sábado, 23 de noviembre de 2019

6-CRISTO Y LOS FARISEOS

(6) Leonardo Castellani
CRISTO y los F A R I S E O S
Corrección notas Pbro. Ratios Biesffo
EDICIONES JAUJA MENDOZA - ARGENTINA
 Resultado de imagen para CRISTO Y LOS FARISEOS
               Prefacio......................................................7
                           Prólogo.................................................... 11
  Cristo y los fariseos


            1era.Parte.............................................19 
             El dulce Nazareno................................29
                           Los tres atentados............................... 35
                          
                           La provocación......................................43  
                           
                           La sociología de los fariseos................ 51 
                   
                           La defensa..............................................53 
                     
                           Elenchus contra pharisaeos................. 71 
                          
                           ¿Con qué autoridad?..............................87 
                    
                            Las mujeres...........................................95 
                    
                           Como ovejas sin pastor..........................99 
                    
                           Un Galileo de la psicología..................103 
                    
                           La cárcel de Oscar Wilde.....................113
                    
                  Apéndices Parábola del Fariseo y el Publicano...131 
                 
                  Parábola del Sepulcro y las Víboras.....................141
                    
            Sobre tres modos católicos de ver la Guerra Española....153
                    
            La última Parábola .............................................................167 
                    
            El retiro de la Iglesia .........................................................173


Índice General
                                                       
                 Leonardo Castellani                 
                    

Segunda Parte
 
       Cartas a los Religiosos Sobre la Obediencia........................183          



     Sobre la pobreza....................................................................195        
           
        Sobre la Castidad....................................................................209 

        Sobre el Gobierno...................................................................223
 

        Indice analítico y onomástico................................................231 

        Libros del autor.......................................................................235 

        Instituto Padre Leonardo Castellani......................................241 
  
        Obras a editar.........................................................................242
 




Segunda Parte Cartas a los Religiosos Sobre la Obediencia
 Pag. 183
A mis HH. los Profesos de la Prov. Argentina. Amados hermanos en Xto. Jesús:
Entre los "medios para conservar la Compañía", nuestras Constituciones (X, 9) recomiendan "crebra communicatio rerumque mutua notitia", el frecuente y sincero trato epistolar de unos con otros. Este mandato de N. S. Padre no se satisface del todo con las corrientes Noticias de la Provincia que son secas, incompletas y aun a veces parciales o fútiles. No quiero creer lo que me dicen que algún Rector ha parado estas cartas mías escritas con el corazón en la mano en homenaje y amor a la verdad; si así fuera, algún día dará cuenta de su conocimiento del Epítome, cánon 849, N° 6“. Yo digo: si a mí no me contestan de Roma, si a mí el Provincial no me oye, y si no puedo tampoco hablar con mis Hermanos acerca de nuestra Provincia tal como la tengo en el corazón, ¿qué clase de Sociedad serla ésta? El que destruye estas cartas tendrá que destruir también, si puede, el canon 849 y muchos otros del Epítome, incluso el 3°. Y es un hombre que tiende a destruirme a mí. Veremos si puede.
Yo de mí sé decir que quisiera hablar con cada uno de los NN. A ninguno le tengo rencor, malquerencia ni antipatía, al contrario. De todos aprendo algo: si dicen cosas originales, aprendo cosas nuevas; si dicen cosas comunes, me confirmo en lo que ya sé. Hasta de las pláticas del P. Rosanas saco fruto. A ninguno niego la palabra ni dejo de contestar las cartas; y considero que estas dos cosas, que por permisión de Dios he tenido que sufrir en carne propia, no son lícitas entre hermanos. N.M.R.F. General me dijo una vez: "No se meta a reformar donde no tenga autoridad. Limítese a defenderse." El calamar y el periodista se parecen en esto, que se defienden con su tinta. Ahora que Dios N. Señor me concede algún vagar, y tengo que abandonar el periodismo "ad extra", me dedicaré un poco al periodismo epistolar "ad intra", porque no es justo que sólo para los de fuera haya yo aprendido este arte; pidiendo a Dios quiera darme algo útil a decir sin ofensa. Somos hombres, AA.HH., para no ofendernos de la verdad: hombres y soldados. Mas si alguna ofensa o defecto en estas cartas apresuradas se deslizare, con la multiplicación de ellas irán disminuyendo y con vuestra benigna indulgencia serán atenuados y subsanados. Para eso, las pongo bajo la alta protección de San Pedro Canisio, patrón de los periodistas. Esta carta versará sobre la virtud de la obediencia. Uds. pueden saber más que yo acerca de ella, y la Carta de N P a los de Coimbra es un tratado completo. Pero puede no ser superfluo refrescar algunos conceptos de ella, basándose en la doctrina de Santo Tomás y la Escritura. Estos conceptos son: la obediencia religiosa está enderezada a la perfección evangélica; sólo puede producirse en el clima de la candad; y el abuso de la autoridad no solamente la hace imposible sino que constituye una especie de profanación o sacrilegio.
La definición de "obediencia" de Santo Tomás es "oblación razonable firmada por voto de sujetar la propia voluntad a otro por sujetarla a Dios y en orden a la perfección." . Esta definición contiene claramente los límites de la obediencia porque no hay que creer, A. H„ que la obediencia es ilimitada. Todo lo ilimitado es imperfecto. La obediencia religiosa es ciega, pero no es idiota. Es ciega y es iluminada a la vez, como la fe, que es su raíz y fuente. Sus dos límites son la recta razón y la Ley Moral. Ambos límites están también fijados por San Ignacio al afirmar a una mano que físicamente es imposible asentir a algo absurdo, y a otra, que no hay que obedecer cosa en que se viese pecado, no ya mortal solamente, sino de cualquier clase. No se puede ejecutar virtuosamente ninguna cosa donde exista la más mínima porquería, relajamiento, vileza o claudicación moral. Esto significa simplemente que ningún hombre puede abdicar su propia conciencia moral, como nota Angélico en De Ver. 17, 5, Ad 4m. "Unusquisque enim tenetur actus suos examinare ad scientiam quam a Deo habet, sive sit naturalis, sive acquisita, sive infusa: omnis enim homo debet secundum rationem ágere."“ ¡No
Cada uno está obligado a examinar sus actos según la ciencia que ha recibido de Dios, ya sea natural, ya adquirida, ya infusa: pues todo hombre debe actuar según la razón.
Podemos salvamos al tenor de la conciencia de otro! ¡No podemos eximirnos de discriminar exactamente con nuestra razón el bien y el mal moral, uno para tomarlo y otro para lanzarlo! ¡No puede ser nuestro guía interior la razón ajena: los actos morales son inmanentes y su "forma" es la racionalidad! Si bastara para salvarse hacer literal y automáticamente lo que otro nos dice ¿cuál sería entonces la función de la fe, de la oración, de la meditación, de la dirección espiritual, del examen y del estudio? Nuestro Padre Ignacio recogió de los antiguos Padres dos expresiones metafóricas que si se tomaran literalmente engendrarían una monstruosidad. Como bastón de hombre viejo hay que obedecer y a manera de cadáver hay que obedecer: sí señor, pero no antes que la conciencia moral haya asimilado el mandato, colocándolo en la línea de su conocimiento de Dios y haciéndolo escalón de fe y de caridad divina. Es evidente que esto no se puede hacer con una cosa torpe, absurda o ridicula. El "ir a tomar la leona y traerla al superior suyo" podrá haber sucedido en ía prehistoria del Cristianismo, aunque por cierto a mí no me consta; pero ningún teólogo sensato lo tendrá por lícito en casos normales. El obediente verdadero obedece al Superior menor a la luz de la voluntad conocida y amada del Superior mediano; y al Superior mediano a la luz conocida, entendida y amada del Superior Sumo; y la de éste a la luz de las Reglas; y éstas a la luz del Evangelio; y éste a la luz interior que el Espíritu Santo imprime en los corazones y con la cual el Verbo ilumina a todo hombre venido a este mundo; de manera a formar una escala luminosa por la cual cualquier voluntad contingente o ínfima haga actos muy excelentes, superiores a su propia habitualidad tomada separadamente, por su unión con otras voluntades mejores, y en definitiva con la de Dios. Y la voluntad de Dios, no es de derogar el orden natural sino de coronarlo y sobreelevarlo. Con esto queda dicho que la obediencia no se inventó para que en la vida religiosa se hagan cosas raras, feas o disparatadas; para que el orden natural se vuelva del revés y los necios presuman guiar a los entendidos y "llevarlos al hoyo", como previno N. Señor en la Parábola de los Ciegos. No se inventó la obediencia para substituir en el gobierno de los hombres la inteligencia por el antojo de los ambiciosos o agitados; ni para pretender que el que no sabe un oficio se entrometa a corregir al que lo sabe; ni para destruir en los hombres la conciencia profesional ni la honradez intelectual; ni para permitir que ocupen los comandos los medio- cíes engreídos, esos "superiores briosos y sin letras" a los cuales la cordura de Mariana atribuía la causa de los desórdenes sociales en la Provincia Española bajo Acquaviva. Si para tales cosas dijera Cristo: "Qui vos audit, me audit"w y para eso reglamentara la Iglesia la vida religiosa; pensarlo es blasfemia, porque entonces más valiera que Cristo no hubiera venido. Los que llevados de cualquier pasión, o por ignorancia o por malicia, sabiéndolo o no sabiéndolo, quieren hacer un "cadáver" literal de sus súbditos; o bien se sujetan al Superior con el servilismo inerte de estólidos "bastones"; pecan, abusan del don de Dios, desacreditan a Cristo. Como toda virtud marcha en medio de dos vicios, así la obediencia camina entre la insumisión 
