Ponerle a un centro cultural el nombre “Néstor Kirchner” equivale a
bautizar con el nombre de “Herminio Iglesias” a un “centro de lucha
contra el analfabetismo”. Sin embargo, el régimen vigente se da esos
gustos y desde que el malviviente insistentemente homenajeado murió en
octubre del 2010, el régimen no deja mausoleo por construir, ni estatua
por imponer ni nombre suyo por encajar.
Pero ahora, siempre con plata
ajena, el régimen elevó el culto a la personalidad a una escala más
ambiciosa que lo habitual, al construir el mencionado “centro cultural”,
el cual es un suntuoso centro proselitista que cuenta con 116.000
metros cuadrados, nos costó 2400 millones de pesos (según informó el
cajero Julio de Vido) y las dos salas abiertas al público que ya pueden
ser visitadas tienen muestras permanentes de propaganda partidaria: una
dedicada a Néstor Kirchner y la otra, a Eva Perón. La coherencia y la
correspondencia no podía haber sido mayor ni mejor, siendo que estas
vergonzosas inmoralidades no podrían haber contado con una mejor musa
inspiradora que en la venerada “abanderada de los humildes”.
La Jefa Espiritual
Promediaba 1952 y la vida de Eva Perón se apagaba como consecuencia
de un cáncer que la venía consumiendo desde hacía dos años. Cada acto o
ceremonia era una ocasión obligada para replicar loas a la sufriente
matrona y el feriado del 1 de mayo (día del Trabajador) brindaba un
renovado motivo para agasajarla. Fue allí cuando la agonizante consorte
hizo su última aparición pública en el tradicional acto de masas en
Plaza de Mayo, brindando probablemente el discurso más frenético de su
corta y trajinada vida. Tras comenzar su arenga calificando a Perón como
“el líder de la humanidad”, llevó su furia verbal al paroxismo
sentenciando: “yo saldré con las mujeres del pueblo, yo saldré con los
descamisados de la patria, muerta o viva, para no dejar en pie ningún
ladrillo que no sea peronista…yo quiero que mi pueblo sepa que estamos
dispuestos a morir por Perón, y que sepan los traidores que ya no
vendremos aquí a decirle ¡Presente!, a Perón, como el 28 de septiembre,
sino que iremos a hacernos justicia por nuestras propias manos”[1].
Días después, el Congreso de la Nación, en un marco de interminables y
empalagosos discursos sancionó la Ley 13.202 a fin de que la
“Abanderada de los Humildes” tuviera derecho al uso del collar de la
Orden del Libertador General de San Martín, soberbia joya de 4.584
piezas, de las cuales 3.821 eran de oro y platino, y el resto 763 piezas
preciosas (diamantes, rubíes y esmeraldas). Pesada alhaja confeccionada
puntillosamente por la joyería Ghiso (que luego demandaría al Estado
por el cobro de la joya)[2]. Dentro de la maratónica competencia de
alabanzas que se disputó en el recinto, probablemente una de las más
rastrera haya sido la efectuada por la diputada Escardó, quien elevó a
Eva Perón por encima del Gral. San Martín: “San Martín renunció a todo
después de su lucha titánica y se alejó de la patria por la
incomprensión de sus contemporáneos. Eva Perón renuncia a la
vicepresidencia de la Nación y continúa firme en su puesto de lucha con
el beneplácito y el amor de su pueblo, haciendo, alentando, orientando,
iluminando todo con el haz poderoso de su corazón, porque ese corazón es
luz de estrella, tutela para la patria toda”[3]. Sin embargo, piropos
de este tenor quedarían reducidos a la nada comparado con los que Eva
recibió el 7 de mayo, cuando cumplió los treinta y tres años de edad y
la obsecuencia parlamentaria la nombró como “Jefa Espiritual de la
Nación”, un honor inventado por el inefable Héctor Cámpora. En esa
extenuante sesión se llevaron adelante 84 discursos en los cuales los
legisladores ya no sabían qué elogio imaginar para ganarse una palmada o
un ascenso. La Senadora Castiñeira dijo que “Eva Perón reúne en sí lo
mejor de Catalina la Grande, de Isabel de Inglaterra, de Juana de Arco y
de Isabel de España, pero todas estas virtudes las ha multiplicado, las
ha elevado a la enésima potencia”. Sin embargo, la Senadora Larrauri en
franca discrepancia con su antecesora retrucó: “Yo no acepto…que a Eva
Perón se la compare con ninguna mujer, con ninguna heroína de ningún
tiempo, porque a muchas de ellas por no decir a todas, eminentes
escritores tuvieron que magnificar su historia. En cambio no hay
escritor, por inteligente que sea, que pueda trazar fielmente la
historia de las realidades de Eva Perón”. El diputado Teodomiro de la
Luz Agüero teologizó el elogio y habló de “la esencia semidivina de
Evita”. El diputado Rodríguez osó decir que el libro de Eva “La Razón de
mi vida” “es un método global de lectura y escritura”. La Diputada
Ortíz de Sosa habló de “la sublime autora del libro más excelso que
hayan leído los hombres” y para rematar, el sindicalista Alonso aseguró
que el texto de marras no fue editado en Estados Unidos “porque el libro
amenaza la estabilidad del régimen opresivo”[4].
