EMIL CIORAN: VIDA Y OBRA DE UN ILUSTRE DESCONOCIDO
“Me gustaría poder olvidarlo todo, olvidarme a mi mismo y olvidar el mundo entero. Las verdaderas confesiones se escriben con lágrimas únicamente”
“En última instancia, a Dios sólo corresponde la verdad y, al hombre, en el mejor de los casos, la modesta capacidad de reflejarla turbiamente en su discurso”
“Hitler ha abrazado con pasión las luchas políticas y ha dinamizado con un soplo mesiánico todo un dominio de valores que el racionalismo democrático había vuelto simplemente plano y trivial. Todos nosotros tenemos necesidad de un místico pues ya estamos hartos de tantas verdades desde las que no brotan llamas” (Hitler en la conciencia alemana”, Cioran, op. cit., p. 33)
“Si diéramos a los judíos la libertad absoluta, estoy seguro de que en un año ellos cambiarían hasta el nombre de nuestro país” Emil Cioran Transfiguration de la Roumanie, Éditions de L’Herne, París, 2009, P. 242
“Todo lo que ha sido creado hasta el presente es debido a accesos colectivos de heroísmo que han insuflado a los hombres, por encima de sus mezquinos instintos de conservación, la pasión de la autodestrucción al servicio de un ideal” Emil Cioran: Transfiguration de la Roumanie, Éditions de L’Herne, París, 2009, p.310
"Yo no he tenido más que algunas entrevistas con Corneliu Codreanu. Pero ya de entrada he comprendido que me encontraba ante un hombre en un país de fantoches. Su presencia era turbadora y jamás la he abandonado sin sentir el soplo de lo irremediable, el soplo crucial que acompaña a las existencias marcadas por la fatalidad. ¿Por qué no confesar que un temor extraño me poseía, una especie de entusiasmo lleno de presentimientos? En su proximidad, el mundo libresco me parecía inútil: las categorías, inoperantes; los prestigios de la inteligencia, apagados; los subterfugios de la sutileza, vanos. El Capitán no sufría del vicio fundamental del supuesto intelectual rumano. El Capitán no era “inteligente”, el Capitán era profundo. El desastre espiritual de Rumanía proviene de la reflexión sin contenido, de la inteligencia (…) Cuando, en 1934, le comentaba lo interesante que sería que contase su vida, él me respondió: "Mi vida no ha transcurrido en las bibliotecas. No me gusta leer. Simplemente me detengo y pienso“. Aquellos pensamientos suyos han fundado nuestra razón de ser. En ellos respiran la naturaleza y el cielo (…) Corneliu Codreanu no ha planteado el problema de la Rumanía inmediata, de la Rumanía moderna o contemporánea. Eso sería demasiado pobre (…) Lo que ha hecho ha sido introducir el absoluto en la respiración cotidiana de Rumanía”. Transfiguración de la Roumanie Cioran, op. cit., pp. 53-54. Citado en "Cioran y el fascismo" de José Ignacio Nájera
Humilde,
pobre y solitario, rechazó todos los honores que le fueron concedidos. Al
cumplirse hoy, 20 de junio, un nuevo aniversario de su muerte, quisimos
reproducir una breve reseña de su vida y obra. Vaya este merecido
homenaje hacia ese "ilustre desconocido".
Emil Cioran: Răşinari,
8 de abril de 1911 - París, 20 de junio de 1995. Escritor nacionalista, filósofo y aforista rumano.
Hijo de un
sacerdote ortodoxo y de una mujer no muy religiosa, pero sensible a la música,
Emil Cioran nació el 8 de abril de 1911, en el pequeño pueblo de Rasinari, en
Transilvania (Rumania). Su infancia no podría haber sido más feliz; Cioran
paseaba por los bosques y montañas de Rasinari, a los cuales se refiere como el
paraíso terrestre, que ha sido forzado a abandonar a los diez años para moverse
a la vecina Sibiu (Hermannstadt, en alemán). “Yo amaba enormemente aquél pueblo
(...) y jamás podré olvidar el día, ni tampoco la hora, que mis padres me
sacaran de ella. Ellos habían alquilado un auto, y yo lloraba, lloraba todo el tiempo,
puesto que tenía el presentimiento de que el paraíso se había terminado.” En
Sibiu, Cioran ingresa en el Liceo Georghe-Lazar y pasa a vivir en una pensión
junto a otros niños, con el instinto de aprender la lengua alemana.
