Los Cruzados Virtuales o el perfil de una mentalidad binaria
Post post (actualizado el 23/9/2019 a las 17 hs):
Por el Centro de Estudios Universitarios «Leonardo Castellani»
Santa Fe, 13 de Septiembre de 2019
Los Cruzados Virtuales o el perfil de una mentalidad binaria
“Mientras quede algo por salvar hay que hacer lo que se pueda por salvarlo” (L.C.)
Heme
aquí escribiendo pobres y humildes letras hilvanadas en el barro del
realismo cotidiano que fatiga a los hombres mundanos. Qué más quisiera
yo que estar encerrado en la paz y soledad de un claustro y desde allí
tejer preciosas perlas de contemplación hechas verbo, palabra o canción,
revestidas de la atmósfera pulcra y silenciosa de la clausura
conventual. Pero no. Heme aquí lidiando con los asuntos mundanales que van de lo meramente ordinario
como son las discusiones de góndola hasta lo dolorosamente sucio y
putrefacto como es el terreno político.
¡Ay de mí! Ya quisiera yo ser
llamado a contemplar en paz un misterio del Santo Rosario o cantar en
coro con el corazón en ascuas un himno gregoriano tomado del Gradual y
ser arrebatado a la tercera morada, pero me fue impuesto tener que
trabajar, hacer mandados y consultar de reojo cuánto cerro el dólar la
mañana de hoy. Tiempos duros estos para un alma templada a golpes.
Alguien dijo por ahí: “a tiempos malos, coraje doble”;
y vaya que es tiempo de duplicar el heroísmo y fortalecer el corazón en
esta época bulliciosa que enciende los ánimos en un furor de guerra por
la tardanza del Bien que se espera. Tiempo de confusión, preludio del
Incendio Final que augurara Nuestro Señor cuando dijo, “he venido a traer fuego sobre la tierra y cuanto deseo que ya esté ardiendo”.
Tiempo que se alza como una nueva Babel en la cual los hombres, en
desesperación y perplejidad desfallecen de terror ante el ocultamiento
del Verbo. Tiempo que augura una nueva Babel en que la palabra ha perdido su señorío
y el intelecto su gallardía. Este reino de la confusión y abolición de
la palabra está azolando los ímpetus humanos –mendicantes de
magisterio-, proscribiendo al ostracismo aquella inteligibilidad que
hacía brillar en esplendor la profundidad de las esencias.
Es
que sin la luminosidad del Verbo las esencias se opacan y se vuelven
meros conceptos abstractos y mudos; sin la irradiación de aquel fondo
divino que los sostiene en el Ser, las cosas reales se vuelven puro
palabrerío, verborragia, exceso, voluptuosidad. Pero peor aún, sin la
luminosidad del Verbo que vuelve diáfanos los conceptos solo hay
“Razón”, la fría y peligrosa razón lógica que decía Chesterton hace que
un loco pierda todo menos a ella. “Loco es el que perdió todo menos la razón”.
La
lógica, ese arte delicado por el cual Dios le permitió al hombre poner
sus manos en el cielo empíreo de los entes para atar cabos entre ellos y
llegar a la Verdad, ese arte precioso que permite al hombre poner su
cabeza en el cielo, hasta donde el cielo se lo permite es tarea de
pocos. Y sólo se atreven con ella los espíritus templados por las
virtudes más excelsas –teologales y cardinales-, sobre todo los
prudentes, ya que es la prudencia madre de la Sabiduría. La lógica, no
se engañen, es hábito intelectual accesible al hombre pero dado por Dios
a los más esforzados, y se adquiere con años de estudio y madurez. La
lógica, causa eficiente del hábito del pensamiento, debe estar impulsada
por los dones de Ciencia, de Entendimiento y Consejo hasta actualizarse
en Sabiduría para no corromperse o desviarse. ¡Preciosa perla de la
Sabiduría! ¿Quién pudiera alcanzarla de un solo golpe? – ¡oh, Premio
Divino con que Dios robustece el alma de sus hijos para la unión
definitiva con su Creador! La causa final del acto racional es la gloria
de Dios, la salvación del alma y la edificación del Reino de Cristo por
la Gracia Santificante y Dones de Espíritu Santo.
