domingo, 15 de enero de 2017

EL CANALLA-Por Nicolás Marqez- Capítulo VI

Capítulo VI

 La revolución traicionada

La foto de la revolución




En Santiago de Cuba, una multitud abarrotó las calles y se preparó un acto político con varios oradores, El principal de ellos, obviamente, sería Castro. En la arenga, Fidel miente: "¡no se trata de sustituir a un dictador por otro!".1
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 Lo que no dijo Fidel allí, es que se trataba de sustituir a un gobierno autoritario (el de Batista) cuyo plazo de mandato caducaba en 1959, por otro totalitario que durará mientras vivan Castro y los herederos de su dinastía. Recuerda Matos (quien también habló en esa masiva ceremonia) que "Fidel promete que los militares estarán a las órdenes de las leyes y la constitución de la República. Alaba el proceso electoral y democrático refiriéndose al tiempo limitado que un gobierno debe permanecer en el poder. Sus palabras arrancan de la multitud el más fervoroso de los aplausos" 2
En tanto, Estados Unidos, a efectos de consolidar relaciones carnales con la nueva gestión que había impulsado, sustituyó al embajador Earl Smith por Philip W. Bonsal: "Enviado a Cuba para aplicar una política de flexibilidad, acorde con los compromisos de Washington con la izquierda democrática, Bonsal poseía las condiciones ideales para llevar a cabo ese empeñó"*, anota Lazo.
Los pro-hombres de la guerrilla revolucionaria fueron cinco: Huber Matos, Camilo Cienfuegos y por supuesto el Che, Fidel y Raúl. Sin embargo, Fidel, al impulsar el teatral avance hacia la capital ordena al Che y a Raúl no entrar triunfantes en La Habana. Sólo ingresarían él mismo, Huber Matos y Camilo Cienfuegos. ¿Por qué no Guevara ni Raúl Castro? Sencillo: tanto sobre su hermano Raúl como sobre Guevara pesaba la sospecha de que eran comunistas. En cambio, Camilo Cienfuegos y Huber Matos eran anticomunistas. De esta manera, Fidel entrando a La Habana escoltado por dos emblemá­ticos combatientes insospechados de marxismo, presentaría ante el mundo la imagen de estar encabezando una revolución con propósitos tolerantes, defen­sores de la propiedad privada y la libertad individual. Esa fue la engañosa foto de la revolución.

La leyenda guevarista y la revolución
La citada leyenda de los 300 valientes que le ganaron a un ejército de 35.000 soldados profesionales fue promovida (tanto para adentro como para afuera) por varios irresponsables. Pero indudablemente, fue el Che Guevara el principal artífice, padrino y promotor de esta ñcción a través de sus notas: "Hemos demostrado que un pequeño grupo de hombres armados, apoyado por el pueblo y sin miedo a morir si fuera necesario, puede enfrentar a un ejército regular disciplinado y derrotarlo. Ésta es lección fundamentar£ Asimismo, en su conocido cuadernillo titulado "Guerra de Guerrillas", la principal quimera consistía en la siguiente afirmación: "Primero, las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército; segundo, no siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución, pues el foco insurreccional puede crearlas; tercero, en la América subdesarrolla-da, el terreno de la lucha armada debe ser fundamentalmente el campo".5 Fierre Kalfon ataca el libreto de Guevara espetando "El Che basa su teoría revolucionaría en el modelo matricial de una guerrilla de campesinos que prevalece sobre un ejército profesional. Pero si no fueron los guerrilleros quienes ganaron sino el régimen carcomido de Batista el que se hundió, entonces el malentendido es inmenso, y la pasmosa hazaña de trescientos campesinos analfabetos venciendo a un ejército de cincuenta mil hombres se reduce a un accidente de la historia" fi
Incluso, a poco de acaecida la revolución, intelectuales marxistas del mundo comenzaron a cuestionar las simplificaciones guevaríanas, puesto que advertían que la tesis del Che era un soberano disparate y no se correspondía con la realidad. Fue entonces cuando Guevara acusó el golpe, publicando en abril de 1961 una cartilla titulada "Cuba: ¿Caso excepcional o vanguardia en la lucha contra el colonialismo?", en donde arremetía: "algunos sectores, interesadamente o de buena fe, han pretendido ver en ella (la revolución cubana) una serie de raíces y características excepcionales cuya importancia relativa frente al profundo fenómeno histórico social elevan artificialmente hasta constituirla en determinantes" y agrega que siempre existen condicio­nes objetivas para hacer una revolución y que tan sólo "faltaron en América
condiciones subjetivas de las cuales una de las más importantes es la con­ciencia de la posibilidad de la victoria por la vía violenta" y autoproponién-dose como ejemplo, prosigue "ahora se sabe perfectamente la capacidad de coronar con el éxito, una empresa como la acometida por aquel grupo de ilu­sos expedicionarios del 'Granma'"; aferrándose al determinismo histórico añade "las masas no sólo saben ¡a posibilidad de triunfo: ya conocen su des­tino... cuales quiera que sean las tribulaciones de la historia".7 No sabemos si el Che respondió de esta manera en calidad de mentiroso o de delirante, pero en verdad, nos inclinamos por la segunda opción.
