lunes, 4 de julio de 2016

El tiempo de hacerse cargo de los errores propios

El tiempo de hacerse cargo de los errores propios

Hugo E. Grimaldi
DyN
“Parirás con dolor” (Génesis 3:16). La cita bíblica, que primero que a ninguna le cabe como maldición a la sociedad construida por los argentinos y a sus recurrencias circulares de enamoramientos fáciles y divorcios traumáticos, tanto en política como en el fútbol, bien podría serle aplicada en otro sentido al gobierno de Mauricio Macri, tras un primer semestre de trabajo sucio para superar el pecado original que le dejó el kirchnerismo.
Básicamente, el mandato divino le cae como anillo al dedo a un país que, aun conociendo el castigo, mordió siempre el fruto prohibido y que debe decidir ahora hasta dónde está dispuesto a soportar para terminar de una vez en su interior con el llamado “modelo productivo de matriz diversificada con inclusión social”, basado en un sistema de economía cerrada, consumo, ahogo del Estado al sector privado, subsidios, obra pública, déficits crecientes, atraso cambiario e impuesto inflacionario, que sucedió a los lúcidos primeros tiempos de ordenamiento K.


Este modelo resultó ser para Cambiemos una herencia con forma de manzana que, además, le llegó envenenada. Más allá de las múltiples bombas económicas que se lo armó a la sucesión durante el último año de gobierno bajo el paraguas del populismo, el núcleo político de aquel modelo, tal como se lo concibió desde que se ordenó el “vamos por todo”, resultó ser algo descontrolado y con todo servido, no sólo en su filosofía, sino específicamente en su ejecución, para que se hayan generado en los últimos años enormes bolsones de corrupción. Por eso, no extraña que todos los días se registre en los Tribunales actividad extrema concentrada en el kirchnerismo y que a los emblemáticos nombres de los amigos de aquel poder, como Lázaro Báez y sus hijos o Cristóbal López y sus socios, se le haya agregado un ministro intocable otrora, como Julio De Vido, tras la flagrancia de su colaborador de tantos años, el impúdico José López, quien tiraba bolsos llenos de dólares por encima de la tapia de un monasterio o las causas que salpican fuerte a Aníbal Fernández.
En relación al ex Jefe de Gabinete y más allá de su procesamiento, como el de otros dos de sus pares (Jorge Capitanich y Juan Manuel Abal Medina) por el desvío de fondos de Fútbol para Todos, donde el argumento lógico de Aníbal F. es que, si hubo algún ilícito, fue después de que todo el dinero fuera recibido por la AFA, la aceptación del pedido de extradición exprés de Paraguay por parte de Ibar Pérez Corradi, acusado de ser el “autor intelectual” de la masacre que se visualizó en General Rodríguez, pone la mira sobre lo que le tiene que decir a la Justicia argentina en relación a ese triple crimen derivado de la importación desmedida de efedrina. El condenado Martín Lanatta identificó a Aníbal como “La Morsa”.
En la Justicia
La hiperacción judicial aparece justo cuando los jueces de ese fuero son furiosamente criticados desde muchas vertientes -Elisa Carrió en primera fila- y justo cuando el Consejo de la Magistratura, bajo la excusa de la lentitud de las investigaciones y aunque con cuatro ausencias, votó de manera unánime la semana pasada la puesta en marcha de auditorías para hacer el seguimiento de causas y comprobar si hacia el pasado hubo cajoneos o malas artes procesales para entorpecer o demorar algunas de ellas. Si bien el procedimiento puede ser de engorrosa puesta en marcha, ya que habrá que contar con un cuerpo de cientos de auditores suficientemente entrenados, que hoy no están, habría que prever que el mismo podría ser tildado de inconstitucional si apunta a investigar los fallos.
Otro dato que no pasó inadvertido en relación al descrédito del fuero Federal fue que el nuevo ministro de la Corte, Horacio Rosatti no invitó a ninguno de esos jueces a su asunción. A la luz de aquello que recién ahora se está ventilando en la Justicia a tanta velocidad, las referencias más visibles son los jueces federales Claudio Bonadio, Daniel Rafecas y Sebastián Casanello, hoy bajo la lupa de todos y bajo el fuego de acusaciones de mayor o menor parcialidad, de acuerdo a qué lado de la grieta se ocupe. Este último magistrado recibió en la semana un tremendo sablazo de la Sala II de la Cámara Federal quien consideró que en el caso Báez incurrió “en un enfoque errado de la investigación”, sobre todo al no considerar “la íntima relación existente entre la cuantiosa adjudicación de obra pública a Báez (y su grupo económico) y las referidas relaciones del nombrado con los ex presidentes Néstor Kirchner y Cristina Fernández”.
No resulta tan extraño comprender ahora por qué el kirchnerismo, cuando tenía cadenas oficiales y medios a su servicio, gastó tantas energías para descalificar a los jueces y también a los periodistas, intentando acondicionar sus lógicas al “proyecto”, a partir de acciones de injerencia directa (reforma judicial, Ley de Medios) en sus estructuras y tampoco es raro comprobar que ese relato aún se mantenga en boca de CFK, por ejemplo.
