viernes, 29 de mayo de 2015

La Vida en miniatura


La Vida en miniatura


En estos tiempos, en que reina la confusión y las ambigüedades, no es para nada raro que no sepamos qué hacer ni qué decir cuando se nos presentan interrogantes y criticas con respecto a la defensa de la vida. Frente a una sociedad hedonista, que busca todo lo contrario en pos de un falso modelo de verdad, de justicia y libertad, queriendo atribuir “derechos” a diestra y siniestra, sin la cuota de responsabilidades, ya sean sociales o individuales, que ellos conllevan.
 
Y ¿por qué no sabemos qué hacer? Porque no sabemos dónde ni a quien mirar. Muchas veces, quienes deberían guiarnos, se comportan de maneras que nos llenan aún mas de dudas, ya sea con sus comentarios o acciones, y ¡quedamos en ascuas! ¡no sabemos para donde disparar!.
Es por ello que, hoy más que nunca, es necesario destacar, redescubrir y dar a conocer verdaderos modelos, arquetipos de la defensa de la vida.
Escribe el padre Alfredo Sáenz: “El arquetipo es así una suerte de modelo original que GOLPEA al hombre y lo ATRAE por su ejemplaridad; un primer molde inmóvil y permanente, una forma o idea concretada en una persona, que tiende a MARCAR al individuo, instándole a su IMITACIÓN” (Arquetipos Cristianos, pag.8).
Los arquetipos y modelos se nos proponen para que podamos salir de nuestra comodidad y elevarnos, trascendernos.
La forma en que la vida de éstos modelos nos “golpea” y mueve a “imitarlo” es con el golpe de la ADMIRACIÓN, ese “sentimiento que brota del alma cuando el hombre percibe, sea la belleza física de alguien, sea su grandeza moral o su bondad, realizadas en un grado EMINENTE” (Ídem,)
El gran Arquetipo es Cristo, pero, también, se nos presentan modelos que, habiendo imitado a Cristo con espíritu magnánimo, participan más de cerca de su ejemplaridad: los Santos. Y no en muchas ocasiones estos hombre y mujeres se destacaron por virtudes o cualidades que hayan resultado agradables para la época en que les toco vivir (ni siquiera en ésta época), sino todo lo contrario. Son justamente estos arquetipos los que debemos imitar, aunque su ejemplo moleste al mundo.
Tal es el caso del Dr. Jerome LeJeune, médico genetista  y profesor francés, reconocido por descubrir, entre otras cosas, que el síndrome de Down se debe a la presencia de una anomalía cromosómica: la Trisomia 21, y ha sido considerado el Padre de la Genética Moderna.
¿Por qué lo presentamos como un modelo? Porque supo hacerle frente a la Cultura de la Muerte  enarbolando la Bandera de la Vida, sin tapujos ni respetos humanos, prefiriendo incluso despreciar la fama y reconocimiento humano para honrar la verdad y honrar a Dios.
 El Dr. LeJeune estaba postulado al Premio Nobel, pero para adquirir tal distinción, tenía que abandonar su línea Pro Vida (en esos tiempos, Francia debatía el Proyecto de Ley de Aborto Eugenésico, y por todo el mundo se extendía el libertinaje sexual con todas sus consecuencias). Ahora bien, no solo se mantuvo firme en su postura, sino que tuvo la valentía de llevar la causa Pro Vida a las Naciones Unidas y de referirse a la Organización Mundial de la Salud diciendo en un discurso: ”He aquí una institución para la salud que se ha transformado en una institución para la muerte”. Como era de esperarse, desde ese momento fue tachado de fundamentalista, los fondos para sus investigaciones fueron retirados, y, obviamente, perdió el Premio Nobel.
Esto solo animó mas al Dr. LeJeune para no solo mantenerse en su postura, sino salirle al paso a la Cultura de la Muerte con fundamentos científicos, dejando en claro que desde la concepción nos encontramos frente a un ser humano; “Cada uno de nosotros tiene un momento preciso en que comenzamos. Es el momento en que toda la necesaria y suficiente información genética es recogida dentro de una célula, el huevo fertilizado, y este momento es el momento de la fertilización (fecundación, concepción). Sabemos que esta información está escrita en un tipo de cinta a la que llamamos ADN… la vida está escrita en un lenguaje fantásticamente miniaturizado”” Si el mensaje es un mensaje humano, el ser es un ser humano”.

También, en sus estudios tira por el piso la Teoría de Genero, demostrando que no sólo somos hombres o mujeres a causa de una “imposición cultural”, sino que está determinado en nuestros genes desde el mismo inicio de nuestra existencia: “ El descubrimiento consiste en que el subrayado del mensaje masculino le dice a la primera célula cómo construir la membrana que va a proteger al bebé y cómo construir la placenta que tomará las provisiones de sangre de la mamá; así, de hecho, el hombre tiene en la primera célula el deber de conseguir el alimento y construir el albergue, de construir la choza y salir a cazar. Por el contrario, el mensaje femenino es el de cómo formar diferentes partes que al ser ensambladas formaran un bebé.
Es verdaderamente extraordinario que la división de las tareas que encontramos en los mayores ya está escrita en el diminuto lenguaje de la genética en la primera célula de un milímetro y medio de ancho que es el epítome, el resumen, la disminución a la mínima expresión de la persona humana (Discurso dado el 7/6/1990 ante la Asamblea Legislativa del Estado de Lousiana, USA)
El Dr. LeJeune fue presidente de la Pontificia Academia para la Vida, nombrado en febrero de 1994, pero falleció el 3 de Abril del mismo año, nada más ni nada menos que un Domingo de Pascua. Como parte de su legado creó junto a su familia una fundación para estudiar y tratar el Síndrome de Down y otras alteraciones genéticas mentales, ayudando a miles de personas hasta la actualidad, brindando tratamientos físicos y psicológicos, orientándolos para tener una calidad de vida mayor y para aprovechar sus capacidades.
El 28 de Junio de 2007 se inicio su causa de Beatificación y Canonización. El proceso diocesano concluyo el 11 de Abril de 2012 en París.
Recemos para que sea reconocida oficialmente la santidad de su vida, y, sobre todo, imitemos su entrega generosa al servicio de la Verdad y de la Vida, su fortaleza para decirle NO a los que quieren instaurar la Cultura de la Muerte, aunque eso desagrade al mundo contemporáneo.
“ Oh Dios, que has creado al hombre a tu Imagen y le has destinado a compartir Tu Gloria, te damos gracias por haberle dado a tu Iglesia el profesor Jerome LeJeune, eminente servidor de la vida.
Él supo poner su penetrante inteligencia y su fe profunda al servicio de la defensa de la vida humana, especialmente de la vida en gestación, en el incansable empeño de cuidarla y sanarla. Testigo apasionado de la verdad y de la caridad, supo reconciliar, ante los ojos del mundo contemporáneo, la fe y la razón.
Concédenos por su intercesión, según Tu Voluntad, la gracia que te pedimos, con la esperanza de que pronto sea contado entre el número de tus santos. Amén”