Es por eso que la hidalguía del verbo no reposa necesariamente en la erudición ni en la virtud dialéctica.
Tampoco en los anaqueles de la superabundancia bibliográfica, mucho
menos en la voluptuosidad de un silogismo tejido en soledad; pero ¡ay!,
he aquí la gran cuestión, no será posible encontrar la luminosidad del
verbo en las covachas bloguistas donde se tejen complejas conclusiones
–arrojadas como flechas desde trincheras virtuales cavadas en la turba
del anonimato o de la impersonalidad. Covacha que facilita la agresión
inesperada y a traición, como la de aquel que oculta el rostro cuando
tira la piedra, porque en la trinchera-covacha se siente protegido por las paredes de un claustro virtual que se tejió para sí mismo a fin de poder atacar al enemigo sin tener que mirar de frente la crudeza del rostro agraviado.
Otra
es la pesada realidad que soportan los valientes de carne y hueso que
asumen el correlato de sus actos sabiendo que no son ellos los que
defienden a la verdad si no que es la verdad la que los defiende a
ellos. No viene al caso referirnos a la precariedad existencial que
rodea al universo virtual de los blogs porque de hecho existen muchas
páginas de internet o blogs que hacen justicia a la Verdad, y sirven al
Verbo con denodada resistencia y perseverancia resultando de ellos un
servicio necesario y valiente a la transmisión de la Palabra fundante,
del Verbo esencial que busca ser dicho, cantado o narrado con
luminosidad para enfrentar la ola de macaneo que amenaza a nuestra
Patria.
Pero
la Palabra fundante (el son que funda que decía Disandro) no agota su
correlato en la plataforma virtual del mundo bloguero. Eso lo saben bien
aquellos que resisten a la mentira no solo desde un escritorio o una
biblioteca sino más aún en la peligrosa plataforma que se llama el mundo
real. Peligrosa plataforma decimos porque en ella existe una constante
amenaza a equivocarse, a errar y a pecar incluso. Porque la imperfección
es su correlato, buscar eliminarla y desterrarla es querer meterse en una burbuja de perfección que no está en la realidad pero que muchas veces puede verse en la caverna troglodita del escritorio y del universo virtual.
El
que vive en la realidad peca, se equivoca, se arriesga a errar. Y así
es el pesado mundo real. Está abonado por la horrorosa carga de la
Herida Original, – ¡qué se le va a hacer!- pero existen muchos que alimentan sus ánimos con esa ilusión de que todo debe ser perfecto.
En la Iglesia, en los púlpitos y en los presbiterios; en las casullas,
en la liturgia y en los ademanes. En general exigen esa perfección en
todo: en las cátedras, en los actos civiles, en la vida pública. ¡Y
hasta en las casas ajenas! Porque muchas veces no toleran la idea de que
cada uno es libre, más aún dentro de su propia casa. Pero ¡amalaya!,
hasta exigen esa misma perfección inmaculada no solo en las opiniones sino peor aún ¡en la Política!
¡Quieren ver brillar la perfección inmaculada que solo con la ayuda de
Dios y su misericordia podrán ver en la Patria Celestial! …Pero en sus
almas no la quieren ver jamás.
La
realidad, esa es la cuestión. El realismo no está de suyo en los
libros, no está en una idea y menos en una serie de algoritmos binarios
que forman la gran matrix de esa caverna troglodita que forma el universo virtual en el que abrevan las miríadas de almas humanas.