Quien a vosotros escucha, a mí me escucha (Lucas 10, 16).
Por un lado y por otro la sujeción servil, el espíritu de esclavo, la obsecuencia muerta, la dependencia al hombre como hombre, la ignavia64, la pereza de pensar y la cobardía de ser persona, cosas todas que son abominables a Dios y al varón Cristo y que impiden al hombre ser dueño de sí, tomar el timón y ser el capitán de su propia alma. Lo cual es el principio de toda vida que no sea infrahumana y mucho más de una vida sobrenatural.
La verdadera obediencia pertenece a la virtud de la religión, la primera de las morales; y por tanto sólo puede producirse en el clima teologal de la caridad. Sin caridad es informe. Una virtud informe es a veces más peligrosa que un vicio, "por ser grande el peligro de la vía espiritual cuando sin freno de discreción se corre por ella". Esas son las "virtudes locas", que a semejanza de las "verdades locas" de Chesterton, son dinamita. El P. Genicot pone el caso de un súbdito que notase en el Superior señales inequívocas y habituales de hostilidad o enemistad; y preguntándose si en este caso estaría obligado a obedecerle, responde que no, incluso en los mandatos donde no se vea formidolosidad6*; pues un enemigo nos desea de suyo la destrucción aun sin saberlo. Cesa la obligación de la obediencia, por incumplimiento por parte de uno de los "contratantes". Aristóteles enseña (Eth. Nic, IX, 6) que una sociedad cesa de serlo si se deseca en ella la "concordia", que es la amistad social; entre religiosos llamada "caridad".
M Apatia, flojedad. Temor.
En ese caso hipotético, el mecanismo de la obediencia se convertiría en un esqueleto sin carne, en una máquina monstruosa que parece humana pero puede ser ocupada de hecho por el demonio: máquina que no puedo considerar sin horror. En efecto, en tal caso, aquel inmenso poder que presta a un mortal la atadura omnímoda y total con que otro se le ha sujetado como si fuese al mismo Dios, moviéndose desordenadamente y sin el control del amor divino y el lubricante del afecto humano, puede producir estragos, puede torturar de una manera increíble; y yo no dudo que puede, permitiéndolo Dios, llegar al homicidio indirecto poco menos. La historia parece confirmarlo. Omnis, qui odit fratrem, homicida est4*. En efecto, se produce el caso de la madre desnaturalizada, que es, dice Aristóteles, la bestia más cruel que existe:  ¿Puede darse este caso? ¿Es posible esta desaparición de la caridad y la consiguiente aberración del poder en lo religioso? Hélas, todo es posible al hombre corruptible y el mortal puede abusar de todo, incluso de la Eucaristía, como vemos en la Primera a los Corintios, XI. Esto, hablando en tesis. Hablando en concreto, me parece difícil que acaezca en nuestra Compañía, que parece conservar de San Ignacio una herencia persistente de nobleza y dignidad independiente de la eventual baja cuna o plebeyismo de tales o cuales superiores, y una de las contingencias más temibles de la ambición y el nimio apego al mando. Sin embargo nuestros enemigos nos han descrito muchas veces con esa figura de máquinas inhumanas,
Todo el que aborrece a su hermano es un asesino (/ Juan 3,15).
Autómatas inertes, conciencias mutiladas. No solamente poetastros delirantes como Eugenio Sué, sino hombres de talento, aunque adversos a nosotros, como Michelet, Quinet, Eduardo Estauniée, Boyd Barret, Aldous Huxley, se han aplicado minuciosamente a hacer grandes retratos odiosos de la Compañía como máquina destructora de la personalidad humana y fabricadora de horrendos "robots" con sotana. ¿Qué veían en ella para poder hacerlos? Veían las reglas sin el interior espíritu de amor y caridad. Veían lo que sería la Compañía si se violase en ella la Regla Primera. Veían lo que puede ser la Compañía de Jesús sin gobierno o con mal gobierno; y lo que tiene el deber gravísimo de evitar la Congregación Provincial y la Congregación General. A las cuales asisto por medio de esta carta. Porque a mí, la voz pasiva me la podrá quitar el Provincial, pero la voz activa me la dio Dios. El que tiene boca, a Roma va, — dice el proverbio.
De la misma definición puesta arriba, se deduce la tercera de las propiedades de la obediencia, a saber: que ella ata al Superior lo mismo que al súbdito de tal modo que a causa de ella un mandón indiscreto, un inepto para dirigir, un superior sin luz puede cometer como una especie de profanación o'sacrilegio. En efecto, los votos hacen al religioso, según Santo Tomás, "res sacra"*7 a manera de los antiguos sacrificios. Dios mató a los profanos que comieron los panes de la providencia.
Una cosa sagrada.
Posición, que eran panes no consagrados, sino meramente ofrecidos a Dios por el pueblo. Mi buen amigo el P. Prato O.M.R.C. desenvolvió discretamente esta doctrina de Santo Tomás en el retiro que dio a los PP reunidos para el Capítulo Provincial: probó que un religioso era más sacro que un cáliz, una patena o una custodia, con los cuales consta que se puede pecar aun gravemente por irreverencia o profanación. Es una custodia viviente: para él se han hecho todas las custodias de la tierra. Para el hombre se hizo el sábado. Si a algo creado se puede comparar, sería a las mismísimas especies sacramentales, depositarías de Cristo. Porque por la gracia no solamente en él vivimos nos movemos y somos, sino que veramente "vivit vero in me Christus"68; y por la profesión religiosa, somos simpliciter cosa e impersonación suya. Por eso es sacrilegio matar a un clérigo o poner en él violentas manos. Por eso también es profanación tratarlo como animal o planta. Ahora bien, el cordón umbilical (si licet) de esta transvitalización no es otro que el voto de obediencia; el cual por consiguiente agarraT con torpeza, manejar con descuido o izar con violencia es cosa gravísima. Usar del mandato bajo santa obediencia de cualquier manera, para cosas absurdas, irrazonables, fútiles, inútiles, inconsideradas o simplemente menores en volumen o ridiculas en importancia, es pecado grave según todos los teólogos. Es pecado de irreverencia y desecración.
‘Es Cristo quien vive en mí (Cálatas 2,20).
En la Primera a los Corintios San Pablo explica las frecuentes enfermedades y muertes prematuras de los fieles por las irreverencias y abusos vigentes hacia la Sagrada Eucaristía.
Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y muchos débiles, y mueren no pocos (7 Corintios 11,30). De donde arguyen los teólogos que Dios castiga esta especie de pecados con flagelos corporales. "Ideo inter vos multi infirmi et imbecilles et dormiunt multi.''6’ ^ Habiendo pues una analogía perfecta entre el Sacramento y el sacro hombre que es el religioso, bien se puede temer en pura fe que un bajón en la pureza, la verdad y la caridad en el modo de mandar, la falta de justicia distributiva en el gobierno, y la flojera e impotencia en reparar las injusticias y las iniquidades, no atraigan el peso del brazo airado de Dios sobre las comunidades religiosas. He de decirlo aunque sea grave: el terrible destino del Padre Abel Montes, el lento naufragio de esa fina y delicada personalidad —de la salud en la neurosis, de la neurosis a la demencia, de la demencia en la muerte trágica y desolada— pudo muy bien tener como causa las fallas de la caridad en la Provincia y el uso inconsiderable del mandato ciego. No me consta. Pero tengo suficientes datos para creer, delante de Dios Nuestro Señor, que no es imposible. Y eso ya es bastantemente grave. r Si nó me consta, ¿por qué lo digo? Porque debo decirlo;* Para que no se me pudra dentro. *r Sea’ ello como quiera, Deus scit, el ¡caso es, AA. HH. míos, que estas consideraciones son verdaderas y no pertenecen al mundo de la estratósfera ni al planeta Marte; y me ha parecido expediente in Dómino hacerlas para mí primero y luego para quien quiera recibirlas. Si nadie quisiera recibirlas: si la afición al ocultismo y e! "tapujismo" vigentes en la Provincia echara tierra encima de esta luz que por el más indigno de sus hijos se hace patente, si los Rectores prudentes se creen con derecho e impedirme la "communicatio crebra" con mis carísimos Hermanos y Padres, después que se me ha excluido de la Congregación Provincial y se me ha difamado por nuestras casas, ¿creen que voy a morir por eso? Ni siquiera me van a parar, juro al cielo. Será peor para todos. Invenciblemente non sine númine70 me siento obligado a decir mi verdad, por la vía que me queda abierta, en el momento en que nuestra amada Provincia, como la Compañía toda y la Iglesia por entero se preparan, como dijo su Santidad Pío XII, al futuro próximo encuentro de Cristo con el mundo .
En unión de oraciones sinceramente Professus Mínimus
No sin inspiración divina.

