50 años de Woodstock y una celebración fracasada.
Hace medio siglo se
realizó el mítico festival de Woodstock. En palabras del periodista
musical Silvio Essinger, “la promesa de tres días de paz, amor y locura
(y no más tradición, familia ni propiedad) llevó a 400 mil jóvenes a
acampar en una hacienda, sin comodidad alguna, para asistir a shows de
(…) revolucionarios de la música”. El lodazal de sexo, drogas y música
fue símbolo de una revolución cultural que destruyó moral, costumbres y
modales. En 2019, los preparativos para hacer un “Woodstock 50” acaban
de fracasar: fruto indirecto del primer festival, el cual propagó el
deseo de hacer solo lo que a uno le viene en gana y no asumir
compromisos. Sobre todo ello, presentamos las reflexiones de John
Horvat, director de la Sociedad Norteamericana de Defensa de la
Tradición, Familia y Propiedad (TFP).
De los festivales de rock de los años
sesenta, la Feria de Arte y Música de Woodstock fue, con mucho, la más
famosa. Realizada en una granja lechera de 600 acres cerca de Bethel,
Nueva York, del 15 al 17 de agosto de 1969, el festival se tornó la
representación icónica de la cultura embrutecida por las drogas y de la
revolución sexual que dio vuelta a la vida norteamericana. Este agosto
marca el cincuentenario del evento que definió su era. Algunos pedían
celebrarlo con otro concierto.
La ocasión no es motivo de celebración: muchos de los cambios culturales post-Woodstock tuvieron consecuencias catastróficas.
Lo que salió mal en el festival original
La mayoría ni siquiera sabe que el
concierto fue un desastre, incluso desde el punto de vista organizativo.
Todo lo que pudo haber salido mal, salió mal.
Los organizadores planearon un evento
para 200,000 personas. Casi 400,000 personas chocaron contra las
puertas, donde exigieron y recibieron entrada gratuita. La seguridad se
vino abajo. Las carreteras estaban obstruidas con autos que intentaban
llegar al evento. Las fuertes lluvias crearon un mar de lodo que se
mezcló con la promiscuidad, las drogas y la marihuana que dominaron el
festival.
John Fogerty, del grupo de rock Creedence Clearwater Revival, describió una escena de la madrugada “como una pintura de una escena de Dante, solo cuerpos del infierno, todos entrelazados y dormidos, cubiertos de barro”.
Al rescate de Woodstock
El «Establishment» que los hippies
condenaban salvó a Woodstock. Los profesionales ya habían acordado
atraer al público prometiendo un elenco repleto de estrellas que incluía
a Jimi Hendrix, The Who, Santana, Grateful Dead, Janis Joplin y
Jefferson Airplane. La prensa benevolente convirtió el desastre
logístico y moral en una leyenda hippie al cambiar la envoltura del
evento como «tres días de paz y música». Cuando se quebrantó el orden,
el gobierno intervino con personal de la cercana Base Stewart, de la
Fuerza Aérea. Hicieron entrar a los músicos por vía aérea y pusieron a
personas del público contra el suelo para evitar que se llegue a un
desorden total.
Aprovechando
el cincuentenario de Woodstock, los promotores esperaban recrear la
«magia» del festival original. Parece que solo lograron recrear el
desastre. Como en 1969, todo salió mal. Sin embargo, esta vez, el
establecimiento no vino al rescate. Los medios de comunicación masiva no
aparecían por ninguna parte. Agendado entre el 16 y 18 de agosto,
Woodstock 50 fue cancelado abruptamente el 31 de julio.
Woodstock: un símbolo de lo que salió mal en los años sesenta
Woodstock es un símbolo de todo lo que
salió mal en los años sesenta. El lodazal de sexo, drogas y música
representó una revolución cultural que destruyó la moral, las costumbres
y los modales. Lo que sucedió en Woodstock fue después normalizado en
Norteamérica, de modo que hoy se tornó generalizado y aceptado el
comportamiento radical allí manifiestado.
La atmósfera de desnudez e indecencia en
el festival, por ejemplo, prefiguraba la destrucción de la modestia y
correción que vemos en la moda. Las pasiones desenfrenadas desatadas en
Woodstock empujaron las fronteras del escándalo, de modo que hoy ya nada
parece sorprender.
Sin embargo, lo peor fue el espíritu de
Woodstock que pronto impregnó todo. Su generación hippie huyó de las
cosas razonadas, estructuradas y sistematizadas en favor de todo lo
espontáneo, despreocupado e impulsivo. La civilización de la imagen y el
sensacionalismo reemplazaron el esfuerzo intelectual y el pensamiento
abstracto. Las personas rechazaron la disciplina y los frenos, y
pidieron el fin de todas las reglas.
