MATERIAL PARA DEBATE
LA TERCERA POSICIÓN ESTA MUERTA
HENRYK WRONSKI
Los acontecimientos que sucedieron en Ucrania dividieron a los círculos nacionalistas europeos en un grado que no se había visto en décadas. Las acciones del Sector derechas de Ucrania y grupos similares llevaron a algunos nacionalistas a creer que su tan esperada y mítica “revolución nacional” es posible.
A pesar de que muchos de ellos se han desilusionado después de que
la milicia nacionalista Kiev tuviera la vergüenza de ponerse en contacto con la
embajada de Israel, implorara ayuda a los terroristas chechenos y empujara a
Ucrania hacia la Unión Europea, la primera ola de entusiasmo fue, sin duda,
auténtica. Afectó a grupos bastante diferentes: la “Acción Nacional
Revolucionaria” española, que representa ideas similares a los Nacionalistas
Autónomos y a la Juventud Nórdica sueca, que respaldan una visión de
“patriotismo moderno” con rostro humano feliz (o más bien, contorsionado con
una sonrisa grotesca y estúpida). Los nacionalistas ucranianos fueron
felicitados por los así llamados “Fascistas del Tercer Milenio” de Casa Pound
Italia, así como por los nacionalistas católicos de Forza Nuova, aunque hay que
señalar que ambas organizaciones italianas advirtieron contra los “beneficios”
que resultan de unirse a la OTAN y a la Unión Europea.
Sin embargo, el análisis de la situación de Ucrania muestra que el
juego por las influencias es un juego entre Rusia y los EE.UU., y no hay lugar
para ningún otro jugador. En esta situación, apoyar a los nacionalistas
ucranianos significa efectivamente apoyar a los EE.UU., y cualquier objeción en
relación a ellos es una declaración de apoyo a las políticas rusas. No hay un
tercer camino.
La tercera vía está obsoleta
¿Por qué los nacionalistas europeos, que en sus propios países se
posicionan contra la Unión Europea, el americanismo y el liberalismo dan su
apoyo a situar a Ucrania en la esfera de influencia euroatlántica? Parece que
la respuesta puede estar en la inadecuación de sus ideas, que se han vuelto
obsoletas y ya no están adaptadas a los tiempos actuales. Los movimientos
nacional revolucionarios que se desarrollaron en Europa occidental desde los
años 60 plantearon muchas preguntas importantes. Muchas veces enfurecieron a la
vieja derecha burguesa a causa de su visión de los Estados Unidos como enemigos
y opresores de Europa, no mejores que la URSS. Criticaron correctamente la
economía liberal. Gracias a ellos la cuestión palestina y los problemas de los
pueblos del Tercer Mundo luchando por la libertad y la dignidad comenzaron a aparecer
en el discurso nacionalista. Estaban dispuestos a aprender de las corrientes
políticas de fuera de Europa, como el justicialismo argentino o varias escuelas
del nacionalismo árabe. Sin embargo, el foco principal de su conflicto era la
idea de dos enemigos, el liberalismo y el comunismo, personificados por los
EE.UU. y la URSS. La desintegración de la Unión Soviética del bloque del Este
fue la derrota definitiva del comunismo.
Sólo quedó un enemigo, Washington y Wall Street. Partidarios
contemporáneos del nacionalismo de tercera posición parecen ignorar este hecho.
Creen en una revolución nacional para hacer de la Europa de los pueblos un
tercer poder alternativo a los EE.UU. y Rusia. Al mismo tiempo, critican a
Rusia por supuestas ambiciones “imperialistas” y de intentar reconstruir el
poder soviético, generalmente asociado a gemidos patéticos sobre “represiones”
contra los nacionalistas rusos, muchos de los cuales preferirían vivir en una
pequeña y débil Rusia, con tal de que fuera habitada por eslavos blancos.
