El tiempo de hacerse
cargo de los errores propios
Hugo E. Grimaldi
DyN
“Parirás con
dolor” (Génesis 3:16). La cita bíblica, que primero que a ninguna le cabe
como maldición a la sociedad construida por los argentinos y a sus recurrencias
circulares de enamoramientos fáciles y divorcios traumáticos, tanto en política
como en el fútbol, bien podría serle aplicada en otro sentido al gobierno de
Mauricio Macri, tras un primer semestre de trabajo sucio para superar el pecado
original que le dejó el kirchnerismo.
Básicamente, el mandato divino
le cae como anillo al dedo a un país que, aun conociendo el castigo, mordió
siempre el fruto prohibido y que debe decidir ahora hasta dónde está dispuesto
a soportar para terminar de una vez en su interior con el llamado “modelo
productivo de matriz diversificada con inclusión social”, basado en un
sistema de economía cerrada, consumo, ahogo del Estado al sector privado,
subsidios, obra pública, déficits crecientes, atraso cambiario e impuesto inflacionario,
que sucedió a los lúcidos primeros tiempos de ordenamiento K.
Este modelo resultó ser para
Cambiemos una herencia con forma de manzana que, además, le llegó envenenada.
Más allá de las múltiples bombas económicas que se lo armó a la sucesión
durante el último año de gobierno bajo el paraguas del populismo, el núcleo
político de aquel modelo, tal como se lo concibió desde que se ordenó el
“vamos por todo”, resultó ser algo descontrolado y con todo
servido, no sólo en su filosofía, sino específicamente en su ejecución, para
que se hayan generado en los últimos años enormes bolsones de corrupción. Por
eso, no extraña que todos los días se registre en los Tribunales actividad
extrema concentrada en el kirchnerismo y que a los emblemáticos nombres de los
amigos de aquel poder, como Lázaro Báez y sus hijos o Cristóbal López y sus
socios, se le haya agregado un ministro intocable otrora, como Julio De Vido,
tras la flagrancia de su colaborador de tantos años, el impúdico José López,
quien tiraba bolsos llenos de dólares por encima de la tapia de un monasterio o
las causas que salpican fuerte a Aníbal Fernández.
En relación al ex Jefe de
Gabinete y más allá de su procesamiento, como el de otros dos de sus pares
(Jorge Capitanich y Juan Manuel Abal Medina) por el desvío de fondos de Fútbol
para Todos, donde el argumento lógico de Aníbal F. es que, si hubo algún
ilícito, fue después de que todo el dinero fuera recibido por la AFA, la
aceptación del pedido de extradición exprés de Paraguay por parte de Ibar Pérez
Corradi, acusado de ser el “autor intelectual” de la masacre que se
visualizó en General Rodríguez, pone la mira sobre lo que le tiene que decir a
la Justicia argentina en relación a ese triple crimen derivado de la
importación desmedida de efedrina. El condenado Martín Lanatta identificó a
Aníbal como “La Morsa”.
En la Justicia
La hiperacción judicial aparece
justo cuando los jueces de ese fuero son furiosamente criticados desde muchas
vertientes -Elisa Carrió en primera fila- y justo cuando el Consejo de la Magistratura,
bajo la excusa de la lentitud de las investigaciones y aunque con cuatro
ausencias, votó de manera unánime la semana pasada la puesta en marcha de
auditorías para hacer el seguimiento de causas y comprobar si hacia el pasado
hubo cajoneos o malas artes procesales para entorpecer o demorar algunas de
ellas. Si bien el procedimiento puede ser de engorrosa puesta en marcha, ya que
habrá que contar con un cuerpo de cientos de auditores suficientemente
entrenados, que hoy no están, habría que prever que el mismo podría ser tildado
de inconstitucional si apunta a investigar los fallos.
Otro dato que no pasó
inadvertido en relación al descrédito del fuero Federal fue que el nuevo
ministro de la Corte, Horacio Rosatti no invitó a ninguno de esos jueces a su
asunción. A la luz de aquello que recién ahora se está ventilando en la
Justicia a tanta velocidad, las referencias más visibles son los jueces
federales Claudio Bonadio, Daniel Rafecas y Sebastián Casanello, hoy bajo la
lupa de todos y bajo el fuego de acusaciones de mayor o menor parcialidad, de
acuerdo a qué lado de la grieta se ocupe. Este último magistrado recibió en la
semana un tremendo sablazo de la Sala II de la Cámara Federal quien consideró
que en el caso Báez incurrió “en un enfoque errado de la
investigación”, sobre todo al no considerar “la íntima relación
existente entre la cuantiosa adjudicación de obra pública a Báez (y su grupo
económico) y las referidas relaciones del nombrado con los ex presidentes
Néstor Kirchner y Cristina Fernández”.
No resulta tan extraño
comprender ahora por qué el kirchnerismo, cuando tenía cadenas oficiales y
medios a su servicio, gastó tantas energías para descalificar a los jueces y
también a los periodistas, intentando acondicionar sus lógicas al “proyecto”,
a partir de acciones de injerencia directa (reforma judicial, Ley de Medios) en
sus estructuras y tampoco es raro comprobar que ese relato aún se mantenga en
boca de CFK, por ejemplo.
