El húngaro que seduce a las masas
El húngaro que seduce a las masas
Viktor Orban, en su juventud activista anticomunista en la clandestinidad, hoy el jefe de Gobierno con mayor apoyo popular de la Unión EuropeaHermann Tertsch
@hermanntertschSeguirActualizado:16/09/2018 03:24h
Xenófobo, corrupto, ultraderechista y dictador. Y se pidieron sanciones contra su país. Esa bestia negra, ese hombre tan vituperado en Estrasburgo es Viktor Orban, en su juventud activista anticomunista en la clandestinidad, hoy el jefe de Gobierno con mayor apoyo popular de la UE en tres elecciones parlamentarias impecables. Había que verlo estos días en Estrasburgo. Allí estaba el líder de un partido que gobierna por la masiva voluntad de los ciudadanos y con dos tercios del parlamento húngaro, siendo acusado de dictador por comunistas, verdes y socialistas con partidos minoritarios de sus países. Se escenificaba con toda crudeza aquello que Orban denuncia como la gran hipocresía de esa hegemonía cultural de la izquierda que ha secuestrado la UE por la sumisión a la misma de los partidos democristianos y centristas.
El problema de Orban con la UE no son las regulaciones legales como algunos pretenden. Ni la persecución de nadie. Siempre que hubo diferencias y denuncias contra Hungría se adaptaron las leyes húngaras para adecuarlas a las directrices europeas. Lo que no acepta Orban que representa a los húngaros como nadie representa a su país hoy en el Consejo Europeo, es que les impongan desde Bruselas, Berlín y París o desde las ONG financiadas por George Soros la política socialdemócrata con leyes feministas y de LGTB que rechaza masivamente. Como tampoco aceptan que otros dirigentes políticos les impongan unos refugiados e inmigrantes que destruyan su sociedad como han hecho con otras. Como cada vez más europeos, considera que protegidos por su soberanía nacional pueden garantizar mejor su libertad, seguridad e identidad.
Orban tiene muchas más credenciales democráticas que la inmensa mayoría de los mantenidos parlamentarios de Estrasburgo. Y su única debilidad real podría estar en ese mal que afecta a todos los que tienen mucho tiempo mucho poder, la corrupción propia o del entorno. Pero en democracia nadie puede darle lecciones. Menos aun quienes violan la voluntad popular como un Gobierno español alimentado por los enemigos del Estado. Él luchó contra el comunismo. Él fue jefe de Gobierno en 1998 y cuando perdió las elecciones en 2002 se fe a su casa. Tardó ocho años en volver y ganar limpia y abrumadoramente con más del 52% y repetir desde entonces. Lo hizo con un partido de derechas que no pide perdón a nadie por serlo. Orban dio y ganó la batalla cultural y desde entonces la izquierda ha desaparecido como alternativa. En Hungría como en Polonia, la política del igualitarismo con vocación totalitaria y excluyente, basado en el resentimiento social, en el poder supremo y supuestamente benéfico del Estado y el blanqueamiento de los crímenes en nombre de la ideología marxista en el siglo XX no es ya opción de gobierno.
En Varsovia, la alternativa a la derecha son los liberales. Y en Budapest lo es la extrema derecha de Jobbik. ¿Cómo no va a estar en pánico la izquierda? Orban es la derecha democrática que demuestra que se puede acabar con esa superioridad cultural de la izquierda y con el permanente recorte de libertades y erosión de identidad nacional y de respeto a la familia y a la persona que la izquierda impone en toda Europa. Sin nada que aportar en la economía, si se le despoja de su instrumento de dominación cultural, la izquierda marxista simplemente desaparece. Eso sí, el mismo miedo tienen a Orban esos lideres de partidos que viven de votos de derecha para después consensuar su política con la izquierda. Los votantes se les van en masa, como Merkel puede constatar. Un fantasma recorre Europa. Es el de una gran revuelta contra la hasta hoy todopoderosa socialdemocracia y su sistema, otrora incuestionable, de la supremacía cultural neomarxista. Un fantasma que de momento tiene nombre húngaro.