Cerca de los cinco años, el pequeño Emil experimenta por primera vez el
sentimiento del "ennui" (palabra francesa) que produce en él una sensación de vacío la cual nunca olvidara y que le acompañará para siempre.
El ennui es una especie de
tedio, pero no aquél cotidiano, que se puede combatir con las distracciones y
la conversación, sino un tedio fundamental de lo cual no se puede escapar.
“Jamás olvidaré esta experiencia. Me refiero al vacío esencial, que es una
extraordinaria tomada de consciencia de la soledad del individuo… Esa es la
razón por la cual me intereso por el ennui monástico, la acedia, el hecho de
que la vida monástica es presidida por la tentación, por el peligro del ennui.
Los monjes egipcios son siempre descritos parados delante de la ventana, esperando
vaya saber qué. El ennui es la gran amenaza espiritual, una especie de
tentación diabólica” (Cioran, Entretiens). Un detalle importante relacionado a
la infancia de Cioran es la relación conflictiva que mantenía con su padre,
debido al hecho de que este tenía el sacerdocio cristiano por profesión.
Lector de
Nietzsche y, así como él, en guerra con el cristianismo, Cioran odiaba el
oficio de su padre. “No me gustaba tener un padre cura. Una cuestión de orgullo
puesto que, para mi, creer en Dios significaba humillarse” (Cioran,
Entretiens). Desde niño, demostraba una tendencia de negación y de huida de la
fe cristiana, que consideraba absurda, injustificable. “¿De que sirve tener la
fe si uno sufre tanto, si uno es víctima todo el tiempo?” (Cioran,
Entretiens).
Cuando su padre realizaba las oraciones, Cioran salía en disparada para
su cuarto,
pues no quería oírlas. Sin embargo, la religión tiene un valor ambiguo
para él,
que años más tarde sufrirá una crisis religiosa y mantendrá, hasta el
final de
su vida, un interés significativo no solamente por los místicos
cristianos, también hacia los orientales. Aunque fuera ateo, Cioran se
considera un espíritu
religioso. Años más tarde, ya en París, confesará: “Yo no creo en Dios y no por
eso dejo de ser religioso. Mi actitud en relación a la religión permanece la
misma hoy, una mezcla de tentaciones contradictorias” (Cioran, Entretiens).
Desde
tierna edad, Cioran es un lector voraz: devora tanto escritores y filósofos de su
país, como los extranjeros. A los diecisiete años, se inscribe en la Facultad
de Literatura y Filosofía de Bucareste y se interesa por los autores
alemanes: Schopenhauer, Kant, Nietzsche, y también Heidegger, Simmel, Weininger,
entre otros. Juntamente con sus amigos y compatriotas, Mircea Eliade y Eugene
Ionesco, Cioran forma parte de la “Tinara Generatie”, la joven generación rumana
de los Treinta. En su juventud, escribe regularmente artículos para periódicos
y revistas literarias. Sus intereses en esta época son la cultura y la
política, temas sobre los cuales escribe con un estilo académico que luego
abandonará. Los escritos de juventud presentan un Cioran preocupado con la
situación social, política y cultural de la Rumania, abordando los problemas
puntuales que percibía como obstáculos para su avanzo. Su militancia en la
Guardia de Hierro, Movimiento Nacionalista de carácter religioso que defendía la soberanía
rumana y su emancipación radical de elementos extranjeros, fue una sombra que
siempre acompañó a su imagen, sobretodo debido a la mala fe de los críticos que intentaran
con esto, disminuir el valor y la legitimidad de su obra.