“En los últimos días, el
Partido Judicial, con inusitada virulencia, instado por el Gobierno y con el
explícito incentivo que le brindan los medios hegemónicos de comunicación han
intensificado su campaña de persecución y difamación contra el gobierno que
presidí”, acaba de escribir la ex presidenta quien agregó a las actuales
autoridades en el combo de sus diatribas. En este punto, victimizándose, la ex
presidenta hace dos referencias políticas de efectismo puro, antes que de
certezas. En primer lugar, revuelve el barro y pretende igualar a los Panamá
Papers y a las empresas que pudo haber tenido su sucesor en el exterior con la
catarata de denuncias que salpican a su período de gobierno. En su imaginario
(o al menos para la pacatería de cierta tribuna) la constitución de una
compañía o, peor, una cuenta radicada en el exterior es un pecado de
nacionalismo, porque se presume que se ha fugado dinero para no pagar los
impuestos aquí, cosa que no parece darse en esta ocasión. Ahora, si el
presidente Macri no explica todo de un modo bien convincente, hay más chances
que eventualmente el caso se asemeje más al de Richard Nixon que al de un
evasor del común, ya que no hay delito ninguno si se cumplió con la AFIP.
La segunda afirmación de
Cristina apunta políticamente a bajarle aún más la tolerancia a la gente para
tratar de recuperar en algo la estima social perdida o para frenar la diáspora
que se verifica a diario en sus filas y va en línea con el ajuste que sufre la
economía y el bolsillo de los ciudadanos, como un remedio inevitable para
tratar de salir de la herencia que dejó aquel modelo: “Distraer a la
población mientras el ajuste y la debacle económica aumentan la pobreza, la
desigualdad y la inseguridad de manera ya inocultable y exponencial”,
escribió. Tras el dolor del parto que le provocó al Gobierno los primeros seis
meses, en lo que dice Cristina hay que reparar más en el verbo
“aumentar” que en la referencia al “distraer”, un
término que le cabe como a nadie al kirchnerismo, un campeón a la hora de armar
relatos para venderle cambiada la bocha a los ciudadanos.
Estas referencias se entroncan
naturalmente con el segundo semestre del año, un período que no será mágico,
pese a la euforia que irradiaban algunos miembros del Gobierno hace unos pocos
meses atrás y en el que la responsabilidad de morder o no morder el fruto del
bien y del mal será ya casi toda de Macri. Hoy, el mayor consenso entre
políticos y economistas sostiene que al Gobierno se le ha ido corriendo el arco
hacia el año próximo y que el Presidente deberá hacerse cargo, en primera
instancia, de todos los errores de ejecución y no solamente de las idas y
vueltas que hubo hasta el 30 de junio, sino plenamente del rumbo que se tome de
ahora en más.
Prueba y error
Hacia el pasado, para algunos,
no hubo más remedio que avanzar en modo de prueba y error debido a las restricciones
políticas y, sobre todo, a las sociales, ser drásticos en algunas cosas
(shocks) y permisivos en otras (gradualismos), en un juego de dos velocidades a
los que no fueron ajenos los triunfos políticos legislativos que logró el
Gobierno en estos meses a pleno aumento del gasto, atado al mayor endeudamiento
para financiar el déficit.
Lo cierto es que de las
pretensiones numéricas que había para este año, algunas se ratificaron
(monetarias), otras se redujeron (tarifas) o entraron en stand-by (inversiones
masivas) o bien quedaron para el año próximo (campo), mientras está claro que
la meta inflacionaria no se cumplirá, aunque hay cierto acuerdo en que en el
segundo semestre la suba de los precios será menor y que se alineará
francamente hacia la baja.
Sin embargo, no se puede dejar
de advertir el costado electoral del asunto, ya que el Gobierno parece estar
pensando en las cruciales elecciones del año próximo, para lo cual no sólo
tendrá mayores gastos por nuevas concesiones políticas, sino que, según algunos
analistas, deberá probablemente abandonar ciertos esquemas de dispersión del
poder y concentrar áreas de decisión quizás con alguna reformulación de
ministerios.
Por último, ya que de la Biblia
se trata, hay que reportar el ruido que hay en la Iglesia local debido a lo que
sucedía tras los muros del convento de la discordia, casualmente también
ubicado en General Rodríguez. A través de un mensaje, los obispos buscaron que
su palabra “llegue a todas las personas promotoras o cómplices de los delitos
de corrupción” y, sin nombrarlo, pusieron en la picota al fallecido
arzobispo Rubén Di Monte, objetor del actual Papa cuando era arzobispo de
Buenos Aires, acusado de ser colaborador del kirchnerismo y amante del dinero.
El propio Francisco tampoco ha quedado ajeno a la actualidad, ya que un
emprendimiento nacido bajo su ala, el de Scholas Ocurrentes, ha entrado en un
cono de sombras tras haber aceptado primero y rechazado después una donación
del actual gobierno. Y se asegura que sus responsables, dos ex seminaristas
argentinos nombrados por el Papa pero no muy bien considerados por la jerarquía
local, serán pronto noticia por una investigación periodística que los deja mal
parados y, por ende, a su mentor. Habrá que esperar