domingo, 16 de septiembre de 2018
¿Un nuevo Papa? - Por Benito Mussolini
(Publicado en 'Correspondencia
republicana" 26 de noviembre 1944)
El mundo tiene por lo tanto un nuevo Papa.
Y este Papa nada tiene que ver con el Romano Pontífice, que, en la persona de
Pío XII, hubiera tenido quizás en las circunstancias actuales alguna ilusión.
Este Papa es Franklin Delano Roosevelt, presidente de los Estados Unidos. Este
es mucho más poderoso que aquel otro. De hecho, mientras que el Papa de Roma representa
ante Dios sólo a los católicos, es decir, algunos pocos cientos de millones de
almas, aquel americano, apenas autoproclamado, en ocasión del “Thanksgiving
day”, es decir, en el 'Día de Acción de Gracias'; representa además de a los católicos,
a los protestantes de todos los matices, los ortodoxos y los judíos; algo así
como más de mil millones para las almas.
Para la ocasión 'El Papa Franklin Delano I
'ha lanzado al mundo un mensaje de estilo mesiánico, en el que invocó e invitó
a toda la humanidad a dirigir al “padre celestial” el más sentido
agradecimiento por las victorias conseguidas por los aliados y las más
fervientes exhortaciones para que la guerra termine pronto con una total
ventaja para los anglosajones. El nuevo Papa, entre otras cosas, así se
expresó:
'Yo
Franklin Delano, Presidente de los
Estados Unidos, de acuerdo con la decisión aprobada por el Congreso 26
de
diciembre de 1941, por la presente proclamo el jueves, 23 de noviembre
de 1944,
Día Nacional de 'acción de gracias'; y hago un llamamiento al pueblo de
los
Estados Unidos para que este sea celebrado, concentrando cada esfuerzo
posible
para apresurar el día de la victoria final y ofreciendo a Dios, nuestra
debida gratitud por su bondad hacia nosotros y nuestros hijos'.
Esta bondad del dios invocado por el
presidente Roosevelt, por supuesto, es aquella que ha concedido a los aviadores
americanos e ingleses, el apuntar tan bien sus bombas, como para pulverizar la
Abadía de Montecassino, incontables iglesias en Italia y en el resto de Europa,
ciudades enteras super pobladas, y de masacrar algunos cientos de miles de
ciudadanos impotentes, entre estos, y solo para mantenerme en la actualidad,
esos doscientos niños destrozados en Milán hace pocas semanas junto con sus
maestras. Pero Roosevelt es el verdadero criminal de guerra número uno y es
demasiado lógico que agradezca a su Dios por el feliz éxito de sus crímenes. También
lo hacían los bandidos de otros tiempos cuando iban a la iglesia para suplicar
a algún santo para que su día fuera fructífero, y, una vez realizado el golpe,
para agradecer al mismo santo por su gran bondad. Si el presidente
estadounidense quiere colocar en el altar de su divinidad alguna ofrenda, por
favor diríjase a nosotros: le daremos las imágenes de todas nuestras mujeres y
todos nuestros hijos masacrados gracias a la bondad de su dios. Tendrá para
abarrotar su altar. Y después terminada la ceremonia de ofrenda también puede
vender estas imágenes, que si él lo pide, serán de plata y oro, y hará, según
la costumbre americana, una ganancia considerable.
Lo más grotesco es que otros pueblos e
incluso otras razas se han unido a la hermosa fiesta y han celebrado el día de “Acción
de gracias”. Esta celebración tuvo lugar no solo en las ciudades
estadounidenses, sino también en Londres, París, Reims, Moscú, Nueva Delhi y
Roma. Las emisoras enemigas recuerdan que la 'acción de gracias' se celebró en
otras ocasiones, y por diferentes motivos, por George Washington y Abraham
Lincoln. Estas emisoras omiten decir que, en aquellas circunstancias, la 'acción
de gracias' solo era de incumbencia exclusivamente del pueblo estadounidense.
Esta vez se quiso que interese también a los otros.
Por esta razón, la ceremonia más
importante es aquella que tuvo lugar en Roma.
Roma por lo tanto, no es ya centro sólo de
la religión católica, sino de la nueva religión de la cual es Papa Franklin
Delano I, que celebró el jueves pasado esta gran fiesta de todos los creyentes
en el mundo. No en San Pietro por supuesto (esta basílica se encamina hacia su
irremediable decadencia), sino en la iglesia episcopal estadounidense de San
Paolo en Via Nazionale.
Aquí vinieron cristianos de todas las
confesiones, incluidos los católicos, así como los judíos. Estuvieron presentes
las autoridades militares y civiles de los Cuerpos Invasores. Entre ellos se
observa que también estaba el coronel Poletti, comisario de la cuarta región.
La cuarta región, para quienes no saben, es la de Roma. Roma de hecho ya no es “caput
mundi” (Capital del mundo), sino una región que lleva un número, como los
convictos. La ceremonia fue majestuosa. Fueron cantados los himnos de la
sociedad religiosa de los amigos. Se dio lectura del mensaje de Roosevelt y
luego el Conde Sforza, ministro sin cartera del autoproclamado Gobierno
italiano, pronunció un discursucho sumiso, en el que, entre otras cosas, dijo
que los estadounidenses, los cuales, ahora conocen muy bien la Europa, quizás
por haberla masacrado y destruido en gran parte, se convertirán en una
aristocracia moral.
Después de esto, todos los participantes
en el rito solemne, fundidos, es más, confundidos en la nueva religión
judeocristiana proclamada por Roosevelt, se aseguraron una paz justa para la
humanidad, con la ruina de nuestro continente.
Todo muy bien. Solo seremos
indiscretamente curiosos de querer saber lo que haya pensado el Santo Padre en
ese mismo momento, aquel por supuesto, que está todavía en el Vaticano.
Benito Mussolini
Nacionalismo Católico San Juan Bautista