viernes, 27 de septiembre de 2019

Réplica del Prof. Sebastián Sánchez al escrito publicado en "Que no te la cuenten"

miércoles, 25 de septiembre de 2019

Réplica del Prof. Sebastián Sánchez al escrito publicado en "Que no te la cuenten"




La nota que adjunto encontró albergue en un blog titulado "Que no te la cuenten", dirigido (o administrado, como se dice ahora) por el Padre Javier Olivera Ravassi. El texto no lleva firma, salvo que pueda considerarse por tal el sello del Centro de Estudios Universitarios “Leonardo Castellani”.
Hasta ayer creí que el texto estaba dirigido a Antonio Caponnetto. Algunos amigos también lo creyeron. Incluso Antonio Caponnetto consideró que era un ataque contra él. Pero todos nos equivocamos puesto que el Centro “Leonardo Castellani” emitió un comunicado aclarando que el escrito no tiene un destinatario concreto -“mucho menos Antonio Caponnetto”- sino que es tan sólo la “descripción genérica de una mentalidad”, la de los “cruzados virtuales”. Eso me trajo tranquilidad.

No obstante, releyendo el escrito, con un azoramiento del que no salgo, retornó a mí la inquietud. El tenor general del escrito es sumamente agresivo y evidencia una cólera apenas contenida, un frenesí crítico que no se corresponde con la mera descripción de una “mentalidad”. El texto no se refiere a Caponnetto, de acuerdo. Pero entonces, ¿a quienes? ¿Quiénes son los portadores argentinos de este virus mental, moral, ideológico y religioso contra los que el anónimo autor alza el índice acusador? Estas son preguntas lógicas respecto de un texto en extremo violento y a la vez viciado de ambigüedades.

Tras varias lecturas, mi parecer es que el autor se dirige a muchos de nosotros. A los que no vemos que una empresa partidocrática sea un medio aceptable para llegar a buen puerto. A los que consideramos que la pelea por la familia y la vida de los hijos de esta Patria –hoy llamada “provida”, a secas- no puede desvincularse de la Verdad. A los que seguimos creyendo que no han desaparecido los alcázares, ni las campanas, ni los púlpitos. Ni los vigías. A los que seguimos enseñando eses puñado de verdades a nuestros hijos y alumnos, a los amigos que quieran escucharnos.

No tenemos más que las clases y las charlas que damos, o los pocos textos que escribimos. No congregamos multitudes ni somos influencers, pero cada uno de nosotros –¡cómo recuerdo a mis amigos y camaradas de varios lugares del país que, a pesar de los dolores y las angustias, siguen en la brecha del Buen Combate diario! - nos entregamos con fervor, con auténtica fe y esperanza en la resurrección de aquellos que se llamó Argentina. Ninguno de los hombres que conozco, y que aparecen acusados caricaturescamente en esta nota, falta a la caridad a la hora de decir o escribir sobre las cosas que a todos nos importan.

Nunca he escrito un texto como éste. Jamás ocupé mi tiempo en responder un ataque. Si he tenido críticas a gente amiga o a camaradas, o guardé silencio o las manifesté en persona. Hay tantos enemigos de la Familia, la Patria y la Iglesia que es cosa triste que alguien pueda tomarse unas horas para calumniar a la propia tropa. Pero me siento obligado a escribir esto, aunque me duele. Y aunque soy un don nadie y carezco de la estatura intelectual necesaria, es necesario que alguien lo haga. Casi como una cuestión de defensa propia.

La nota de marras es pusilánime, innoble, dañina, triste y desesperanzada. Y en apretada síntesis diré por qué.

1) La nota desborda pusilanimidad pues arroja sus envenenados dardos desde un ignominioso anonimato. El autor calumnia e injuria parapetado en el amontonamiento, tira piedras a lo piquetero, desde la masa. En vez de su nombre y apellido, firma como si todos los miembros de ese Centro de Estudios lo hubiesen escrito mancomunadamente. Casi me recuerda a los obispillos que –disminuidos en fe y coraje- firman resguardados en esas entelequias ajenas a la Tradición denominadas Conferencias episcopales.

Si el autor hubiera firmado con nombre y apellido otro sería el cantar. Pero no, el escriba anónimo, que blasona de ser un “alma templada a golpes”, que acusa a los “cruzados virtuales” de esconderse detrás de una “trinchera-covacha”, no tiene la entereza de dar su nombre y apellido, tal como un cruzado real haría.

