Venezuela: la fiesta interminable. Por Miguel De Lorenzo
Como
salido de un episodio de la revolución francesa, Maduro, el hombre de
estado, creador de aquella inolvidable imagen del pajarito, sorprende
con una idea que en su luminosa originalidad, lleva a pensar, porqué
no, en Alejandro Magno.
El tipo
propuso y decretó un adelantamiento de la fecha de la Navidad, que
empezaría a celebrarse de inmediato, saltando por encima del insulso mes
de noviembre, distante por cierto de cualquier felicidad chavista. De
esta manera el afligido pueblo venezolano, castigado por el imperialismo
norteamericano, tendrá un motivo de regocijo bolivariano, sin las
indignas demoras a que nos tienen acostumbrados los yanquis y el
calendario.
Se trata
de un anticipo de la felicidad bolivariana y no hay manera de evitar
que en Venezuela el regocijo alcance por partida doble, es decir,
ahora para aliviar las penas, y en diciembre para que la fiesta no se
interrumpa.
El
módico Robespierre venezolano, este indigente de la inteligencia, de
acuerdo al informe de su correligionaria Bachelet, lleva más de
siete mil asesinatos, pero le faltaba esto de la alegría por decreto,
para alcanzar cierto paralelo con aquel otro sanguinario
acontecimiento de 1789, donde otros atroces revolucionarios, habían
impuesto más de ochenta fiestas, todas completamente absurdas con el
mismo propósito: «la alegría popular».
Claro que
para el neo marxismo internacional, la miseria, el hambre, los
estremecedores datos de mortalidad infantil y esos miles de muertos del
pueblo venezolano, dicen poco, tan poco que la mayoría de los medios
del mundo ya lo han olvidado, ocultado y archivado entre la noticias
sin mayor importancia.
Silencio
que no es difícil advertir incluso desde el Vaticano, con sus susurros a
medias y complicidades completas, cuando se refiere a los crímenes de
este y los demás regímenes neo marxistas.
Sobre
el tema de las fiestas por decreto, Schopenhauer se refería a ellas
como “apariencias de fiesta, donde la alegría no se encuentra nunca”.
Y
Rousseau, en decidido avance hacia el mayor cinismo, decía que “el
objeto de las fiestas celebradas por los pueblos felices (acaso como el
venezolano) es, si se quiere, ninguno”.
El nuevo
desafío del régimen terrorista venezolano de intentar cambiar la
esperanza cristiana, la verdadera alegría de un pueblo que espera el
nacimiento de Cristo, por esta cierta nada, por esa inquietante
parodia de la Navidad, deberemos anotarlo entre los muchos
crímenes, de Maduro, un siniestro títere, un fantoche manipulado a
designio por el narcomarxismo internacional.