Cuando la mentira es “la verdad”
por
Hasta
para mentir se debe guardar cierto pudor. No hacerlo entraña tornar
palpable el desprecio que se siente por el interlocutor. Si bien el acto
de mentir no es ajeno a la naturaleza humana y aún menos a los
políticos, una cosa es mentir y otra es hacerlo a los gritos por Cadena
Nacional. Otra cosa también, considerar a la mentira política como parte
de lo cotidiano y normal. Cuando gran de los individuos que componen la
sociedad se vuelve tolerante a la mentira descarada y sistemática que
baja desde el poder del Estado se establece, más que de engañador a
engañado, una relación de psicópata a psicópata.
Ello es así porque,
tanto a los saben que mienten como a los que saben que se les miente, no
les importa la verdad. Son pragmáticos, han construido una relación
perversa a partir de un relato que funciona para ambos bandos y, así
vengan degollando, darán pelea. Mas, tiene el impedimento insalvable de
que, a la realidad, a tozuda no le van a ganar. Ese será el momento de
la verdad; lo que no quiere decir, necesariamente, que sobrevendrá con
ella la justicia y la dicha.
El discurso de la presidente Cristina Kirchner en el día de ayer tuvo
aspectos que van desde lo sórdido a lo infantil pasando por lo
monstruoso y lo cínico. Acusar de mentirosos a los que afirman que el
asesinado Ariel Velázquez era militante radical es una canallada
abyecta. Pasar lista, en medio de la inundación, a cientos de obras e
inversiones realizadas en la provincia de Buenos Aires con el objeto de
terminar con ese flagelo es la más categórica afirmación de que tales
obras no sirvieron para nada. Echarle la culpa al “calentamiento global”
es otra mentira; en la Capital Federal llovió la misma cantidad de agua
y, no se inundó, porque allí sí se hicieron las obras. Referirse a la
candidata a gobernadora del macrismo, Eugenia Vidal, de “disfrazarse de
lluvia” y hacer campaña con la desgracia ajena, por haberse presentado
en el lugar del siniestro es otra infamia ¿Qué se supone que debía
hacer? ¿Quedarse en su casa y mirar televisión? Acaso ¿Irse de
vacaciones a Italia como Scioli? Por otro lado, sugerir que los EEUU
están atrás de la supuesta campaña anticorrupción de la justicia
brasileña contra Dilma Rousseff y Lula sólo puede entenderse como el
despropósito de quien tiene “cola de paja” y abre el paraguas antes que
llueva ¡Qué decir de la velada acusación a los EEUU por la caída del
avión en el que viajaba el candidato a presidente brasileño!
La tragicomedia se completa con el séquito de aplaudidores oficiales;
quienes, en tan poco estiman su honor que no dan ni lástima ¿Cómo hacen
para defender a este gobierno y andar por la calle a plena luz del día
como si nada? Hay que tener cara…
Pero ninguna de las mencionadas es, ni de lejos, la peor mentira de
todas ni, tampoco, de exclusiva responsabilidad del kirchnerismo. La
peor, la más destructiva y que hizo de la Argentina un estado fallido es
la mentira abyecta según la cual aquí hubo un genocidio y no una
guerra. La que persigue, encarcela y mata a militares y policías
ancianos, mientras glorifica y premia a terroristas. A esa patraña
inmunda, en la que están implicados por comisión u omisión, políticos,
jueces, fiscales, docentes, periodistas y sacerdotes, se le llama
“Justicia”.
Esta sociedad está enferma y mucho más de lo que somos capaces de
admitir o percibir. En toda sociedad existe, sin distinción de clases u
ocupación, una masa crítica de individuos justos de cuya actitud depende
que el conjunto se salve o no. ¿Cuántos harán falta en la Argentina? En
Sodoma, diez hubiesen alcanzado.