martes, 25 de agosto de 2015

La crisis moral como parte de la herencia


La crisis moral como parte de la herencia
La página del sábado
Alberto Amato
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Las últimas novedades sobre la muerte del fiscal Alberto Nisman no echan más luz sobre el caso; por el contrario, siembran más sospechas, y dejan en claro que los nuevos abogados querellantes han cambiado de estrategia judicial y apuntan a enfrentar por anticipado un dictamen de la fiscal Viviana Fein, que afirmaría que el fiscal se suicidó.  Eso es nada, o casi, con lo que también deja en claro la denuncia de los abogados Federico Casal, Manuel Romero Victorica y Juan Pablo Vigliero: hay un hondo hueco moral en la vida pública argentina, de una anchura y profundidad que no son mensurables, que se ha instalado en la cultura política de esta década como un elemento más de la cotidianidad, cuando debería ser la excepción, y que riega de cierta hipocresía, impostura y cinismo lo que debería ser diáfano y palmario. 


De esa forma, lo que sucede no es lo que pasa, los números no son lo que representan, las actitudes dudosas son poco menos que dignas, sino heroicas.
 Ya es casi un dato en el olvido que Nisman apareció muerto de un balazo en la cabeza en el baño de su departamento de Puerto Madero cuatro días después de denunciar a la presidente Cristina Kirchner, al canciller Héctor Timerman, al diputado Andrés Larroque y al ex piquetero Luis D’Elía, entre otros, por encubrir el atentado a la AMIA de 1994, y apenas horas antes de ratificar su denuncia ante una comisión del Congreso. A siete meses de su muerte, la fiscal Fein, a cargo de la investigación, todavía no puede dilucidar si el fiscal se suicidó o lo mataron.
 ¿Qué dicen sobre el caso los abogados de la ex mujer de Nisman, la juez Sandra Arroyo Salgado, y de sus hijas? Que la investigación se hizo como el culo (sic). Que hubo otra persona en el departamento del fiscal. Que Nisman fue atacado y golpeado. Que alguien borró los mensajes de su celular y lo hizo en persona, no por vía remota, después de su muerte. Asegurar todo lo anterior y denunciar que Nisman fue asesinado, es lo mismo. Los abogados, y Vigliero lo hizo en el programa “Desde el Llano” que conduce Joaquín Morales Solá, destacan sin embargo la capacidad profesional de la fiscal Fein y de la juez Fabiana Palmaghini. Cómo es que profesionales de sólida formación y probada honestidad pueden llevar adelante una investigación “como el culo”, es otro de los misterios del caso, aunque evoca la frase del gaucho del cuento: “Somos todos muy honrados, pero el poncho no aparece”.
 La denuncia de la querella tuvo eco en la prensa y cayó en la mansedumbre bucólica de los poderes del Estado. Sólo el ministro jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, desmintió el jueves a los letrados de Arroyo Salgado. Fernández dijo que “no existe ningún elemento” que sostenga la hipótesis de una tercera persona en el departamento, ni que esa persona haya borrado datos del celular del fiscal. ¿Cómo lo sabe el ministro? ¿Tiene acceso a la causa? ¿Quién le informa sobre la marcha de la investigación? ¿Por qué el Poder Ejecutivo tiene información de primera mano sobre una investigación judicial? La exasperante lentitud de la fiscal Fein tiene un motivo que suena como de sentido común, pero que no tiene sentido ni es común: la fiscal no eleva su dictamen sobre Nisman, suicidio o asesinato, porque alteraría el clima electoral de estos meses. Esto es, no lo hizo en agosto por las PASO, no lo hará hasta octubre por las generales y, si hay segunda vuelta, no lo hará en noviembre.
 ¿Por qué el Poder Judicial piensa en los intereses del poder político? ¿Cómo es que aspira y exige independencia, cuando especula sobre lo que una decisión judicial puede provocar en el Gobierno o en la oposición? ¿Qué supone la fiscal Fein que puede provocar su dictamen? Si supone algo, es porque ya tiene un veredicto. Hace unas semanas, tal como reveló en este diario el colega Héctor Gambini, el eminente forense Osvaldo Raffo dio la última conferencia de su dilatada carrera profesional. Sus pares le pidieron que hablara sobre el caso Nisman y dijo que no podía hacerlo; pero se despidió con una frase tremenda: “Pasó lo que ustedes piensan que pasó”.  Es difícil saber qué piensa Raffo que pensaba su auditorio. Pero es fácil advertir que la mayoría de los mortales en la Argentina piensan que a Nisman lo mataron. Y que la inexplicable morosidad judicial, rodeada de especulaciones políticas, no hace sino acentuar esa sospecha, aunque en el futuro los dictámenes digan otras cosas.
 Toda esta anormalidad, en la que muchos dicen lo que nadie piensa y otros muchos piensan lo que nadie dice, transcurre como normal y acaso como ejemplar ante la indiferencia, si no el beneplácito, de gran parte de la sociedad. Las tremendas inundaciones que sacudieron a Buenos Aires, más que acosar al gobernador y candidato presidencial Daniel Scioli por su inoportuno viaje a Italia, revelaron la ausencia de unas obras que se prometieron a cartelazo limpio y que no se hicieron. Domingo Pisoni, párroco de Salto, con su iglesia llena de refugiados, también definió el drama con una frase: “Aporta más votos Fútbol para Todos que hacer alcantarillas”. Lo que el buen cura también decía es que, en la Argentina, las obras a largo plazo rara vez se encaran porque las cintas inaugurales las va a cortar el otro. Y esa miserable concepción política también es admitida como algo normal, pícaro y astuto tanto por quienes dicen hablar en nombre del progresismo, como por quienes son invadidos y arrasados por el agua.
 Delfina Rossi, hija del ministro de Defensa Agustín Rossi, fue nombrada esta semana en un alto cargo en el Banco Nación con un sueldo de setenta mil pesos. Las sospechas de nepotismo, acomodo, arreglo o como quiera llamarse al nombramiento, estuvieron lejos de alterar los ánimos de la muchacha, de 26 años, que defendió su designación basada dijo, en su capacidad. 
 En otros tiempos de otra moral, la señorita Rossi hubiera rechazado la responsabilidad y esperado a que su padre dejara la función pública y luego ganarse el puesto por su capacidad. Su lógica, en cambio, fue cargar contra quienes la impugnaban: “Me atacan -dijo- por ser joven”, cuando la cuestionaban por su dudosa integridad cívica. Es esa estrategia de presentar como loable lo que no es, o de pretender ser consecuencia cuando se es causa, la que indica la crisis que deja como herencia en la moral pública la ya conocida década ganada.
Para colmo, la señorita Rossi se dejó fotografiar con un retrato del Che Guevara a sus espaldas. 
Niña, que Guevara no se entere.

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