Cuando Guevara tuvo que comandar la guerrilla en otras latitudes, sin el apoyo del pueblo (porque ya conocían su filiación comunista), sin los requiebros de su virtual agente de prensa Herbert Matthews y sus multime-dios asociados, sin los desembolsos monetarios de la CÍA y el apoyo políti­co del Departamento de Estado de los Estados Unidos y sin el cálido favor de numerosos países de la región que le brindaron logística, retaguardia, armamentos y dinero, el Che fue aplastado contundentemente tanto en Salta, como en el Congo y en Solivia. Lo que ratifica la insensatez de su argumento, reducido de un todo a un imaginario voluntarismo campesino que, dicho sea de paso, fue justamente el sector social que no sólo jamás apoyó a Guevara en sus aventuras sino que acabó denunciándolo.

La estafa comunista
Tanto sea por el progresivo desgaste y descrédito de Batista como por el halo mítico y carismático que habían sabido ganar los rebeldes, gran parte de Cuba estaba de fiesta. Nadie sospechaba lo que vendría después. La gente pensaba que estos barbudos venían a llevar adelante un gobierno de transición, seguido de un inmediato llamado a elecciones con la consiguiente reins­tauración de la Constitución de 1940.
Castro llegó a La Habana el ocho de enero, acompañado de Huber Matos y Camilo Cienfuegos. En medio de la euforia popular, por la noche, Fidel pro­nunció un discurso por televisión en el que enfatizó que la revolución era nacionalista, desterrando por completo cualquier sospecha de comunismo y evitando ponerse a la población en contra (además se le brindó un guiño a los Estados Unidos, que tanto los había apoyado).
Es más, en procura de consolidar el ardid, el 22 de enero, Fidel Castro brindó una masiva conferencia ante cuatrocientos periodistas de todas partes del mundo. Allí falseó a mansalva explicando que él se disponía a "asegurar al pueblo un régimen de justicia social, basado en la democracia popular y
en la soberanía política y económica. Aseguró que se iban a dar elecciones libres" y que uno de los objetivos era también "custodiar la democracia y evi­tar los golpes de Estado".*
Mientras el carísmático trío se alzaba con la gloria, Guevara, forzosamen­te relegado, firmó la orden de fusilar a 12 policías que no adherían a la revo­lución. En sus notas cuenta lo siguiente "No hice ni más ni menos que lo que exigía la situación, la sentencia de muerte de esos doce"?
Castro nombra un presidente títere, Manuel Urrutia y para despejar cual­quier temor acerca de un giro al comunismo, el político más pro-norteameri­cano de la isla, José Miró Cardona, fue nombrado primer ministro ¡nada menos! Narra O'Donnell que "en el nuevo Gabinete casi todos eran antico­munistas".™ El pueblo cubano desbordaba de alegría. En concordancia con lo expuesto, sostiene el biógrafo socialista Gambini: "¿Qué significaba hacer la revolución? Para muchos era simplemente sacar a Batista, establecer un régimen provisional y convocar a elecciones libres... ¿No era eso, acaso, lo que había prometido Fidel desde la Sierra? Pero había quienes no pensaban lo mismo"'.u Complementa O'Donnell sosteniendo "el Che no disminuía sus ínfulas revolucionarias a diferencia de muchos dirigentes del 26 de Julio que, ahora gobernantes, actuaban como si el único objetivo de la lucha hubiese sido expulsar a Batista y los suyos"..12
En verdad, sólo un minúsculo, casi inexistente, puñado de guerrilleros peleó contra Batista por la instauración del comunismo. Más del 90% de los rebeldes tan sólo pretendía una reinstauración constitucional, un sistema de libertades individuales y una vida normal al estilo occidental.
Esta política de engaño en donde iniciaimente los comunistas estaban ausen­tes, no era sólo una táctica para atraer la simpatía internacional sino que en Cuba, los marxistas eran una ínfima minoría. Esto lo explica muy bien Kalfon "Castro, que hasta ahora no tiene más cargo que el de comandante en jefe de un ejército al que está reestructurando, ha cedido al presidente Urrutia la tarea de constituir un gobierno competente y moderado. Los miembros del 26 de Julio son minoría en el seno de una mayoría de notables liberales, reformistas, capaces de tranquilizar a una población llena de desconfianza con respecto a los comunistas".13
Sin embargo, es sabido que muchas veces coexisten un poder real y un poder formal. En el caso de marras, el poder formal estaba encabezado por liberales y moderados jubilosamente aceptados por el pueblo cubano. El real, era el que estaba compuesto por Castro y su pandilla, la cual contaba con peli­grosos agentes marxistas. Pero eran estos los que en verdad tomaban decisio­nes. Al respecto, añade Kalfon que había un "gobierno en la sombra", y que "hay dos gobiernos paralelos... el único que ejerce el poder es el de Castro.
La cosa es tan cierta que, el 13 de febrero, Miró Cardona, primer ministro en ejercicio y decano del colegio de abogados, prefiere dimitir antes que seguir haciendo comedia. Fidel Castro, que ha manifestado ya que el cargo le inte­resa, es puesto enseguida -esta vez oficialmente- al frente del gabinete".,14
El primer objetivo de engañar a propios y extraños ya había sido logrado. En las eufóricas reuniones de la "mesa chica" Guevara le dice a Fidel '"-Hay que sacarse de encima a todos los que sean un peligro'-'lo haremos, chico, lo haremos. Tu y Raúl se encargarán de eso. Raúl queda nombrado desde hoy segundo jefe del 26 de Julio y a ti te daremos los derechos ciudadanos para que trabajes tranquilo. A ver, tú, soldado, comunícame con la presidencia enseguida'... Fidel Ordenó al presidente Urrutia, más que sugerirle, que pre­parara un decreto para declarar al comandante Ernesto Guevara, cubano de nacimiento, con todos los derechos y obligaciones".15
En la repartija de cargos, Fidel le encomendó a Guevara dirigir "La Cabana", una fortaleza militar (que a la sazón albergaba a tres mil soldados del régimen de Batista que se habían rendido sin combatir) y que ahora bajo el yugo del Che, se transformaría en un campo de exterminio, donde se eje­cutó y masacró a civiles disidentes en cantidades industriales durante dramá­ticos años.
