DEL GOBIERNO DE BERGOGLIO SALDRA LA MONSTRUOSIDAD DEL CISMA
«No
hay paz sin justicia y no hay justicia sin verdad. Y la verdad es que
el hombre inicuo, el vicario del anticristo está sentado en el Trono de
Pedro. El Innominado no tiene ninguna autoridad ni para decir ni para
hacer porque no es vicario de Jesucristo» (10 de mayo de 2015). La verdad es que… el vicario del anticristo está sentado en el Trono de Pedro: esta verdad sólo se puede comprender en otra verdad.
«Ahora
se han levantado en el mundo muchos seductores, que no confiesan que
Jesucristo ha venido en carne. Este es el seductor y el Anticristo.
Guardaos, no vayáis a perder lo que habéis trabajado, sino haced por
recibir un galardón cumplido» (2 Jn 7-8).
Bergoglio está sentado en el Trono de Pedro con la misión de seducir, de llevar al abismo a toda la Iglesia.
¿Qué hay que hacer? Guardarse de él. Resistidlo, atacadlo, huid de su doctrina.
«Todo el que se extravía y no permanece en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios» (Ib, 9a)
Bergoglio
no tiene a Dios en su corazón porque sigue una doctrina contraria a la
verdad. Bergoglio no es de Dios, sino del demonio.
«El que permanece en la doctrina, ése tiene al Padre y al Hijo» (Ib, 9b).
¡Cuánta
Jerarquía en la Iglesia que no permanece en la doctrina de Cristo, sino
que está extraviada en doctrina de demonios! ¡No son de la Iglesia! ¡No
son de Cristo!
¿Por qué Dios ha permitido que un seductor se sentara en el Trono de Pedro?
«Tocó
el séptimo ángel… Entonces sonaron en el cielo fuertes voces que
decían: “Ha llegado el reinado sobre el mundo de nuestro Señor y de su
Cristo; y reinará por los siglos de los siglos”» (Ap 11, 15).
La Segunda Venida de Cristo está ya a las puertas. Son pocos los que creen en esto.
Bergoglio
está usurpando el Trono de Pedro porque Cristo viene en gloria para
reinar por mil años en un cielo nuevo y en una tierra nueva.
«…vivieron y reinaron con Cristo mil años»
(Ap 20, 4): nadie cree en el milenio. Luego, nadie cree que un
usurpador esté en el Trono de Pedro. Nadie atiende al peligro que viene
del gobierno humano de Bergoglio.
Todos tienen ante sus narices ese peligro y nadie lo quiere ver.
Bergoglio
no es papa, luego hay que echarlo de la Iglesia por su herejía y por su
atrevimiento en sentarse en la Silla que no le corresponde.
Esto es lo que se debe hacer, pero esto es lo que nadie va a hacer.
Esta es la única verdad que a nadie le interesa conocer y cumplir.
El
tiempo de atacar a ese hombre ya pasó. Ahora, es el tiempo de echarlo,
de hacerlo renunciar. Si no se hace esto, todos -fieles y Jerarquía- van
a quedar atrapados en las leyes inicuas que van a salir del Sínodo, que
es la obra del Anticristo en la Iglesia.
¡Qué
pocos saben lo que es Bergoglio! ¡Qué pocos han sabido atacar a
Bergoglio! ¡Qué pocos ven que las almas van camino de condenación
eterna!
Bergoglio está llevando a las almas hacia el infierno. Pero, a nadie le interesa esta verdad.
Y
eso quiere decir que todos viven caminando hacia el infierno. Todos se
creen salvos y justos, pendientes de un hombre sin verdad, que está
destruyendo la Iglesia, más interesados en limpiarle las babas a ese
hombre cuando habla, que en poner distancias con él, con toda la
jerarquía que lo obedece y con todos los fieles tibios en su vida
espiritual, que no les interesa -para nada- la verdad de lo que está
sucediendo en la Iglesia.
La verdad es que el hombre sin ley
–el hombre inicuo- está sentado en la Silla de Pedro. Y cuando falta la
ley eterna, se hace ley el pecado. Se obliga a pecar a todo el mundo.
Cuando no se juzga ni al pecador ni al pecado, entonces se condena a todo el mundo por su pensamiento.
El
que no juzga impone a los demás su idea humana. Es un tirano, un
dictador de mentiras. Saca de su propia mente humana el concepto del
bien y del mal. Y, con ese concepto, se hace juez de todo el mundo: se
pone por encima de toda verdad, tanto divina como humana.
Jesús
no fue juzgado, sino condenado en un falso juicio. Hicieron un juicio
no para resolver una situación, sino para buscar una razón que condenara
a un hombre.