Sobre la Pobreza
Pag. 195
 Amados hermanos en el Rey Cristo:
Estoy seguro que estas cartas llegarán de algún modo a vosotros, aunque sea en forma de herencia póstuma. Tengo ahora la impresión de que los días que me restan por vivir son pocos, y siento como si no hubiese hecho en mi vida nada que valga la pena, un sentimiento de frustración o desencanto. El "cupio dissolvi et esse cum Christo"71 no tiene en mí ciertamente mucho mérito. Yo no he tenido juventud. Mi disolución comenzó pronto. He sufrido la pobreza efectiva en forma mucho mayor que la mayoría de los hombres: ha habido días en mi vida que he sido invisiblemente más pobre que Lázaro y que Job. Y por medio de ello, he venido a concebir un gran sentimiento y aprecio de la pobreza virtud, o por mejor decir, basamento de las virtudes, que es necesaria para la vida interior y que en su grado supremo se confunde pura y simplemente con el Reino. En el vacío total de todas las cosas, el alma toca en la oscuridad a Dios, Tengo deseo de morir y estar con Cristo {Filipenses 1, 23).La pobreza es una gran desconocida. Hay quienes parecen pobres y son ricos, y hay quienes parecen ricos y son pobres. La pobreza consiste en el desapego interior hacia los bienes de la tierra, en un desprecio iluminado de todo lo que no es Dios. ¿Y qué es eso sino conocer de hecho "in actu exercito" a Dios? La pobreza es muro, la pobreza es madre. San Francisco la llamaba su Esposa. Aquí hay misterio: porque a prima faz parecería la pobreza una condición negativa de la vida virtuosa, que elimina una cantidad de peligros y aleja los pecados por el hecho de hacerlos imposibles; pero también imposibilita una cantidad de actos , buenos, sustrae al hombre a la grandeza, y, como notó Aristóteles, le hace impracticables las virtudes señoriales de la largueza, la magnificencia y la magnanimidad. Por eso en el Psalmo se alaba al hombre "que pudo transgredir y no transgredió, hacer el mal y no lo hizo," Pero el Profeta, más profundo que Aristóteles, notó que la raíz de la gloria de este varón estaba en que "no puso su confianza en el dinero y los tesoros", señalando de ese modo la raíz verdadera de la pobreza evangélica, que es el desapego interior, hijo de la fe en Dios. La pobreza esencial es el desapego y renunciamiento permanente y gozoso de los bienes de este mundo, los cuales están representados por el dinero, pero no son solamente el dinero. La falta de dinero del fraile pobre corta de raíz el acceso a las grandes concupiscencias de la carne y el poderío, haciéndolas imposibles en el efecto; pero aun con falta de dinero se puede (como sabéis) no ser evangélicamente pobre: se puede tener atado el corazón a fruslerías, se puede estar apegado a vanidades, se puede manejar el dinero común como propio, se puede considerar a súbditos y hermanos como rebaños, que deben rendir su lana y su trabajo. En suma, existe el tipo humano que los ascetas llaman "el religioso propietario".72 El desapego permanente y gozoso ío puede concluir solamente el amor de Dios, el cual no se halla nunca en verdad sin el amor al prójimo, el cual a su vez no puede existir válidamente sino injertado en ese noble afecto de la amistad humana, que Aristóteles llama no solamente una "virtud" sino campo de todas las virtudes. No cede nunca el hombre ningún bien sino por un bien mayor, pues "tender al bien" es lo que llamamos en él voluntad. Lo que decíamos de la obediencia, que no puede existir sino en un clima de caridad, se debe decir de la pobreza. El amor de Dios es en ello no solamente su "forma" sino también su "causa eficiente", lo cual no os parecerá imposible, si consideráis las leyes de ía causalidad recíproca73. Mas el hecho de haber pronunciado el voto y renunciado a sus bienes no pone ipso facto al religioso en posesión de ese desapego activo y gozoso. El desprendimiento es una disposición positiva del alma y no una mera negación; es un continuo preferir a Dios tan real y tangible como el batir de alas en un pájaro, un sentimiento a veces levemente doloroso y vertigoso de soledad y de vacio.
En un cuaderno de notas personales, y con fecha 30-111-58, Casfel&ni transcribe un pensamiento de Berdiaef: "Para no dar razón a los marxistas, que achacan a la religión el ser un instrumento de explotar, es menester que sus ministros se abstengan rigurosamente de usarla para sus fines utilitarios." (E/ Cristianismo y la Lucha de Clases, p. 140). 73 La caridad es causa de toda la bondad de nuestra alma; es superior a todas las otras virtudes como causa motril, como fin y también como forma, pues al lanzar hacia a Dios la voluntad inflamada de amor sobrenatural, arrastra todos los actos virtuosos y les impone así su propio sello. Hay religiosos que tienen un gran miedo a las mujeres y ningún miedo a los cargos y dignidades; que se atufarían de estar a solas con una mujer, pero no temen manejar en el mayor secreto, escondiéndolos a todos, los recursos de la casa; que se confesarían de haber tocado con los dedos un cuerpo femenino pero que zambullen los brazos con gozo en negocios y traficaciones, que por lo demás, por justo juicio de Dios, casi siempre les salen mal. Conciben la pobreza como una virtud negativa, o quizá como una virtud para los súbditos, de la cual ellos están dispensados. Parecerían creer que los bienes terrenales son peligrosos en el mundo, pero pierden toda su peligrosidad adentro de la clausura. Adentro de la clausura es justamente donde son más sutilmente peligrosos. Aquí es donde el diablo hace sus mejores carambolas. Hay religiosos a quienes el voto de pobreza ha frutado el ciento por uno en esta vida, haciéndolos granjeros, gerentes o financistas, cuando su capacidad real los hubiera hecho en el mundo horteras o empleados públicos. La vida frugal y el trabajo continuo de cantidad de religiosos puede producir naturalmente grandes entradas de dinero, el cual no es del Superior absolutamente, sino de los pobres de Cristo, que es como decir del mismo Cristo. Mas el terrible afecto del "apego", que es natural al hombre, y en el no-espiritual es inevitable, colándose a hurtadillas en el Superior, puede convertir a los conventos en verdaderas empresas de oculta explotación del hombre: colmenas sórdidas donde muchos se desentrañan para que unosicuan- tos, en medio del mayor "ocultismo", gasten sumas cuantiosas en cosas inútiles, cuando no en formidables equivocaciones, como por ejemplo en construcciones estultas, feas a los ojos de Dios y de los hombres. Si en tiempos de la Reforma llegaron a escandalizar los Papas que hadan hacer estatuas hermosas, ¿qué será hoy día los Superiores religiosos que convierten el pan de los hambrientos en capillitas de Colegio, en cuadros atroces o en libros idiotas? Una de las señales más claras de la decadencia de una Orden es el malbaratar de sus bienes, que tiene tres grados: uno es el descuido en administrarlos; otro, el despilfarro en gastarlos; y el tercero, la producción de cosas inútiles, torpes o feas. Tomemos por ejemplo los libros, producto tan propio de la Compañía. Las ediciones costosas de libros pertenecientes a cierta "literatura de propaganda de la Orden" causan desprecio en los seglares y molestia en los NN. sensatos. Resulta que mientras el adulador tiene Mecenas, el buen escritor no halla editores, desorden máximo en un tiempo en que el libro, la revista y el diario tienen esencial importancia para la religión, como notó el P. General Ledochowski en su Alocución a los Procuradores en 1921. El escribir es un asunto personal, el asociarse con otros poco puede ayudar a conseguirlo, es más bien un don doloroso de Dios que otra cosa; pero el conseguir que lo bien escrito se edite convenientemente, se difunda aptamente, y obtenga el máximum de efecto, eso sí es una obra social, y se concibe que se reúnan en sociedad los hombres para procurarlo, ¿Qué sería, pues, una sociedad que con todo el peso inmenso de su organización tendiera al efecto contrario, a sepultar y aniquilar al buen escritor para dar paso franco al escritor inepto, mistificador o engreído? )
En su libro Historie Thames, el gran Hilaire Belloc describe cómo la orden de San Benito salvó la cultura europea y con ella la religión de Cristo "proporcionando en sus monasterios vagar para el esfuerzo literario a los capaces, en tanto que dedicaba a los demás a una regla de trabajo asiduo y perseverante." Si la Compañía de Jesús no fuera capaz de lo mismo; si al contrario, a los hombres que Dios gratuitamente le mandara capaces del trabajo y vida intelectual los hiciera pedazos o los castigara por el hecho de tener talento, ¿qué duda cabe que se hubiera convertido en un instrumento del diablo? Dios nos libre de semejante maldición. El dinero empleado en la tan abundosa en nuestra Provincia "literatura de propaganda", debería según la voluntad de Dios Nuestro Señor darse a los pobres, en el caso de que por falta de visión y consejo intelectual no pudiera emplearse en la suscitación de libros gloriosos a la Iglesia y a Dios, útiles a la Patria: obra ésta máximamente propia de la Compañía, y mínimamente floreciente en nuestra desdichada Provincia. Esa "literatura de propaganda" es indecorosa y contraproducente; recordemos la cómica aventura de la Historia del Semi* natío del P, Isern: de la cual un centenar o más de ejemplares regalados pomposamente a un "Congreso de Historia" que se reuniera en 1936 (si no me engaño) fueron vendidos pocos días después a $0,20 el ejemplar por el portero del Congreso a una librería de viejo, y encontrados por mí en lo de Palumbo 74.
Estamos inundando el mundo de literatura ascética mala, sosteniendo revistillas insignificantes y aun oprobiosas, honrando a malos escritores y oprimiendo a los buenos. He aquí los hechos. (Castellani, Diario, 9-1-48).
