“Transparencia tucumana” y convergencia opositora
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Los sucesos de Tucumán (una elección provincial cruzada por acusaciones de fraude, quema de urnas, movilizaciones populares y represión ordenada por las autoridades locales) han incorporado ingredientes frescos al debate electoral nacional.
Transparencia a la tucumana
A partir de los hechos de Tucumán, Daniel Scioli, el ganador cómodo
de las primarias abiertas del 9 de agosto, afronta nuevas dificultades
con vistas a octubre. En las presidenciales aquella ventaja de agosto
será insuficiente: deberá llegar al 45 por ciento propio o pasar el 40 y
superar a su adversario mejor ubicado por diez puntos. Y eso requiere
seducir a votantes ajenos, indiferentes, arrepentidos, inconstantes.
Aunque la de Tucumán era una elección provincial, Scioli esperaba
apoyarse en una abrumadora victoria del oficialismo para relanzar con
fuerza su propia campaña. Por eso asoció (quizás excesivamente) su
nombre a los del gobernador José Alperovich y su delfín, Juan Manzur, y a
la postre recibió esquirlas del escándalo institucional.
Los procedimientos puestos en práctica en la provincia (desde la
vituperable instrumentalización de la pobreza hasta toda la tecnología
destinada a falsear o sesgar la auténtica expresión de la ciudadanía)
desautorizan notoriamente la definición de “proceso transparente”
empleada por el oficialismo para calificar el comicio.
Según Gustavo Gómez, Fiscal General ante la Cámara Federal de
Tucumán, hay muchos motivos para cuestionar el comicio tucumano. En sede
federal, por caso, investigan dos líneas de irregularidades: “jueces de
paz que no han entregado documentos a ciudadanos sino a dirigentes
políticos y adulteración de padrones electorales”. Pero las fallas son
más e incluyen, según él, la acefalía de la Junta electoral, autoridad
máxima del comicio, por lo que el fiscal sostiene que “se puede declarar
la nulidad del acto electoral, llamar a una nueva elección y sumarla a
la elección nacional de octubre”.
Más allá de esos eventuales remedios, que están en definitiva en
manos de la Justicia, aquellos comportamientos afectan inclusive la
legitimación de las próximas autoridades provinciales, sean las que
sean. Si termina de confirmarse que Juan Manzur será el próximo
gobernador, éste “va a tener que remarla de abajo para trabajar una
legitimación de origen muy fuerte”, como señaló Juan Manuel Urtubey,
gobernador electo de Salta, que había establecido en su provincia la
boleta única electrónica.
La opinión de las ciudades
Los hechos de Tucumán y la reticencia oficial a cuestionar
responsabilidades y consecuencias tienden un manto de sospechas y dudas
sobre el desarrollo de la elección general: ¿será Tucumán un modelo de
“proceso transparente” aplicable en octubre?
Los perjuicios para Scioli están a la vista: si su objetivo consiste
en llegar al electorado independiente que le permitiría ganar
directamente en la primera vuelta, los escándalos de Tucumán no lo
ayudan y se suman a otros contratiempos políticos (las inundaciones que
sufre la provincia de Buenos Aires; la candidatura a gobernador de ese
distrito decisivo de Aníbal Fernández, un político de imagen tan
difundida como controvertida; las manifestaciones ostensibles del
cristinismo que quieren presentar al candidato como suplente transitorio
del apellido K, destinado a obedecer o servir de puente de plata a un
retorno de “la Jefa del Proyecto”).
Un dato importante: en Tucumán el oficialismo retrocedió en relación
con los porcentajes obtenidos en las PASO y perdió en las cuatro
ciudades más importantes (empezando por la capital). La población
urbana, donde prevalecen las clases medias, es el asentamiento principal
de los votantes independientes y del “voto vacante” en el que necesita
echar sus redes Scioli.
La boleta única: Macri + Massa
Otra consecuencia de los hechos tucumanos: ellos facilitaron una
plataforma para aproximar a las fuerzas opositoras. Mauricio Macri y
Sergio Massa han tenido numerosos desencuentros a lo largo de la campaña
electoral y la división entre ellos le venía haciendo el campo orégano
al oficialismo. En la elección provincial tucumana, macristas y
massistas convergieron tras la candidatura del radical José Cano y
pudieron revertir resultados negativos de las PASO y transformarlos en
victorias en las ciudades grandes.