Sin embargo, antes de que comenzaran a trascender las noticias que en Cuba se había instaurado un totalitarismo exterminador, la CÍA analizó el triunfo de la revolución en estos términos: "Cuba sigue disfrutando una pros­peridad económica relativa, y una buena parte de la población, probable­mente atemorizada de que la revolución pondría en tela de juicio su bienes­tar, parece esperar que se produzca una transición pacífica del autoritarismo a un gobierno constitucional'.16
Ahora que se tenía el poder, venía por delante una tarea no menos difícil: consolidarlo. Si bien el marxismo puede imponerse a base de tiros y repre­sión, la realidad es que se necesita aparejadamente cierta base de consenso, el cual no existía. Para tal fin, el Che pretendía llevar a cabo un adoctrinamien­to en masa, pero no contaba con cuadros formados académica o ideológica­mente para tan ambicioso proyecto. Entonces fue cuando Guevara recurrió al PSP cubano (dependiente de la URSS). Cuenta Díaz Araujo que "El Che esta­ba ya preocupado por la falta de contenido ideológico (es decir, marxista-leninista) de la revolución y había concluido que era necesario atraerse al PSP para que fuera él quien lo diera, a pesar de que su historia era tan corrupta y maloliente como la de cualquiera de los demás partidos burgue­ses. ..no le importó que este mismo hubiera sido el partido que durante años había colaborado con Fulgencio Batista y de cuyas filas habían salido dos miembros de su gabinete. Lo que le importaba al Che fue que adoctrinaranen la dialéctica del marxismo-leninismo, que era la suya, a sus barbudos, y posteriormente... que prestaran su experiencia en organización y administra­ción al nuevo Estado... El propio Castro recibió en la Sierra Maestra a Carlos Rafael Rodríguez, uno de sus principales líderes. A pesar de que Rodríguez había servido en el gabinete de Batista, Castro no vio ningún obs­táculo de orden moral para llegar a un acuerdo con éF.n
Si bien la CÍA y la comunidad internacional aún no advertían con claridad el proceso comunista incipiente, uno de los organismos más lúcidos y que más tempranamente comenzó a manifestar preocupación al respecto, fue la embajada norteamericana en Cuba, la cual en marzo de 1959 elevó el siguien­te informe: "La embajada ha estado recibiendo informes cada vez más fre­cuentes durante las últimas semanas sobre la penetración comunista en La Cabana. Dichos informes se refieren al personal que ha incorporado el comandante Ernesto Che Guevara, a la orientación de los cursos de educa­ción que se imparten, y al funcionamiento de los tribunales revoluciona­rios".^ De manera similar, al mes siguiente, el 14 de abril, la embajada esta­dounidense insiste y advierte sobre el incipiente lavado de cerebro e infiltra­ción marxista: "Buena parte del esfuerzo comunista en Cuba se dirige hacia la infiltración de las Fuerzas Armadas. La Cabana parece ser el principal bastión comunista, y su nombre, Che Guevara, es la figura principal cuyo nombre aparece vinculado al comunismo. Cursos de adoctrinamiento políti­co se han establecido entre la tropa bajo su mando en La Cabana"."