Si la alabanza en propios labios envilece, no se exceptúa de esta vileza la alabanza colectiva, la autoalabanza indirecta trompeteada a modo de propaganda comercial con estilo de "affiche" en la exhumación inoportuna e iliteraria de glorias pasadas, que piden más bien imitación que trompeteo. En la vida del Patriarca de Asís léese que se indignaba con sus frailes cuando hacían ditirambos de los antiguos santos y mártires, diciendo con razón el gran Francisco que los santos querían más ser imitados que alabados; y que honraba al mártir no el que parlaba de él, sino el que se le parecía. Una cosa es San Ignacio de Loyola y otra cosa los que escriben vidas de San Ignacio de Loyola. Así que el gastar mal el dinero común es falta de pobreza, y no pequeña; y una presunción de esa falta existe dondequiera que el dinero común se maneja con demasiado "ocultismo". El que no maneja el dinero como suyo sino como de todos, no tiene dificultad en consultar con todos, al contrario, se siente como obligado a ello; y muchos ojos viendo más que dos, muchos errores se evitarán, que ahora se han hecho, y son irreparables. Cosas enteramente equivocadas como el Colegio de Santa Fe, grandes sumas de dinero tragadas por crasos tropiezos de mal contador, la venta apresurada y secreta del Parque Martínez que fue a enriquecer a un dueño de burdeles, la compra de nuevas y nuevas casas de campo para Colegios que a veces están ya en el campo, el error inicial de esa "Universidad" campiriña y pampeana, productora de flores de estufa; en suma, el panorama entero de las finanzas de la Provincia manejadas en el más alto secreto y con la más evidente crasitud y puerilidad, son para mí actualmente objeto de contemplación maguer amargo: veo en él la mano de la Providencia escarmentando no sin ironía a los falsos pobres que somos, Huysmanns notó con horror en Lourdes que la Iglesia se estaba convirtiendo en creadora de fealdad, habiendo sido o debiendo ser productora de belleza; y vio en este hecho la huella del paso del Bajísimo. No es necesario ir a Lourdes para experimentar ese horror religioso. La Iglesia Argentina se ha aplebeyado: no se ve en ella más la virtud de la magnanimidad, pareciera por momentos reinar en ella un verdadero odio a la inteligencia, un resentimiento contra la belleza y la vida. No hay cosa donde ponga la mano que no deje con el sello de lo charro. Nuestra Provincia no se ha exentado de ese plebeyismo, resentimiento o io que sea. Cuando llegué de Europa, el P. Isern había hecho una "Exposición del Libro Jesuítico" que era una verdadera exposición de vergüenzas. Las obras de arte que de vez en cuando encarga algún colegio nuestro son bodrios abominables. Del libro ya he hablado: basta que un libro sea vulgar, tonto, alabancioso o inútil, producto del ocio, de la vanidad o de la necesidad y no del trabajo, para que la Provincia lo prohijé. La Censura en ella parece funcionar perversam ente al revés, contra naturam, dando que reír al diablo. ¿Qué más quiere el diablo sino que se desperdicie el dinero de los pobres de Cristo y sea empleado en hacer aparecer a la Iglesia ridicula, fea o despreciable? El Judas hizo un trabajo más fino: sus treinta dineros se emplearon en algo útil. Así que, hermanos carísimos, hay pobreza efectiva y hay pobreza afectiva; y se puede pecar contra la pobreza cerca de los bienes particulares y también cerca de los bienes comunes. En monasterios de monjas he visto cosas enormes en materia de apropiarse una Superiora la casa y hacerse la dueña, convirtiendo a sus hermanas en sirvientas: cosa que en las mujeres resalta más, por ser ellas más espontáneamente mandonas; y lo curioso es que parece esta tentación atacar principalmente a las de más humilde extracción y baja cuna” . El hecho de mantener a los Superiores perpetuamente o largo tiempo en sus cargos contra el espíritu y la letra del Derecho, contribuye grandemente a esta tentación en hombres de poco espíritu. ¿Y qué diremos de los que una vez nombrados Superiores, careciendo de otra superioridad que la titular, se aferran de tal manera a sus cargos que no dudan en mistificar a Roma acerca de sus gobiernos, con el fin de mantenerse en ellos, deformando la verdad, produciendo informaciones parciales, tomando ojeriza a los súbditos en quienes temen vista clara o lengua Ingenua y aun por ventura calumniándolos y desprestigiándolos a tiempo para que no lleguen a hacerles sombra o a descubrirlos?
” Es cosa de gran peligro Un plebeyo en alto estrao.
El que no está acostumbrao A mandar y a gastar plata.
Si se encumbra, desbarata Y es casi pior que un malvao.
Como se cuenta en el cuento Del pavo que hicieron Rey,
Que se le partió la grey Y murió de pesadumbre.
Hay que ser ave de cumbre Para saber hacer Ley.
Hay que estar cerca de Dios, Que es Orden y Jerarquía.
Siempre mi padre decía: Si estamos en mal estao.
Es que falló el Patriciao Y se entronizó otra cría.
Estamos aplebeyaos, Y lo digo sin encono.
Y aunque la cuna no abono, Cuando ella es pura fortuna,
Quien viene de baja cuna Peligra mucho en un trono.
Nobleza se necesita Para no ser mal mandón.
Y nobles dos solos son. Según yo lo esperimento:
O noble de entendimiento, O noble de educación.(La Muerte de Martín Fierro, Canto Nono)
Este estado de cosas arruina de tal modo la pobreza virtud, que a veces la vuelve imposible a los mismos súbditos, tentándolos el ejemplo del Superior propietario; y aun quizá forzándolos ía misma necesidad a tener peculios o reservas precaucionales para proveer a sus necesidades, que el Superior egoísta ni remedia ni conoce ni le interesa conocer. Tampoco incita mucho a nuestros Operarios a traer limosnas a nuestras casas el ver de qué manera ellas son empleadas; y la idea amarga de que el trabajo de uno está siendo explotado por otros que no trabajan efectivamente ni producen nada útil, sino que solamente se agitan y consumen, no puede por menos de producir en los religiosos el mismo efecto que el Capitalismo actual produce en las masas proletarias. Se disuelve el vínculo social, perece la concordia y hace su aparición la llamada "lucha de clases". Ningún Superior tiene derecho en la Compañía a retener los instrumentos de trabajo fuera del alcance de los hombres de trabajo, porque eso ofende la ley natural. Pongamos por ejemplo que en una casa hubiese un Nuevo Testamento en etiópico y un profesor de Escritura que supiese etiópico; y el Provincial retuviese el libro en un aposento sin querer prestarlo a nadie porque el libro está lujosamente encuadernado, con bordes de oro miniados al buril, y hace una linda vista sobre su mesa. :Ese Provincial faltaría (según Santo Tomás) a la justicia conmutativa, cuyo es dar a cada cual lo suyo, en tal forma que, en caso de grave necesidad, el Profesor estaría autorizado incluso a r o bá rselo. Este ejemplo grotesco ilumina muchos casos reales de retención de los instrumentos de trabajo en manos de ineptos, los cuales no son ya grotescos sino trágicos. Dado que nadie tiene derecho a condenar a un hombre de trabajo a la inacción, después de haberlo formado, el caso real que se plantearía, en la emergencia de que le quitaran los utensilios para dárselos a un idiota que se divierta, sería el siguiente: "Mi Madre la Compañía no me da instrumentos de trabajo, Dios quiere que los busque.* Y una vez buscados y hallados, si un Superior bizco quisiera quitárselos de nuevo, la respuesta debería ser: "No debo entregarlos: no son míos." Éstas son las consecuencias, mis amados hermanos, de la brecha abierta en el muro de la Santa Pobreza por hombres que estuviesen tocados del tizne del apego; y ojalá que nosotros las conociéramos solamente por haberlas leído en las historias. En cambio cuando reina aquel santo y necesario desapego, la vida religiosa rebosa de salud y de hermosura. Las virtudes de la limosna, de la munificencia y de la magnanimidad son practicadas excelentemente por los pobres de Cristo con asombro de Aristóteles, no singular sino colectivamente, con gran edificación del pueblo cristiano: sea porque reducidas sumas de dinero por su buen aprovechamiento rinden efectos magnos, como fue el caso del "Apostolado de la Prensa" de Madrid, sea porque simplemente se consiguen y se emplean según el Corazón de Cristo sumas cuantiosas, como en la Nueva Gregoriana de Roma, mi Alma Mater. Y así fue la Compañía de Jesús, si lo observáis, en la mente de Nuestro Padre San Ignacio. San Ignacio fundó la compañía para "bautizar lo sociológico'', es decir, para hacer en defensa de la Iglesia obras de gran empuje, de largo alcance, y de efecto trascendente, no sólo individual sino colectivo y aun universal, si posible fuere. Para esas obras se necesitan a veces instrumentos materiales poderosos y caros. ¿Cómo conciliar la magnanimidad en pro de la Iglesia con la desnudez total de los pobres de Cristo? San Ignacio concibió hombres tan bien formados que su trabajo fuese innegablemente reconocido como útil a la colectividad donde viviesen, y tan desprendidos que estuviesen prestos a vivir mendigando, en casas tan desinteresadas que no tuviesen ningún bien estable o renta para su manutención, y donde todo fuese como de prestado; pero que fuesen baluartes mantenidos si fuera posible de día en día por esa misma colectividad o "ekklesía" con todo lo necesario a un baluarte: armas y pertrechos de un Colegio, una Universidad o una Casa de Escritores, colaboración hermosa de la liberalidad del laico con el heroísmo del monje. En otra carta estudiaré cómo decayó este ideal de la Casa Profesa, no sólo por causas externas sino por una causa interna, que fue la decadencia de la formación de los NN76. Ahora baste acabar diciendo que ese ideal no debe ser abandonado, que ese esquema de gran estratega espiritual no debe ser renegado, y que su posible restauración y aun su germinal conservación dependen de la pobreza virtud, del muro del desapego espiritual, del materno regazo de esa disposición de
76 «La Compañía de Jesús, por falla de los principios de selección, es actualmente una 'hacienda misturada', una sociedad donde las dos clases esenciales, regente y regida (materia y forma), están confundidas Cristo y los Fariseos 30?
ánimo que en los Santos Ejercicios se llama "indiferen- cía „ La cual ruego a Cristo Nuestro Señor me quiera donar a mí completamente antes de que llegue el día oscuro y turbinoso, el día de temporal y de tormenta, en que me fallen todas las casas nuestras, en que no tenga dónde reclinar la cabeza, y en que llenando los deseos de mi R. P. Provincial me vaya de Buenos Aires sin salir de Buenos Aires y tome por última vez el tranvía Lacroze77.