- AP
«¡Prohibido prohibir!», gritaban los
manifestantes estudiantiles en la Universidad de la Sorbona, Francia, en
1968. Al otro lado del Atlántico, en los campos-basurales de Woodstock,
una generación abrazó una cultura del “todo vale”, en la cual cada uno
podía «hacer lo suyo».
La ilusión de Woodstock
El mito de Woodstock afirma que el
evento expresaba de una nueva era de libertad, amor y paz. Sin las
restricciones de la moral cristiana y las estructuras sociales, las
personas podrían «imaginar» un mundo perfecto y vivir juntos en armonía
sin propiedad, autoridad ni Dios.
Sin embargo, como en todas las fantasías
utópicas, la realidad destroza las ilusiones. Un mundo de Woodstock es
una pesadilla. De hecho, sin cortesía y corrección, la sociedad se llena
de fricciones y discordias. Cuando todo es espontáneo e indefinido, no
puede haber certezas ni convicciones. Donde no hay restricción, la
tiranía de las pasiones desenfrenadas gobierna.
Woodstock representaba lo que Estados
Unidos eventualmente sería: una sociedad rota y disfuncional. Muestra lo
que sucede cuando «haces lo tuyo» sin autocontrol.
- John Dominis (Time/Life)
Por qué Woodstock 50 se esfumó
Así,
la lógica de Woodstock hizo que la cancelación de su aniversario fuera
predecible. Woodstock 50 fracasó porque la sociedad de Woodstock no
puede funcionar en el mundo real. El festival no podía imaginarse a sí
mismo en la existencia.
En un mundo de “haz lo tuyo”, Woodstock
50 sufría la dificultad de generar interés más allá de aquellas cosas
que absorben las vidas individuales de las personas.
Entre los baby boomers nostálgicos y los
millennials curiosos, los promotores esperaban una audiencia
intergeneracional de 150,000. Los organizadores del evento gastaron más
de $ 32 millones reservando más de 80 presentaciones musicales. Pagaron
generosamente por los top: Jay-Z, Miley Cyrus, Santana, Imagine Dragons y
otros estaban programados para presentarse. Incluso algunos músicos
presentes en 1969 aceptaron sumarse.
El problema de “hacer lo tuyo”
Sin embargo, los planes pronto se
desmoronaron cuando nadie quería asumir los compromisos necesarios para
que funcionara. Financistas y socios se retiraron del acuerdo. Los
promotores no consiguieron los permisos municipales indispensables.
Cambiaron tres veces de lugar. Nadie quiso encargarse del evento.
Los funcionarios de dos pequeñas
ciudades en el norte del estado de Nueva York se opusieron a los planes
por temor a verse abrumados por pesadillas logísticas como las que
ocurrieron en el primer evento. Pronto se hizo evidente que Woodstock 50
ya no podía ser realizado en Nueva York. Finalmente se consiguió un
lugar más pequeño en el anfiteatro Merriweather Post Pavilion, en
Columbia (Maryland).
Con un lugar más pequeño y tan lejos del
sitio original, las principales “estrellas” que atraen a las grandes
audiencias renunciaron a un evento que no podría igualar el tamaño de
sus egos inflados. Pronto, varios menores también saltaron del barco.
Hasta un intento de última hora de
convertirlo en un evento benéfico para HeadCount —una organización sin
fines de lucro que registra electores en los conciertos— fracasó
míseramente.
El Establishment no vino a salvar a Woodstock 50 de su fatalidad.
Al final, la apatía y el individualismo derrotaron a “la paz y el amor”.
El fracaso de Woodstock
Woodstock y Woodstock 50 fallaron porque
las promesas de paz y amor eran vacías y carecían de significado real.
La promoción que Woodstock hizo de la revolución sexual trajo un
desastre. La sociedad se derrumba porque el “hacer lo tuyo” ha implicado
un costo para los demás, incluidos los bebés no nacidos. Incluida la
ruptura de las relaciones familiares y de las sociedades sanas. Sobre
todo, Woodstock negó a Dios y consagró al individuo como un dios.
Si Estados Unidos hoy está polarizado y
sin rumbo, se debe en parte a la revolución cultural emanada de
Woodstock. La solución no es recrear Woodstock cincuenta años después,
sino rechazarlo como el desastre cultural y moral que fue.
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