2) Este es un escrito innoble, aplebeyado, ayuno de hidalguía, desdoroso y deshonroso. Estas cosas no se hacen, y mucho menos con la “propia tropa”. Esto, ni al enemigo. Y hablando del enemigo parece surgir del texto que el enmascarado autor es un milite de los que se comen las balas sin pelar, que se la pasa cruzando lanzas con la turba del trapo verde náusea, en cada manifestación, en cada aquelarre, en la puerta de cada iglesia o catedral sacrílegamente violentada, en cada demoníaco abortorio, en cada juzgado que convalida el escándalo de la niñez “trans”. Es eso lo que se evidencia cuando se leen sus temerarias incursiones en “la peligrosa plataforma que se llama el mundo real”. A tenor de lo allí estampado, uno se siente inclinado a pensar que el cruzado real autor, no le deja pasar una a los masones de toda extracción- estén donde estén, ocupen el lugar que ocupen-. Casi puede imaginárselo desayunándose muchachos de La Cámpora, así de puro guapo. Es lo que uno imagina, pero el mismo autor se desmiente.

Es probable es que esta persona haya participado de las marchas antiaborto desde 2018 (antes no había manifestaciones, ni muchedumbre, ni audiencias sino una prolija acumulación de leyes perversas, ante el silencio generalizado) y que haya audicionado en el Congreso “para que no salga la Ley”. O para demorarla.

Pues bien, yo estuve en cada marcha –no hubo “hermano separado” con el que no me abrazara, emocionado-, intervine en la audiencia neuquina del infame Código Civil (espeté en la jeta de Fuentes, Filmus y Camaño) y sin embargo, jamás sentí que mi vida estuviera en riesgo, nunca pensé que esa gesta sería la última. Que Dios me de siempre el buen sentido, y el pudor, de no creerme un cruzado real por putear a un senador, entonar cánticos protestandoides “por las dos vidas” o ir a las conferencias de los celebrities liberalotes que andan de gira sacándole el mango a nuestra buenas y sanas gentes.

3) Es una nota dañina.

Este texto ha hecho mucho daño. Mucho. Quizás su autor no lo sepa. Tal vez sólo pretendía dar rienda suelta a su encono hacia “él”/“ellos”/”nosotros”, escribiendo una pieza turbia –robándole unas horas a su cotidiano combate callejero- para terminar leyéndose y releyéndose, sonriendo jactancioso en la soledad de su covacha escritoril. Quizás no midió consecuencias. Pero lo cierto es que ha cometido una injusticia, ahondado viejas heridas que empezaban a restañar, profundizado divisiones que no deberían existir, zahiriendo a personas que -equivocadas o no, Dios sabrá- presentan el combate como pueden, testimoniando con pasión y entrega, siempre abigarradas en un puñado de verdades inveteradas, sólidas como rocas. Esta persona ha herido, confundido, desunido, escandalizado.

Es que hay que atreverse a declamar y reclamar caridad y al mismo tiempo injuriar con lindezas como estas: “espíritus geométricos, adalides de la matrix, puritanos, rebuznadores, caballeros conceptuales, puristas, carceleros de la ortodoxia, cruzados de escritorio, gustosos de la victimización, asomo de perseguidos”.

Hay que atreverse a hacer berrinches porque habemos quienes no acompañamos a NOS (que refiere, ya no a la forma átona del nosotros, sino a la primera palabra del Preámbulo de la Constitución de 1853, lo cual ya dice mucho) y al mismo tiempo perorar sobre lo prudencial porque “la política es opción entre dificultades”. Si la política es eso, es mero optar y actuar en la madeja de lo fáctico, si es cuestión eminentemente prudencial, ¿cuál es el problema con que algunos opten por no convalidar esa o cualquier otra opción política partidocrática?

Tengo para mí, al resguardo, el incólume afecto por los familiares y amigos que guardan expectativas –que no esperanza- con las próximas elecciones, los legisladores “provida” y el arribo de un veterano malvinero que hará retornar las cosas a su quicio, que nos sacará del abismo. Me gustaría creer en eso, en serio, pero no lo puedo ver, no me sale. No obstante, tras señalar con afecto esa imposibilidad mía a amigos y familiares, guardo un caritativo silencio. Y lo mismo puedo afirmar respecto de la actitud de muchos de mis amigos del nacionalismo.

