domingo, 30 de agosto de 2015

Cuando la mentira es “la verdad”


Cuando la mentira es “la verdad”

Mauricio Ortin 
Hasta para mentir se debe guardar cierto pudor. No hacerlo entraña tornar palpable el desprecio que se siente por el interlocutor. Si bien el acto de mentir no es ajeno a la naturaleza humana y aún menos a los políticos, una cosa es mentir y otra es hacerlo a los gritos por Cadena Nacional. Otra cosa también, considerar a la mentira política como parte de lo cotidiano y normal. Cuando gran de los individuos que componen la sociedad se vuelve tolerante a la mentira descarada y sistemática que baja desde el poder del Estado se establece, más que de engañador a engañado, una relación de psicópata a psicópata. 


 Ello es así porque, tanto a los saben que mienten como a los que saben que se les miente, no les importa la verdad. Son pragmáticos, han construido una relación perversa a partir de un relato que funciona para ambos bandos y, así vengan degollando, darán pelea. Mas, tiene el impedimento insalvable de que, a la realidad, a tozuda no le van a ganar. Ese será el momento de la verdad; lo que no quiere decir, necesariamente, que sobrevendrá con ella la justicia y la dicha.
El discurso de la presidente Cristina Kirchner en el día de ayer tuvo aspectos que van desde lo sórdido a lo infantil pasando por lo monstruoso y lo cínico. Acusar de mentirosos a los que afirman que el asesinado Ariel Velázquez era militante radical es una canallada abyecta. Pasar lista, en medio de la inundación, a cientos de obras e inversiones realizadas en la provincia de Buenos Aires con el objeto de terminar con ese flagelo es la más categórica afirmación de que tales obras no sirvieron para nada. Echarle la culpa al “calentamiento global” es otra mentira; en la Capital Federal llovió la misma cantidad de agua y, no se inundó, porque allí sí se hicieron las obras. Referirse a la candidata a gobernadora del macrismo, Eugenia Vidal, de “disfrazarse de lluvia” y hacer campaña con la desgracia ajena, por haberse presentado en el lugar del siniestro es otra infamia ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Quedarse en su casa y mirar televisión? Acaso ¿Irse de vacaciones a Italia como Scioli? Por otro lado, sugerir que los EEUU están atrás de la supuesta campaña anticorrupción de la justicia brasileña contra Dilma Rousseff y Lula sólo puede entenderse como el despropósito de quien tiene “cola de paja” y abre el paraguas antes que llueva ¡Qué decir de la velada acusación a los EEUU por la caída del avión en el que viajaba el candidato a presidente brasileño!
La tragicomedia se completa con el séquito de aplaudidores oficiales; quienes, en tan poco estiman su honor que no dan ni lástima ¿Cómo hacen para defender a este gobierno y andar por la calle a plena luz del día como si nada? Hay que tener cara…
Pero ninguna de las mencionadas es, ni de lejos, la peor mentira de todas ni, tampoco, de exclusiva responsabilidad del kirchnerismo. La peor, la más destructiva y que hizo de la Argentina un estado fallido es la mentira abyecta según la cual aquí hubo un genocidio y no una guerra. La que persigue, encarcela y mata a militares y policías ancianos, mientras glorifica y premia a terroristas. A esa patraña inmunda, en la que están implicados por comisión u omisión, políticos, jueces, fiscales, docentes, periodistas y sacerdotes, se le llama “Justicia”.
Esta sociedad está enferma y mucho más de lo que somos capaces de admitir o percibir. En toda sociedad existe, sin distinción de clases u ocupación, una masa crítica de individuos justos de cuya actitud depende que el conjunto se salve o no. ¿Cuántos harán falta en la Argentina? En Sodoma, diez hubiesen alcanzado.