5. Las culturas prehispánicas
De
acuerdo con la cosmovisión indígena, el dios Huitzilopochtli necesitaba
ser alimentado todos los días para poder seguir iluminando al pueblo
por el escogido. El único alimento que se podía ofrendar a este dios era
la sangre humana, razón por la cual los aztecas hicieron de la guerra
su mayor preocupación con el objetivo de obtener prisioneros para el
sacrificio ritual. El pueblo que más sufrió las consecuencias de esta
costumbre fue el de los tlaxcaltecas lo cual explica en importante
medida el odio que éstos sentían hacia los aztecas. El sacrificio humano
se realizaba sobre los altares de los templos, donde generalmente se
extraía el corazón del prisionero aún con vida. También se empleaban el
flechamiento y el sacrificio gladiatorio, donde la víctima se enfrentaba
a cuatro guerreros aztecas. Este último era un honor reservado a los
prisioneros más valerosos. La sangre del sacrificado era juntada en
grandes piedras cóncavas, llamados tazones por los españoles, hasta
coagular. Los tazones estaban ubicados al lado de las imágenes de las
deidades. En tanto, los cráneos de los muertos eran ensartados en lanzas
de madera que se colocaban en hileras en el tzompantli, para así dar
testimonio del fervor de los aztecas hacia sus divinidades.
“Cuatro sacerdotes aferraban a la víctima y la arrojaban sobre la piedra de sacrificios. El Gran sacerdote le clavaba entonces el cuchillo debajo del pezón izquierdo, le abría la caja torácica y después hurgaba con las manos hasta que conseguía arrancarle el corazón aún palpitante para depositarlo en una copa y ofrecérselo a los dioses. Después, los cuerpos eran lanzados por las escaleras de la pirámide. Al pie, los esperaban otros sacerdotes para practicar en cada cuerpo una incisión desde la nuca a los talones y arrancarles la piel en una sola pieza. El cuerpo despellejado era cargado por un guerrero que se lo llevaba a su casa y lo partía en trozos, que después ofrecía a sus amigos, o bien éstos eran invitados a la casa para celebrarlo con la carne de la víctima. Una vez curtidas, las pieles servían de vestimentas a la casta de los sacerdotes”.
Mientras que los jóvenes de ambos sexos eran sacrificados así por decenas de miles cada año, pues al principio establecía que la ofrenda de corazones humanos a los dioses debía ser ininterrumpida, los niños eran lanzados al abismo de Pantilán, las mujeres no vírgenes eran decapitadas, los hombres adultos, desollados vivos y rematados con flechas… Algo menos sanguinarios eran los incas, los otros invasores que habían esclavizado a los indios del sur, a lo largo de la cordillera de los Andes. Como recuerda un historiador: “los incas practicaban sacrificios humanos para alejar un peligro, una carestía, una epidemia. Las víctimas, a veces niños, hombres o vírgenes, eran estranguladas o degolladas, en ocasiones se les arrancaba el corazón a la manera azteca”.
Victorio Mesori. Leyendas negras de la Iglesia.
5.1. Sacrificios humanos en la América Prehispana
Arqueólogos mexicanos confirman sacrificios humanos de los mayas
La incógnita ha sido fuente constante de
controversias: ¿Fue la práctica de sacrificios humanos de aztecas y mayas tan
generalizada y horrible como dicen los libros de historia? ¿O acaso los
conquistadores españoles exageraron la nota para enfatizar el carácter primitivo
de los indígenas?
Sacrificio ritual azteca
(AP) En años recientes, los arqueólogos han descubierto
numerosas evidencias físicas que corroboran las versiones españolas en
sustancia, si no en cifras. Utilizando técnicas forenses ultramodernas, los
arqueólogos están demostrando que los sacrificios prehispánicos solían
involucrar niños y una amplia gama de métodos brutales.
Durante décadas, muchos investigadores suponían que las
versiones españolas de los siglos XVI y XVII eran resultado de prejuicios para
denigrar las culturas indígenas. Otros argumentaban que los sacrificios
involucraban mayormente a los enemigos capturados. Aun otros admitían que los
aztecas eran sangrientos, pero creían que los mayas no lo eran tanto.
"Ahora tenemos la evidencia física para corroborar los
antecedentes escritos y gráficos", dijo el arqueólogo Leonardo López Luján.
Recordó que "algunas corrientes 'proindígenas' siempre habían negado que
ocurriera eso. Decían que probablemente los textos mentían".
Los españoles probablemente exageraron el número de víctimas
para justificar una guerra supuestamente justa contra la idolatría, dijo David
Carrasco, experto en religiones de Mesoamérica en la Escuela de Religión de
Harvard. Pero ya prácticamente no quedan dudas sobre la naturaleza de las
matanzas. Los textos pictográficos indígenas conocidos como "códices", al igual
que las versiones españolas de la época, atribuyen a indígenas la descripción de
formas múltiples de sacrificios humanos.