Esto
es lo que ha hecho Bergoglio con el Sínodo: allí no se van a resolver
los problemas de la familia. Allí se va a buscar una razón para condenar
a toda la Iglesia Católica, a todos los católicos que siguen la verdad
del magisterio auténtico e infalible de la Iglesia, a todas las familias
que cumplen con la ley de Dios.
Quien
no juzga, condena por imposición de su mismo pensamiento humano. Es el
imperativo categórico-moral que está en toda la Jerarquía que gobierna
en la Iglesia. Es lo que tienen en sus mentes y que, aunque sea una
herejía, un error, lo tienen que poner en ley, en práctica, en una obra.
Es una necesidad absoluta para ellos. No pueden escapar de esta
necesidad porque son incapaces de cumplir con la ley eterna de Dios.
Sólo cumplen con sus leyes, con sus pensamientos humanos hechos ley en
ellos mismos. Son esclavos de sus mentes humanas.
«Y me viene a la mente decir algo que puede ser una insensatez, o quizás una herejía, no sé» (Web vaticana)
Me viene a la mente: imperativo moral. Esclavitud al pecado de soberbia.
No
juzgo –antes de hablar- si ese pensamiento es bueno o malo. No sé si lo
que voy a decir es una insensatez o una herejía. Y, a pesar de que
tengo duda, lo digo. Y no importa que sea una insensatez o una herejía.
Eso no interesa. No me interesa si lo que voy a decir es una verdad o
una mentira; una locura o un error.
Lo
que me importa, lo que me interesa es lo que voy a decir: atiendan a
mis palabras. Céntrense en mis palabras, en mi lenguaje, en mi
pensamiento. Y sigan lo que yo digo porque yo lo digo.
Me viene a la mente:
es un imperativo categórico-moral. No lo puedo callar. No puedo pararme
a pensar si lo que voy a decir está bien o está mal. Tengo que decir lo
que me viene a la mente, aunque sea una locura, aunque sea una herejía.
Es una necesidad; es una esclavitud en mi mente. Tengo que decirlo y a
todo el mundo. Que todo el mundo lo oiga: lo digo yo, y eso basta para
agachar la cabeza y aceptar mi palabra porque es mi palabra.
¡Esta
es la audacia, la osadía, el atrevimiento de un hombre que habla sin
fundamento: no sabe lo que habla! Habla con la duda. Habla sin certeza.
Habla una locura. ¡Habla una herejía! ¡Y la quiere hablar! ¡Quiere
escandalizar a todos! ¡Quiere enseñar la herejía a todos!
Bergoglio se declara –él mismo- hereje: «…algo que puede ser… una herejía».
«Aborrece mi alma tres suertes de gentes, cuya vida me da en rostro: pobre soberbio, rico embustero y anciano adúltero y necio» (Ecle 25, 3-4).
Bergoglio:
anciano adúltero de la Palabra de Dios y necio en el conocimiento de
Dios. Ha llegado a su vejez y no ha acumulado sabiduría divina en su
alma. No sabe lo que es al amor de Dios. No sabe amar a los hombres.
Sólo sabe perseguir su necedad de vida.
¡Bergoglio
es un hombre excesivamente imprudente en el hablar, temerario, que
arrastra al peligro, que conduce a las almas hacia la perdición eterna
con su diaria verborrea barata y blasfema! ¡Y no le pesa en su
conciencia hacer esto! ¡Duerme a pierna suelta después de mostrar a las
almas -cada día- el camino para irse al infierno!
¡La desfachatez con que habla, la burla que Bergoglio hace de todos los católicos por medio de sus nefastas palabras!
El
gobierno de este loco es para los católicos idiotizados. Esos católicos
–falsos en su fe, tibios en su vida espiritual, caducos en la vida de
la gracia- que no saben llamar a un hereje por su nombre. No saben
enfrentarse a los hombres, a sus mentes, a sus obras dentro de la
Iglesia.
Hay que ser idiota para tener a Bergoglio como papa.
Hay
que ser idiota para obedecer la mente de Bergoglio, que es la mente de
un orgulloso, de uno que habla sin autoridad. Él mismo se pone por
encima de la Autoridad divina para decir su mente a los hombres. Decir
una locura y una herejía, y que todo el mundo aplauda ese dicho, esté
atento a esa idiotez.
Bergoglio,
no sólo es un hereje manifiesto: sus herejías son claras, patentes,
todos las pueden leer. Sino que es un hereje pertinaz: este hombre está
anclado en su forma de pensar, en su manera de ver la vida, y la impone a
los demás. Vive constantemente para comunicar a todos, para publicar
-por todos los medios- su falso y perverso pensamiento.