Ante la alarma sobre el giro comunista y el consiguiente cúmulo de denun­cias por violaciones a los DD.HH. que comenzaban a caer en plañidero, Castro acusa el golpe y para suavizar las imputaciones se expone a un mode­rado reportaje en televisión el 2 de abril de 1959, en donde expresó "Ese miedo que parece tienen las minorías a que en Cuba se desarrolle el comu­nismo no responde a nada real —enfatizó- ese miedo yo, sinceramente no lo entiendo"&
La consigna de Castro era que en los primeros tramos había que seguir apaciguando los ánimos. Para tal fin, inició en el mes de abril una memora­ble gira por Estados Unidos, que según Castañeda tenía el propósito de ir "tratando de convencer a la opinión pública y al establishment norteameri­cano de sus 'buenas' intenciones... Fidel Castro, siendo un político mucho más hábil que su hermano y su lugarteniente preferido, pensaba que si se enfrentaba a Estados Unidos antes de tiempo, hubiera sido fatal. Por esa razón trataba de que todos creyeran que él seguía con su clásica postura contraria a los comunistas"'.21
Allí mantuvo múltiples reuniones. Entre ellas, se dio cita con la Sociedad de Directores de Periódicos de Norteamérica: "El 15 de abril, antes de dirigirse a
los directores de diarios, pasó ¡a mañana con algunos de los miembros de las comisiones de Relaciones Exteriores del Senado y de la Cámara... los legisla­dores presentes informaron que Castro había expresado su oposición al comu­nismo... El domingo siguiente, en el programa de televisión Meet the Press, aseguró a los norteamericanos: 'No estoy de acuerdo con el comunismo'. Un día después se apersonó en el almuerzo del Círculo Nacional de Periodistas y nuevamente denunció el comunismo. Hablando de Kruschev, afirmó: 'Cualquiera que sea la índole de la dictadura -ya sea clasista, militarista u oli­gárquica- nos oponemos a ella. Por eso estamos en contra del comunismo'".22 Dentro de su extravagante espectáculo "macartista" incluyó en su periplo una conferencia ofrecida el 23 de abril en Nueva York. En la misma, Castro, con inmutable cara de piedra afirmó: "Queremos establecer en Cuba una verdade­ra democracia, sin ningún rastro de fascismo, peronismo o comunismo. Estamos contra cualquier forma de totalitarismo" &
Como si su pretendido "anticomunismo" no hubiera quedado del todo claro, el 28 de abril disparó: "El comunismo mata al hombre al privarle de su libertad'"2*. Un mes después, atacó otra vez al comunismo exponiendo que "es un sistema que anula las libertades públicas y sacrifica al hombre"'25 y como remate final "acusó a los comunistas cubanos de hallarse confabulados con los contrarrevolucionarios"?6
Seguidamente, emprendió gira por América Latina. En Montevideo se valió de otro de sus habituales artificios orales al espetar que lo que Cuba quiere es "pan y libertad, pan sin terror. Ni dictadura de derechas, ni dicta­duras de izquierdas: una revolución humanista" .W
Incluso, desterrando el mito de que Estados Unidos "empujó a Cuba al comunismo", para recibir a Fidel en esa etapa de su gira, los americanos habí­an preparado el mejor de los recibimientos, que incluía la oferta de blandos empréstitos. Es más, Castro "Antes de salir para los Estados Unidos había declarado a su pueblo que hacía el viaje a fin de obtener créditos del Banco Mundial y del Export-Import Bank de Washington. Pero lo curioso es que no pidió nada... Los círculos oficiales y privados de los Estados Unidos queda­ron sorprendidos y desconcertados. No podían o no querían imaginar que el glorificado peregrino abrigaba la intención de recurrir a otros medios para obtener bienes y propiedades norteamericanas en mucha mayor cuantía que la que le hubieran reportado los procedimientos bilaterales" .28
Muchos defensores del castro-comunismo, justifican las mentiras de Fidel y el Che alegando "que se embromen los yanquis si fueron burlados y no pudieron adivinar la naturaleza comunista de la revolución". Lo que no entienden los apologistas del totalitarismo castrista, es que el problema no es que el engaño haya burlado a los Estados Unidos, sino que la estafa fue dirigida contra el pueblo cubano, que siempre rué anticomunista. Es por esa razón que la sociedad cubana apoy&a Castro y a Guevara. De haber sido estos bandoleros sinceros acerca de sus verdaderos propósitos, no habrían contado con la adhesión de un solo campesino. En todo caso, Fidel y el Che solamen­te hubiesen contado con ei apoyo de algunos militantes del PSP, el cual era tan insignificante en votos, que tanto en 1940 (que llevó en la boleta a Batista), como en las elecciones de 1944,1948 y en las que se avecinaban en 1952, ni siquiera presentaron candidatura propia (nótese el nulo caudal elec­toral del PSP), sino que se anexaron en alianza con candidatos moderados a cambio de alguna mísera concejalía.
La estafa comunista no debe verse como "una burla a la CÍA", sino al pue­blo cubano (en definitiva fueron los afectados directos). Por supuesto, Cuba se constituyó además en una grave amenaza para la región (desde allí se entre­naba a los terroristas que en los años '70 ensangrentaron y desestabilizaron América Latina y parte de África), además de haber sido una amenaza mun­dial al portar misiles soviéticos apuntando a Washington, episodio al que luego nos referiremos.
Pero la política de engaños no era privativa de Castro. Hasta Guevara, quien siempre ocasionaba problemas con sus declaraciones radicales, ante la pregunta concreta acerca de si era comunista, el 4 de enero de 1959 le mien­te al diario La Nación de Buenos Aires cuando responde: "Creo ser una víc­tima de la campaña internacional que siempre se desata contra quienes defienden la libertad de América" .^
Mientras tanto, Castro acumulaba todos los días cargos en el poder políti­co. Ya era primer ministro, jefe del Ejército, máxima autoridad del INRA (Instituto Nacional de la Reforma Agraria) a la vez que proclamaba a los cua­tro vientos que su revolución era "verde olivo como las palmas cubanas". Guevara, ai ser consultado por esta definición, no pudo con su genio. Rehén de su omnipresente verborrea, agregó que su revolución se parecía a una san­día: "verde en la superficie y roja en su verdad profunda".

Segundas nupcias para Guevara
En el fragor de la revolución y la aventura, Guevara, habiendo roto defini­tivamente relaciones con Hilda Gadea, hacía tiempo ya convivía con la docente Aleida March. joven maestra de rasgos delicados, relacionada con el Movimiento 26 de julio en el Llano, de postura liberal y anticomunista en sus orígenes. El 2 de junio de 1959, el Che formalizó su nueva relación contra­yendo matrimonio. Aleida, para la ocasión, estrenó un vestido blanco. El Che,
fiel a su pasión por llamar la atención, se presentó en su boda con su infalta-ble disfraz de guerrillero. Eso sí, dada la importancia del acontecimiento, en notable muestra de amor, llevó a cabo un profuso esfuerzo personal: se encar­gó de que su uniforme estuviera limpio y planchado. Sería injusto no recono­cerle el gesto.
