miércoles, 25 de septiembre de 2019
Réplica del Prof. Sebastián Sánchez al escrito publicado en "Que no te la cuenten"
La
nota que adjunto encontró albergue en un blog titulado "Que
no te la cuenten", dirigido (o administrado, como se dice ahora) por
el Padre Javier Olivera Ravassi. El texto no lleva firma, salvo que pueda
considerarse por tal el sello del Centro de Estudios Universitarios “Leonardo
Castellani”.
Hasta
ayer creí que el texto estaba dirigido a Antonio Caponnetto. Algunos amigos
también lo creyeron. Incluso Antonio Caponnetto consideró que era un ataque
contra él. Pero todos nos equivocamos puesto que el Centro “Leonardo
Castellani” emitió un comunicado aclarando que el escrito no tiene un
destinatario concreto -“mucho menos Antonio Caponnetto”- sino que es tan sólo
la “descripción genérica de una mentalidad”, la de los “cruzados virtuales”.
Eso me trajo tranquilidad.
No
obstante, releyendo el escrito, con un azoramiento del que no salgo, retornó a
mí la inquietud. El tenor general del escrito es sumamente agresivo y evidencia
una cólera apenas contenida, un frenesí crítico que no se corresponde con la
mera descripción de una “mentalidad”. El texto no se refiere a Caponnetto, de
acuerdo. Pero entonces, ¿a quienes? ¿Quiénes son los portadores argentinos de
este virus mental, moral, ideológico y religioso contra los que el anónimo
autor alza el índice acusador? Estas son preguntas lógicas respecto de un texto
en extremo violento y a la vez viciado de ambigüedades.
Tras
varias lecturas, mi parecer es que el autor se dirige a muchos de nosotros. A
los que no vemos que una empresa partidocrática sea un medio aceptable para
llegar a buen puerto. A los que consideramos que la pelea por la familia y la
vida de los hijos de esta Patria –hoy llamada “provida”, a secas- no puede
desvincularse de la Verdad. A los que seguimos creyendo que no han desaparecido
los alcázares, ni las campanas, ni los púlpitos. Ni los vigías. A los que
seguimos enseñando eses puñado de verdades a nuestros hijos y alumnos, a los
amigos que quieran escucharnos.
No
tenemos más que las clases y las charlas que damos, o los pocos textos que
escribimos. No congregamos multitudes ni somos influencers, pero cada uno de
nosotros –¡cómo recuerdo a mis amigos y camaradas de varios lugares del país
que, a pesar de los dolores y las angustias, siguen en la brecha del Buen
Combate diario! - nos entregamos con fervor, con auténtica fe y esperanza en la
resurrección de aquellos que se llamó Argentina. Ninguno de los hombres que
conozco, y que aparecen acusados caricaturescamente en esta nota, falta a la
caridad a la hora de decir o escribir sobre las cosas que a todos nos importan.
Nunca
he escrito un texto como éste. Jamás ocupé mi tiempo en responder un ataque. Si
he tenido críticas a gente amiga o a camaradas, o guardé silencio o las
manifesté en persona. Hay tantos enemigos de la Familia, la Patria y la Iglesia
que es cosa triste que alguien pueda tomarse unas horas para calumniar a la
propia tropa. Pero me siento obligado a escribir esto, aunque me duele. Y
aunque soy un don nadie y carezco de la estatura intelectual necesaria, es
necesario que alguien lo haga. Casi como una cuestión de defensa propia.
La
nota de marras es pusilánime, innoble, dañina, triste y desesperanzada. Y en
apretada síntesis diré por qué.
1) La
nota desborda pusilanimidad pues arroja sus envenenados dardos desde un
ignominioso anonimato. El autor calumnia e injuria parapetado en el
amontonamiento, tira piedras a lo piquetero, desde la masa. En vez de su nombre
y apellido, firma como si todos los miembros de ese Centro de Estudios lo
hubiesen escrito mancomunadamente. Casi me recuerda a los obispillos que
–disminuidos en fe y coraje- firman resguardados en esas entelequias ajenas a
la Tradición denominadas Conferencias episcopales.
Si el
autor hubiera firmado con nombre y apellido otro sería el cantar. Pero no, el
escriba anónimo, que blasona de ser un “alma templada a golpes”, que acusa a
los “cruzados virtuales” de esconderse detrás de una “trinchera-covacha”, no
tiene la entereza de dar su nombre y apellido, tal como un cruzado real haría.
