lunes, 23 de septiembre de 2019
LA
UTOPÍA RACISTA DEL PARTIDO UNITARIO.
Imprimo a
continuación unas frases muy interesantes, que revelan la importancia de la
política internacional argentina, y el respeto con que las grandes potencias
europeas trataban los acontecimientos del Plata, en la añorada época de don
Juan Manuel. Las mismas destacan, además, las fantasías utópicas,
desnaturalizadas, de los afrancesados liberales unitarios; que fueron repudiados
por el pueblo, y por la Nación soberana. Lamentablemente,
para desgracia nacional, ese mismo liberalismo,
apátrida, racista y totalitario gobierna ininterrumpidamente, a través de estos
dos siglos, con distintas máscaras, hasta el día de hoy.
Fueron extraídas del
artículo publicado en el “Annuaire des deux Mondes”, - París - 1850-.
(Tradujo Carlos Sylvié,
qepd).
“ El Partido
Unitario, tal como se ha mostrado desde su origen, tal como no ha cesado de mostrarse a través de sus éxitos y derrotas, estaba
formado por hombres plenos de ilusiones,
de intensiones generosas y de prejuicios, dotados de brillantes facultades
intelectuales y de un sentido político
poco exacto, fascinados por el prestigio del liberalismo europeo más avanzado, sin
otra aspiración que aplicarlo sobre un suelo virgen, creyentes ante todo en el poder de las formalidades, de las disposiciones
legislativas, de los aparejos constitucionales y desdeñosos de los elementos reales que no estaban conformes con su
ideal. El reinado de los unitarios, la duración de su preponderancia se
confunde con la presencia de Rivadavia en el poder, sea como ministro de los
gobernadores Rodríguez y Las Heras, sea como presidente de la República elegido
por el Congreso General de 1826.
“Durante el lapso
de algunos años -1820 a
1827- se puede destacar un mayor esfuerzo por organizar la República Argentina
según el ideal clásico del liberalismo; decretos sobre la libertad de prensa,
sobre la libertad individual, sobre la libertad de cultos, creación de
sociedades de beneficencia, cajas de ahorro, de la Universidad de Buenos Aires
y de escuelas primarias en todos los distritos, establecimiento de un Banco
Nacional, ensayo de colonización para introducir trabajadores extranjeros,
leyes muy amplias y muy benefactoras sobre las emigraciones; finalmente
convocatoria de un nuevo Congreso General llamado a establecer la unidad
nacional y a elaborar una constitución definitiva que fue, en efecto,
promulgada el día 24 de diciembre de 1826.
“La desdicha de
todo esto, es que era pura ficción, es que los unitarios encerrados en las
ciudades, en los clubs, en las sociedades políticas, ejerciendo allí su
influencia, ignoraban un elemento nuevo que comenzaba a sentir la influencia de
aquella, este elemento que se ha llamado campesino: fue el Gaucho. Ignoraban el estado moral de un pueblo apenas emancipado
del régimen colonial; que no había escapado a este régimen para quedar
sumergido en la más profunda anarquía durante quince años, no reconocedor de
ningún yugo, poder o ley. Se comprende que la libertad de prensa no fue un don
muy apreciable para el gaucho, quienes, en su mayoría no sabían ni leer ni
escribir; que la libertad individual no pareció una muy grande conquista para
los hombres que poseían la inmensidad de la pampa y que encuentran en la
rapidez de sus caballos un refugio asegurado contra la opresión individual. ¿Qué
resultó, por consiguiente, de ahí? Es que, mientras los unitarios se complacían
en su obra, el conjunto de los pueblos de las provincias se levantaba
amenazador teniendo a su cabeza a temibles jefes: López de Santa Fe; Bustos
gobernador de Córdoba; Ibarra, comandante de Santiago del Estero; Quiroga, jefe
de los gauchos de La Rioja; y el mismo Rosas, todopoderoso en la campaña de
Buenos Aires.
“El choque fue violento, a tal punto que
sus efectos se hacen sentir todavía. De esto ha resultado con el tiempo la
destrucción o poco casi, completa del Partido Unitario. Por el momento,
Rivadavia, sintiendo su impotencia se veía forzado a abdicar la presidencia el
7 de julio de 1827, en presencia del deseo manifiesto de las provincias por una
organización federal que mantuvo entre ellos una “libertad”, una
“independencia” y una “igualdad” perfectas; y el poder era conferido al Coronel
Don Manuel Dorrego, miembro estimado y moderado del Partido Federal.
“Otra desgracia del Partido Unitario en esa
época, es de haber terminado mal, o por lo menos de haber intentado retomar el
poder por un suceso que ha pesado sobre su futuro y ha abierto el camino a las represalias
y a las violencias represivas ejercidas contra él; queremos hablar de la
sublevación del General Lavalle en 1828, y de la ejecución, falta de juicio,
del Gobernador Dorrego, preso en un combate. La sangre de Dorrego era una
mancha para el Partido Unitario y un motivo de venganza para el Partido
Federal. La escisión se volvía
irreparable.