En Xto. Jesús
Professus Infimus
Pag. 
P.D.- El plan de esta carta llevaba como apéndice varias aplicaciones prácticas: Iº) acerca del oficio de Procurador; 2º) acerca del oficio del Comprador; 3°) de la comodidad o incomodidad de nuestras casas; 4º) de las necesidades particulares de algunos oficios; 5º) de los viajes de los NN.; 6º de la hospitalidad de nuestras casas; 7°) del cuidado de nuestros enfermos; 8º) de los remedios caros, refutación al P. Laburu; 9º) de la edición de libros; 10°) acerca del uso de aeroplanos y automóviles; 11°) acerca de las bibliotecas; 12°) acerca de las vacaciones de los NN. Pero si tratáramos tales puntos como conviene, la carta esta resultaría un libro, por lo cual los dejamos al cuidado de la Venerable Congregación Provincial; supuesto que no tratándolos tenemos menos trabajo y cumplimos mejor el consejo de N.M.R.P. General: "No se meta a reformar allí donde no tenga autoridad." Válete.
” Tiene la estación terminal frente al cementerio de la Chacarita.

Sobre la Castidad
Pag. 209
Buenos Aires, 28-VI-1946 (Día del Sdo. Corazón de Jesús)
RP. Antonio Viladévall San Miguel
No habiendo podido ir a verlo el 13, día de su santo, he pensado dedicar a quien fue el mejor de mis padres espirituales esta carta que tengo que escribir acerca de la virtud de la castidad. Ud sabe que he escrito otras dos cartas acerca de los otros dos votos religiosos. Espero que habrán llegado a sus manos. ¿Qué Rector se atreverá a destruir una carta dirigida al venerable religioso que ha sido —y puede ser aún— maestro de todos ellos? Pero en fin, si las han destruido, nada puedo yo contra eso, anoser apelar a N.P.,San Ignacio contra ese desprecio del canon 481, 6o del Epítome, el cual no puede ser abolido ni siquiera por nuestro M.R.P, General. Hablar de la castidad es sumamente delicado, porque en ella "no cabe interpretación", y si uno habla en abstracto corre el peligro de quedarse en insulso, como el peligro de pasarse a chocante si habla en concreto. "No se puede hablar del pudor sin ser algo impúdico" —dijo mi patrono San Jerónimo.
Por tanto, lo mejor es comentar simplemente, y con la objetividad científica que da la buena psicología, lo que dijo N. Señor Jesucristo y expuso después acerca de ella Santo Tomás. Lo que dijo Nuestro Salvador es que existen tres clases de "eunucos", y que los únicos que le aprovechaban a Él para el Reino eran los terceros: "qui seipsos castraverunt propter Regnum Caelorum"71. También dijo que esa palabra suya no todos la pueden "embaular", —que ese es el sentido del "joróusin" griega. Santo Tomás, en el maravilloso cap. CXXXVI del III de la Suma contra Gentes, que previene todas las objeciones del mundo moderno contra la continencia total, dice que la virginidad religiosa está ordenada a la contemplación; de modo que sólo por ese fin obtenido es ella virtud cumplida; y será ende virtud más o menos perfecta tanto cuanto se acerque o distancie de ella. Nuestro Padre San Ignacio nos dejó una palabra espléndida al mandarnos en una regla que "seamos instruidos" en distinguir las virtudes verdaderas de las falsas, las genuinas de las aparentes, las endebles de las sólidas y las incoadas de las perfectas. La experiencia de nuestra época m uestra, que esa regla es máximamente necesaria, sobre todo a los que gobiernan. El clima protestante ha poblado nuestra pobre época de virtudes negativas o "puritanas", contra las cuales el mundo moderno ha oído insurgir la terrible voz de Federico Nietzsche. La psicología enseña que hay castidad falsa, inclusive perversa, como ya notara Tomás de Aquino, comentando al Estagirita; y hay castidades imperfectas, llenas de  inconvenientes y durezas para los que las tienen y los demás, que a veces rozan la gazmoñería o la misoginia, ocasionando ese antipático puritanismo que Max Scheler, en su libro sobre la Simpatía, llama injustamente "la moral de los sacerdotes", "die Priestermoral". Caracteriza allí el gran filósofo hebreo-alemán la "moral de los sacerdotes" (y ¡cómo se conoce que no conoció a mi gran profesor de Moral, sacerdote por los cuatro costados!) como adversa a las grandezas y delicadezas de la vida matrimonial, ignara del amor conyugal, calumniadora del connubio, groseramente resentida y envidiosa, guaranga y obscena en el hablar de re conjugali”.
Los que se castraron a sí mismos por el Reino de los Cielos* (Mateo 19, 12)  No cabe duda que hay algunos sacerdotes así. Pero así no es la "teología moral" de los sacerdotes. Porque, en efecto, no cualquiera abstención del trato sexual eleva y perfecciona al hombre, como si dijéramos, automáticamente. En la compilación de problemas que corren como de Aristóteles al final de sus Obras Completas, en el problema N° 29, sec. V se pregunta: "Quare lili qui non concumbunt, atra bile laborant?"80 y la verificación de este hécho no la ignora nadie que conozca por ejemplo cárceles, y también conventos donde se haya amortiguado el espíritu. Hablando un Obispo inglés no muy afecto a la Compañía en grupo de sacerdotes de las lamentables caídas que de tanto en tanto se producen en el clero (lo cual no es de Inglaterra sólo), un interlocutor le objetó la castidad irreprochable de los jesuitas. Contestó el Obispo, que era un "oxfordian" y hombre de grandes luces:
” Sobre la sexualidad conyugal. ¿Por qué quienes se abstienen del trato sexual son de genio irritable?
— En efecto, los jesuítas son exteriormente irreprochables. Pero lo pagan caro. — ¿Cómo lo pagan? —le preguntaron. —Con la neurosis. Estando yo en Inglaterra, los Padres ingleses, que se precian de su educación y de sus costumbres deportivas, me contaron esta anécdota. Ellos achacan a las Provincias latinas, sobre todo a las italianas, una deficiencia en la educación de la castidad de los jóvenes, que defiende sí la negra "honra que dan los hombres" y tapa cuidadosamente todo escándalo, pero deja como pasto de los lobos del infierno tina lamentable retahila de neuróticos sobre la estepa helada n lo largo de la caravana. Y lo que es más, los que siguen en la caravana no sirven y logran poco o nada, porque son los humanamente mejor dotados los sacrificados. Quedan sanos los asnos y los avefrías. El demonio Venus vuela invisiblemente sobre nuestro Estudiantado para ultimar a flechazos a los que se descuidan o quedan solos. ¡Desdichados de ellos! De mis recuerdos de juventud, no puedo decir que esta Provincia S.J. me haya* ayudado mucho a la solución total de mi problema sexual, sacando el encierro y las exageradas precauciones exteriores. Mis padres espirituales, excepto V.R., eran ignorantísimos en esta materia, que no conocían ni por experiencia ni por estudios de psicología. Recuerdo lo que me dijo el P. Ferragud (q.e.p.d.) al llegar yo, filósofo de 2o año, al Seminario; en la primera cuenta de conciencia: "Los que hablan de esas cosas, se les conoce la basura que llevan adentro." Lo cual bastó para que en todo el año no le hablara de mis más reales problemas. Ahora que mal que bien los he resuelto solo, a trompicones, dejando mi salud en el camino; o por mejor decir, los ha resuelto amorosamente el Espíritu Santo por medio de Santa Taís, Santa Teresa y la Santísima Virgen (que son figuras suyas) bien puedo hablar de esto a mis hermanos, que si saben más que yo en esto, como probablemente saben, servirá al menos para que me corrijan si yerro. Que también San Ignacio solía hacer predicar en comunidad sobre alguna virtud al que era menos virtuoso de todos. Esta carta tiene tres partes, una sobre cada clase de "eunucos" que describió N S Jesucristo, En una segunda carta estudiaré la habitud intrínseca de la castidad a la contemplación; no en forma teológica sino en forma familiar de pacomia o colación espiritual.
"Algunos son eunucos, porque así los hizo la naturaleza" —dice Cristo. Estos los llama la ciencia: impotentes, frígidos, asexuados, insensibles o misóginos. Si lo son físicamente, la Iglesia^ no los admite a las órdenes sacras: Vermeersch enseña que el espíritu de esta prohibición se extiende a los que sonlo psíquicamente: en efecto, el sacerdote de Cristo debe ser varón cabal; y más en estos tiempos. Ayer estuve en el tranvía con un sacerdote a cuya ordenación yo me opuse, guiado por el infalible instinto de sus compañeros, que lo embromaban en recreo, a pesar de que era buenito e inteligente. Lo ordenaron lo mismo. Se llama... Es un feminoide. Ha armado un batifondo fenomenal primero en el Hospital Clínicas y luego en la Curia. Ahora tiene un enredado pleito con el Arzobispo, y pretende que los fieles tienen el deber de alimentarlo. Con sólo decir él la misa, porque "es un sacerdote casto." Yo creo como psicólogoIo que dejará de serlo; 2o) que no tiene arreglo 3o) que seguirá molestando hasta que se muera. Embrómense, porque no me hicieron caso. " Pues bien, hay casos de ésos en nuestra Provincia, primeramente, porque estando desajustado y en manos de ineptos el sabio aparato de selección que creó San Ignacio, se cuelan muchos eunucos primera clase incluso en la profesión solemne; y segundo, porque la educación de la castidad deficiente que esta Provincia nos da origina en algunos una "represión exagerada" que los pueriliza para toda la vida, mutilándolos como hombres. En efecto, la fuerte represión con que la Iglesia trata al instinto sexual no está ordenada a quedarse en mera represión (como demostré en mi tesis La Catharsis Catholique, que los NN no conocen ni les interesa) sino que debe volverse "sublimación" de los afectos, sin la cual sublimación no hay hombre cabal. La castidad meramente negativa, o es sólo un paso del camino, o es un vicio positivo, como concede Sto. Tomás en el artículo citado. Es decir, la castidad debe subir por los tres grados de toda virtud, "bene", "facfliter", "delectabfliter" — o como explicaba graciosamente nuestro Instructor Poulier; "En el primer grado, las mujeres parecen una porquería; en el segundo, parecen unos ángeles; en el tercero, nos parecen simplemente hermanas." Y eso es lo que son. ¡Qué cantidad de jesuitas conozco imposibilitados para tratar a las mujeres con amoroso trato de hermanos, sin el cual no se les puede hacer verdadero bien: dado que sólo el amor enseña y sólo el amor convierte! Algunos disparan de ellas hasta el punto de haberse negado durante toda la vida a confesar, como un grave Padre que todos conocen. Otros las tratan como si fuesen porquería, es decir, con un trato correcto y seco, repelente o infecundo. Otros las tratan como si fuesen ángeles, lo cual les agrada a ellas, pero deja muy poco en sus almas. Este tratar a las mujeres con lengua de novio o de amante explica algunos grandes éxitos pecuniarios y de popularidad, y el correteo fuera de casa de algunos que deberían estar enseñando teología: o estudiándola si no la saben.