Si bien su flamante mujer, de refinadas facciones europeas no padecerá el tono despectivo que el Che dirigió para con su anterior esposa Hilda, peruana de fiso­nomía aborigen, Aleida no se salvara del destrato y la humillación: recuerda el guerrillero cubano Daniel Alarcón (nombre de guerra Benigno) que "Cuando ella daba una opinión que a él no le gustaba, delante de todo el mundo la mandaba a callar con brusquedad, humillándola". Concluye Benigno que para Guevara las mujeres "eran como un objeto del cual se servía".%*
De la nueva unión saldrán cuatro hijos reconocidos: Aleida, Camilo, Celia y Ernesto.

Turista a la fuerza
En tanto Castro proseguía con sus exhaustivas acrobacias tratando de amortiguar el impacto de las primeras medidas anunciadas de inspiración marxista, Guevara "pateaba el tablero" en un reportaje durante el cual se generó el siguiente diálogo:
"-¿Usted es comunista?
- Los hechos hablan por sisólos. Nuestra forma de pensar es clara, nues­tra conducta es diáfana. El hecho de que yo no sea un comunista afiliado al PC, y yo no lo estoy, no tiene importancia. Se nos acusa de comunistas por lo que hacemos, no por lo que somos o decimos. Si usted cree que lo que hace­mos es comunismo, entonces somos comunistas"^
La radicalidad de Guevara respecto de Castro no sólo obedecía a que el Che era impolítico y fanático, sino también a una cuestión de índole doctri­nal, pues el Che tenía un bagaje ideológico mucho más sólido que su jefe. Fidel, en cambio "confesaría ingenuamente que no había podido pasar de la página 370 de 'El Capital'"**, la obra cumbre de Karl Marx.
pre se dijo de Castro al apoyar el envío de Guevara a Bolivia años después (episodio que más adelante trataremos).
Castro no podía evitar sus ataques de ira ante las declaraciones impruden­tes de su camarada, puesto que luego debía gastar gran cantidad de energía brindando declaraciones para tratar de aclarar y explicar lo contrario de lo que el Che afirmaba públicamente. En uno de esos arranques de furia espetó "¿Sabes lo que voy a hacer con el Che Guevara? Lo voy a mandar a Santo Domingo a ver si lo mata Trujillo".33 Mutatis mutandis. esto fue lo que siempre de Castro al apoyar el envío de Guevara a Bolivia años después (Episodio que mas adelante trataremos)
 Castro, harto ya de explicar, desmentir o suavizar declaraciones escanda­losas lanzadas por el Che y su incontinencia verbal, decidió tomar el toro por las astas y conociendo la pasión de su carnarada argentino por ios viajes, lo mandó a una interminable gira por Medio Oliente decretada el 5 de junio con el insólito propósito de "afianzar relaciones diplomáticas" (siendo que Guevara no era canciller ni sabía nada de diplomacia). Este recurso será uti­lizado repetidas veces por Castro. Una forma elegante de mantener a Guevara alejado de afirmaciones peligrosas. El Che, aventurero hormonal, siempre aceptó gustoso sus eternas "misiones". Para más datos, en sus seis años como funcionario público en Cuba, el Che estaría destinado casi un año (una sexta parte del tiempo) en viajes político-turísticos (más turísticos que políticos). Cual niño inquieto al que había que entretener con un sonajero para calmar su ansiedad, Castro le regalaba al Che su sonajero excursionista para que se entretuviera peregrinando por el planeta y no perturbara con sus dichos pre­surosos esa notable estafa (política e ideológica) que con dedicación artística venía pergeñando Fidel desde los tiempos del Granma y Sierra Maestra.
Destaca Sebreli que esta notable diferencia de caracteres entre Fidel y el Che (y que los llenará de conflictos durante toda su convivencia política) se explica a partir de que "La tarea del político es lenta, discreta y paciente, se realiza cada día y a través de los años, requiere esfuerzo, obstinación, perse­verancia; además, necesita la capacidad de transigir, negociar, consensuar, saber replegarse, establecer alianzas. Fidel poseía esas cualidades; el Che, a la inversa, consideraba toda transigencia como traición al ideal revolucio­nario, encarnaba al sectario izquierdista infantil ridiculizado por Lenin, que negaba por principio todo acuerdo".*4 Se encarga Sebreli de aclarar que si bien a Guevara le repugnaba corromperse en impuras transacciones políticas "no le temblaba la mano con el fusil, ajusticiando a sus propios allegados u ordenando cientos de ejecuciones en masa de sus adversarios. No quería ensuciarse las manos pero no le importaba mancharse de sangre: 'Los guan­tes rojos son elegantes""**, afirmaba Guevara.