A pesar de estar en la última etapa de su corta vida, Eva no
escatimaba en ambiciones. Tanto es así que ella misma desde hacía meses
venía planificando la construcción de un faraónico monumento en cuyo
interior quería que tras su deceso se depositaran sus restos a modo de
cripta. El encargo de tan egolátrico proyecto le fue encomendado al
escultor italiano León Tomassi, quien recibió expresas instrucciones de
la interesada de que el interior del mausoleo se pareciera a la tumba de
Napoleón. Luego, entre junio y julio de 1952, el Congreso votó una
serie de leyes para poner en marcha el proyecto y Eva dio expresa
instrucción de que su colosal panteón fuera ubicado en la Plaza de Mayo,
con el inconveniente de que las desaforadas dimensiones del monumento
que Eva ordenó para homenaje de sí misma excedían los tamaños de la
plaza[5], lo cual motivó al diligente Héctor Cámpora a proponer la
siguiente solución: “Se pueden demoler los edificios de la Intendencia
Municipal y de La Prensa”[6].
El ministro Dupeyrón calculó la confección de la construcción en 140
metros de altura, con una estatua de 53 metros y 16 figuras de 5 metros
de alto cada una. Esto equivalía a un conjunto arquitectónico mucho más
alto que la Basílica de San Pedro, una vez y media más grande que la
Estatua de la Libertad en Nueva York y tres veces el Cristo Redentor de
Río de Janeiro. Su dimensión era similar a la pirámide de Keops, aunque
mucho más ostentosa puesto que debía adornarse en mármol de Carrara[7].
El mausoleo estaba valuado en más de 400 millones de pesos.
Hacía tiempo que en la cúpula gubernamental se había perdido el
sentido común y el lastimoso espectáculo con visos mortuorios todos los
días sorprendía con alguna nueva extravagancia sin escatimar ningún
recurso demagógico con tal de explotar las sensibilidades de la gente
más humilde de la comunidad: el 18 de julio Perón ordenó a uno de los
médicos que la atendía (el Dr. Pedro Ara Sarriá), que tras su muerte a
Eva se le embalsamara el cuerpo.
En tanto, las sufrientes masas peronistas acudían en constantes
plegarias, regalos, amuletos y todo tipo de ritos convencionales y no
tanto, pero tendientes a implorar por la recuperación de su obsequiosa
jefa, cuyo triste desenlace se apreciaba como inminente.
El sábado 26 de julio Eva Perón cayó en coma y su cura confesor
Hernán Benítez le administró el Sacramento de la extremaunción. A las
8:23 de la noche de ese día los médicos confirmaron su muerte. El
siempre atento Raúl Apold (el Secretario de propaganda de Perón) decidió
que esa hora no era conveniente desde el punto de vista propagandístico
y entonces se determinó que Eva “murió a las 8:25”, cifra redonda y más
entradora para la posterior campaña mediática que él ya tenía preparada
para lanzar con toda la parafernalia.
Sin perder un segundo, tras el anuncio del deceso se trabajó a gran
velocidad para embalsamar el cuerpo de la difunta mientras el aparato
del Estado preparaba una soberbia puesta en escena para explotar al
máximo el episodio luctuoso. Los coreógrafos y vestuaristas encargados
del espectáculo determinaron que se exhibiría el cuerpo de la difunta en
la sede de la CGT, se colocaría en sus manos el Rosario que le otorgó
el Papa Pío XII, se le anexaría una mortaja con la bandera argentina y
el hermético ataúd tendría una tapa de vidrio, a fin de facilitar la
visualización del público asistente a la exhibición mortuoria que la
dictadura de Perón pondría en marcha durante intensas semanas. Al mejor
estilo hollywoodense y sin descuidar el menor detalle, para montar el
show business el régimen contrató a la firma 20tH Century Fox para
filmar la función a colores, tecnología novedosa y costosísima para
entonces.