Pero la Realidad es misterio, es fugaz y escurridiza –ama ocultarse, decía Martin Heidegger-, es nouménica,
inefable. Solo aquellos que se trabajan en ella la alcanzan después de
largos años de fatiga. Un profesor mío decía que, en la metafísica
(ciencia de lo real en tanto real; o del ser en tanto que ser) se
alcanza a entender algo después de muchos años de meditación. Por eso es
que la sabiduría está ligada a la madurez y la madurez ligada al
silencio. He aquí una clave: ¿Quieres encontrar maestro? Ve a donde
nadie hable, donde nadie vocifere postulados y silogismos a raudales. Ve
donde no haya derroche de palabras y encontrarás la Luz del Verbo. Que la verborragia no es amiga de la verdad y las palabras no siempre son amigas del Verbo. Una vez le pregunté a un maestro que pasaba largos días en la soledad de su convento:
–Padre, ¿no se siente solo después de tanto tiempo?
A lo que el sabio fraile replicó:
–Después de muchos años de estudio uno se acostumbra al silencio.
Fue
la charla más larga que había tenido con ese meditabundo sacerdote de
quien he recibido las enseñanzas más elocuentes y lúcidas. Estaba
delante de un sabio. De un contemplativo. De un maestro. Un metafísico
que tenía fama de ser uno de los pocos teólogos que quedaba de una
gruesa estirpe que resistía entre el claustro y la predicación. Un
cruzado de carne y huesos; un soldado que gastó su vida en la trinchera
del silencio, de la oración, de la meditación constante del Verbo, de la
mortificación y de la humillación, hasta quedar oculto a los ojos del
mundo y lejos de la profana boca de los adulones. Un Cruzado del Verbo.
En la vereda de en frente se encuentran los cruzados virtuales.
Tienen características psicológicas comunes que definen todo un perfil.
Pero no necesariamente son fantasmas que se esconden detrás de un
teclado. Estos cruzados del concepto, se dedican en general a
racionalizar como detectives el nivel de ortodoxia que hay en las
cuestiones disputadas del mundo real aplicando los principios supremos
de la sabiduría clásica en temas de teología, política, filosofía,
ética, historia y cultura general, adoptando criterios dogmatizantes en los asuntos que de suyo son susceptibles de discernimiento prudencial,
llevando más allá de lo sanamente tolerable las exigencias que el
ejercicio de la libertad de las consciencias y la vida moral impone.
Vicio peligroso que alimenta la vanagloria de los cruzados de escritorio
alimentando el deseo de grandeza que en lenguaje corriente se llama
orgullo.
Estos carceleros de la ortodoxia
son adalides de la defensa de la recta opinión. Sienten que una
conclusión bien lograda se impone a todo. Que un argumento construido
con astuta elegancia vale más que cualquier matiz que se pueda aplicar a
los asuntos disputados. Estos peligrosos caballeros creen que están
honrando a Aristóteles cuando son capaces de perder una amistad por
defender un postulado; y usan latiguillos como ese que reza: “Platón es mi amigo pero más amiga es la verdad” creyendo
que están defendiendo el Verbo cuando en realidad están idolatrando un
silogismo. Si el gran Sócrates los escuchara sacaría una humorada sutil
de sus labios para dejar en ridículo la vanagloria disfrazada de
erudición que engorda las cabezas insensatas de estos charlatanes.
Y la insensatez se vuelve odio cuando estos casquivanos son capaces de insultar, agredir, calumniar y ridiculizar al que lo contradice con una demostración,
llegando a victimizarse incluso como mártires de la verdad,
incomprendidos y perseguidos religiosos. Entonces todo es válido para
ellos cuando tienen en frente un oponente que se muestra capaz de atacar
esa conclusión matemática que satisfizo sus enfermizas elucubraciones
mentales. Porque los cruzados de escritorio tienen mentalidad
matemática, cartesiana, son espíritus geométricos que no admiten
distinciones ni matices más que las conceptualizaciones universales con
que concluyen sus postulados lógicos, porque los matices ponen en jaque
la pureza de sus opiniones.
Otra característica de los cruzados bloguistas es que ellos odian lo que llaman “politiquería”.