2)
Este es un escrito innoble, aplebeyado, ayuno de hidalguía, desdoroso y
deshonroso. Estas cosas no se hacen, y mucho menos con la “propia tropa”. Esto,
ni al enemigo. Y hablando del enemigo parece surgir del texto que el
enmascarado autor es un milite de los que se comen las balas sin pelar, que se
la pasa cruzando lanzas con la turba del trapo verde náusea, en cada
manifestación, en cada aquelarre, en la puerta de cada iglesia o catedral
sacrílegamente violentada, en cada demoníaco abortorio, en cada juzgado que
convalida el escándalo de la niñez “trans”. Es eso lo que se evidencia cuando
se leen sus temerarias incursiones en “la peligrosa plataforma que se llama el
mundo real”. A tenor de lo allí estampado, uno se siente inclinado a pensar que
el cruzado real autor, no le deja pasar una a los masones de toda extracción-
estén donde estén, ocupen el lugar que ocupen-. Casi puede imaginárselo
desayunándose muchachos de La Cámpora, así de puro guapo. Es lo que uno
imagina, pero el mismo autor se desmiente.
Es
probable es que esta persona haya participado de las marchas antiaborto desde
2018 (antes no había manifestaciones, ni muchedumbre, ni audiencias sino una
prolija acumulación de leyes perversas, ante el silencio generalizado) y que
haya audicionado en el Congreso “para que no salga la Ley”. O para demorarla.
Pues
bien, yo estuve en cada marcha –no hubo “hermano separado” con el que no me
abrazara, emocionado-, intervine en la audiencia neuquina del infame Código
Civil (espeté en la jeta de Fuentes, Filmus y Camaño) y sin embargo, jamás
sentí que mi vida estuviera en riesgo, nunca pensé que esa gesta sería la
última. Que Dios me de siempre el buen sentido, y el pudor, de no creerme un
cruzado real por putear a un senador, entonar cánticos protestandoides “por las
dos vidas” o ir a las conferencias de los celebrities liberalotes que andan de
gira sacándole el mango a nuestra buenas y sanas gentes.
3) Es
una nota dañina.
Este
texto ha hecho mucho daño. Mucho. Quizás su autor no lo sepa. Tal vez sólo
pretendía dar rienda suelta a su encono hacia “él”/“ellos”/”nosotros”,
escribiendo una pieza turbia –robándole unas horas a su cotidiano combate
callejero- para terminar leyéndose y releyéndose, sonriendo jactancioso en la
soledad de su covacha escritoril. Quizás no midió consecuencias. Pero lo cierto
es que ha cometido una injusticia, ahondado viejas heridas que empezaban a
restañar, profundizado divisiones que no deberían existir, zahiriendo a
personas que -equivocadas o no, Dios sabrá- presentan el combate como pueden,
testimoniando con pasión y entrega, siempre abigarradas en un puñado de
verdades inveteradas, sólidas como rocas. Esta persona ha herido, confundido,
desunido, escandalizado.
Es que
hay que atreverse a declamar y reclamar caridad y al mismo tiempo injuriar con
lindezas como estas: “espíritus geométricos, adalides de la matrix, puritanos,
rebuznadores, caballeros conceptuales, puristas, carceleros de la ortodoxia,
cruzados de escritorio, gustosos de la victimización, asomo de perseguidos”.
Hay
que atreverse a hacer berrinches porque habemos quienes no acompañamos a NOS
(que refiere, ya no a la forma átona del nosotros, sino a la primera palabra
del Preámbulo de la Constitución de 1853, lo cual ya dice mucho) y al mismo
tiempo perorar sobre lo prudencial porque “la política es opción entre
dificultades”. Si la política es eso, es mero optar y actuar en la madeja de lo
fáctico, si es cuestión eminentemente prudencial, ¿cuál es el problema con que
algunos opten por no convalidar esa o cualquier otra opción política
partidocrática?
Tengo
para mí, al resguardo, el incólume afecto por los familiares y amigos que
guardan expectativas –que no esperanza- con las próximas elecciones, los
legisladores “provida” y el arribo de un veterano malvinero que hará retornar
las cosas a su quicio, que nos sacará del abismo. Me gustaría creer en eso, en
serio, pero no lo puedo ver, no me sale. No obstante, tras señalar con afecto
esa imposibilidad mía a amigos y familiares, guardo un caritativo silencio. Y
lo mismo puedo afirmar respecto de la actitud de muchos de mis amigos del nacionalismo.