El cuerpo fue trasladado al Ministerio de Trabajo en el marco de una
procesión organizada y multitudinaria plagada de ofrendas florales. La
dictadura declaró lunes y martes el duelo e impuso a todos los empleados
públicos de cualquier área y envergadura llevar el luto obligatorio
bajo pena de encarcelamiento a quien incumpliera la medida. El
miércoles, ya sin duelo, los negocios debían obligatoriamente exhibir
escaparates con fotos de Eva en homenaje compulsivo e
institucionalizado. Las agujas de la torre del Ministerio de Trabajo
quedaron fijas para siempre a las 8:25. Los noticieros de la noche que
empezaban a las 8:30, por decisión del régimen ahora empezarían a las
8:25, siempre en honor al adulterado horario fabricado por Apold. Los
cines vespertinos a las 8:25hs cortaban la emisión del filme para que se
conmemorase a Eva con un minuto de silencio y el público de pie. Todas
las mañanas los argentinos debían observar quince minutos de silencio
para escuchar la lectura de pasajes del libro “La Razón De Mi Vida” que
se transmitían en vivo por micrófonos, y a la ciudad de La Plata,
capital de la Provincia de Buenos Aires, se le cambió el nombre
rebautizándola como Eva Perón[8]. Todos los días a las 8:25hs la luz
eléctrica en todo el país relampagueaba durante un minuto en señal de
“homenaje” y por radio y televisión era obligatorio emitir el siguiente
mensaje: “ocho y veinticinco, hora en que Eva Perón entró en la
inmortalidad”, costumbre que el régimen impuso y extendió hasta su caída
en 1955.
Durante todas esas semanas el gobierno ordenó que las crónicas sobre
Eva incluyan los siguientes elogios: “Jefa Espiritual de la Nación”,
“ilustre extinta”, “la más grande mujer de América”, “abanderada de los
humildes”, “impar ciudadana”, “mártir del trabajo”, “puente de amor
entre el pueblo y Perón” y “símbolo de todas las virtudes que modelan la
arcilla humana de la divinidad”[9], entre otros conceptos de barniz
sobrenatural. Los diarios del régimen competían por ver cuál era el más
audaz en sus elogios, torneo que quizás haya ganado el matutino La
Época, el cual colocó a la difunta por encima de Santa Teresa y también
de Juana de Arco[10].
El carnaval fúnebre de las procesiones oficiales se extendió casi dos
semanas más en un organigrama de pomposos desfiles de enfermeras de la
Fundación Eva Perón, obreros de la CGT y elegantes columnas militares.
En total hubo 17.000 efectivos de las tres armas participando de la
formación[11]. La última procesión se dio paseando el cuerpo finalmente
hasta el Congreso, en donde se exhibió el cadáver un día más.
Nada se economizaba a la hora de prolongar, exacerbar y mantener
sensibilizadas sine die las elementales pasiones de los sectores más
domesticables de la sociedad, inmoral mecanismo político que el
kirchnerismo heredó e incorporó con notable capacidad de adaptación.
_____________________
[1] PAGE, JOSEPH A: “Perón, una Biografía”. Sudamericana de Bolsillo; 1ª edición, 2005, pág. 309.
[2] Ver Gambini, Hugo. “Historias del Peronismo (La obsecuencia-1952-1955)” Ediciones B Argentina S.A., 2007. Pág. 57
[3] ORONA, JUAN V.: “La dictadura de Perón”. Colección Ensayos
Políticos Militares, Tomo IV; Bs.As, Talleres Gráficos Zlotopioro, 1970,
pág 135
[4] LUNA, FÉLIX: “Perón y su tiempo. 1950-1952. La Comunidad Organizada”. Tomo II. Ed. Sudamericana, BsAs. 1985, págs. 264, 265.
[5] Entre los primeros aportes para financiar el monumento figuran
retenciones de sueldos hechas compulsivamente a los trabajadores y
aportes del Club Boca Juniors.
[6] Citado en Gambini, Hugo. Historias del Peronismo (La obsecuencia-1952-1955) Ediciones B Argentina S.A., 2007. Pág. 83.
[7] GAMBINI, HUGO: “Historia del Peronismo (La obsecuencia-1952-1955)” Ediciones B Argentina S.A., 2007. Pág.85.
[8] PAGE, JOSEPH A: “Perón, una Biografía”. Sudamericana de Bolsillo; 1ª edición, 2005, pág.315.
[9] MERCADO, SILVIA: “El Inventor del Peronismo: Raúl Apold, el
cerebro oculto que cambió la política argentina”. Ed. Planeta; 2013,
pág. 201.
[10] Ver Gambini, Hugo. “Historias del Peronismo (La obsecuencia-1952-1955)” Ediciones B Argentina S.A., 2007. Pág.68.
[11] GAMBINI, HUGO: “Historias del Peronismo (La obsecuencia-1952-1955)” Ediciones B Argentina S.A., 2007. Pág.71.