Este
hombre se desvive dando entrevistas a todo el mundo. Le gusta salir en
la televisión para expresar su maldito pensamiento. Le gusta echarse
flores, constantemente, para que lo tengan como humilde, como pobre,
como santo, como justo en sus palabras y en sus obras.
¡Qué vergüenza es -para toda la Iglesia- este sujeto!
¡No
sabemos cómo a los Cardenales, a los Obispos, a los sacerdotes, no se
les cae la cara de vergüenza cuando habla este personaje!
¡No
entendemos cómo no saltan de indignación, cómo no les hierve la sangre
viendo cómo este personaje está destruyendo la Iglesia, y cómo lleva
almas al infierno!
¡Han dejado de creer en su sacerdocio!
El sacerdocio es para salvar almas de las garras del demonio. Y ellos están dando almas a Satanás en la persona de Bergoglio.
La
Jerarquía que obedece a un hereje como su papa es enemiga de Cristo y
de la Iglesia. Son enemigos, a los cuales no se les puede obedecer,
seguir, escuchar en la Iglesia. Ningún fiel puede obedecer a la
Jerarquía que se somete a un hereje como su papa.
Bergoglio no tiene autoridad ni para decir ni para hacer porque no es vicario de Jesucristo. No es Papa. No tiene Autoridad Divina en la Iglesia. El Espíritu Santo no puede elegir a un hereje como Papa de la Iglesia.
Si
Bergoglio está sentado en la Silla de Pedro, no es por el Espíritu
Santo, sino por los hombres, que lo han elegido para una obra satánica
en la Iglesia.
¡Qué pocos se atreven a decir esto! ¡Obra de Satanás es el gobierno de Bergoglio!
¡Cuántos están en lo políticamente correcto! Y, por eso, no han atacado a Bergoglio y no son capaces de hacerle renunciar.
Para
obrar el derecho canónico es necesario primero atacar al hereje,
enfrentarse cara a cara con el hereje. Y ningún Obispo ha dicho esta
boca es mía. Todos sometidos a la mente de ese hereje. Todos culpables
de herejía, como Bergoglio. Porque quien obedece a un hereje, sigue
necesariamente su pensamiento herético: acaba perdiendo la fe.
Es
lo que se ve en todas las parroquias: sacerdotes y fieles dando culto a
los hombres. Abajándose a la doctrina protestante, comunista y masónica
de ese hereje. Todos han perdido el norte de la verdad. Están dejando a
Cristo por un plato de lentejas. Prefieren seguir comiendo y teniendo
un trabajo que hablar con la verdad en la boca.
No hay justicia sin verdad:
las obras de todos los sacerdotes y fieles que tienen a Bergoglio como
su papa son injustas, son una clara rebeldía a la Voluntad de Dios.
Sólo en la verdad se hace una obra justa. En la mentira, todo es una injusticia.
«Quien declara la verdad, descubre la justicia; el testigo mentiroso, la falsedad» (Prov 12, 17).
Bergoglio siempre está hablando la duda, el error, la mentira, la oscuridad. Habla y no sabe lo que habla: «Quien habla sin tino hiere como espada»
(Prov 12, 18a). Las palabras de Bergoglio hacen daño a toda la Iglesia,
a todas las almas. Enferman más a las almas, porque sólo «la lengua de los sabios, cura» (ib, 18b).
Todo
lo que se está levantando en la Iglesia con Bergoglio es una
injusticia. Todas las parroquias están llenas de obras injustas, obras
sin verdad, obras sin fe. Es el inicio de la gran apostasía de la fe.
Todos se alejan de la justicia de Dios porque se creen justos en sus
mentiras, en sus falsedades, en sus errores. Justos porque tienen a
Bergoglio como su papa.
Todos viven en el camino de la condenación eterna porque se han justificado a sí mismos con sus pensamientos humanos.
Condenarse es llamar a Bergoglio como papa, es tenerlo como papa, es obedecerlo como papa.
Muchos
dicen: como los Obispos lo mantienen en el Papado, a pesar de sus
herejías, como no han aplicado el derecho canónico, entonces hay que
tener a Bergoglio como papa. Esto es pecar, hacer pecar y vivir en el
pecado. Mantenerse en este pecado. No arrepentirse de este pecado porque
no se ve como pecado.
El
silencio culpable de los Obispos hace que los fieles obren un
imperativo moral: hay que tener a Bergoglio como papa de la Iglesia
Católica. Cuando la ley de Dios dice lo contrario: Bergoglio no es papa
porque es hereje.