“Aquí se ve por segunda vez intervenir al
Comandante de Campaña Don Juan Manuel de Rosas a favor del poder regular
atacado por Lavalle; y esta intervención acaba de ponerlo de relieve”. +
Comentario
nacionalista: El Partido Unitario, que tantos males causó en nuestra Patria, está
inspirado en el liberalismo “ilustrado”, despótico, racista y asesino, brazo
ejecutor de la política masónica que aún domina en nuestros días. Con distintos
apelativos mantiene la intención de someternos al imperialismo en boga; atándonos
a la cola del 1º mundo.
El unitarismo/liberal
se caracteriza por desnaturalizar nuestra idiosincrasia nacional, con doctrinas
y costumbres extrañas, inspiradas en la Revolución Francesa. ¡Siempre aspirando
copiar lo extranjero! ¡Porque se consideraban ellos civilizados y nosotros
“bárbaros”! Sin saber que los epítetos
los aplicaban a la inversa; porque los “bárbaros” eran los extranjerizantes. Esos bárbaros demagogos unitarios mentían
proclamando las palabras que mancillaban para los incautos: Libertad,
Civilización, Progreso, Democracia.
Tal como sucede en
nuestros días. Atosigándonos con inmoralidades políticas sociales e
individuales, lograron degradar al país soberano en una vergonzosa colonia
inerme, y al pueblo en una masa de televidentes amansados sin criterio propio.
El origen de esta
desgracia nacional fue descrito con apreciable ecuanimidad en los párrafos que
seleccioné del informe sobre la Confederación Argentina y su Gobernador y
Capitán General. El valor testimonial de
este documento radica en que fue escrito cuando Francia frenéticamente buscaba
dominar con la amenaza de sus cañones en el Plata, en una guerra que no lo fue
como el honor y la dignidad militar requieren, sino un infame y cobarde asedio
francés para rendir un país por hambre e inanición. Y en el colmo de la indignidad
vergonzosa, se aliaron con traidores unitarios asalariados, simple banda de
delincuentes políticos, actitud siempre repudiada por el hombre noble, y por
las leyes de una guerra justa.
Cayó sobre la “ilustrada”
Francia el baldón de organizar una guerra negrera con el propósito de inflar la innata fanfarronería tartarinesca francesa,
tan menguada en ese entonces, que pensaron animarla con un éxito militar en el
exterior, para solucionar sus graves problemas internos. Así fue como
sus políticos, que se proclamaban representantes de los principios de Libertad,
Igualdad y Fraternidad, sólo lograron, por el contrario, desparramar por el
mundo esclavitud, desigualdad y guerras colonialistas atroces.
Creyeron enfrentar a
un pueblo desorientado, indefenso, errante y desamparado, y se acobardaron al surgir
ante ellos el honor de un personaje que ellos ni imaginaron ni tuvieron. No se
animaron a enfrentarnos cuerpo a cuerpo, sabiendo la lección con que abatimos a
los ingleses. Así fue como se aliaron con el traidor y criminal Lavalle, pese a
que ellos mismos destacaron que el crimen de Dorrego, “falta de juicio”, fue la
causa que originó la guerra civil.
Pero al fin todo el pueblo
argentino, encabezado por el fervor patriótico del Restaurador de las Leyes; defendió
nuestra Soberanía, podándole la cresta al gallito francés, pese a los ignominiosos
augurios unitarios.
Es interesante el
comentario francés sobre la absurda y delirante utopía que calentaba la cabeza
de los unitarios, ajena a nuestra tradicional vida argentina, ella es ni más ni
menos una línea histórica continua en la política unitaria/liberal/democrática,
que se desenvuelve hasta nuestros días, encubierta tras la hipocresía “democrática”
de los KK, y ahora vigente bajo la batuta de Makri. Todos ellos pretenden, aún
hoy, y desde Caseros, imponer violentamente esa utopía contra la realidad
nacional; coartando nuestro destino.
Además, hago notar una observación sobre el
hombre argentino por antonomasia en aquel tiempo, que, a mi juicio, carece de
la profunda verdad que explica los hechos históricos, la idea francesa que el
gaucho era solamente el “proletario” que “vagabundeaba” por la Pampa, analfabeto
y zaparrastroso, y que surgió en la época que comentamos. Contrariamente, su
figura nació antes de 1810; existió desde siempre, y se fue gestando desde
Garay, hasta que se gestó su paradigma, el primero de todos ellos: don Juan Manuel de Rosas. El Restaurador, además
de su noble vida privada gaucha, con el apoyo de los caudillos, exaltó las virtudes
innatas del gauchaje, los ordenó y movilizó, ejerciendo una política que llenó de
gloria años de vida argentina.
El que quiera conocer
al gaucho debe estudiar la vida del más grande de ellos. Y el que quiera conocer
a don Juan Manuel, y a todos los caudillos federales, debe estudiar al gaucho por excelencia:
DON JUAN MANUEL DE
ROSAS.
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