viernes, 22 de noviembre de 2019
Otro Obispo sin vergüenza - Antonio Caponnetto
OTRO
OBISPO SIN VERGÜENZA
Por
Antonio Caponnetto
Por
una publicación digital llamada “Unidiversidad”[1],
órgano de deposición de la
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional
de Cuyo, nos enteramos que el pasado 20 de noviembre se llevó a cabo un ciclo
titulado “La Universidad
en diálogo”. Los asistentes a la bacanal pseudoacadémica, según se nos informa,
“reflexionaron sobre los distintos puentes para la deconstrucción”, “bajo el
eje Nuevo Acuerdo Social: momento para deconstruirnos”.
Fueron
convocantes y partícipes del pandemonium una serie de personajillos
repugnantes, salidos de las sentinas políticas, docentes, periodísticas o
simplemente mundanas, entre los cuales cabe mencionar al amasijo glandular Mario Vargas, representante
de “la comunidad LGBTIQ+”, que es el eufemismo con que ahora se designa a los
degenerados y sexópatas. Feministas y aborteras, por cierto, fueron también de
la partida. Y una figura estelar, llamada a compartir la mesa en paridad de
condiciones, a contemporizar con los contertulios y a convalidar la legitimidad
del inclusivo, homologante y consensuado aquelarre:el obispo Eduardo María
Taussig.
No
hace falta haber leído a Jacques Derrida para estar avisados de la malignidad
del deconstructivismo, y de esta nueva vuelta de tuerca que ahora nos propone:
terminar de destruirlo todo para implantar la tiranía del constructivismo
radical. Nada queda en la naturaleza ni en la realidad ni en el ser de las
cosas vivientes que merezca ser respetado en su substancialidad. La consigna
trágica de esta hora ominosa es destruir lo natural lo creatural y real
sustituyéndolo por el delirio subjetivista de la autopercepción. Es imposible
no calificar a esta postura de diabólica, en el sentido más estricto de la
palabra; puesto que, en definitiva, es la reedición infernal del “non serviam”
que vuelve por sus fueros.
Tal
fue la línea ideológica explícitamente sostenida en la saturnal cuyana. Con el
agravante de que Taussig fue directamente interpelado por el el precitado
bujarrón Vargas, quien sostuvo muy suelto de cuerpo (que en este caso no es
figura retórica) la siguiente ventosidad: “Nosotres hemos sido, durante
varios siglos, pecado para la
Iglesia, enfermedad para la ciencia y delito para el Estado”.
A su
turno, según nos sigue informando “Unidiversidad”,Taussig –lejos de dar un
portazo viril y partir de un homérico mamporro el festín de los corruptos- desplegó
civilizadamente su habitual dialéctica zalamera y servil para con Bergoglio,
“destacando que ha logrado desconfigurar la imagen del pontificado, al rechazar
lujos que eran exclusivos para él”. Agregando además que “por lo sucedido en el
Amazonas, Francisco llama a un cuidado especial del pulmón del planeta,
buscando una conversión ecológica. Él agregará al catecismo un pecado nuevo: el
pecado contra la ecología”.
Ya nos
parecía que eran habladurías aquello de que Bergoglio no andaba bien rumbeado,
reemplazando la Iglesia Católica,
Apostólica y Romana por el conventículo pachamámico e idólatra, del que él se
habría querido convertir en su cabeza visible. Ya nos parecía que eran
exageraciones las sospechas de que el huésped de Santa Marta ha trocado el
Credo por la Carta
de la Tierra, la Revelación por la Revolución y la Casa de Dios por la Unidad Básica. Ahora, en
cambio, gracias al lenguaraz contertulio de los sodomitas y pañuelos verdes, con
sede en el obispado sanrafaelino, sabemos que esto tiene otro nombre: se llama
desconfiguración o deconstrucción del pontificado. ¡Qué alivio!
Avísenle a los feligreses,
cuanto antes, por favor. Porque la gente es mala y sospecha, ¿vio?. Y si
advierten que en Roma hay un señor de sotana blanca que no deja de ultrajar la
Fe, cada día, con una tenacidad propia de su más rabioso enemigo, es posible que,
para inteligir cuanto ocurre, no acudan a las enseñanzas de Peter Eisenman y
otros deconstructores, sino a las más inquietantes del Apocalipsis.
¡Pobre Taussig! Tan porteñito
con ínfulas doctorales, tan autocandidateado a príncipe magno, tan convencido
de su expertez eclesial, tan pavo real de sus dotes intelectuales, devenido en
un matón de barrio, en un clericalista comarcal perseguidor de curas fieles y
de laicos leales, en un canijo domine de aldea, en un tiranuelo comarcal de sus
súbditos, en un paje obsecuente de un capataz que ni lo mira, en un Narciso al
que no cantará Valery sino alguna bojiganga clandestina.
¡Pobre Taussig! No fue su sino
la tabla redonda de Arturo, sino acabar contertulio de una mesa de estultos e
invertidos. Ni fue su verba para encomiar la sapiencia irrefragable de la Mater
et Magistra, semper idem, sino para hacerse eco de la reciente y descabellada
memez bergólfica del pecado ecológico.
¡Pobre Taussig! Ahí anda como
alma en pena, tratando de justificar y de justificarse ante sí mismo por este
paso escandaloso que ha dado, diciendo lo mucho que disintió con sus
acompañantes. No era muy difícil conocer el Salmo I:”bienaventurado el varón
que no anduvo en la asamblea de los impíos, ni en la reunión de los burladores
se ha sentado, ni estuvo en el camino de los pecadores”. No; no era muy difícil
conocerlo; pero cumplirlo heroicamente exige la tenencia de unos ciertos
atributos, que suelen serle esquivos a los pastores.
¡Pobre Taussig! Como diría el
Padre Amelio Luis Calori, precursor de la pastoral de los reos y turfistas:
creyó que estaba para correr el Carlos Pellegrini, pero lo largaron en
cuadreras. Y ni siquiera tiene el caballo del comisario, porque ahora lo montan
los trans, ya que según dijera Platón: lo semejante busca lo semejante.
¡Pobre Taussig! Nuestro Señor
y Su Santa Madre gimen por los aborrecibles pecados contra el Espíritu cuyos
promotores y ejecutores son muchos de aquellos que deberían señalar su castigo,
empezando por las Altas Jerarquías. Pero para él y sus pares episcopales,en
comunión con Francisco, el drama que nos subsume es que no se recicle la basura
o que una mano arboricida tumbe un tronco en una selva tribal.
¡Pobre Taussig! No ha
entendido aún aquel consejo de Martín Fierro a sus hijos:
“Muchas
cosas pierde el hombre
que a
veces las vuelve a hallar,
pero
les debo enseñar
y es
bueno que lo recuerden:
Si la
vergüenza se pierde
jamás
se vuelve a encontrar”.
Nacionalismo Católico
San Juan Bautista