Pero hay el caso más serio todavía de que la deficiencia en la castidad, no solamente pueriliza y esteriliza al Apóstol, sino que positivamente lo deforma. "Algunos son eunucos por la brutalidad de los hombres" — dijo nuestro Salvador. Balzác, gran doctor en ciencias sociales, estudió los efectos dañinos de la continencia obligatoria en el carácter, cuando ella no llega a convertirse en virtud verdadera y perfecta. Quitándole a sus conclusiones el alcance general y absoluto, la tesis de "Le Curé de Tours" es verdadera. Sólo la paternidad saca al hombre de sí mismo y lo hace grande, social y abnegado. El solterón es antisocial, egoísta y sórdido, habitualmente, Por lo menos no sirve para Apóstol*1.
■Hay religiosos para los cuales ta religión es una caparazón donde encogerse para dormir, defenderse y resguardarse; que les da seguridad y no inquietud, los enfría y no los consume.» (Castellani, Diario, 9-1-48),
De ahí que ignorando Balzac o no pudiendo observar en su dentorno la paternidad espiritual, la creyó enteramente desaparecida de la Iglesia a raíz de la pérdida de su poder político, y describió (injustamente) a todo el clero católico en los dos tipos viciosos del cura regaloncillo, comodón, aniñado y apocado en el "Abbé Chapeloud", y la terrible figura del ambicioso sin escrúpulos, duro, insensible, el "Vicario Troubert", del cual dice: "Nul doute que Troubert n'eût été en d'autres temps Hildebrand ou Alexandre VI. Aujourd'hui l'Église n'est plus une puissance politique et n'absorbe plus les forces des gens solitaires. Le célibat offre donc alors ce vice capital que, faisant converger les qualités de l'homme sur une seule passion, l'égoïsme, il rend les célibataires OU NUISIBLES ou INUTILES." He aquí los dos rasgos capitales de esos tipos a quienes una represión viciosa ha vuelto o pueriles o crueles o las dos cosas a la vez, como son los niños. ¿Quién negará que existen de hecho esos tipos que el P. Lloberola llamaba con gracia "los solterones de la gloria de Dios"? V R los conoce: Cautelosos como gatos, fríos como culebras, reservados como crustáceos, incapaces de efusión cordial y de verdadera amistad, acomodaticios, hinchados de una ciencia egoísta, duros, incomprensivos, preocupados de su salud y de sus ventajas, calculadores, insensibles, poco humanos, gazmoños, enemigos de la grandeza, amargos, antipáticos, temerosos del hombre y de lo humano, racionalistas, ingenerosos, replegados sobre sí mismos, infecundos, desmadrados, estériles, gélidos, autómatas, censuradores del prójimo, entristecidos, retrancados, negativistas, prudentes al exceso, susceptibles, reptores, maestros helados que muestran al mundo una imagen repelente de! Divino Maestro. 
 “ Es indudable que Troubert, en otro tiempo, habría sido Hildebrando o Alejandro VI. Hoy día la Iglesia ya no es una potencia política y no absorbe más las fuerzas de los célibes. El celibato muestra entonces este vicio capital, que haciendo converger todas las fuerzas del hombre sobre una pasión, el egoísmo, vuelve a los célibes dañinos o inútiles.
Esta ristra de adjetivos a la manera de San Pablo no se aplica a ningún actual viviente en la Compañía ni quizá en el mundo entero; es el "tipo" al cual tiende el sacerdote "de continencia sin caridad", como los llama Hugo Wast en Ciudad turbulenta; sobre todo cuando son invadidos por el demonio de la ambición, como el Vicario Troubert. Pero que las aproximaciones más o menos cercanas a ese "tipo" ideal existen en los conventos, yo no puedo tener duda, y soy apoyado por los testimonios del realista refranero español: "Frayle nin judío, nunca buen amigo" - "Corazón de fraile, pedernal y aire" - "Con gente de bonete ¿quién te mete?" - Etcétera. ¡La lujuria! Tened cuidado con esa perra. Echada por la puerta, a veces vuelve disfrazada por la ventana. ¡Y con qué gentileza, a los que le han negado la carne, les pide un pedacito del espíritu! La castidad en algunos es una virtud; pero en algunos es casi un vicio. Oh Dios, ¿diré yo que soy casto? En verdad soy continente; pero yo no diré de mí mismo que soy casto. Y aunque jamás he conocido la mujer, por voluntad de Dios más bien que mía; yo no diré jamás que soy virgen. *
Yo diré que soy un niño, llena la cabeza de juegos y de imágenes volanderas. Imágenes risueñas o terribles, todas pasajeras imágenes divinas. Y diré que soy un viejo, viendo detrás de esa forma de guitarra de las mujeres ("Las hinchaditas delante - y redonditas por todo", como dijo el poeta) un alma que está escondida, que sufre o va a sufrir. Y que se pierde. Un alma como la mía. Oh Dios, yo te pido la castidad esencial, la castidad de los que se ríen de la castidad, y dicen: "¿Qué es la castidad?" Yo te pido la castidad de los corazones llenos, que aman de tal modo que no tienen tiempo para nada y se ríen y dicen: "¿A quién se le ocurre que yo engendre hijos?" ¿Y qué tengo que hacer yo con esa carne de hospital? ¿Por ventura para eso sólo creó Dios la hermosura? ¿Y qué derecho tengo yo a la delicia mayor y al tesoro mayor que existe, en este gran sanatorio lleno de pobres y doloridos? Yo soy pobre. Yo no quiero tener una cosa que no tuvo Jesucristo ni la Niña de la Maternidad Parthenogénica, que fueron pobres. ¿Diré yo que soy casto? Yo diré solamente que soy pobre. Pero ¿renunciaré yo a la maternidad? ¡Ah! Yo no puedo renunciar a la maternidad, a la preñez pesada y deforme. No puedo renunciar al imperativo de maternidad que ha concebido leyendo las vidas de los que murieron por otros. De los que en este mundo se hacen matar, que son siempre los mismos.
La maternidad del padrazo Santa Teresa, del madrecito San Juan de la Cruz, del Paí-guazú Roque González. Yo no puedo renunciar a la maternidad que hay en mí, violenta y perentoria, semejante a los dolores de la mujer que espera).
Después de este breve "intermezzo" personal y poético, pedido por la misma poesía de la virtud de que trato (la cual no puede sustentarse sin alguna manera de poesía), tenemos que hablar de la tercera manera de eunucos de la gran palabra de Cristo. La palabra de Cristo fue ésta: "pero de esta palabra no todos son capaces." La conducta en este particular de algunas órdenes y Epíscopos es un continuo desmentido de la palabra de Cristo. Con los hechos oponen a Cristo esta otra palabra: "Todos son capaces de ello, con tal que se los encierre juntos en edad temprana, no se les hable de los problemas de la vida, o se les hable con horror y a través de un velo fuliginoso de fraseología devota — con tal que se les embuta mucha piedad, mucha piedad, mucha piedad." La Santa Sede ha descargado poco ha a Zubiri, sacerdote vasco y filósofo, del voto del celibato y lo ha autorizado públicamente al matrimonio. La alegación de Zubiri fue que él no sabía al ordenarse la obligación que contraía. Luego Roma ha admitido que eso es posible, y por el mismo caso, se ha cargado de una obligación nueva y muy seria respecto de sus propios seminarios.
Yo no voy tan lejos como mi maestro Arturo Vermeersch S.J. en su condenación de las Escuelas Apostólicas, donde (como él decía) "un hombre entra jesuíta a los 8 años.” Yo opino que si la Santa Iglesia las tolera, son hoy día un mal menor o un mal necesario; con tal que sean muy buenas; como creo es la nuestra de Santa Fe. Tampoco voy tan lejos como Valuy S.J. en su eximio opúsculo "La vida religiosa" donde sostiene que todo seminarista que tiene caídas de) vicio solitario debe ser implacablemente eliminado. Yo creo que algunos deben ser eliminados y otros, donde se vea gran buena voluntad con esperanza de (por lo menos) lucha constante, deben ser ayudados y sostenidos, antes y después de la Ordenación Sacra. Pero para tal discriminación, eliminación y dirección espiritual opino que no sería apto un Seminario con un Rector ocupado en construcciones y granjas, un Prefecto de Estudios sin honradez intelectual, un Prefecto General ocupado (y con razón) de la mera disciplina externa, un solo Padre espiritual, profesores sin unión entre sí ni con el Rector ni con nadie; —y por último, last but not least, una casa de estudios, donde los estudios constituyen un medio de hacer pasar el tiempo a los estudiantes, y no de darles una verdadera formación universitaria. Esto tengo el deber de decirlo aunque me maten: "serán castigados en proporción del daño que hicieren —dice San Juan de la Cruz hablando de los Superiores miopes; — porque en un piloto es un pecado mortal tener los ojos cerrados o no tener ojos." Es psicológicamente imposible que en un joven se produzca ese delicado* fenómeno de la elevación de las pasiones a sentimientos y de su enganche a imágenes religiosas, llamado "sublimación" —en una casa que, destinada por la Iglesia a crear la sabiduría, no hay en ella ni siquiera lugar para la contemplación. Hoy, día del Sagrado Corazón, acabo de oír en la Iglesia un sermón horroroso. Lo menos que debe dar un Seminario (me decía en Roma el F, Mostaza) a todos o casi todos sus alumnos, son "buenas predicaderas"; es decir, un perfecto y cabal "hábitus" de la oratoria, que es para el Sacerdote el instrumento principal del trabajo de toda la vida. Si un Seminario no da a sus alumnos ni ese indispensable "hábitus" práctico, que depende de un mero "drill" o aprendizaje, ¿cómo vamos a creer que da la sabiduría, ni siquiera vocaciones intelectuales a la filosofía y la teología? V siendo esto así, ¿hemos de extrañarnos de que haya quiebras en la castidad? Lo que a mí me espanta es que no haya mucho más de lo que hay. El P. Lloberola, a quien debo algunas lecciones de vida espiritual y recia sensatez española, dijo una vez a uno de los NN que se confesaba tentado de la carne: "La oratoria es uno de los grandes remedios contra la concupiscencia carnal. Póngase a hablar en público en cuenta ocasión se le presente, aunque más le cueste". Obedeció el súbdito y no solamente está hoy curado del estímulo de la fornicación, sino que es un predicador notable; porque así como decía el P. Mariana que muchas enfermedades de los Nuestros venían del comer demasiado, así muchas tentaciones nos vienen del trabajar poco. Llamo trabajar al estar empeñado en una obra sacerdotal. No solamente con el cuerpo, sino también con la mente, la imaginación y el corazón.
Y a propósito de eso, así como he comenzado quiero acabar en esta materia, recordando una hermosa plática sobre la Ociosidad que nos hizo V.R. cuando nos dio ejercicios (¡imborrables!) en el filosofado, y que solía ser extrañamente resistida por muchos de los NN: ("¿A quién se le ocurre hablar sobre el ocio a gentes que tratan de perfección y están sobrecargadas de santas obediencias?"); a propósito de lo cual recuerdo lo que me pasó con un hermano días pasados. Vino a decirme: — "Todos los que actualm ente, de grado o malgrado suyo, son realmente ociosos en la Provincia, son instintivamente enemigos tuyos." Levanté los ojos al cielo y exclamé: "¡Gran Dios! ¡Soy perdido! ¿Qué puedo contra tantos?" ^ ; Ceso rogando a S.R., Padre mío, quiera tener un recuerdo de mí delante de la presencia eucarística, como yo lo tengo de Ud. en mis pobres oraciones.

