo de dinero en la
nueva iglesia.
Roma: eres la maldición del mundo porque no haces nada para acallar al hereje que se sienta en la Silla de Pedro.