Y no son muy originales porque la politiquería es en general detestada
por cualquier tipo de caballeros. Ellos impugnan el régimen con
recurrentes denuestos y vituperios insistiendo en mostrar el grado de
descomposición putrefacta que impregna el orden social e institucional
de la Patria. Y esperan una restauración. Esperan la Parusía. La
consumación final y la plenitud de los tiempos; y si miran a oriente
cada mañana, se vuelven un poco más realistas y les asoma el alma por la
ventana de la burbuja virtual y respiran la agreste atmósfera del mundo
consumado en fracaso, y exclaman con profundo realismo: ¡Cristo Vuelve!
Y de repente el corazón se les inflama y sus conceptos cobran vida, y
ese brote de esperanza interrumpe la obtusa mirada cotidiana, y sus
palabras se vuelven Verbo por una vez… pero miran alrededor y encuentran
que ese anhelo les contesta: “todavía no”.
Entonces
saben que no les queda otra que volver a la covacha del tradicionalismo
bloguista y seguir incendiando la red con flechas conceptuales. Porque
la política está corrompida. El sistema es intrínsecamente perverso para
asomar el hocico en el plano ético de la existencia y entonces se
guardan nuevamente en la burbuja binaria creyendo que eso es estar en el
Plano Religioso de la vida.
No se manchan en la sucia política pero auguran tiempos de gloria.
Anhelan la grandeza de la cristiandad, la gloria de los palacios y las
cortes nobiliarias, las coronas y los inciensos, las caballerías y las
armas en ristre. Pero ellos no se mezclarán en los asuntos turbios de
las instituciones republicanas porque no reconocen como válidas o
legítimas las estructuras del orden social vigente. No pondrán sus manos
en las aguas contaminadas de la sociedad actual, y aun así no dejan de
lidiar con la bajeza mundanal cuando trabajan, si trabajan, cuando hacen
apostolado si es que lo hacen, y cuando van al supermercado si les toca
hacerlo, sin poder explicar suficientemente cómo es eso de la
complejidad existencial que te obliga a darle la mano al vecino ateo en
correctísimo arrebato de conducta y tratar de imbéciles a los propios
cuando dicen que “mientras quede algo por salvar, hay que salvarlo”.
La
política es asunto de pocos, no es novedad. No cualquiera tiene ánimo
suficiente para soportar el estercolero de la cosa pública
“El
hombre capaz que intenta una empresa política honrada, gana algo
siempre, aunque sea derrotado. Sale de la esfera del “placer” y de
“hacer dinero” (que es la esfera estética); es decir, se nobiliza, en
una palabra; y huye del mundo de los tamásicos y de los impávidos
morales; no menos que del de los filoletras y las nenas”[1].
Ellos, adalides de la matrix, suelen decir que en política es conveniente hacer lo imposible veraz a lo acomodaticio y oportunista;
menudo chicaneo que, introduciendo un sutil juego de palabras, pretende
atar las manos de aquel que asumiendo moralmente la dificultad natural
de la política, se anima a hacer lo que simplemente puede dentro de lo
posible sin que sea necesaria la sospecha de oportunismo. Pero ellos
pretenden impugnar las acciones nobles solo porque son difíciles. Pero
la política es opción entre dificultades. La moral se juega entre
dificultades. El realismo aquí es lapidario. Porque incluso para el
Emperador Carlos V, para Isabel la Católica y para Enrique VIII la
política siempre fue optar entre dificultades.
El sistema es perverso. Nadie lo discute. Es a toda evidencia perverso. Pero es lo que materialmente tenemos entre manos.
Es lo que nos dejó años de perversión política. Y hasta podríamos decir
que sabemos muy bien que es la causa de la perversión. Y ya no quedan
palacios, ya no quedan cuarteles, ya no quedan alcázares, ya no quedan
vigías, ya no quedan ni siquiera púlpitos, ya no suenan las campanas del
mediodía. Ya los niños están tristes con sus infancias alienadas. Las
familias agonizantes. Ya no hay pastor. Ya no hay maestros. Ya no está
occidente con sus preciosas instituciones republicanas heredadas de la
Roma prístina. Las preciosas formas que instauraron la gloria de la
cristiandad, del Reinado Social de Cristo, de las Catedrales y los
Claustros se quedaron sin materia. Quedaron las formas luminosas y sus
esencias pero ya no hay materia. Ya no hay soporte.
