Una de las causas del auge de la ultraizquierda son los recortes... de principios
Los complejos de la derecha de hoy son las mordazas de la izquierda de mañana
Últimamente he discutido con mucha gente sobre las causas del auge de la extrema izquierda en España. La polémica surgía al afirmar yo que buena parte de la culpa la tiene la derecha. Mi teoría no es que la derecha haya provocado ese fenómeno por los llamados “recortes”: con el PP el ritmo de gasto público ha seguido siendo exagerado, muy lejos de esa “austeridad” que le atribuye la izquierda. Antes bien, si la izquierda está crecida es porque la derecha ha desertado de la batalla de las ideas, dejando vía libre a la progresía.
Es decir, los recortes… pero en materia de principios. Los ejemplos son
abundantes, pero me limitaré a citar cuatro casos muy significativos.
1. De la libertad de idioma hacia la imposición lingüística
Cuando en 2009 el PP ganó las Elecciones Gallegas con la promesa de la libertad lingüística, el nacionalismo gallego y sus portamaletas del PSOE se habían visto empujados hacia una posición insostenible de cara a la opinión pública: defender la imposición del gallego en las escuelas. Se hizo una encuesta a los padres y el apoyo a la educación bilingüe o en español fue abrumador. Pero ante las presiones de los nacionalistas, el PP empezó a flaquear y finalmente olvidó su promesa, cambiándola por un sistema de educación trilingüe, en el que los padres siguen sin poder elegir la lengua de escolarización de sus hijos. Tres años más tarde el PP ofrecía un “consenso” lingüístico a los ultranacionalistas del BNG. Lo último ha sido la adhesión del PP a un manifiesto nacionalista a favor de la imposición del gallego, justo lo contrario de lo que defendió en 2009. El resultado es que los padres siguen sin poder elegir. De haberse implantado la libertad lingüística, hoy sería incontestable. A ningún político en su sano juicio se le ocurriría arrebatar a los padres ese derecho después de haber disfrutado éstos durante varios años de esa libertad tan elemental.
2. Una claudicación que provocó el auge de las marcas electorales de ETA
Otro ejemplo lo tenemos en el caso del terrorismo etarra. El PP pasó de rechazar la negocación del PSOE con ETA a asumir los frutos de esa negociación. Los hechos ya los analicé aquí. El cambio del PP en esta materia tan importante ha supuesto un enorme balón de oxígeno para el brazo político de ETA, que a día de hoy tiene más poder institucional que nunca. Por el contrario, el apoyo del PP a una línea de tibieza frente el nacionalismo y frente a ETA ha llevado a su descalabro electoral en el País Vasco, ante el enfado de sus votantes tradicionales. A día de hoy el nacionalismo y su vertiente más radical no sólo se ha adueñado de las provincias vascas, sino también de Navarra, y prepara un retroceso histórico en materia de libertades, por ejemplo, en el ámbito de la educación.
3. Un complejo que ha erosionado aún más el más básico derecho humano
El tercer ejemplo se refiere al aborto. El año pasado Rajoy renunció a cumplir su promesa de reformar la Ley Aído, que entre otras cosas obliga a personal sanitario a colaborar en la práctica de abortos, obliga a los estudiantes de Medicina a aprender las técnicas para matar a niños por nacer, e incluso sirve como excusa para discriminar a grupos que ayuda a las madres embarazadas, como estamos viendo esta semana. El pasado mes de febrero la diputada del PP Celia Villalobos llegó a decir que en su partido no caben las “personas que dicen no al aborto”, una afirmación que no contestaron ni Rajoy ni ninguno de los principales dirigentes del PP. El resultado es que la izquierda ya se siente con derecho a imponernos a todos sus ideas abortistas, incluso discriminándonos en la concesión de convenios públicos por el mero hecho de defender que si hay vida humana desde la concepción, como demuestra la ciencia, esa vida humana no puede ser desposeída del derecho humano más básico: el derecho a la vida.
4. Pasando por el aro de la izquierda incluso en la historia
Finalmente hay que abordar la cuestión de la llamada “memoria histórica”. Zapatero impuso una ley para establecer a nivel oficial una España de buenos y malos, poniendo entre los buenos a los autores de una de las mayores persecución religiosas padecidas en Europa en el siglo XX. El PP votó contra esa ley, pero como en tantas otras cuestiones, una vez en el poder no ha querido tocarla, de modo que ha seguido aplicándose en forma de censura de todo aquello que contradijese la visión deformada de la izquierda, incluso abriendo la puerta a la eliminación de todo recuerdo de las víctimas de los crímenes perpetrados por la izquierda. El resultado previsible acabará siendo, por ejemplo, que todo aquel que se atreva a reivindicar la memoria de José Calvo Sotelo, asesinado por policías afines al PSOE el unos días antes del estallido de la Guerra Civil española, acabe siendo señalado e incluso censurado si la izquierda se hace con La Moncla otra vez.
Cada complejo es una porción de libertad que perdemos
Cada vez que la derecha acomplejada se ha negado a defender cualquier derecho, hecho o idea discutido por la izquierda, estaba provocando el avance de ésta. Gracias a esos complejos, a día de hoy es aún más difícil defender el derecho a vivir desde la concepción, la libertad de idioma, la propiedad privada, la libertad económica, la firmeza contra el terrorismo, la libertad religiosa, la libertad de educación e incluso una visión de la historia que no tenga el visto bueno de los comisarios políticos izquierdistas. Con cada claudicación ante el pensamiento único progre, los españoles hemos ido siendo menos y menos libres. La paradoja es que algunos creen que la receta contra ese auge de la ultraizquierda, provocado por la actitud genuflexa de la derecha acomplejada, es seguir apostado por esa derecha tibia y cobarde, sin que haya hecho ni el más mínimo propósito de la enmieda ni la más nimia autocrítica al respecto. Pues no. Ya va siendo hora de que abramos las puertas a la valentía, a la claridad, a la firmeza y a la solidez de principios. Es eso lo que teme la izquierda, porque es incapaz de ganar ningún debate ante una derecha valiente y sin complejos. Para la izquierda lo deseable es una derecha que pida perdón por discrepar y pida permiso para existir. Una derecha, en fin, que pierda todo debate antes de empezar porque no quiere discutir los dogmas ideológicos de la izquierda. Cada complejo de esa derecha es una porción de libertad que perdemos y una mordaza más que nos impone la izquierda.