Años más
tarde, Cioran pasará por un período de extrema importancia, cuando comenzará a
sufrir largas e insoportables crisis de insomnio. Donde pasa días encerrado en su
habitación y, para la desesperación mayor de su madre, sale durante la madrugada para
deambular por las calles oscuras de Sibiu. Alternando entre la biblioteca y el
burdel, pasa noches enteras sin dormir, leyendo libro tras libro o
caminando por los callejones de aquella ciudad medieval, en compañía de los
pordioseros y de las prostitutas, con los cuales le gustaba charlar. Cioran no
sale incólume de este terrible drama: su salud y sus nervios son destrozados, y
el insomnio transfigura toda su manera de ver el mundo. Es, pues, “un drama que
ha durado muchos años y que me ha marcado para el resto de mi vida. Todo lo que
he escrito, todo lo que he pensado, todo lo que he elaborado, todas mis
divagaciones tienen su origen en aquel drama” (Cioran, Entretiens). De esta
experiencia capital, resulta su primer libro, Pe Culmile Disparàrii (“En las
cimas de la desesperación”), escrito en 1932 y publicado dos años después en
Rumania. “Es un libro que escribí a los 22 años, una especie de testamento,
puesto que yo pensaba que iba a suicidarme. Pero he sobrevivido.” El libro
recibe el premio de la Academia Real para jóvenes escritores.
En 1937,
escribe Lacrimi şi Sfinţi (“De Lágrimas y de Santos”), que representa la
culminación de su crisis de insomnio, aparece una profunda obsesión religiosa
por los místicos y los santos cristianos. El libro escandaliza por su contenido
blasfemo, aunque Cioran lo defienda de los ataques venidos de todos los lados,
alegando que se trata de una obra auténticamente religiosa, la primera en los
Balcanes, fruto de los estados extáticos que experimenta durante sus insomnios.
Criticado por todos, desde su madre hasta su amigo Mircea Eliade, Lacrimi şi
Sfinţi tiene una recepción demasiado negativa. Para empezar, es rehusado por el
editor, que alega no poder publicar cosas tan terribles sobre Dios, a quien
debe toda su vida. Un episodio inolvidable es cuando Cioran, harto de su
malestar, se desahoga con su madre: “Ya no puedo más!”, a lo que ella contesta: “Si supiera, habría abortado.”
Pero esto él lo recuerda no con pesar, sino con una especie de gratitud
por haber sido su madre quien ha abierto sus ojos para poner su vida en
perspectiva. Ese mismo año de 1937, Cioran decide trasladarse a Francia
con la intención inicial de escribir una tesis sobre Bergson, pero
nunca la termina y, en su lugar, opta por conocer el nuevo país en bicicleta.
Ahí, entonces, tras las fatigantes jornadas que realiza pedaleando, consigue
curarse del insomnio y volver a dormir normalmente.
Tras
escribir, mientras vive ya en Francia, más dos libros en rumano - Amurgul
Gânduriol (“El Ocaso del Pensamiento”) y Îndreptar Patimaş (traducido como
“Breviario de los vencidos”) -, Cioran adopta entonces el francés como lengua
oficial. El Précis de Decomposition (“Breviario de Podredumbre”), su primer libro en francés publicado en 1949, marca la ruptura con su lengua
materna y afirma definitivamente su conversión lingüística. Por él, recibe el premio
Rivarol, el primer que le es ofrecido y el único que acepta. No es necesario mencionar que el Breviario da un un marco a su carrera, quizás la obra más conocida y más
leída de Cioran, alrededor del mundo. Lo ha reescrito cinco veces hasta
considerar el manuscrito digno de ser enviado al editor, después que un
conocido parisiense le dijera que escribía en “un francés meteco.”(cultismo
formado sobre la palabra griega métoikos; adjetivo y sustantivo que
significa "extranjero" Fte WebBlogsClarin)
Escrito
en
una prosa poética llena de idiosincrasias y de interjecciones, el
Breviario
presenta un lenguaje demasiado efusivo si es comparado a la exactitud
lingüística
de sus libros posteriores. Sin embargo, el libro agrada a la crítica
francesa que comenzará a indagar sobre quién es Cioran, ese ilustre
desconocido.
