LOS BATRACIOS Y LA VERGÜENZA
10/10/02/15
Por Mauricio
Ortín
El
oficialismo, involuntariamente y por nerviosismo, ha hecho y hace todo lo que
está a su alcance para ubicarse en el rol de sospechoso principal en el
asesinato de Alberto Nisman. Pocos días antes del trágico suceso, cuando el
fiscal presentara su denuncia por encubrimiento contra Cristina y Timerman, se
puso en marcha una operación de apriete mediático feroz para que Nisman
desistiera de llevar su denuncia a la Cámara de Diputados de la Nación o, en su
defecto, para boicotear la reunión.
De allí las amenazas oficialistas de que lo
recibirían “con los tapones de punta”,
que “no lo dejarían hablar” o que “llevarían a las barras K”. La reacción
kirchnerista a todas luces parecía excesiva si se tiene en cuenta que la
denuncia del fiscal era, según el oficialismo, un mamarracho jurídico. Pero, de
haber sido así, se trataba de una
excelente oportunidad para ponerse en víctima y, a su vez, victimizar al fiscal
y a la “corpo” judicial que se niega
a “democratizarse”. Lamentablemente
el fiscal Nisman no concurrió a esa reunión (la más importante de su vida
profesional) porque a escasas horas de llevarse a cabo apareció muerto en su departamento. Las
primeras versiones oficiales señalaron que trataba de un posible suicidio. La
presidente, en una primera carta publicada en Facebook, con ese tono pedante
que la caracteriza elucubró la hipótesis del suicidio sin tener en cuenta –aparentemente-
el mazazo emocional que significó para el mundo
que un fiscal aparezca con una bala en la cabeza un día antes del acto
estelar de la denuncia a un jefe de
Estado. Ello, supuestamente, llevó a Cristina a publicar una nueva carta en la
que admitía su (ahora) certeza de que el fiscal había sido asesinado.
Declaración que dejó “pedaleando en el
aire” a más de un propagandista del gobierno, quienes ya habían elaborado
las más fantásticas teorías sobre los motivos del “suicidio”. (Otra vez de vuelta a “tragarse el sapo” en seco y a buscar urgentemente otro.) Así fue
que aparecieron los intelectuales del kirchnerismo con el batracio del “Golpe Blando”. El cual, apenas expuesto
por Cristina, fue asumido oficialmente como la verdad misma: parafraseando a Perón,
para un K “la única verdad es la
realidad”, y la realidad no es otra que el disparate que a Cristina se le
ocurre en cualquier momento. La teoría del “Golpe
Blando” sostiene que el asesinato de Nisman fue cuidadosamente planeado y
es parte de una operación que tiene como fin debilitar el gobierno de Cristina.
Dentro de la conspiración, salvo la Cámpora y los marcianos, están todos
aquellos que de una u otra manera odian a Cristina por todo el bien que ella le
brinda a su pueblo. En primer lugar está
el diabólico Grupo Clarín, lo siguen la “corpo”
judicial, la CIA, el Washington Post, la “cadena
del desánimo”, Martina Navratilova, el diario ABC de España, los “fondos buitre”, el profesor Neurus, los
militares del Proceso, Jorge Lanata, Drácula, Stiuso, el Mosad, Hugo Moyano, la
KGB, la BMW, los sojeros, el Lobo Feroz... ,en fin, la “crema” de los malos del mundo. Ellos redactaron la denuncia y
convencieron y usaron al ingenuo Nisman para que la firmara y la presentara
para así dar “el Golpe Blando”. No es
mi intención tomarme a la chacota algo tan sagrado como la muerte de ese gran
argentino que fue Alberto Nisman; mas, no encuentro mejor manera de expresar mi
disgusto por esta burda mentira –la del “Golpe
Blando”- que repiten sistemáticamente y sin ponerse colorados aquellos que
nos tratan como a imbéciles. No tienen vergüenza, ese es el problema. Es que, para hablar con
autoridad de quien fue asesinado por buscar la verdad y la justicia, primero
hay que sentir vergüenza.