Sobre la estupidez
Reproducimos hoy parcialmente
un artículo sobre la estupidez y los estúpidos. Esperamos que sea de provecho
para todos, principalmente para los redactores de esta bitácora, que no están inmunes
de ningún defecto intelectual o moral. Pero se lo dedicamos a un anónimo persistente que a diario hace de troll en nuestra bitácora, con
nuestros mejores deseos de que mejore. Hasta tanto no cambie, no
publicaremos sus comentarios porque sería cooperar con su estupidez, que
ya es muy grave.
El filósofo francés Adam realizó
hace varias décadas un estudio sobre «la estupidez» en el que enumera algunas
características del sujeto — el estúpido— que se caracteriza por ostentar dicha
«virtud»:
No se interesa por el
conocimiento.
No acepta el esfuerzo.
No toma en cuenta la realidad.
Sus limitaciones no le molestan
sino que es feliz en su estado.
En lo epistemológico, el estúpido
da importancia a lo que no la tiene, a lo fútil, lo evanescente. Explica
fenómenos banales que no necesitan explicación. No aprende cosas nuevas sino
que se repite. En una discusión, no se apoya en argumentos. Le gusta lo
superficial y no echa de menos otras dimensiones del pensamiento.
En lo social, el estúpido usa las
palabras sin poner atención en su sentido. Se niega a prestar atención a las
razones expuestas por los otros. No toma en cuenta la realidad. Convierte en
víctimas a las personas sensatas, expuestas a su torrente de palabras. Adam no
duda en calificar la estupidez como una agresión contra la sociedad. El
estúpido llega a ejercer un «terrorismo intelectual» sobre su entorno porque,
en la conversación, impone lo irrelevante, salta entre temas...
El ser inteligente, por el
contrario, muestra una disponibilidad hacia lo real. Adam subraya que reconocer
las limitaciones propias en cuanto a los conocimientos es estar ya en camino de
aprender (…)
UNA GUÍA RÁPIDA PARA RECONOCER A
LOS ESTÚPIDOS
Los estúpidos no se interesan por
la realidad. Se «desconectan» de ella de manera activa y militante,
reemplazando el mundo por su propia actitud frente al mundo. No se interesan
por los datos precisos, por los diferentes niveles de abstracción, ni tampoco
por las posibles perspectivas divergentes. La tendencia de los estúpidos es
creerse el centro del universo, y una conversación es para ellos en primer
lugar una posibilidad de decir su opinión. Hablan de sí mismos. Es un tema en
el que no necesitan realizar una investigación previa y en el que son expertos.
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