jueves, 12 de febrero de 2015

Aprendiendo a pensar: lógica de los sofismas (11-21)

Aprendiendo a pensar: lógica de los sofismas (11-21)




  Sofismas de lo antiguo y sofismas de lo nuevo:

Una de las actitudes prejuiciosas es el “misoneísmo”, es decir la hostili­dad hacia toda novedad (una opinión nueva, un método nuevo, un invento nuevo, etc.). Se defiende siempre lo de antes, y se afirma que es bueno; de toda cosa se concluye que es buena o que es mala según sea conforme o disconforme con lo antiguo.

[30]      El vino, en cantidades moderadas es un sano estimulante y favorece la digestión. Es una bebida saludable, pues así fue reconocido en todos los pueblos antiguos.
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      Otra actitud prejuiciosa quizás más difundida en nuestros días que la anterior es cierto “progresismo” o afán de noveda­des, hostil a todo lo antiguo, a todo lo tradicional, por el solo hecho de ser tradicional. Es también un sofisma de “cambio del asunto”, porque se intenta probar la bondad de una cosa ar­gumentando que es nueva, que es lo último que se ha propuesto sobre un asunto… pero no se demuestra que sea buena o que sea mejor que la anterior.
      Ya decía Bacon que «hay espíritus entregados por entero a la admiración de la Antigüedad, y otros al entusiasmo y apetito de cosas nuevas»[1]. Tanto uno como otro sentimientos pueden generar sofismas. Lo bueno no es tal por ser nuevo y tampoco es bueno por ser antiguo, sino que lo bueno es bueno porque es bueno.
  Argumentos “ad hominem” (acerca del hombre):
Una manera muy usual del sofisma por cambio del asunto es el denominado “sofisma ad hominem”. Consiste en dirigir la discusión, no sobre la cosa que está en cuestión (“ad rem”) sino sobre el hombre (“ad hominem”) que la sostiene, de manera que el juicio positivo o negativo que recaiga sobre la persona afecte a la proposición en cuestión. Incluimos estas argumentaciones en el género del sofisma por “cambio del asunto” porque consisten en eludir el asunto que está en discusión.
      También se denominan “personalismos” o “personalismos inju­riosos”[2]. Podemos distinguir varias subespecies de esta fala­cia:
      a)  Alusión a defectos éticos que el adversario posee o que se le atribuyen:
[31]      La teoría moral del filósofo francés Rousseau es falsa porque Rousseau abandonó a sus hijos en un orfelinato.
[32]      Se concluye que el catolicismo no es verdadero como doctrina religiosa, a partir de los defectos o vicios de un sacerdote determinado, o de muchos sacerdotes ca­tólicos.
      b)  Alusión a una enfermedad mental:
[33]      Tal teoría no debe tenerse en cuenta. No olvidemos que NN la admitía, y vivió sus últimos años en un asilo para locos.
      c)  Imputación de variaciones de opinión:
[34]      Con ocasión de discutirse en nuestro país acerca del mejor modo de regulación legal del matrimonio, es decir si debía mantenerse el régimen de indisolubilidad ma­trimonial o si debía implantarse el régimen de divorcio vincular, un senador de la minoría que defendía en la Cámara la indisolubilidad del vínculo conyugal fue blanco del siguiente argumento “ad hominem”: Un con­trincante le replicó que el mismo senador, treinta años antes, había defendido el divorcio vincular y que por tanto no debía darse crédito a su opinión.
      d) Alusión a la edad: cuando se desacredita una tesis ar­gumentando que quien la sostiene es muy joven, o también argu­mentando que quien la sostiene es un anciano.
      e)  Alusión a relaciones sospechosas:
[35]      Ese proyecto no es conveniente para nuestro Instituto, porque su autor es XX, que está en el mismo grupo de PP y RR, que siempre han buscado sabotear nuestro Insti­tuto.
      f)  Alusión al partido político, a las creencias religio­sas, etc. de una persona: Se ataca una proposición, pero sin dar razones para impugnarla, sino que se argumenta que quien la sos­tiene, es peronista, liberal, socialista, o que es católico, mu­sulmán, etc.
      g)  Referencia a la profesión u ocupación de una persona:
[36]      Un abogado dirigió la palabra a un grupo de campesinos que tenían problemas para colocar sus granos en el mer­cado, y les dio un consejo de habilidad comercial. Al­guien cuestionó el consejo diciendo:
             —¿Qué sabe un abogado sobre los negocios agrarios?[3]
      Esta falacia, en cualquiera de las modalidades expuestas, consiste en atacar a una persona, en lugar de refutar lo que ella sostiene. Puede ser válido como argumento con el cual se pretende una conclusión probable y en tal caso no se clasifica como sofisma.
      El argumento “ad hominem”, en vez de aludir a un aspecto de la persona que puede considerarse desfavorable, también puede referirse a un aspecto favorable. “Ad hominem” significa “respecto al hombre”, o “acerca del hombre”, pero no necesaria­mente “contra” el hombre, como en el ejemplo de quien, para con­vencer a otros acerca de una opinión o de un proyecto, en vez de exponer los méritos de esa opinión o de ese proyecto argumenta que el autor es muy entendido en el asunto, o que tiene las me­jores intenciones, o que goza de muy buena trayectoria, o que se ha sacrificado mucho para realizarlo, o que trabaja en tal orga­nismo internacional, o que es mundialmente conocido, etc., y con ello pretende que la opinión o el proyecto se admitan como co­rrectos.
      Aun cuando estos argumentos son manifiestamente in­con­cluyen­tes y de muy fácil refutación, sin embargo suelen ser muy efica­ces para convencer al público.

[1] Francis Bacon, Nuevo Organon.
[2] Personalismo… 3. «agravio que se dirige a una persona que se designa expresamente» (Real Academia Española, Dicc. de la len­gua, 1984).
[3] William Brinton, Roland Kimball y Richard Wing, Hacia un pen­samiento eficaz, trad. de Education for effective thinking. Tro­quel, Bs. As., 1965, p. 278.