4)
Este texto es triste y desesperanzado.
Además
del tono jactancioso y soberbión, todo el escrito evidencia un gran encono, una
tirria apenas contenida que no encuentra explicación, sobre todo si el objetivo
ha sido la mera descripción de una forma mentis.
Pero
esencialmente estas páginas segregan una terrible tristeza, como devela uno de
sus párrafos iniciales:
“¡Ay
de mí! Ya quisiera yo ser llamado a contemplar en paz un misterio del Santo
Rosario o cantar en coro con el corazón en ascuas un himno gregoriano tomado
del Gradual y ser arrebatado a la tercera morada, pero me fue impuesto tener
que trabajar, hacer mandados y consultar de reojo cuánto cerro el dólar la
mañana de hoy”.
Es
cosa penosa y dolorosa la burla que contiene ese párrafo.
Pero
la cosa sigue, y la pena se ahonda, como muestra esta peligrosa y patética befa
que es casi una profesión de desesperanza:
“(‘Ellos’)
esperan una restauración. Esperan la Parusía. La consumación final y la
plenitud de los tiempos; y si miran a oriente cada mañana, se vuelven un poco
más realistas y les asoma el alma por la ventana de la burbuja virtual y
respiran la agreste atmósfera del mundo consumado en fracaso, y exclaman con
profundo realismo: ¡Cristo Vuelve! Y de repente el corazón se les inflama y sus
conceptos cobran vida, y ese brote de esperanza interrumpe la obtusa mirada
cotidiana, y sus palabras se vuelven Verbo por una vez… pero miran alrededor y
encuentran que ese anhelo les contesta: ‘todavía no’”.
Hay
que tener mucho rencor para escribir esto. Parecen líneas de Renán. Pero sigue,
angustiosamente, como quien ya no ve sino Derrota:
“Ya no
quedan palacios, ya no quedan cuarteles, ya no quedan alcázares, ya no quedan
vigías, ya no quedan ni siquiera púlpitos, ya no suenan las campanas del mediodía.
Ya los niños están tristes con sus infancias alienadas. Las familias
agonizantes. Ya no hay pastor. Ya no hay maestros. Ya no está occidente con sus
preciosas instituciones republicanas heredadas de la Roma prístina. Las
preciosas formas que instauraron la gloria de la cristiandad, del Reinado
Social de Cristo, de las Catedrales y los Claustros se quedaron sin materia.
Quedaron las formas luminosas y sus esencias pero ya no hay materia. Ya no hay
soporte”.
Yo
espero la Restauración. Y la Parusía. Creo que ¡Cristo vuelve! Creo en el
arquetipo del Alcazar, en el tañido eterno de las campanas, en los buenos
sacerdotes en sus púlpitos. Creo en los vigías –y a veces sueño que lo soy- y
sé que hay Pastor y maestros, porque los he visto y oído. Creo en la Tradición
y hago lo que puedo por transmitirla. Y porque creo que Dios puede demorar una
ley perversa –no creo que sea cosa de la voluntad de la masa- creo en el
Reinado Social de Cristo. Sigo creyendo que todo debe ser restaurado en Él y
que eso no será obra de hombres aunque habrá quienes dejen la vida en ese
empeño. Y todo lo que creo y espero se lo debo a Dios.
En
fin, confieso que esta nota me ha provocado un gran abatimiento. Hace tres días
estoy abandonado en un constante oscilar entre la bronca y la tristeza, aunque
al momento de “subirla” me domina la pena.
No
quiero yo saber quien es el autor de este texto. Quería, pero ya no. Sólo me
interesa transmitirle algo, si es que llega a leer este ya larguísimo escrito:
soy sólo un profesor perdido en la Patagonia, carente de toda entidad
intelectual. Soy un pecador, repleto de vicios y miserias y quizás uno de mis
pecados sea el de ser efectivamente un cruzado virtual. Si es así, ya rendiré
cuentas por eso, además de por mis otras faltas. Pero hay algo que me permito
aconsejarle: reflexione sobre lo que ha escrito, sobre lo que ha hecho. Y ya
sea que ratifique o rectifique, la próxima vez dé la cara.
Prof. Sebastián Sánchez
Nacionalismo Católico San Juan Bautista