Muy
peculiar es la relación de Cioran con París. Si había sido expulsado del paraíso,
ahora opta de buen grado por vivir en “el punto más lejano” de él (Cioran,
Silogismos de la amargura). En efecto, una relación de amor - odio. Cioran se siéntese acogido en París, puesto que su atmósfera fatigada y crepuscular
mantiene una íntima afinidad con la tonalidad afectiva del yo cioraniano. Sus
amistades parisienses son parte importante de su vida francesa; en París,
Cioran conoce escritores y artistas, que, si no son citados en sus libros,
reciben constante referencia en sus cuadernos y entrevistas. Dentro de Francia:
Beckett, Michaux, Ionesco; fuera de ella: los españoles Fernando Savater y
María Zambrano, el mexicano Octavio Paz, el poeta Paul Celan (su traductor en
Alemania), entre otros.
El segundo libro de su carrera en Francia, Syllogismes de l’amertume (“Silogismos de la amargura”),
publicado
en 1952, no obtiene el mismo impacto ni la misma repercusión del
“Breviario”. Apenas son vendidos quinientos ejemplares y la editora,
Gallimard, ordena que se cancele su impresión. Sin embargo, Cioran se
aferra a
él como uno de sus libros predilectos, incomprendido por la mayoría de
los
lectores. Recibe, empero, una pequeña reseña en la revista Elle: “es por esto
que jamás podré ser completamente antifeminista” (Cioran, Entretiens). Tres
años más tarde, Cioran publica La Tentation d’exister (“La tentación de
existir”), el primero a ser traducido en los EEUU, libro que obtiene una
recepción favorable de la crítica literaria francesa. En 1957, Cioran rehúsa el premio Saint-Beuve que le es ofrecido.
En 1960, publica Histoire et Utopie (“Historia y Utopía”), libro agresivo,
virulento y pesimista, en el cual lanza una impiadosa mirada sobre la
civilización occidental y la utopía de los tiempos modernos.
Considerando la historia
“el antídoto contra la utopía”, él propone, en oposición al sueño
utópico, el
Apocalipsis, mucho más coherente con el desarrollo histórico que
cualquier idea
de perfección o plenitud. Cioran contrapone de forma vertiginosa lo
absoluto a lo relativo, lo temporal a lo eterno, la historia al paraíso “En el punto en que se encuentran las
cosas sólo merecen interés las cuestiones de estrategia y de
metafísica, aquellas que nos limitan a la historia y las que nos apartan de
ella: la actualidad y el absoluto, los periódicos y los Evangelios...”
El libro
siguiente, La Chute Dans Le Temps (“La Caída en el Tiempo”),
llega cuatro años
más tarde. Aquí, Cioran revisa la historia, pero esta vez con una
perspectiva teológica, aquella del pecado adámico y la caída del paraíso
debido a la transgresión del primer hombre, del “promotor de nuestra
raza.”
Cioran interpreta el desarrollo histórico como un desdoblamiento fatal
de la
caída original:
“La maldición que pesa sobre nosotros pesaba ya sobre nuestro primer ancestro, incluso antes de que se dirigiera hacia el árbol del conocimiento.”
Incapaz de permanecer en el interior del paraíso, Adán proyecta
su propia ruina, buscando la historia como un refugio al tedio edénico:
“Ya se manifestaba en él esa incapacidad para la dicha, esa incapacidad de soportarla que todos hemos heredado. La tenía a la mano, podía apropiársela para siempre; la rechazó, y, desde entonces, la perseguimos sin encontrarla, e incluso si la encontráramos, tampoco nos adaptaríamos a ella. ¿Qué otra cosa esperar de una carrera iniciada con una infracción a la sabiduría, con una infidelidad al don de ignorancia que nos había otorgado el Creador? Precipitados en el tiempo a causa del saber, fuimos inmediatamente dotados de un destino, pues sólo fuera del paraíso hay destino.” (Cioran, La Caída en el Tiempo)
Un detalle
importante: el último capítulo de La Caída…, “Tomber du temps…” (“Caer del
tiempo”), de gran estima para Cioran, es una referencia al drama del
insomnio que ha sufrido en su juventud. “¿Existe drama mayor que caer del
tiempo?” (Cioran, Entretiens). Las paginas que concluyen “La caída…” son un
testimonio de esta experiencia en la cual Cioran se siente expulsado del
tiempo, relegado a una especie de subeternidad, de eternidad negativa.