Luego, a raíz de los escándalos y de la represión a las
manifestaciones del lunes 24, Macri y Massa reforzaron esa convergencia.
Ahora, a la luz del escándalo tucumano, trabajan por imponer el sistema
de boleta única en la elección de octubre, un recurso al que el
oficialismo se resiste con denuedo.
Una ONG, la Red SerFiscal, señaló que la boleta única “ya es aplicada
en las cárceles nacionales, en los consulados donde los argentinos
votan desde el exterior”, por lo que supondría “una complementación del
sistema ya existente y no una modificación”. Seguramente deberá
pronunciarse sobre el asunto la Cámara Nacional Electoral que esta
semana se reunión con el Presidente de la Corte Suprema después de dar a
conocer una acordada en la que señaló que es “imperiosa” la necesidad
de modificar el sistema de boletas a partir de los “problemas que ha
suscitado en las últimas cuatro elecciones nacionales”. La Cámara se
inclina por la utilización de una boleta única, pero no de una votación
electrónica de momento.
Para Aníbal Fernández, ese procedimiento expresa “una vocación
encubierta de hacer una alianza, que no hicieron cuando tuvieron los
tiempos ordenados y conforme el Código Nacional Electoral, porque la
boleta única permitiría esta alianza desde el punto de vista fáctico”.
Dato que tergiversa el jefe de gabinete: lo que la boleta única
permitiría no sería “una alianza”, sólo facilitaría el ejercicio del
derecho ciudadano ya vigente a componer el voto a voluntad, pues
permitiría seleccionar los candidatos de cada categoría sin necesidad de
emplear el engorroso método de la tijera y el corte de boletas.
Lo que es cierto es que, después de los hechos tucumanos, Scioli se
encuentra más expuesto a las tácticas de unidad de la oposición
alentadas desde sectores de fuera de los partidos (lo que Macri denominó
“el círculo rojo”).
En estas condiciones, un debate público como el que se programa para
antes de la elección de octubre probablemente representaría para él
afrontar una situación de inferioridad numérica (2-1), con los dos
candidatos circunstancialmente retrasados, aliados fácticamente para
evitar que la sucesión de la señora de Kirchner se agote en la primera
vuelta.
Hora de definiciones
Por otra parte, a Scioli tampoco le resultaría gratuito eludir esa
situación dejando vacía su silla en el debate: tal actitud tendría un
costo fuerte en el electorado independiente.
Para el cristinismo puro y duro, el camino al triunfo no pasa por ese
voto independiente; la clave, según esa trinchera, reside en alinearse
fuertemente, sin renuencia, con la continuidad del modelo K.
En buena parte del peronismo tradicional, tanto como en el círculo
más próximo al candidato, el criterio es otro: se hace indispensable
exhibir la autonomía de Scioli y mostrarlo como encarnación de un ciclo
nuevo, diferente.
El salteño Urtubey, que viene actuando como alfil del candidato
presidencial y nexo con el sistema de gobernadores peronistas, subrayó
esos rasgos en declaraciones de esta última semana: “Cuando Scioli
conduzca el país, inmediatamente va a conducir al peronismo. Pretender
que sea de otra forma es no entender la lógica de la política”. En otras
palabras: habrá cambio de ciclo y cambio de jefatura.
Los tiempos (y los contratiempos) van exigiendo que frases como esa
sean ahora pronunciadas por el propio Scioli, no sólo por sus
traductores, por representativos, jerarquizados o emblemáticos que sean.
Hasta hace unas semanas existía en los medios y en sectores de la
sociedad cierta predisposición a interpretar con benevolencia gestos,
silencios o medias palabras de Scioli que se le acreditaban como signos
de libertad e independencia frente al vértice K. De hecho, el propio
kirchnerismo los caracterizaba de ese modo y los soportaba porque Scioli
se hacía fuerte en ese electorado.
Después de Tucumán, el gobernador bonaerense está presionado a jugar
con más audacia ante la opinión pública para conseguir lo que antes
obtenía con su estilo minimalista.