“Generosos” y “tacaños”
La sociedad es como una torre: cuanto más sólidos y profundos son sus cimientos, más alta puede ser su construcción. El fundamento de la familia y de la sociedad es la moral.
Los “tolerantes”, de “espíritu amplio”, llevan a los “prudentes” a
aceptar un mundo sin Dios ni ley.
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La sociedad es como una torre: cuanto más sólidos y profundos son sus cimientos, más alta puede ser su construcción.
El fundamento de la familia y, por lo tanto, de la sociedad es la
moral. Si esta base es insuficiente, cuanto más alta vaya siendo la
torre de la civilización, mayor y más próxima será su ruina.
Y, cuando los escombros que llenen la tierra hayan demostrado la
debilidad del edificio, los arquitectos de torres de Babel envidiarán la
casa de amplios cimientos y de una altura proporcionada que desafía a
las intemperies y se burla del tiempo.
La Iglesia, que pudo actuar libremente hasta el siglo XIV, puso
profundos cimientos para después construir sobre ellos no un monumento
vano de un orgullo temerario, sino el edificio fuerte y admirable de
prudencia y de sabiduría que fue la Civilización Cristiana. Los
fundamentos que restan, aún hoy soportan el peso inmenso de un mundo que
se desmorona.
Y,
cuando los escombros que llenen la tierra hayan demostrado la debilidad
del edificio, los arquitectos de torres de Babel envidiarán la casa de
amplios cimientos y de una altura proporcionada que desafía a las
intemperies y se burla del tiempo.
Los gérmenes que amenazan nuestra existencia, nacieron de la
inobservancia de las leyes de Dios y de la Iglesia. Hoy como ayer, una
inmensa cantidad de hombres, organizados y actuando en diversos niveles,
continúan socavando estos fundamentos: son los que se auto-titulan
“liberales”, “generosos”, “tolerantes”, hombres “modernos” y de
“espíritu amplio”. Bajo diversos pretextos y sofismas, van llevando a la
masa incontable de los “prudentes” a aceptar la construcción paulatina
de un mundo sin Dios ni ley.
Ellos acusan a quienes se oponen a sus designios de tacaños, mentes
estrechas y sin generosidad, cuando no de fascistas y otros epítetos
intolerantes.
Esta demolición que está siendo realizada en nuestro país, fue muy
bien descrita por el dirigente del MIR, Andrés Pascal Allende: “Estamos
hablando no sólo de un cambio político, es también un cambio de forma de
vida, es un cambio civilizatorio (…) Ése es un cambio más radical y más
profundo que el que nunca nosotros nos planteamos antes”.
(Puede bajar gratuitamente el libro: “La Revolución Cultural: un smog que envenena a la Familia chilena“)