“Amontono lo gastado, no dejo de fabricarlo y de precipitar en él al presente,
sin otorgarle el ocio de agotar su propia duración. Vivir es experimentar la
magia de lo posible; pero cuando en lo posible se percibe incluso lo gastado
que está por venir, todo se vuelve virtualmente pasado, y ya no hay ni presente
ni futuro. Lo que distingo en cada instante es un jadeo, y su exterior, no la
transición hacia otro instante. Elaboro tiempo muerto, me revuelvo en la
asfixia del devenir” (Cioran, La Caída en el Tiempo).
Le Mauvais
Demiurge, publicado en 1969, es el libro gnóstico de Cioran, en el cual el
autor presenta su versión de la Creación por el “Aciago Demiurgo”, la divinidad
maligna y errante en la cual creían las antiguas sectas gnósticas, que sostenían que el Demiurgo había creado este
mundo de error, ilusión y sufrimiento:
“Es difícil, es imposible creer que es el dios bueno, el «Padre», el que se haya involucrado en el escándalo de la creación. Todo hace pensar que no ha tomado en ella parte alguna, que es obra de un dios sin escrúpulos, de un dios tarado. La bondad no crea: le falta imaginación; pero hay que tenerla para fabricar un mundo, por chapucero que sea. Es, en último extremo, de la mezcla de bondad y maldad de la que puede surgir un acto o una obra. O un Universo. Partiendo del nuestro, es en cualquier caso mucho más fácil remontarse a un dios sospechoso que a un dios honorable” (Cioran, El Aciago Demiurgo).
En
el terreno de la religión, la gnosis ha tenido siempre para él una
importancia especial, y además el propio Cioran tiene interés en
reivindicar para si un parentesco espiritual con los Bogomilos, secta gnóstica
que pobló los Balcanes en la Edad Media y que, al igual que los Cátaros, fueron
perseguidos y eliminados por la Inquisición.
“Se debería establecer el grado de verdad de una religión a partir de la importancia que ésta le otorga al Demonio: mientras más le dé un sitio prominente, más atestigua que se preocupa por lo real, rechaza las supercherías y la mentira, afirma su seriedad y le importa más comprobar que divagar, que consolar” (Cioran, De Lo Inconveniente de Haber Nacido).
En un tono
trágico y pesimista que evoca al poeta Teognis de Megara ( poeta del
siglo VI a. C. partidario del código de valores individualista y aristocrático, el mismo que declaró que, una vez
nacido, lo mejor es traspasar lo más temprano posible los portones del Hades)
Cioran escribe, en 1973, De l’inconvenient d’être né (“Del inconveniente de
haber nacido”), libro en lo cual aborda, entre otros, el tema del nacimiento,
identificándole pese a todo como el verdadero problema en lugar de la muerte:
“Cuando uno ha agotado el interés que tenía por la muerte, y da por concluido el asunto, retrocede hasta el nacimiento, y se dispone a afrontar un abismo, también inagotable...” (Cioran, De lo Inconveniente de Haber Nacido)
De ahí en
delante, Cioran escribe cada vez menos, reservando su limitada actividad
literaria a la correspondencia epistolar que tanto le gustaba. El silencio
comienza a tomar el lugar de las palabras que, durante tantos años, fueran
empleadas con fiebre, exploradas y desgastadas Ad nauseam, libro tras
libro. La ferviente negación que acompañaba su vitalidad de juventud disminuye
más y más, y la tarea de escritor pasa a parecerle inútil y sin sentido:
“Si no escribo más, es por estar harto de calumniar el universo. Soy víctima de una especie de agote. La lucidez y la fatiga me vencieron – me refiero a una fatiga filosófica igual que biológica -, algo se ha roto en mí. Uno escribe por necesidad, y la lasitud elimina la dicha necesidad. Llega un tiempo en que todo eso deja de interesar. En otras palabras: he frecuentado personas, demasiadas que escribieron en demasía, obstinadas por la producción, estimuladas por el espectáculo de la vida literaria parisiense. Pero me parece que yo también he escrito demasiado. Un único libro habría bastado” (Cioran, Entretiens).