A las víctimas les seccionaban el corazón o las decapitaban;
las acribillaban a flechazos, las desgarraban, les cortaban en pedazos, las
aplastaban, despellejaban, enterraban vivas o las arrojaban desde lo alto de los
templos. Se mencionaba con mucha frecuencia los sacrificios de niños, en parte
porque se los consideraba puros e impolutos.
"Mucha gente decía 'No podemos confiar en estos códices porque
eran los españoles los que describían todas estas cosas horribles´, lo que a la
larga estamos confirmando", dijo Carmen Pijoan, antropóloga forense que halló
algunas de las primeras evidencias directas de canibalismo en una cultura
preazteca hace más de una década: huesos con marcas de cortes como para
carnicería.
En diciembre, en una excavación de la comunidad de Ecatepec, al
norte de la capital mexicana, la arqueóloga Nadia Vélez Saldaña dijo haber
hallado evidencias de un sacrificio humano vinculado al dios de la muerte.
"El sacrificio involucraba quemar total o parcialmente las
víctimas —dijo Vélez—. Hallamos un pozo funerario con los esqueletos de cuatro
niños parcialmente quemados, y los restos de otros cuatro completamente
carbonizados". Si bien los restos no revelan si las víctimas fueron quemadas
vivas, hay representaciones gráficas de personas —aparentemente vivas— a quienes
las sostienen mientras las queman.
El pozo reveló otras pistas que ratifican las descripciones de
inmolaciones del códice de Magliabecchi, una representación pictográfica pintada
entre 1600 y 1650 que incluye órganos humanos en platos de cocina, y comensales
alrededor comiendo ante la vista del dios de la muerte.
"Hemos hallado platos similares —dijo el arqueólogo Luis Manuel
Gamboa—. Y junto a esqueletos completos hallamos algunos huesos humanos
incompletos, segmentados". Sin embargo, los investigadores no saben si esos
restos son vestigios de canibalismo.
En el 2002, el arqueólogo del gobierno Juan Alberto Román
Berrelleza anunció los resultados de exámenes forenses a los huesos de 42 niños,
en su mayoría varoncitos de unos 6 años, sacrificados durante una sequía en el
Templo Mayor de la Ciudad de México, el principal centro religioso azteca.
Todos compartían una característica: caries avanzadas, abscesos
o infecciones óseas suficientemente dolorosas como para hacerlos llorar.
"Se consideraba un presagio propicio que llorasen mucho en el
momento del sacrificio" que probablemente se ejecutaba degollándolos, precisó
Román Berrelleza.
Los mayas, cuya cultura floreció más al este unos 400 años
antes de que los aztecas fundasen la ciudad de México en 1325, tuvieron una
propensión similar a las inmolaciones, escribió el antropólogo David Stuart, de
Harvard, en un artículo en el 2003.
A fines del siglo XIX y principios del XX, "los primeros
investigadores trataron de establecer una distinción entre los mayas 'pacíficos'
y las culturas 'brutales' del centro de México", escribió Stuart. "Incluso
trataron de afirmar que los sacrificios humanos eran inusuales entre los mayas".
Pero en tallas y en pinturas murales, dijo, "hemos encontrado
más y mayores similitudes entre los aztecas y los mayas", incluyendo una
ceremonia maya en la que un sacerdote de atuendo grotesco arranca las entrañas
de una víctima atada y aparentemente viva.
Algunos textos de la era española todavía no han sido
corroborados con el descubrimiento de restos físicos. Describen a sacerdotes
aztecas sacrificando niños y adultos encerrándolos herméticamente en cuevas o
ahogándolos. Pero ahora se supone que los textos son fidedignos, dijo López
Luján, que también trabaja en las excavaciones del Templo Mayor.
Para López Luján, la confirmación se ha concretado en forma de
pruebas químicas avanzadas en los pisos de estuco de los templos aztecas, donde
se hallaron vestigios de hierro, albúmina y material genético consistente con la
sangre humana.
"Ahora es cuestión de cantidad", dijo el arqueólogo, quien cree
que los españoles —y los escribas indígenas que trabajaban bajo su control—
exageraron el número de las víctimas de sacrificios. En un caso dicen que 80.400
personas fueron sacrificadas en la inauguración de un templo en 1487.
"No hemos hallado nada ni remotamente parecido... aunque le
agregásemos algunos ceros", afirmó López Luján.
Los investigadores han descartado en gran medida la vieja
teoría de que los sacrificios y el canibalismo se debían a una escasez de
proteínas en la dieta azteca, aunque algunos siguen creyendo que puede haber
sido un método de control de población.
Las culturas prehispanas creían que el mundo se acabaría si no
se efectuaban sacrificios. Por otra parte las víctimas propiciatorias solían ser
tratadas como dioses antes de su inmolación. "Para nosotros es muy difícil
concebirlo —dijo Pijoan sobre los sacrificios—. Casi era un honor para
ellos".