Y el caballero virtual que lee estas letras piensa, -¡eso
es Maritain! ¡Está diciendo que la cristiandad no existe más y que
ahora es tiempo de una Nueva Cristiandad! ¡¡Liberalismo!! ¡¡nuevo
liberalismo!! Y otra vez el realismo le golpea en la cara.
Porque si lo piensa en serio tendrá que reconocer que, aunque Dios sea
causa eficiente ejemplar del orden social, la restauración habrá que
hacerla –si es que el buen Dios la permite, y se hará con lo que tenemos
entre manos. O no será. Primero religión, después política. Primero
política y después religión. Y los espíritus geométricos pretenden
resolver la ecuación del anterior y el posterior insultando de liberales
a quien se arriesgue a tomar la iniciativa. Pero la respuesta magna a
la ecuación ya la dijo Cristo “dad al César lo que es del César…”;
y fue cuando los cristianos entendieron esto que se dedicaron a
convertir al emperador Constantino. Y otra vez el espíritu matemático me
gritará: “-¡Pelagianismo!”
Es
lícito actuar cuando lo que se sigue es un bien posible. ¿Acaso, no es
lícito hacer lo posible aun cuando las circunstancias son desfavorables
en vistas a producir un efecto favorable por mínimo que sea? Supongamos
que soy docente (argentino), el perverso sistema educativo argentino
viene destruyendo la infancia, la cultura, la familia y la patria (ni
hablar de la religión) desde hace añares… ¿cuántos? No sé con precisión.
El laicismo institucionalizado en el normalismo pedagógico de Sarmiento destruyó la educación
y la llevó al colapso de la putrefacción ideológica que hoy ostenta;
una escuela materialista, atea, plagada de escepticismo gnoseológico,
relativismo moral cuando no explícitamente corrompida. ¿Dar clases en un
ámbito así, no es realmente “dificultoso”? digo, es un acto político la
enseñanza; ¿no es una opción entre dificultades? Participar del régimen
pedagógico perverso, ¿por qué no acusa de pecado a los docentes
católicos bien formados? ¿no es la escuela argentina un perfecto reflejo
de la política Liberal? ¿por qué los que se confiesan por ir a votar no se confiesan por dar clases en un régimen perverso como es la escuela argentina? –Padre, he pecado, fui a reemplazar a una escuela sarmientina. Y el cura, con toda la sensatez del mundo (siempre y cuando no sea un cruzado virtual disfrazado) le dirá: –hijo, haz todo el bien posible, por pequeño que sea, servirá para la vida de esos alumnos. Y el pobre cura pensará: “Hice
estrictamente el papel de Padre Espiritual., aunque un puñado de
idiotas pusieran el grito en el cielo porque me “metía en política”;
como si para hacer cualquier cosa con los hombres no fuera necesario
“meterse” primero entre los hombres. Puede objetárseme que somos
“pescadores de hombres” y que los pescadores se quedan en la barca y
pescan desde arriba: Yo no. Yo quise ser pescador de truchas – y algunas
pesqué”[2].
Si estuviese en un legislador la posibilidad de votar por una ley de aborto menos restrictiva
en contra de un proyecto que pretendiera aplicar la pena de muerte a un
no-nacido en la semana nueve de su gestación, ¿acaso no es lícito
levantar el pulgar para evitar que se lleve adelante el genocidio a
mansalva, aun cuando su voto no lograra eliminar del todo la criminosa
ordenanza jurídica abortista? Es a estos actos propios de la moral en
materia prudencial que se les pretende aplicar la vara del puritanismo,
impugnado de incorrección ética a los que se foguean en el orden
público, tildándose de “malminoristas” a quienes buscan el bien común más allá del manual anti-liberal.