Desde
el primero de ellos, empero, Cioran ha traicionado su promesa, siempre cediendo
a la tentación de escribir un nuevo libro. Después todavía publicaría "El Aciago Demiurgo”, más dos libros: Écartèlement (“Desgarradura”), en 1983, y
Aveux et Anathèmes (traducido en español como “Ese Maldito Yo”),
en 1987. Para
su desgracia, cuanto más se llama a silencio y se retira de escena, más
aumenta su notoriedad mientras que su tan estimado anonimato disminuye.
En
el año 1988, la prensa francesa intenta asesinar a Cioran, al difundir
rumores de suicidio por envenenamiento. Aunque no le importasen los
malentendidos y que incluso los cultivase como un recurso de permanente
indefinición , reaparece tres días más tarde en su mansarda, en la Rue
de l’Odeon.
Su
filosofía del insomnio, de la lucidez es inclasificable, el pensamiento
de Cioran
es de aquellos que no se encuadran en ningún sistema, ninguna doctrina
filosófica. Pensamiento que denuncia la gratuidad de todo bien como la
de si
mismo, consiste en un ejercicio de desfascinación y de clarividencia.
Todo se resume, en efecto, a mentirse o no mentirse a si mismo, y la
clave para
esto parece exigir una especie de “pensar contra sí mismo” (título del
primer
capítulo de “La Tentación de existir”), única manera de evitar la
auto-indulgencia y el auto-engaño. La suya es una meditación filosófica
casi
mística acerca del sufrimiento, de la muerte, de la Nada, del tedio, del
absurdo y sinsentido de la existencia, en fin, de las cuestiones
más esenciales que, según el, pueden preocupar el espíritu humano. Una
filosofía
comprometida con el hombre concreto, de carne y hueso (Unamuno), con
respecto a sus contradicciones y conflictos. Una “filosofía de los
momentos únicos” (La
Tentación de Existir), con el fin legítimo de ayudarnos a soportar la vida, una
forma de sabiduría para los tiempos modernos, pautada en la toma de
consciencia de la provisionalidad y de la inanidad absoluta de todo - filosofía
de la inseguridad. Además, muy sencilla es la concepción que hace de su propio
oficio en tanto que escritor: “Todo lo que he abordado, todo aquello sobre lo
que he escrito a lo largo de mi existencia, es indisociable de lo que he
vivido. No he inventado nada, he sido solamente el secretario de mis
sensaciones” (Cioran, Desgarradura).
De su
madre, Cioran ha heredado la sensibilidad a la música, sobretodo la de Bach.
Inestimable es el valor que la arte musical tiene para él, que la
considera, al igual que Schopenhauer, un pedazo del absoluto capturado
en el tiempo,
fenómeno puro que precede al mundo y dispensa mediaciones. “Caso límite de
irrealidad y de absoluto, ficción infinitamente real, mentira más verdadera que
el mundo” (Cioran, Breviario de podredumbre), la música es, en efecto, una vía
de acceso a lo divino. Puesto que, si esta palabra posee algún sentido,
consiste en los estados arrebatadores, cercanos al éxtasis, proporcionados por
su fruición. Bach, cuya música es “generadora de divinidad” (Cioran, De
lágrimas y de santos), es para Cioran el compositor que permite a uno evadir lo cotidiano para entrever otros mundos:
“Sin Bach, la teología carecería de objeto, la Creación sería ficticia, la nada perentoria. Si alguien debe todo a Bach es sin duda Dios” (Cioran, Silogismos de la amargura).
¿Quien
es,
pues, Cioran? La pregunta permanece abierta. Ilustre desconocido que se
enorgullece de ser - más que político - un exiliado metafísico,
un diletante en la vida pese a todo “Anti-filósofo”, “místico sin fe”,
“hiena
nihilista”, “rey de los pesimistas” “pensador crepuscular”, “caballero
del mal
humor”, “bogomilo perdido en la pos-modernidad”: muchas son las maneras
de
calificar a Cioran, pero ninguna de ellas suficiente por si sola. Su
riqueza y su
complejidad traspasan cualquier tentativa de definición, que siempre
quedará reducida y equivoca. Cioran parece haber investido todas sus
fuerzas en
hacerse indefinible, lo que no significa que su obra carezca de
inteligibilidad
y coherencia. Él no se somete a las exigencias filosóficas y políticas
de
auto-definición. “No tener nunca la oportunidad de tomar
partido, de decidirme o de definirme: no hay deseo que tenga con más
frecuencia” (Cioran, Historia y Utopía).