Esta actitud lleva a caer en la trampa de su propia ideología y es
una manera directa para convertirse en tontos útiles del liberalismo,
equivalentes a los extremistas wahabíes que pueden contar con el apoyo de
Occidente, siempre y cuando actúen en su propio interés. Pero cuando empiezan a
morder la mano que les da de comer, la hegemonía mundial les recuerda
brutalmente quién es el amo y quién el siervo.
No habrá ninguna revolución
Aunque Rusia y sus políticas pueden ser (y son) criticadas por
diversas razones, hoy en día es el único poder real capaz de resistir la
expansión global del liberalismo y de frustrar los planes de Washington. Esto
es bien entendido por los países que forman la vanguardia anti-liberal, que
luchan por tener la oportunidad de elegir su propio camino de desarrollo: el
conservador Irán, la Venezuela bolivariana o la nacionalista Siria. Mediante el
desarrollo de la cooperación estratégica con Rusia, crean las bases de un mundo
multipolar. En cada caso, a pesar de las diferencias ideológicas, actúan contra
las fuerzas que (de manera explícita o no) trabajan para llevar a cabo los
intereses estadounidenses. Apoyar a los grupos que actúan como aliados de
Washington, incluso si se hace inconscientemente o de manera temporal, significa
optar por el lado de los Estados Unidos.
El poder liberal puede utilizar partidarios de cualquier ideología
política, incluyendo el nacionalismo, como un medio para lograr sus objetivos.
Después de arrastrar un país bajo su influencia, de la destrucción de los lazos
sociales, del establecimiento de una economía criminal basada en el capitalismo
financiero controlado por el FMI, el Banco Mundial y las corporaciones
multinacionales, no dudará en sacrificar a sus aliados recientes. Hoy en día,
los nacionalistas ucranianos sirven como este tipo de apoyo, dando legitimidad
a la transferencia de las reservas de oro de Ucrania al extranjero, a los
intentos de imponer políticas económicas que conduzcan a l desastre, y a la
sustitución de los viejos oligarcas caídos en desgracia que trataron de
mantener el equilibrio entre Rusia y Occidente, por oligarcas abiertamente
pro-occidentales.
Apoyar este tipo de “revolución nacional” es ayudar a construir el
poder de los Estados Unidos, que esclaviza pueblos y destruye culturas de todo
el mundo. El “despertar nacional” ucraniano muestra el grado de diferencia
entre la realidad actual y los sueños y visiones del futuro desarrolladas en
los círculos nacionalistas en Europa desde el final de la Segunda Guerra
Mundial. Una comparación entre la revolución en Irán y la llamada “primavera
árabe” viene a la mente. La primera fue una verdadera revuelta popular contra
las odiadas marionetas estadounidenses, llevada a cabo únicamente por manos
iraníes. Después de la revolución, Irán rechazó tanto el liberalismo
pro-estadounidense como el marxismo soviético en descomposición, y optó por una
tercera opción: las políticas basadas en el Islam y sus leyes. Las
“revoluciones” en Libia y Siria fueron sólo intentos para instalar a las fuerzas
pro-estadounidenses en el timón. Su único efecto duradero es traer la guerra y
el caos. Resultados similares pueden ser llevados a Ucrania y a todos los demás
países que los EE.UU. deseen incluir en su esfera de influencia. No habrá
“revoluciones nacionales” apuntando efectivamente contra los intereses
estadounidenses. Es hora de reconocer la inaplicabilidad de las soluciones
presentadas por el nacionalismo de tercera vía.
El tiempo de luchar contra dos oponentes terminó hace mucho
tiempo. Hoy en día sólo hay un enemigo, y cualquier intento de ser neutral con
respecto a él, o de apoyarlo a pesar de algunas reservas, significa estar de su
lado. La tercera vía en su forma actual conduce directamente al cementerio de
las ideas. Sería una lástima que sus seguidores terminaran allí con los últimos
fósiles del trotskismo o los reaccionarios ilusos que discuten seriamente
restaurar el poder de los Habsburgos o los Borbones.
Fuente: El
Espía Digital y Center
for Syncretic Studies