4) Este texto es triste y desesperanzado.

Además del tono jactancioso y soberbión, todo el escrito evidencia un gran encono, una tirria apenas contenida que no encuentra explicación, sobre todo si el objetivo ha sido la mera descripción de una forma mentis.

Pero esencialmente estas páginas segregan una terrible tristeza, como devela uno de sus párrafos iniciales:

“¡Ay de mí! Ya quisiera yo ser llamado a contemplar en paz un misterio del Santo Rosario o cantar en coro con el corazón en ascuas un himno gregoriano tomado del Gradual y ser arrebatado a la tercera morada, pero me fue impuesto tener que trabajar, hacer mandados y consultar de reojo cuánto cerro el dólar la mañana de hoy”.

Es cosa penosa y dolorosa la burla que contiene ese párrafo.

Pero la cosa sigue, y la pena se ahonda, como muestra esta peligrosa y patética befa que es casi una profesión de desesperanza:

“(‘Ellos’) esperan una restauración. Esperan la Parusía. La consumación final y la plenitud de los tiempos; y si miran a oriente cada mañana, se vuelven un poco más realistas y les asoma el alma por la ventana de la burbuja virtual y respiran la agreste atmósfera del mundo consumado en fracaso, y exclaman con profundo realismo: ¡Cristo Vuelve! Y de repente el corazón se les inflama y sus conceptos cobran vida, y ese brote de esperanza interrumpe la obtusa mirada cotidiana, y sus palabras se vuelven Verbo por una vez… pero miran alrededor y encuentran que ese anhelo les contesta: ‘todavía no’”.

Hay que tener mucho rencor para escribir esto. Parecen líneas de Renán. Pero sigue, angustiosamente, como quien ya no ve sino Derrota:

“Ya no quedan palacios, ya no quedan cuarteles, ya no quedan alcázares, ya no quedan vigías, ya no quedan ni siquiera púlpitos, ya no suenan las campanas del mediodía. Ya los niños están tristes con sus infancias alienadas. Las familias agonizantes. Ya no hay pastor. Ya no hay maestros. Ya no está occidente con sus preciosas instituciones republicanas heredadas de la Roma prístina. Las preciosas formas que instauraron la gloria de la cristiandad, del Reinado Social de Cristo, de las Catedrales y los Claustros se quedaron sin materia. Quedaron las formas luminosas y sus esencias pero ya no hay materia. Ya no hay soporte”.

Yo espero la Restauración. Y la Parusía. Creo que ¡Cristo vuelve! Creo en el arquetipo del Alcazar, en el tañido eterno de las campanas, en los buenos sacerdotes en sus púlpitos. Creo en los vigías –y a veces sueño que lo soy- y sé que hay Pastor y maestros, porque los he visto y oído. Creo en la Tradición y hago lo que puedo por transmitirla. Y porque creo que Dios puede demorar una ley perversa –no creo que sea cosa de la voluntad de la masa- creo en el Reinado Social de Cristo. Sigo creyendo que todo debe ser restaurado en Él y que eso no será obra de hombres aunque habrá quienes dejen la vida en ese empeño. Y todo lo que creo y espero se lo debo a Dios.

En fin, confieso que esta nota me ha provocado un gran abatimiento. Hace tres días estoy abandonado en un constante oscilar entre la bronca y la tristeza, aunque al momento de “subirla” me domina la pena.

No quiero yo saber quien es el autor de este texto. Quería, pero ya no. Sólo me interesa transmitirle algo, si es que llega a leer este ya larguísimo escrito: soy sólo un profesor perdido en la Patagonia, carente de toda entidad intelectual. Soy un pecador, repleto de vicios y miserias y quizás uno de mis pecados sea el de ser efectivamente un cruzado virtual. Si es así, ya rendiré cuentas por eso, además de por mis otras faltas. Pero hay algo que me permito aconsejarle: reflexione sobre lo que ha escrito, sobre lo que ha hecho. Y ya sea que ratifique o rectifique, la próxima vez dé la cara.

Prof. Sebastián Sánchez 

Nacionalismo Católico San Juan Bautista