En Xto. Jesús.
Sobre el Gobierno
Pag. 223
 A los RR. PP. Profesos de la Provincia Argentina S.J. 
Amados en Xto. Padres y Hermanos míos:
Vuelvo a pedirles perdón por mi osadía en dirigirme a ellos en forma desusada, siendo el menor entre todos. Me objetan no el fondo de mis cartas, sino "el procedimiento" (sic). A esto podría responder con Calderón:
"que errar lo menos no importa si acertó en lo principal."
Pero la respuesta verdadera es preguntar: ¿qué otro procedimiento me quedaba? Los que creen que me quedaba algún otro, desconocen mi caso e ignoran la situación real de ía Provincia. Se me cerró toda otra defensa; y N.M.R.P, General quiere que me defienda. Estas cartas son actualmente en Dios y en mi ánima necesarias. Considerad los líos fantásticos ocurridos en Colombia y en Chile, curados con amputaciones dolo- rosas, posiblemente injustas. Análogos o peores se producirán aquí si no curamos. Es inútil: una sociedad cualquiera debe conspirar a algo común y para ello debe estar gobernada. Ese algo no puede ser la. mera conservación de la misma sociedad; y mucho menos (si es religiosa) el rejunte de dinero, o de la "falsa gloria que dan los hombres". Ése es el tema de esta carta.
Sin conspiración a un Ideal, toda sociedad se va contra un escollo. Conspirar a algo, y gobernar, significa tener los ojos constantemente puestos en el fin común y medir con él todas las cosas. Porque la sociedad no es tal sino por causa de una obra que hacer en común. La raza, el idioma, la religión, las fronteras son tos elementos materiales de una nación; lo formal es el "quehacer colectivo". Quitado esto, languidece y se hunde la sociedad. El hombre va en la sociedad como la gota en la nube viajera. Pero para esto es menester que viaje la nube. Si la nube se estanca, la gota se pudre o se disuelve con acompañamiento de tronidos. Pues bien, eso le está pasando a nuestra amada Provincia, por falta de visión ideal arriba: no hay obra común, ni quehacer colectivo. Somos una nube de tronados. Agudísima fue la conocida cifra política de Saavedra Fajardo: una flecha vertical y debajo el lema: "O sube o baja.* Eso es una sociedad. No es una cosa sino un movimiento. Es en todo instante algo qué viene de — y va hacia. Córtese por una hora la vida de un Estado civil que lo sea realmente, y se hallará una unidad de convivencia que parece fundada en tal o cual elemento material: sangre, idioma, fronteras naturales. Una Interpretación estática nos llevaría a afirmar: ' eso es el Estado. Pero pronto advertimos que esa agrupación humana está haciendo algo en común: conquistando otros pueblos, defendiendo sus intereses, fundando colonias, independizándose o federándose. Es decir, que en toda hora está superando el principio material de su unidad. Ese términum ad quem define un Estado. Cuando ese impulso al más allá cesa, la sociedad automáticamente sucumbe, su unidad se torna sólo aparente, su convivencia empieza a minarse por dentro, desfallecen las dos bases fundamentales del consorcio social: la justicia, que socialmente se llama derecho, la caridad, que socialmente se llama concordia. ¿Podría jurarme alguno de Uds., amados hermanos, que en nuestra Provincia hay mucha concordia y se guarda estrictamente la justicia distributiva? Lo contrario lo tengo por verdadero; y no me parece muy descaminado el descamisado poeta que dijo:
Sociedad de Jesús... ¿Qué es lo que dije? Cada cual hace aquí lo que él elige. El contrato social no rige Más aparentemente. Esa es la verdad,, No somos una sociedad, Sino un montón de gente.
¿Cuál es en esta Provincia la obra común de servicio de Dios y de su Iglesia que justifica nuestra reunión en un cuerpo? No se ve muy claro, antes se ve paladinamente una cantidad de los NN. haciendo obras de clero secular, de salesianos o de hermanos lasallenses; otra cantidad de los NN. haciendo obras de jesuítas pero enteramente desperdigados y solos; y otra cantidad no haciendo nada. Si nuestra obra común son; los "colegios", por ejemplo, (tema que discutiré en otra carta) ¿por qué no se forman entre nosotros profesores y directores aptos, autorizados, y aun diplomados? Ni eso se hace, que es una tarea mínima y de pura honestidad profesional; y en consecuencia, nuestros colegios están en visible decadencia, no sólo absoluta, sino también relativamente —a los otros colegios católicos de la Capital— lo cual es un simple colmo, por estar la Enseñanza argentina bastante baja.
Me han contado esta anécdota. El R.P. Tomás I. Travi dijo en Regina muy fresco: "Hasta el año 1955 no tendremos buenos profesores, porque no tenemos gente." Respondióle francamente y muy bien el P. Gonzalo Palacios de Borao, huésped entonces de esa casa: — "Ni tampoco en el 55, ni siquiera en el 95 los tendrán, si no tos forman. Y ahora mismo los tendrían, Si los HUBIESEN FORMADO." No hay ideal provincial ni obra común, porque no hay visión arriba, porque se gobierna siguiendo la rutina y el provecho inmediatamente. —Con esto no acuso al actual P. Provincial, a quien respeto, ni a nadie. No me toca a mí acusar, sino establecer hechos ciertos. — Permitidme, amados PP. y hermanos míos que ilustre esta tesis con un ejemplo propio. Conservo en un álbum preciosamente coleccionadas las "censuras" que merecí de mis hermanos en mis tiempos de escritor, actividad a la que acabo de renunciar al menos temporariamente por dificultades de salud y de toda clase; pero que ha constituido durante diez años para mí una preciosa experiencia. En esas ciento y pico de censuras de mi Madre la Compañía es donde leo yo como en un aviso luminoso la tesis que senté arriba de que desfallece entre nosotros la caridad, que se llama concordia, y la justicia que se llama derecho, por falta de trabajo común; y que en consecuencia se disuelve la convivencia. En efecto en esas 153 censuras hay un 45% que son negativas, es decir, que rechazan rotundamente y sin dar razones mi trabajo como inútil; y hay 10% de censuras que lo hacen en forma hiriente y ofensiva, a veces con una guaranguería absoluta. ¿Será posible (pregunto yo) que un hombre que es escritor desde que nació, que fue elegido luego por la Compañía para eso, que fue preparado con larguísimos y costosísimos estudios en los cuales tuvo éxito, que fue doctorado por las Facultades más acreditadas del mundo, se equivoque cincuenta veces cada cien —una vez de cada dos veces que escribe— y se equivoque en tal forma que su escrito no se pueda arreglar ni corregir, sino que deba ser simplemente destruido? Dice San Juan de la Cruz que todo hombre está obligado a acertar en su oficio. Si este hombre desacierta en tal forma, es un caso de absoluto fracaso. Y si la Compañía con tanto trabajo produce casos tan monstruosos, es un fracaso ella misma — digamos per reductionem ad absurdum— y debería disolverse como un estorbo y una ruina, porque está hediendo en el mundo. ¿Por qué los censores liquidan con tanta placidez el 45% del trabajo de un hombre para quien el trabajo no es lecho de rosas? Porque a ellos no les duele nada en esa destrucción, no teniendo nada en común con la obra de ese hombre. Cortan en carne ajena. Esto se prueba fácilmente con la contraparte del caso, que es censura debidamente ejercida. Este hombre formó parte una vez de una redacción cualquiera, llámenla X. Allí pasaba por otra censura, porque era una publicación metida en continuos peligros, que tenía que cuidarse. Sus artículos eran leídos en voz alta, en camaradería de trabajo, ante los otros redactores, lo mismo que los de todos ellos, incluso los del Director propie tario. Allí se ejercía entonces una censura concorde, cariñosa, caritativa y justa. Nadie se atrevía a insultar, al contrario, colmaban de sinceros elogios al compañero. Cuando uno tenía que oponer un reparo, pedía mil perdones y hacía mil salvedades. Nadie hablaba de destruir el trabajo, antes bien se ofrecían a ayudar a concluirlo. Cuando el autor modestamente hablaba de destruirlo él, protestaban con el grito en el cielo. ¿Por qué todo esto? ¿Por ventura eran ángeles? ¿Eran religiosos? ¡No eran sino pobres periodistas y periodistas "nazis* por añadidura! ¿Por qué pues tanta caridad? ¿No lo veis? Porque el articulo formaba parte de la "obra común", del quehacer colectivo. No les convenía que se destruyes. Les convenía que se mejorase. ¿Y cuál es, AA. HH., el quehacer colectivo de los jesuítas, la obra propia específicamente de ellos en cuanto tales? Vosotros lo sabéis mejor que yo, mis Amados Padres y CC. Hermanos en Jesucristo: es "ayudar a la Iglesia en su lucha actual, no como artillería, ni infantería, ni zapadores, sino como caballería ligera", es decir, en los puntos decisivos y más fragosos de la batalla y en las actividades más heroicas y difíciles, que no son otras que las más espirituales e intelectuales; es luchar contra la herejía hasta la muerte con las armas del espíritu, que no son otras que la cota de la fe, el escudo de la buena voluntad, la gálea de la justicia y la espada de Espíritu, que es la palabra de Dios (Eph. VI, 15); es el "bautizar lo sociológico", según la aguda fórmula de César Pico, que no es otra cosa sino la traducción pintoresca de la fórmula de N. Santo Padre Ignacio acerca del "bien más divino", ¿Qué hace para eso nuestra actual Provincia? No hace nada. "Se defiende", como dicen; y aun allí, se defiende mal, porque está visiblemente perdiendo terreno. El P. Claudio Acquaviva decía que cuando una sociedad emplea todas sus fuerzas en meramente conservarse, esa sociedad anda enferma. En efecto, ésa es la definición misma del organismo viviente traumatizado, intoxicado, o anemiado. La “fiebre", no es más que eso, es eliminar la actividad externa y concentrar las fuerzas vitales del cuerpo sobre sí mismo. ¿Y no es éste el espectáculo que nos presenta nuestra provincia? Leed las "Noticias de la Provincia" y decidme dónde está la actividad que no sea de pura conservación, ¿Qué son los libros del P. Furlong, en editar los cuales se han invertido millanares de pesos, sino literatura de propaganda? ¿Cuál es la actividad de nuestros historiadores, sino andar desenterrando del pasado huesos fosforosos luminosos — "vaticinare su peossaista"— para exhibirlos al son de platillos y trompetas en una fiebre de exhibicionismo megalómano, que nos debería avergonzar si somos hombres adultos y soldados. ¿En qué contribuye nuestra actividad científica, literaria o filosófica a resolver los capitales problemas de esta Nación que nos da de comer, ó de la desdichada Iglesia Argentina? ¿Toda esa actividad está vuelta hacia la Compañía de Jesús convertida en un ídolo lamentable, en un fin en sí mismo? Pero el conservarse no puede ser el fin último de ningún ser, dice Santo Tomás de Aquino. "Quia imposstbile est quod illius rei quae ordinaiur ad aliud sicut ad finem, últimus finis sit ejusdem conservatio in esse." ¿Y dónde está si no aquí la causa fundamental del creciente distanciamiento y aun aversión que se está abriendo entre la Compañía y las otras religiones, la Compañía y los Obispos? Problema éste en el cual no se hace actualmente nada; y en el cual nada se hará. H3 Profetiza sobre estos huesos (Ezequiel 37,4). H1 Porque es imposible que el último fin de una cosa ordenable a otra como a su fin, sea su conservación en el ser. (S. Th., I-lIae, Q. II, art. 5, Resp.)M ientras no se toque la raíz principal del morbo, que es percibir claramente hicet nunca el trabajo específico de la Compañía (que no habrá peligro nadie nos dispute, porque es el más arduo) y ponerse bravamente a hacerlo. Hemos de volver los ojos, amados Padres y Hermanos, a nuestros primeros Padres, y retornar a nuestros orígenes, tomar contacto con nuestra fuente radioactiva de un Javier, un Laínez, un Fabro, un Campion, un Southwell; de esos mártires ingleses cuyas vidas me inundan de consuelo por ofrecer ejemplos tan extremados y tan aparentes a los terribles tiempos que vivimos. Perdonad mis atrevimientos líricos y rogad por mí al Dador de toda Lumbre, Padre de las Misericordias y Dios de toda consolación, el que nos salvó en la esperanza de las promesas de su Hijo, y nos quiso elegir en la Compañía de su Nombre.