Antes de salir de paseo por el mundo en ei tour que Castro le había prepa­rado, el Che escribe una epístola a su madre (fechada el 2 de julio de 1959) en los términos siguientes: "Querida Vieja: Un viejo sueño de visitar todos los países se produce hoy... Además, sin Ale ida a quien no pude traer por un complicado esquema mental de esos que tengo yo... Se ha desarrollado mucho en mí el sentido de lo masivo en contraposición a lo personal: soy siempre el mismo solitario que va buscando su camino sin ayuda personal, pero tengo ahora el sentido de mi deber histórico. No tengo casa, ni mujer, hijos, ni hermanos; mis amigos son amigos mientras piensen políticamente como yo y sin embargo estoy contento, me siento algo en la vida, no sólo una fuerza interior poderosa, que siempre la sentí, sino también una capacidad de inyección a tos demás y un absoluto sentido fatalista de mi misión me quita todo miedo".36 Por milésima vez, aparece su invencible intolerancia, su des­interés absoluto por su nueva mujer (se negó a llevarla de viaje pese a que estaba recién casado y siquiera fueron de luna de miel), su esencia de vaga­bundo incurable (manifestaba alegría por recorrer el mundo pero no mencio­naba nada de sus obligaciones políticas o diplomáticas) y nuevamente, apare­ce su obsesión por la muerte, aludiendo en este caso al "sentido fatalista de su misión".
En el marco de la gira, Guevara se reúne con Gamal Abdel Nasser, el míti­co mandatario egipcio. En la tertulia, el Che lo provoca con la siguiente pre­gunta: "¿Cuántos refugiados tuvieron que irse del país? Cuando el presiden­te Nasser le respondió que muy pocos, y que la mayoría eran egipcios 'blan­cos', personas de otras nacionalidades naturalizados, el Che se molestó. 'Eso significa, dijo, que no ha pasado mucho en su revolución. Yo mido la profun­didad de la transformación por el número de gente afectada por ella y que sienten que no caben en la nueva sociedad'. Nasser le explicó que pretendía 'liquidar los privilegios de una clase pero no a los individuos de esa clase'.^ Nótese que del diálogo, surge otra vez la composición mental de Guevara, en la cual el que no piensa como él debe padecer el fusilamiento o el destierro. Esa gente "no cabe en la nueva sociedad". Guevara propiciaba posturas extre­mistas en parte por su inherente prepotencia, y en parte porque adoraba los conflictos y se sentía muy incómodo en tiempos de paz: "La presencia de un enemigo estimula la euforia revolucionaria"** confesará.

La foto agujereada
A su regreso a Cuba, el Che. se encuentra para su deleite con un gobierno acentuando el giro a la izquierda. Castro acababa de expulsar al presidente Urrutia, quien si bien obraba de marioneta, era de tendencia moderada. A su reemplazo acudiría Dorticós Torrado, servil a Castro al igual que el anterior, aunque antiguo militante del Partido Comunista (PSP) y por ende de perfil mucho más extremista.
En medio del casamiento, el viaje turístico y la euforia revolucionaria, el inefable Matthews. en un despacho fechado el 16 de julio en La Habana y publicado por The New York Times, afirmará "En ningiín sentido de la pala­bra puede afirmarse que esta sea una revolución comunista, y no hay comu-
nistas en los puestos de mando... Castro no sólo no es un comunista, sino que es decididamente anticomunista" & Como si esta actitud negatoria fuera insuficiente (a pesar de las constantes advertencias de la embajada americana en Cuba), el 5 de noviembre de 1959 el subdirector de la CÍA, general C. P. Cabell, refiriéndose a Fidel Castro, tras efectuar un profuso análisis afirmó rotundamente "Nuestra conclusión, por lo tanto, es que Fidel Castro no es comunista".4®
Sin embargo, el clima comunista que se pavoneaba en la isla era tan ostensible que comenzó a ser resistido no sólo por ios propios funcionarios que habían sido nombrados por Castro, sino fundamentalmente por quienes habían integrado el ejército rebelde. En efecto, los guerrilleros antibatistia-nos no habían peleado junto a Castro ni arriesgado sus vidas para imponer el comunismo.
A mediados de octubre de 1959, el comandante Huber Matos, uno de los iconos de la revolución (escogido por Castro para la famosa entrada a La Habana en enero de 1959) y por entonces gobernador de la provincia de Camagüey, se opuso a las confiscaciones de los propietarios pequeños y medianos, a la vez que reaccionó negativamente cuando Raúl Castro fue designado ministro de Guerra (puesto que sendos episodios significaban un importante avance hacia el totalitarismo marxista). Advirtiendo la estafa en ciernes, Matos envió a Castro una carta de renuncia.
Pero Castro, tirano del derecho y del revés, no podía aceptar tal "des­plante" y rechazó la dimisión. Matos insistió al respecto y Castro, enfermo de1 ira le ordenó al comandante Camilo Cienfuegos (el otro líder revolucio­nario escogido por Fidel para encabezar la entrada en La Habana) que lo encarcelara. Camilo, quien tampoco era marxista y conocía la bonhomía de Matos, vaciló ante semejante orden y se la cuestionó a Fidel. Este último insistió y a Camilo no le quedó más chance que subordinarse y viajar a Camagüey a cumplir las instrucciones del barbado mandarrias. Al llegar y no encontrar cargos para encarcelar a Matos, Cienfuegos le comunicó su apreciación a Castro argumentando sobre lo arbitrario de la detención. Fidel no atiende explicaciones y le ordena tajantemente a Cienfuegos que encar­cele a Matos sin mayores trámites. Con gran conflicto interno y a sabiendas de la injusticia, Cienfuegos detiene a Matos.
Huber Matos fue condenado a 20 años de prisión en condiciones paupérri­mas (que cumplió hasta el último día) por el delito de disentir con Castro. Cienfuegos, por vacilante, días después es asesinado y se convierte en el pri­mer desaparecido del gobierno castrista.