“En los últimos días, el Partido Judicial, con inusitada virulencia, instado por el Gobierno y con el explícito incentivo que le brindan los medios hegemónicos de comunicación han intensificado su campaña de persecución y difamación contra el gobierno que presidí”, acaba de escribir la ex presidenta quien agregó a las actuales autoridades en el combo de sus diatribas. En este punto, victimizándose, la ex presidenta hace dos referencias políticas de efectismo puro, antes que de certezas. En primer lugar, revuelve el barro y pretende igualar a los Panamá Papers y a las empresas que pudo haber tenido su sucesor en el exterior con la catarata de denuncias que salpican a su período de gobierno. En su imaginario (o al menos para la pacatería de cierta tribuna) la constitución de una compañía o, peor, una cuenta radicada en el exterior es un pecado de nacionalismo, porque se presume que se ha fugado dinero para no pagar los impuestos aquí, cosa que no parece darse en esta ocasión. Ahora, si el presidente Macri no explica todo de un modo bien convincente, hay más chances que eventualmente el caso se asemeje más al de Richard Nixon que al de un evasor del común, ya que no hay delito ninguno si se cumplió con la AFIP.
La segunda afirmación de Cristina apunta políticamente a bajarle aún más la tolerancia a la gente para tratar de recuperar en algo la estima social perdida o para frenar la diáspora que se verifica a diario en sus filas y va en línea con el ajuste que sufre la economía y el bolsillo de los ciudadanos, como un remedio inevitable para tratar de salir de la herencia que dejó aquel modelo: “Distraer a la población mientras el ajuste y la debacle económica aumentan la pobreza, la desigualdad y la inseguridad de manera ya inocultable y exponencial”, escribió. Tras el dolor del parto que le provocó al Gobierno los primeros seis meses, en lo que dice Cristina hay que reparar más en el verbo “aumentar” que en la referencia al “distraer”, un término que le cabe como a nadie al kirchnerismo, un campeón a la hora de armar relatos para venderle cambiada la bocha a los ciudadanos.
Estas referencias se entroncan naturalmente con el segundo semestre del año, un período que no será mágico, pese a la euforia que irradiaban algunos miembros del Gobierno hace unos pocos meses atrás y en el que la responsabilidad de morder o no morder el fruto del bien y del mal será ya casi toda de Macri. Hoy, el mayor consenso entre políticos y economistas sostiene que al Gobierno se le ha ido corriendo el arco hacia el año próximo y que el Presidente deberá hacerse cargo, en primera instancia, de todos los errores de ejecución y no solamente de las idas y vueltas que hubo hasta el 30 de junio, sino plenamente del rumbo que se tome de ahora en más.
Prueba y error
Hacia el pasado, para algunos, no hubo más remedio que avanzar en modo de prueba y error debido a las restricciones políticas y, sobre todo, a las sociales, ser drásticos en algunas cosas (shocks) y permisivos en otras (gradualismos), en un juego de dos velocidades a los que no fueron ajenos los triunfos políticos legislativos que logró el Gobierno en estos meses a pleno aumento del gasto, atado al mayor endeudamiento para financiar el déficit.
Lo cierto es que de las pretensiones numéricas que había para este año, algunas se ratificaron (monetarias), otras se redujeron (tarifas) o entraron en stand-by (inversiones masivas) o bien quedaron para el año próximo (campo), mientras está claro que la meta inflacionaria no se cumplirá, aunque hay cierto acuerdo en que en el segundo semestre la suba de los precios será menor y que se alineará francamente hacia la baja.
Sin embargo, no se puede dejar de advertir el costado electoral del asunto, ya que el Gobierno parece estar pensando en las cruciales elecciones del año próximo, para lo cual no sólo tendrá mayores gastos por nuevas concesiones políticas, sino que, según algunos analistas, deberá probablemente abandonar ciertos esquemas de dispersión del poder y concentrar áreas de decisión quizás con alguna reformulación de ministerios.
Por último, ya que de la Biblia se trata, hay que reportar el ruido que hay en la Iglesia local debido a lo que sucedía tras los muros del convento de la discordia, casualmente también ubicado en General Rodríguez. A través de un mensaje, los obispos buscaron que su palabra “llegue a todas las personas promotoras o cómplices de los delitos de corrupción” y, sin nombrarlo, pusieron en la picota al fallecido arzobispo Rubén Di Monte, objetor del actual Papa cuando era arzobispo de Buenos Aires, acusado de ser colaborador del kirchnerismo y amante del dinero. El propio Francisco tampoco ha quedado ajeno a la actualidad, ya que un emprendimiento nacido bajo su ala, el de Scholas Ocurrentes, ha entrado en un cono de sombras tras haber aceptado primero y rechazado después una donación del actual gobierno. Y se asegura que sus responsables, dos ex seminaristas argentinos nombrados por el Papa pero no muy bien considerados por la jerarquía local, serán pronto noticia por una investigación periodística que los deja mal parados y, por ende, a su mentor. Habrá que esperar