Pero para los puritanos esto es un mero juego dialéctico de filosofías
escolásticas. Porque los cruzados virtuales ruegan a Dios por una guerra
justa que aplique un castigo ejemplar a los abortistas.
Pero ellos no harán de verdugos ni mancharán sus chombas con sangre,
porque para eso están los otros… los de afuera. Pero los cruzados
virtuales creen que los otros asumen a pie juntillas todos los
principios del liberalismo, creen que los que luchan por resistir a los
frentes anti familia y anti niñez están asumiendo en totalidad los
errores de la herejía liberal. Creen que pueden lanzar dardos virtuales a
raudales contra los que se preocupan por frenar el genocidio infantil
apostando a una acción precaria y circunstancial como es la política de
partido, aun cuando existe la plena conciencia y convicción de que de un
partido político no saldrá la restauración de la Patria y de la
Cristiandad; pero –quién sabe- tal vez Dios nos dé una tregua y un
respiro si nos unimos colectivamente intentando salvar algo, o frenar, o
demorar un fracaso inminente.
Pero
ellos desprecian las cifras numéricas, los algoritmos, los
cuenta-palotes, las multiplicaciones humanas en muchedumbres… pero van a
las peregrinaciones más ortodoxas y miran rebosantes de alegría las
crecientes cifras numéricas que se convocan –muy a sus pesares; y quedan
pasmados por la magna ecuación que la Divina Providencia puso en la
calle multiplicada y fraccionada en intuitivos y creativos capítulos.
Pero ellos no quieren ni pensar la cantidad y la cualidad de aquellas
multitudes de católicos que los acompañan. No quieren calcular siquiera que los miles de auto-convocados proceden de los rincones más variados de la Patria
y se amuchan en un propósito común: defender la Fe y Salvar lo que se
pueda salvar. Los cruzados virtuales no quieren reconocer que las
matemáticas los desafían en sus elucubraciones mentales cuando descubren
que entre esas multitudes hay católicos verdaderos, pecadores,
penitentes y cruzados que llevan sus estandartes más en el corazón que
en el puño, y no se jactan tanto de su fe quebradiza ni de sus victorias
como de sus batallas libradas en el barro del campo agreste de la vida
real.
Más
paradójicamente, se llenan de confusión cuando calculan las masas
–cristianas o no, que se suman y multiplican cuando una posibilidad de
resistencia llama a las calles en defensa de la vida y la familia. Y se
felicitan por ser ellos parte virtual de las masas cuantitativas que
vociferan contra el tirano gritando ¡Sí a la vida! Pero son incapaces de
estar allí en carne y huesos porque simplemente ellos no creen en los
números. Pero escriben panfletos y los viralizan llamando a demoler congresos
y parlamentos a mazazos mofándose de las muchedumbres ingenuas que allá
abajo, en las inferiores de la existencia, resisten fríos, vientos,
lluvias e insultos por doquier, calculando si los porcentajes numéricos
les serán favorables esa noche o no. Los cruzados virtuales se sienten
en un plano superior de la vida; ellos no creen en las muchedumbres.
Pero las muchedumbres, muy a sus pesares están trabajando por ellos y
sus hijos y los hijos de sus hijos resistiendo, sumando, y rezando para
que la tiranía no avance tanto; para que el tirano no se meta hasta la
intimidad del hogar. Porque en las calles también se reza, y eso quedó
demostrado, se hace sacrificio, se adora a Cristo Rey. Y así fue que
–misteriosamente-, la argentina mostró al mundo real cómo se resiste en
la calle cuando la fe y el bien común llaman a la defensa de lo que
queda, la vida naciente.
Los
cruzados virtuales no apoyan ni valoran la trascendencia de la “lucha
pro-vida”. Y no se dan cuenta que los celestes ganaron las calles. Los
critican con abyección llamando al movimiento pro-vida “providismo”.
Pero estos “providistas” ganaron las calles y en ellas rezaron, lloraron
y cantaron y mientras tanto hicieron temblar a los poderosos.
Como era de esperar, los cruzados virtuales no dieron presente.