Su recusa radical en consentir con lo
que sea es algo que contribuye para interpretaciones apresadas y equivocadas
acerca de su obra, que no es, en absoluto, ni cerrada ni tampoco un sistema de
pensamiento.
Un
misterio y casi un tabú en su vida es la relación que mantuvo, desde que llegó
a Francia, con la mujer que iba a ser su gran compañera para el resto de su
vida: Simone Boué. Ella trabajaba como profesora de inglés en un
Liceo. Cioran jamás ha hablado mucho sobre ella - o mejor dicho, nada.
Independientemente de las
razones personales de su silencio, el hecho es que los dos
mantuvieron una relación sólida y perenne durante décadas. En los
comienzos,
aun jóvenes, vivían en una habitación de hotel, pero siempre que los
padres de
Boué venían a visitarla, Cioran cambiaba a una habitación contigua,
puesto
que, según explica Simone en una entrevista, “ese tipo de situación no era una
cosa absolutamente admitida” (Dodille et Liiceanu, Lectures de Cioran).
Muchos
de las viajes en bicicleta de Cioran fueron hechas en su compañía. Él
emplea con frecuencia, en sus cuadernos, el pronombre
“nosotros”, refiriéndose supuestamente a ella. Simone Boué estuve al
lado de Cioran hasta su
fallecimiento. Ella murió misteriosamente dos años después, en Dieppe
(donde
los dos tenían una casa de veraneo), las razones nunca han sido muy bien
explicadas.
Considerado
por Saint-John Perse el mayor prosador de la lengua francesa desde Paul Valéry,
Cioran ha dejado una obra que se destaca por su originalidad, su fuerza y su
estilo excepcionalmente bello y jovial, aunque muchas veces oscuro y macabro.
Un hombre que, no obstante optó por el silencio, era un maestro de las
palabras, un monstruo de la expresión verbal. Todas las paradojas y descompases
de la razón son dotados de voz en sus escritos, en los cuales intenta alcanzar
los limites de la existencia pero sin con esto recurrir a neologismos u
terminologías profesionales. Caminando en la frontera entre la filosofía, la
literatura, la teología y la política, Cioran nos ha legado una obra de
difícil asimilación, quedando generalmente entre dos posibilidades
irreductibles: las de ser amado u odiado. Él no quiere agradar a nadie, y sin
embargo logra (des)fascinar al lector con el dulzor amargo que emana de sus
escritos.
Una gran lección de estilo, en efecto. La preocupación con esto, la
asocia a los espíritus fluctuantes que carecen de certidumbres:
“Con certezas, el estilo es imposible: la preocupación por la expresión es propia de quienes no pueden dormirse en una fe. A falta de un apoyo sólido, se aferran a las palabras - sombras de realidad -, mientras los otros, seguros de sus convicciones, desprecian su apariencia y descansan cómodamente en el confort de la improvisación” (Cioran, Silogismos de la amargura).
Pero no se trata solamente
de elegancia estilística: es una obra profunda y desconcertante que encuentra
fortuitamente, en nuestra época, una función demasiado “útil”, si es que
podemos hablar de ella en estos términos: la de hacer que las personas
“despierten”.
Cioran
murió en Paris, a 20 de junio de 1995, acometido de Alzheimer. Sus restos
mortales están enterrados en el cementerio de Montparnasse, en la misma ciudad.
Referencias:
CIORAN,
E.M. Oeuvres. Quarto/Gallimard, Paris, 1995
Entretiens. Gallimard, Paris, 1995.
Cuadernos: 1957-1972. Traducción de Carlos Manzano, Tusquets Editores,
Barcelona, 2000.
DODILLE,
N., et LIICEANU, G. Lectures de Cioran. L’Harmattan, Paris, 1997.
Biografía
escrita por Rodrigo Inácio - Licenciado en Filosofía y Máster en Ciencias de la
Religión por la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUC/SP), donde ha
presentado su disertación sobre E. M. Cioran: “El animal enfermo: pesimismo
antropológico y la posibilidad gnóstica en la obra de Emil Cioran.”
Fuente: Planet Ciorán