La
Iglesia: ¿es el cumplimiento de una ley canónica o el de una ley
divina? Si nadie cumple con la ley canónica eso no quiere decir que no
estén sujetos a la ley divina, que no haya que cumplir con la ley
divina. Todos pecan por ponerse por encima de la ley divina al no
cumplir con la ley canónica. Todos pecan por cumplir con la palabra
oficial en la Iglesia, palabra de hombre que no puede salvar ni
santificar; que no puede justificar el mal en el gobierno de la Iglesia.
Ese
silencio culpable condena a muchas almas al infierno. Un silencio
culpable que obra el pecado en muchas almas, que hace pecar, que
justifica a un hereje en la Iglesia.
¿Para qué son Obispos de la Iglesia? Para hacer pecar a los demás.
¡Han dejado de creer en su sacerdocio!
Mayor pecado que el de Adán es lo que se ve en toda la Jerarquía actual de la Iglesia.
La misión de Adán era sembrar su semilla para formar la humanidad que Dios quería.
La misión de todo sacerdote es sembrar la Palabra de Dios en las almas para que se puedan salvar y santificar.
Adán rehusó a esa misión y engendró una humanidad para el demonio. Pero esa humanidad todavía podía salvarse por la gracia.
Los
sacerdotes y Obispos rehúsan a su misión y hacen que las almas ya no
puedan salvarse por la gracia. Hacen hombres sin capacidad de salvar su
alma. Porque les presentan, siembran en sus almas la palabra de la
condenación. Les dan falsos sacramentos. Levantan para esas almas una
iglesia maldita en sus orígenes.
Toda
esa Jerarquía que obedece a un hereje está creando el cisma dentro de
la Iglesia Católica. Y van a perseguir y excomulgar a todos los
verdaderos católicos que no pueden obedecer a un hereje como papa.
Del
gobierno de Bergoglio va a salir una monstruosidad: una iglesia
modernista dirigida por un falso papa, que es el falso profeta que
combatirá a la iglesia remanente, que defiende la tradición y el
magisterio. Iglesia que será clandestina y perseguida.
El fruto del gobierno de Bergoglio: el gran cisma en el interior de la Iglesia.
«Yo os traje a la tierra fértil…»: a la Iglesia Católica;
«…para
que comierais sus ricos frutos. Y en cuanto en Ella entrasteis
contaminasteis Mi Tierra e hicisteis abominable Mi Heredad»:
pocos entienden que ha sido la misma Jerarquía la que ha obrado esta
abominación que vemos en el Vaticano. Ellos han hecho abominable la
Iglesia en Pedro. Lo han contaminado todo. La han destrozado. La Iglesia
Católica está en ruinas.
«Tampoco los sacerdotes se preguntaron: ¿Dónde está el Señor?»: ¿está Cristo en Bergoglio? ¿Tiene Bergoglio el Espíritu de Pedro? ¿El Espíritu Santo puede poner a un hereje como Papa?
La
Jerarquía de la Iglesia vive sin Dios dentro de Ella: vive sin buscar
la Voluntad de Dios. No les interesa ser Santos en la Iglesia. Sólo
quieren que los demás los alaben y los tomen por santos y por justos en
sus decisiones.
«Siendo ellos los maestros de la Ley, Me desconocieron, y los que eran pastores Me fueron infieles» (Jer 2, 7-8).
Dios
les ha dado la vocación a muchos sacerdotes y Obispos, los ha traído a
la Iglesia Católica, y ellos están levantando una nueva iglesia porque
desconocen la riqueza espiritual de su sacerdocio. Son infieles a la
gracia que han recibido en sus sacerdocios. Son sólo fieles a las mentes
de los hombres, al lenguaje que todos ellos emplean para mostrar al
mundo su gran soberbia y su orgullo demoledor.
Es
tiempo de persecución. Cuando no se hace caso al clamor de la verdad,
se persigue al que la clama para que no moleste en la obra de
abominación que se ha levantado en Roma. Necesitan una iglesia en la que
todos estén de acuerdo en la maldad. Los que no quieran esa maldad,
tienen que desaparecer del mapa. Ya lo están haciendo a escondidas,
ocultamente, sin que nadie se entere. Pero viene el tiempo de hacerlo
público, porque esa maldita iglesia de los modernistas tiene que ser
visible para todos, universal, mundial, tiene que apoyar el nuevo orden
mundial.
No hay paz sin justicia:
sólo la guerra, las persecuciones se suceden por la obra de la
injusticia de la falsa iglesia en Roma. La infidelidad a la gracia trae
consigo la pérdida de la paz, tanto en el mundo como en la Iglesia.