¿Hasta cuándo?
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Al ver y escuchar la caricatura que preside el gobierno argentino,
descalificar a todo el que no concuerde con su pensamiento autoritario,
sean empresarios, figuras de todo el espectro social u opositores, a
quienes anatematiza más acérrimamente, ¿se puede pensar que la República
podrá ser gobernada por alguien de otro signo ideológico? ¿Imaginan al
bueno de Ricardito Alfonsín haciéndose cargo de la primera magistratura
de este país encorajinado, con el peronismo como oposición? Peronistas
disidentes, no kirchneristas, UNEN, la izquierda, PRO, juntos o
separados, nada podrán hacer por rescatar a la República del abismo en
que la dejó el régimen. Porque además kirchnerato y oposición son parte
de la patología terminal que la carcome. Ellos supieron atrincherarse en
la cima de nuestra miseria y nuestro infortunio. La subversión nacional
debe salir al grito de: ¡Basta! Pero no del ciudadano partidista y
particularista, ese que mira los problemas de la Patria al ras del
suelo, angostamente, tontamente. Argentina está amenazada por la
tormenta de los hechos, cuya existencia ha sido puesta en juego por la
calaña kirchnerista. Hay que refundar a la República suprimiendo en
primer término a toda la dirigencia montonera enseñoreada en el poder.
Como también a toda esa militancia facciosa y oportunista de los
“camporistas”. La Patria está agonizando, pero no lo notamos, no lo
mensuramos porque estamos continuamente con la mirada en el pasado, nos
están reinventando la historia. Y no vemos que el futuro nos ha de pasar
por encima. Estamos ante la imposibilidad cada vez mayor de lograr una
visión en conjunto de acontecimientos y situaciones, de las que no hemos
de salir por muchas generaciones. El pasado solo nos ha mostrado que lo
que políticamente se ha hecho, fue edificado por políticos “media
cuchara”, aficionados con una dosis de suerte. Se ha jugado con el
destino de la Patria a “suerte y verdad”. Y lo han hecho todos:
oficialistas y oposición, que pretenden ofrecerle al ciudadano, la
oferta eleccionaria para el 2015. Son mismos de siempre, los que
gobernaron, los que gobiernan y pretenden perpetuarse sobre el cuerpo
raído de la Nación. Los autores de sus males. Los que defraudaron la
confianza del ciudadano, cuyo aturdimiento no obstante los dejó hacer.
Incansables en el arte de fabricar utopías, políticos maniobreros,
vuelven hoy a postularse con los mismos discursos apolillados. Y la
oposición al régimen, ha dejado que éste avanzada impunemente en la
demolición de la República, vislumbrando el destino político de ésta
desde sus mezquindades, desde la profundidad de su sótano. El Estado ha
sido convertido en una asociación ilícita dirigido por saqueadores. No
se trata de un Estado en lucha contra un ejército de antiguas
tradiciones, es un Estado delincuente que ya ni puede garantizar el
orden con el solo respeto a su existencia. Lo que aquí se llama gobierno
puede disolverse en un instante en la nada. Frente a estos fenómenos,
se concentra sombrío y amenazador el destino de la Patria cada vez más
disociada. Patria en donde ser dirigente político constituye un negocio
privado y no un asunto de alta política. Porque esto de acrecentar la
riqueza por medio de la política, es premisa de la práctica de
generaciones de dirigentes. ¿Qué podemos hacer? La conciencia vigilante
debe sumergirse en el servicio a la Nación, a su liberación. ¿Cómo la
llevaremos a cabo? De forma que podamos decir: “Por fin, ciudadanos
romanos, hemos arrojado de la ciudad, o hecho salir de ella, o
acompañado hasta despedirle cuando se iba, a Lucio Catilina, desatada
furia anhelosa de maldades, infame conspirador contra la salud de la
patria, que a vosotros y a esta ciudad amenazaba con el hierro y el
fuego” (Segundo discurso de Cicerón ante el pueblo – Catilinarias).