PERONISMO: ¿Qué fue de Guardia de Hierro?
18/06/2016Política nacional
Luego de años de silencio y en
circunstancias adversas, la revista ZOOM acaba de reaparecer, lo que es
una muy buena noticia, máxime que su editor (y editor de libros, entre
ellos los míos) Carlos Benítez ha recuperado sus archivos y también los
de su antecesor, Causa Popular. A continuación reproducimos una nota del
compañero Tarruella, autor, entre otros, de un libro sobre Guardia de
Hierro. JS
Los guardianes de Perón
Historia -y despedida- de Alejandro “El Gallego” Álvarez, el fundador de Guardia de Hierro
Alejandro Álvarez (a la derecha) junto a Perón, Isabelita y otro militante de GH (¿Pandra?)
Alejandro Álvarez fue un dirigente puente entre la resistencia
peronista y el amanecer de 1973. Creció en la incertidumbre de las
luchas por el retorno de Perón y se fue diluyendo con astucia a partir
del golpe de estado de 1976. El resto fue la construcción de un estado
entre megalómano y nostálgico, bajo la aureola de un maestro de
dirigentes que lucía su verborragia de autodidacta culto con tintes
dramatúrgicos, lo que le permitió sobrevivir a las inclemencias de las
diferentes épocas.
En Guardia de Hierro. De Perón a Kirchner pude desarrollar
un conocimiento amplio de su trayectoria y sus ideas, luego de una
infinidad de entrevistas que Álvarez me concedió con generosidad. Uno de
los elementos que pude reconocer fue el hecho de que Guardia de Hierro
no era ni una organización de derecha, ni menos una organización de
derecha peronista. Esa estigmatización fue parte de una caracterización
armada por Firmenich y la cúpula montonera que no se reflejaba en la
militancia de esa organización. Como el jefe montonero, Álvarez quería
discutir con Perón como si fuera un discípulo de Lenin, emplazaba su
debate en la clásica antinomia derecha-izquierda para eliminar, aunque
lo pregonaría en sus discursos para –a su vez- establecer límites con la
izquierda, el carácter nacional de las luchas de liberación de la
época.
Con Jorge Bergoglio hubo un vínculo de un grupo de catedráticos de la universidad de El Salvador que pertenecían a Guardia de Hierro. Pero Bergoglio jamás perteneció a la organización
Tampoco eran de derecha el Frente Estudiantil Nacional o el Comando
Tecnológico Peronista. Guardia de Hierro era, en realidad, una
organización peronista más inclinada a la izquierda. Había entre su gran
número de cuadros, militantes que venían del socialismo, del comunismo y
de Praxis, la organización que orientaba Silvio Frondizi. Así se
instalaron en la universidad, en territorio, tanto Buenos Aires como
Santa Fe, Tucumán, Mendoza y otros distritos, y tuvieron vínculos
aceitados con organizaciones sindicales.
Fueron, en los años previos al retorno definitivo de Perón, una
organización importante nacida de una idea que le transmitió el general a
Álvarez en Madrid. Perón quería que Guardia de Hierro fuera una usina
de cuadros para dispersarlos en el peronismo. Lo que Álvarez no cumplió
fue realizar la tarea, con cierto grado de desinterés constructivo, de
abrir sus cuadros a las necesidades del movimiento peronista. El
blindaje en torno a su figura lo distanció del general y motivó
deserciones definitivas como la de ese gran cuadro político gremial que
fue Héctor Tristán. Puntal en la resistencia, con profundas disidencias
en la UOM con Augusto Timoteo Vandor.
Lo mercantil o la producción
Álvarez tuvo una rica formación autodidacta. Por ahí se dice que el
nombre Guardia de Hierro, que alude a la organización rumana que poco
tuvo que ver con la de Argentina, provino de la necesidad de acentuar el
peso de Puerta de Hierro hacia 1961. Un disparate porque la casa de
Perón comenzó a construirse tres años después. Del mismo modo, se dice
que Álvarez mantuvo una relación de amistad con Bergoglio. Lo cual es
falso.
Con Jorge Bergoglio hubo un vínculo de un grupo de catedráticos de la
universidad de El Salvador que pertenecían a Guardia de Hierro, con
quienes realizó su traspaso a manos de particulares, según la orden
internacional de la superioridad jesuita. Pero Bergoglio jamás
perteneció a la organización. Una reflexión sencilla lleva a pensar que
es poco probable que un ex provincial jesuita, como era Bergoglio en
tiempos de la dictadura, militara en una organización que se disolvió en
los días del golpe.
Guardia de Hierro no era ni una organización de derecha, ni menos una organización de derecha peronista
Álvarez tuvo, de modo creciente, un estilo de construcción mercantil
de la política. Un rasgo que define hoy en gran parte a la política, el
toma y daca, e incluso a ciertos exponentes justicialistas que en los
parlamentos, y tras bambalinas, arreglan su vida y sus negocios. No es
una creación suya. La utilizaban los políticos desplazados de la época,
sean de derecha, centro o izquierda. Esa metodología, que actúa en la
cultura como una tentación irrebatible, perjudicó en cierta etapa de su
carrera política a Álvarez. No hubo, a pesar de negociar con la Marina
en el golpe del ’76 para evitar una masacre de sus compañeros, elementos
que hagan suponer entregas. Y sí existió un sentido de pertenencia
notable y dolorido por parte de los militantes de Guardia al momento de
la disolución dispuesta por Álvarez. Ni aún después, aunque hubo tratos
éticamente cuestionables cuando la organización era un grupo disuelto
que continuaba en actividad desde una pertenencia a su jefe. Por
entonces, esa tentación que parece un resabio de la picaresca con
resultados colectivos funestos, parecía regir sus pasos.
El mercantilismo corporativo le impidió una proyección política al
retorno de la democracia y optó por mantener una ilusión de
organización, volcarse a un intento de religiosidad más histriónica que
perdurable, y jugar con el sello de un nombre con historia en el
peronismo precedente. Operaba con cierta dosis de marginalidad y
búsqueda de apoyos que redundaran en algún beneficio pasajero para
perdurar. Sería injusto decir que intereses de otro tipo se
privilegiaron en el pequeño grupo con que sobrevivió hasta estos años.
Así se intentó acordar con referentes montoneros una reconciliación
histórica, se buscó apoyar a De la Rúa en el proceso electoral que lo
llevó al gobierno y finalmente, se dio apoyo a Kirchner luego de
cuestionarlo. La efectividad política no fue uno de los logros de
Álvarez y su fuerza fugitiva. No hay que negar que acercó a la política a
algunos dirigentes jóvenes de valor que perduran en diferentes puntos
del país. De los históricos no hay que dejar de recordar a Amelia
Podetti, intelectual notable y Alejandro Pandra, escritor sensible y
persona de singular humanidad. También hay que rescatar el gesto de
escribir una memoria que, si bien recoge su estilo verborrágico, por
momentos avasallante, de un hombre capaz de urdir historias, cuadros de
situación e hipótesis sin duda atrayentes como quien construye una
narración eficaz, permite compartir una trayectoria.
A su muerte no es desacertado reconocer su paso por la resistencia,
su labor de formador de cuadros en años duros. Sin embargo, la falta de
consecuencia en la construcción política deja como resultado que se lo
recuerde con atisbos de melancolía que no dejan de lado a la tristeza
ante lo que pudo ser y no se confirmó. Suele suceder en la historia como
en la vida, que duele más lo que no se concretó porque queda como una
herida que se arrastra sobre los calendarios. Lo hecho, en cambio, da
lugar a lo siguiente.