Pero Cienfuegos no fue asesinado sólo por cuestionar la orden de Castro. Numerosos testimonios apuntan a señalar que Camilo le hacía sombra en
popularidad a Fidel y este fue otro ingrediente que se sumó para tomar la deci­sión de matarlo. Recuerda Agustín Alies (corresponsal de guerra para la revis­ta Bohemia) que a Cienfuegos "lo aplaudían tanto que cierta vez le dije 'Camilo tu eres tan popular como Fidel'-se paró, se detuvo y me dijo 'si, ese es un problema grande que yo tengo"'.41
La foto de la revolución triunfante entrando a La Habana, con Castro, Matos y Cienfuegos, un puñado de meses después quedó agujereada en sus dos terceras partes (Matos encarcelado y Cienfuegos asesinado). Soto queda­ba Castro con el poder absoluto. Pero ios agujeros de dicha foto serían empar­chados con la imagen de Guevara y Raúl como flamantes lugartenientes. La estafa ya estaba consumada y una retocada foto se imponía en Cuba.
Recuerda Matos el terrible episodio, relatando que al llegar Camilo, este "deja a sus hombres afuera y nos vamos a hablar a solas.., Lo primero que hace es pedirme disculpas porque tiene la orden de arrestarme, para eso lo han enviado. Su rostro refleja preocupación y confusión:
-Huber, comprende que esto no es para mí nada agradable. Sabes que nosotros mantenemos la misma posición respecto al comunismo. Creo que Fidel está actuando equivocadamente, pero quiero que tú me comprendas.
Luego agrega:
—... Me siento abochornado en este momento, pero tengo que cumplir la orden.
Vuelve a hacerse el silencio. Camilo está tenso, desconcertado. De pron­to exclama:
-Oye, ¿no se puede tomar un poco de café?
..Fidel llama por teléfono a Camilo, quien está sentado en la silla de mi despacho, a poco más de un metro de donde estoy. Al parecer, Fidel le pre­gunta cómo están ¡as cosas y Camilo le responde:
—En el cuartel todo está en orden, pero los oficiales estén muy disgusta­dos. Nosotros hemos creado el malestar... Aquí no hay traición ni sedición, ni nada de lo que se dice. Deberíamos haberlo manejado de otra manera. Los capitanes estaban molestos pero tranquilos; ahora están indignados y quie­ren renunciar. Lo que se ha hecho es una metedura de pata.
Fidel seguramente lo interrumpe con algún reproche insolente, por la cara que pone Camilo... Por lo visto y después de los insultos, Fidel le orde­na seguir adelante cumpliendo estrictamente sus instrucciones...
-Se hará como tú dices, pero lo que hemos hecho es una metedura de pata.
Camilo queda con el teléfono en ¡a mano. Me parece que se ha arriesga­do mucho al cuestionar la disposición de Fidel... el 30 de octubre, en una nota con fecha 29, el gobierno da a conocer la noticia de que Camilo Cienfuegos ha desaparecido cuando viajaba en su avión" *l
Treinta y cuatro de los oficiales bajo el mando de Matos se solidarizaron con su actitud. Matos les pidió que no dimitieran. No lo hicieron, pero de todos modos los 34 fueron encarcelados junto con él.
Corrían días de gloria para Raúl y el Che. Entre la encarcelación de Matos y el asesinato de Cien fuegos, habían logrado erradicar a dos iconos anticomu­nistas de la revolución.
Respecto de Matos, Fidel ordenó llevar adelante una campaña de prensa acu­sándolo de "contrarrevolucionario", y por tal motivo se lo mantuvo secuestrado 20 años en los campos de concentración castro-guevaristas. En cuanto a Camilo Cienfuegos, Fidel montó el acongojado teatro de glorias y honores "lamentando" que Camilo "hubiera muerto en un accidente aeronáutico". Jamás se encontró nave alguna de ninguna naturaleza ni mucho menos el cuerpo de Camilo. Según Kalfon: "Para Castro cualquier dimisión por motivos políticos es un acto de trai­ción..,".**
Ya poco antes, para no correr el riesgo del fusilamiento o el encarcela­miento eterno, el comandante y aviador Díaz Lanz (quien había piloteado aviones trayendo armas para Castro provenientes de Costa Rica primero y Venezuela después), aterrado ante el giro totalitario y tusilador que estaban encarnando Fidel y Guevara, dimitió y huyó a Miami no dando tiempo para ser atrapado por la represión comunista.
Volviendo a la traición contra Matos y Cienfuegos, el guerrillero Daniel Alarcón, nombre de guerra Benigno, quien será el compañero de! Che hasta sus últimas horas en Bolivia alega "que la desaparición de Camilo había sido planificada por Fidel y Raúl, porque Camilo ya sonaba más en Cuba que el propio Fidel" & Juan Vives por su parte agrega que "El nombramiento de Raúl Castro para Defensa fue muy mal recibido por el ejército, que deseaba a Camilo Cienfuegos como ministro... aprovechando el asunto Huber Matos, eliminaron a Camilo, matando así dos pájaros de un tiro"45.

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Notas
1  Matos, Huber. Cómo llegó la noche (Fábula), Tusquets Editores, 5a ed., 2004, pág.. 283.
2  Malos, Huber. Cómo llegó la noche (Fábula), Tusquets Editores, 5a ed., 2004, pág. 283.
3  Lazo, Mario. Daga en el corazón, Cuba traicionada, Minerva Books, 1972, págs.
182/183.