Porque ellos están apoltronados en sus escritorios leyendo o
escribiendo sesudos posteos virtuales en contra de los auto-convocados
“pro-vidas”. Ellos, cruzados de la “matrix”, no van a las movilizaciones
pro-vida porque están esperando que los llamen a una cruzada ecuestre,
castrense, de armas y borceguíes. Y así llegará la Parusía, porque a esa
cruzada nadie los llamará, porque a las cruzadas no van los hombres
anónimos.
Los
Cruzados Virtuales no aceptan que existen argentinos de Bien que son
parte positiva de la Patria y así demuestran un peligroso sectarismo.
Ellos adulan su propio ingenio cuando hacen lógicos y razonados
comentarios en los blogs más cotizados, se creen portadores de una
ortodoxia inmaculada, de un mensaje arcano que los llena de orgullo;
porque a ellos les fue revelado un cristianismo superior, “Ilustrado”,
un cristianismo de iniciados. Y rebuznan contra la que llaman “fe del carbonero”,
que sería esa creencia ingenua, humilde, abandonada a la simpleza del
Dogma, de la piedad, de la devoción, del abandono sincero y confiado en
la Providencia. No quisieran ellos saber cuántas de aquellas almas
cristianas tienen realmente la difícil posibilidad de estudiar, de
formarse, de buscar la luz del entendimiento para acceder al misterio
divino y calculan con escándalo el límite entre la ignorancia vencible y
la ignorancia invencible. Y se lamentan de lo que ellos creen que es
pobreza intelectual cuando en realidad es humildad y silencio. Los
cruzados virtuales no tienen ojos para ver la realidad.
Cuando
María Santísima convocó las Cruzadas, en ellas se alistaron hombres de
la más variada procedencia: Santos y pecadores, ortodoxos y heterodoxos,
virtuosos y cobardes, doctos e iletrados; todos unidos en la misma
causa, convocados por la misma voz que ordenaba la lid. La hora de la
batalla es exigencia de todos. Pero los puristas esperan un mesías que
sea de perfecta procedencia, inmaculado currículum, intachable
reputación. Un don Juan Manuel de Rosas de escritorio, un Príncipe de
una perfección inmaculada. Un nuevo Juan de Austria. Pero cuando Dios
nos lo mande ellos no lo reconocerán, habituados como están a mirar la
paja en el ojo ajeno.
Los
cavernícolas virtuales no son capaces de hacer algo complejo por la
Patria. Porque creen que se contaminan. Creen que la cristiandad se
construyó en una biblioteca y con argumentos dialécticos. Esa es una
idea tonta pero frecuente, creen que van a hacer algo por la Patria
«diciendo la verdad»; creen que están edificando la argentina de sus
hijos impugnando a los demás con sus silogismos. Antes yo creía que
cuando Castellani decía que hay que hacer verdad se refería a hacer
silogismos. Ahora, un poco menos ingenuo un poco más maduro, creo que
hacer verdad también es trabajar, educar, hacer familia, defender la vida en las calles (con o sin pañuelitos celestes) y salvar lo que queda. Tal
vez nos equivoquemos en ciertas reivindicaciones y aspiraciones a
formar un frente nacional que obstaculice o simplemente demore el avance
miserable de las huestes enemigas de Satanás, tal vez equivoquemos el
método. Dios dirá. Lo seguro es que los caballeros conceptuales nos
juzgarán de pecado de liberalismo, de traidores a la Patria y de
desleales a la causa. Pero ellos seguirán tejiendo intrigas entre el
escritorio, el teclado y la chocolatada.
Valga
esta gruesa exposición en defensiva contra estos amargos caballeros
virtuales que gustan de tirar tópicos por doquier escupiéndole el asado a
los que se foguean entre las brasas y los humos cotidianos de la
mundanidad.
Por el Centro de Estudios Universitarios «Leonardo Castellani»
[1] Carta del P. Castellani a Ignacio Pirovano de 1953.
[2] Carta del P. Castellani a Ignacio Pirovano de 1953.