Professus Infimus
Índice Analítico
Pag.

Abominación de la desolación: 151.
Acquaviva, Claudio: 187, 228.
Agustín, san: 29.
Ima fuerte: 33.
Ambición: 14,15, 93, 162,189, 217,
Amor: 15,215;
Conyugal: 211.
Anticristo: 149, 150.
Apostasia de las masas: 159. postasia, gran: 150, 173.
Argentina: 37, 159.
Aristóteles: 160, 188, 196, 211. Arte: 115, 117, 118, 122.
Artista: 31, 116, 118, 122, 127. Autoridad: 29, 30, 185; —religiosa: 93. Avaricia: 14.
Balzac: 215,
Baudelaire: 116, 119. Belleza: 118, Belloc, Hilaire: 200. Benito, san: 200, Berdiaef: 197. Bernanos: 177, Bien: 197.
Bloy, León: 116. Burguesía: 159.
Caifás; 17, 81.
Capitalismo: 204.
Caridad: 185, 188, 189, 197, 217, 225.
Carranza, B.: 45, 111, 179,
Castidad: 27,209,211,214,215, 217, 221.
Casuística: 78.
CHibato: 216.
Censura: 202.
Ceremonias: 19.
Clases: 159.
Clericalismo: 162.
Clérigos: 30.
Comunismo: 17.
Conciencia: 185.
Concordia: 188, 204, 225.
Contemplación: 12, 210, 221.
Continencia: 217.
Contrarreforma: 22, 23.
Convivencia: 226.
Corazón: 196.
Cristianismo: 19, 164.
Cristo, corazón de: 14.
* Se han omitido los términos 'Fariseo" y "Fariseísmo".
Crueldad: 14, 15, 80.
Cuestón social: 159.
Culto: 163.
Chesterton: 32, 188.
Daniel: 81, 151.
Daniel-Rops: 143,
De Molay, Jacques: 165.
Diablo: 15, 40, 78.
Dinero: 196,
Dolor: 115, 126.
Dostoievsky: 162,
Dureza de corazón: 82.
Economía: 159.
Eliot, T.S.: 44.
Escribas: 72.
España: 156, 161,
Estado: 29, 224.
Eucaristía: 192.
Exterioridad: 19, 22, 24.
Falsos pastores: 13.
Fanatismo: 162,
Fe: 19, 153, 177, 196.
Francisco, san: 196.
Franco: 154, 157.
Gamaliel: 71,
Genicot, P.: 188.
Gobernante: 160.
Gobierno: 187, 223, 226.
González, Roque, san: 219.
Gracia: 128.
Herejía: 228,
Hillel: 71, 95.
Hombre: 224.
Huxley, Aldous: 190.
Ideal: 224, 226.
Iglesia: 17, 19, 30, 150, 164, 173, 177;
Argentina: 202;
Jerárquica: 22.
Iglesia de Estado: 163.
Ignacio de Loyola,
san: 22,185, 189, 204, 205, 210, 213, 228.
Imagen: 12, 155, 221,
Indiferencia: 207.
Indulgencias: 20, 21.
Insumisión: 187.
Inteligencia (Intelecto): 12, 187.
Israel: 13.
Janet, Pierre: 103, 108.
Jeremías: 79.
Jerónimo, san: 209.
Jesuitas: 189, 200, 205, 211, 214, 228, 229.
José de Arimatea: 71.
Josefo, Flavio: 27, 72, 96, 144, 148.
Joyce, James: 127.
Juan de la Cruz, san: 15, 91, - 105, 111, 165, 219, 220, 227,
Juan Bautista, san: 14, 55, 89, 91, 143,
Juana de Arco, santa: 165,
Judíos: 146, 150, 177. j
Justicia: 163, 225.
Kierkegaard: 45, 47, 49.
Lawrence: 127.
Liberalismo: 159,
Libertad intelectual: 153.
Lucha de clases: 204.
Ludwig: 143.
Lujuria: 15, 217.
Lutero: 19, 24,
Cristo y los Fariseos 333
Mariana: 187.
Maritain: 156.
Mártir (martirio): 44, 48, 127.
Marx: 159.
Marxismo (marxistas): 157, 197.
Materialismo: 159.
Maternidad: 218.
Merejkowski: 25.
Mesianismo político: 81.
Metánoia: 90.
Michelet: 190.
Misericordia: 146, 163.
Mística: 162, 177. Molinos,
Miguel: 103,105.
Moral: 32,118;
-social: 26,121.
Mujer: 28,
Mussolini: 158.
Nación: 224.
Nacionalistas: 158,
Necios con poder: 187.
Nicodemus: 71,
Nietzsche: 29, 31, 95, 113, 210.
Noble: 32.
Obcecación: 14.
Obediencia: 184, 187, 190, 191, 197.
Obsecuencia: 188.
Oratoria: 221.
Orden natural: 187.
Orden Romano: 150.
Orgullo: 14, 162.
Pablo, san: 17, 71, 93, 149, 192.
Pastor: 93.
Paternidad: 215; -espiritual: 216.
Patria: 29,
Pecado contra el Espíritu Santo: 15, 78, 147, 176, 177.
Peguy: 162.
Pereza: 188. Petrucci,
Cardenal: 103, 108, 110.
Pío XII: 193.
Plebeyo: 32.
Pobre: 156.
Pobreza: 195, 196, 198, 201, 202, 204, 205, 206.
Poesía: 126.
Poeta: 159,
Política: 81, 177.
Preceptos de hambres: 163.
Profetas: 93.
Prójimo: 197.
Protestante: 19, 71, 210.
Providencia: 122.
Puritanismo (Puritano): 14, 117, 119, 127, 211.
Reino de Dios: 195.
Religión: 14, 81, 177, 188, 197; -estática: 162; -exterior: 28. religiosidad: 161, 179; - verdadera: 16.
Religioso (Religiosos): 190,192, 197, 198, 204, 217.
Renán: 26, 43, 176.
Revolución: 157,
Rusia: 162.
Russell, Bertrand: 177,
Saavedra Fajardo: 224.
Sabio: 159.
Sacerdote: 27, 80, 93, 159,163, 177, 211, 221.
Saduceos: 71, 78, 81.
Santayana: 142, 145.
Savonarola: 45, 165, 179,
Scheler, Max: 179, 211.
Schopenhauer: 26.
Schweitzer: 143,
Secta: 51.
Seminarlo: 220,
Shaw, Bernard: 119, 127,
Sinagoga: 19, 148, 174.
Soberbia: 80, 93; -religiosa: 12, 40.
Sociedad: 188, 223, 224, 228.
Strauss: 26, 44.
Sublimación: 214, 221.
Superiores religiosos: 186,199, 203, 220.
Superstición: 161.
Tais, santa: 213.
Talmud: 79. Teólogo: 161.
Teresa, santa: 213, 219.
Thibon, Gustave: 177.
Tibieza: 177.
Tolstoi: 26, 33, 164, 176.
Tomás de A quino, santo: 146, 160, 185, 191, 210, 214, 229.
Travi, Tomás SJ: 226.
Vanagloria: 14.
Verdad: 29, 31, 45, 118, 158.
Verdaguer, Jacinto: 179.
Verlaine: 115.
Vida religiosa: 187.
Virgen, Santísima: 213.
Virginidad: 210.
Virtudes: 210;
puritanas: 210;
teologales: 14.
Voluntad: 12.
Votos religiosos: 190.
Wast, Hugo: 217.
Wellhausen: 143.
Wilde, Oscar: 113, 119,
Wodehouse: 127.
Zelotes: 72.
Zubiri, Xavier 219.