4 O'Donnell. Pacho, Che, la vida por un ñauído mejor. Sudamericana, 2° ed., 2005, pág. 158.
5 Gambini, Hugo. El Che Guevara. La biografía, Planeta, 19a ed., 2007, pág. 211.
6  Kalfon, Fierre. Che, Ernesto Guevara, una leyenda de nuestro siglo, Plaza & Janes
Editores, 1997, pág. 268.
7 Cuba: ¿Caso excepcional o vanguardia en la lucha contra el colonialismo?, publicado en la revista Verde Olivo, órgano del Ejército Revolucionario Cubano, el 9 de abril de 1961, transcripto en Guevara, Ernesto, Obras Completas, Andrómeda, 2002, págs. 203, 210, 215, 216.
8 Gambini, Hugo. El Che Guevara. La biografía. Planeta, 19a ed., 2007, pág. 184.
9 O'Donnell. Pacho, Che, la vida por un mundo mejor, Sudamericana, 2* ed., 2005, pág. 144.
10    O'Donnell. Pacho, Che, la vida por un mundo mejor, Sudamericana, 2a ed., 2005, pág. 146.
11 Gambini, Hugo. El Che Guevara. La biografía, Planeta, 19" ed., 2007, pág. 178.
12    O'Donnell. Pacho, Che, la vida por un mundo mejor, Sudamericana, 2" ed., 2005, pág. 156.
13  Kalfon, Fierre. Che, Ernesto Guevara, una leyenda de nuestro siglo. Plaza & lañes
Editores, 1997, pág. 271.
14 Kalfon, Pierre. Che, Ernesto Guevara, una leyenda de nuestro siglo. Plaza & Janes Editores, 1997, págs. 273/274.
15 Citado en Gambini, Hugo. El Che Guevara, La biogntfía. Planeta, 19"ed., 2007, pág. 184.
16 Director of Central Intelligence, Special Nacional Intelligence Estímate • 85-88, "The Situation in Cuba", 24 de noviembre de 1958 secreto, citado en Georgia Anne Geyer, Guerrilla Prince, Litle, Brown, Bostyon, 1991, p 190. Citado en Castañeda, Jorge G. La vida en rojo, una biografía del Che Guevara, Espasa, 1997, pág. 175.
17 Schneider, Ronald M. Comunismo en Latinoamérica. El caso Guatemala, Libreros Mexicanos Unidos, Bs. As, 1964, págs 136/137. Citado en Díaz Araujo, Enrique, La rebelión de la nada, o ideólogos de la subversión, Cruz y Fierro Editores, 1983, pág. 300.
18 William Bowdkr, Embassy to Dep. of State, 20 de marzo, 1959, Comunist Penetration at La Cabana Fortress confidencial, US Department Files, vol. X, Despatch 1053, citado en Castañeda, Jorge G. La vida en rojo, una biografía del Che Guevara, Espasa, 1997, pág. 193.
19 Foreign Service Despatch, BraddockEmbassy to Dep. of State, 14de abril, 1959,Growth of Comunism in Cuba Confidencial, Foreing Relations on the United status, 1958-1960, Department of State, Central Piles, LBJ Library. citado Castañeda, Jorge G. l-a vida en rojo, una biografía del Che Guevara, Espasa, 1997. pág. 193.
20    Citado en Gambini, Hugo. El Che Guevara. La biografía. Planeta, 19* ed., 2007, pág. 197.
21    Castañeda, Jorge G. La vida en rojo, una biografía del Che Guevara, Espasa, 1997, págs.
197,199.
22    Lazo, Mario. Daga en el corazón, Cuba traicionada. Minerva Books, 1972, pág. 239.
23    Berberí Matthews, Fidel Castro, París, Senil, 1970,p 165. Citado en Kalfon, Pierre. Che,
Ernesto Guevara, una leyenda de nuestro siglo, Plaza & Janes Editores, 1997, pág. 282.
24 Theodore Draper, Castroism: Theory and Practíce NY: Frederiefc Praeger. 1965, p .17, Lazo, Mario. Daga en el corazón, Cuba traicionada. Minerva Books, 1972, pág. 240.
25 Theodore Draper, Castroism: Theory and Practíce NY: Frederick Praeger. 1965, p .17, cita­do en Daga en el corazón, Cuba traicionada. Mario Lazo. 1972. Minerva Books, pág. 240.
26 Theodore Draper, Castroism: Theory and Practice NY: Frederick Praeger. 1965, p .17, citado en Lazo, Mario. Daga en el corazón, Cuba traicionada. Minerva Books, 1972, pág. 240.
27  Kalfon, Pierre. Che, Ernesto Guevara, una leyenda de nuestro siglo. Plaza & Janes
Editores, 1997, págs. 287,288.
28  Lazo, Mario. Daga en el corazón, Cuba traicionada. Minerva Books, 1972, pág. 188.
29 Citado en Kalfon, Pierre. Che, Ernesto Guevara, una leyenda de nuestro siglo, Plaza &
Janes Editores, 1997, pág. 283.
30     Citado en Díaz Araujo, Enrique, Ernesto Guevara de la Serna, Aristócrata, aventurero
y comunista, Ediciones del Verbo Encarnado. San Rafael, Mendoza, 2008, pág. 293.
Citado en O'Donnell. Pacho, Che. la vida por un mundo mejor, Sudamericana, 2* ed..
2005, pág. 165